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Portada del libro (a) |
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Marengo, la derrota que los franceses transformaron en victoria (a). |
LA BATALLA DE MARENGO
\»En el campo de batalla de Marengo acuden las consideraciones a bandadas, de suerte que se creyera que son las mismas que tantos y tantos humanos hubieron de dejar allí con la vida y que andan errantes como perros sin dueño. Me gustan los campos de batalla, pues aunque la guerra es muy terrible, sin embargo, manifiesta la grandeza espiritual del hombre, que es capaz de lanzar el reto a su más poderoso enemigo, la muerte. Y más aún este campo de batalla, en donde la libertad bailó sobre rosas de sangre la danza voluptuosa de la desposada. Francia era entonces el prometido, había invitado al mundo entero a la boda, y, como dice la canción:
En la noche de bodas
rompimos en lugar de cántaros
cabezas de aristócratas.
Pero ¡ay! Cada pulgada que progresa cuéstale a la Humanidad ríos de sangre. ¿No resulta algo caro? ¿No es la vida del individuo acaso tan valiosa como la de toda la especie?
Cada hombre es un mundo que con él ha nacido y con él muere; en cada tumba yace una historia universal. Ni una palabra más, así hablarían los muertos que cayeron aquí …\»
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Heine en 1831 (c) |
Entre sus obras más famosas destacan el Libro de las canciones, las Noches florentinas* y los no menos famosos Cuadros de viaje, escritos en prosa y en los cuales Heine relata sus impresiones viajeras con sutil ironía. Su amor no correspondido por Amelia, su encantadora prima, ejerció siempre gran influencia en su inspiración poética. Falleció en París en 1856.(1)
(*) En esta obra también nos daría otros ejemplos de narración con pinceladas basadas en la época napoleónica:
\»En esta alcoba, en la que pronto nos encontramos, ardía un buen fuego de chimenea, tanto más confortador cuanto que la estancia era enormemente grande y alta. Este gran dormitorio, al que quizás conviniese mejor el nombre de salón de dormir, tenía algo singularmente desamparado. Muebles y decoración, todo en él ostentaba el sello de una época, cuyo brillo nos parece ahora tan polvoriento y cuya magnificencia nos parece tan modesta, que sus reliquias nos causan un cierto malestar, cuando no nos producen una sonrisa secreta. Hablo de la época del imperio, de la época del águila dorada, de los altos plumeros, de los peinados griegos, de la gloria, del gran tambor mayor, de las misas de campaña, de la inmortalidad oficial, decretada en el Monitor, del café continental hecho de achicoria, del azúcar mala hecha con remolacha y de los príncipes y duques, hechos de la nada. Tenía no obstante su encanto esta época del materialismo patético… Talma declamaba, Gros pintaba, La Bigottini bailaba, Grassini cantaba, Maury predicaba, Rovigo estaba encargado de la policía, el emperador leía Ossian, Paulina Borghese se hacía esculpir representando a Venus completamente desnuda, pues su habitación estaba bien caliente, como el dormitorio en que yo me encontraba con Lorenza\»
y\»No se cómo sucedió, quizá fuese la influencia de la butaca en que estaba sentado; pero de pronto me pareció como si yo fuese el viejo general, que ayer había contado en ese mismo sitio la batalla de Jena, y como si hubiera de proseguir con mi narración, y dije:
-Después de la batalla de Jena, se entregaron en pocas semanas, casi sin lucha, todas las fortalezas prusianas. Primeramente se rindió Magdeburgo; era la plaza más fuerte y contaba con 300 cañones. ¿No es vergonzoso?\»
1) – \»Dime, cuéntame\» – Enciclopedia Básica Argos, vol. V., Barcelona, 1971
2) – https://es.wikipedia.org/wiki/Heinrich_Heine
3) – \»Noches Florentinas / Memorias del Señor de Schnabelewopski\» – Heinrich Heine, Salvat Editores S.A y Alianza Editorial S.A., Navarra, 1970
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