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Patrick Rambaud (2) |
\»La batalla es una novela que Balzac quería escribir. \»Habla de ella regularmente, pero no la comenzó nunca, tan sólo tomó notas\», explica Rambaud. En su correspondencia con madame Hanska, Balzac se refiere a un proyecto que le permitirá introducirla en los secretos \»de todos los horrores, de todas las bellezas del campo de batalla\», un mundo \»sin una cabeza de mujer, sólo cañones, caballos, dos ejércitos, uniformes; en la primera página retumba el cañón, se calla en la última; usted leerá a través del humo y, una vez cerrado el libro, debiera haberlo visto todo intuitivamente y acordarse de la batalla como si la hubiese presenciado\».La acción que quería evocar Balzac y describe ahora Rambaud transcurre en 1809, en Austria, cerca de Viena, en el pueblecito de Essling. \»Allí asistiremos a una batalla que dura 30 horas y que no es ni una victoria ni una derrota, sino una carnicería. La batalla es el prototipo de todas las batallas\», dice el galardonado. Los 40.000 muertos del enfrentamiento nos indican que estamos en un cambio de época, que la capacidad de destrucción de las nuevas armas supera las viejas tácticas militares. \»Hubo un muerto cada tres segundos y era la primera vez en que Napoleón, que dirigió personalmente las tropas, se mostraba incapaz de vencer. Me gustaría escribir otras dos obras napoleónicas. Una sobre la retirada de Rusia y una tercera sobre los 100 días. Con ello habría compuesto una trilogía del hundimiento\».(1)
Patrick Rambaud (Paris, 21/4/1946) es un crítico y autor francés. En 1997 recibió por su novela La Bataille el Prix Goncourt y el Premio a la novela de la Académie française. El 2000 publicó el segundo tomo de la trilogía Il neigeait y el año 2003 l’Absent. (3)
Hace ya unos cuantos años me recomendaron -y leí- esta novela de Rambaud y quisiera recuperarla en esta entrada. Describe la batalla que se disputó en 1809 alrededor de las villas vecinas de Aspern y Essling, cerca del Danubio y la capital austríaca, cuando las tropas del Archiduque Carlos rodearon completamente la avanzada y parte del contingente de las tropas de Napoleón que resistieron encarnecidamente durante horas el acoso austríaco.
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Plano-esquema de la batalla de Aspern-Essling (4) |
Los franceses intentaron romper el cerco austriaco incluso con infructuosas cargas de caballería, y finalmente se vieron aislados del resto de tropas de Napoleón cuando los puentes sobre el Danubio fueron destrozados por los brulotes incendiarios y demás embarcaciones que enviaron contra ellos los austriacos. El ataque significó una derrota para las hasta entonces invencibles tropas de Napoleón -con él como comandante al mando-, la pérdida de uno de sus mejores mariscales, Lannes, y para los austríacos, la constatación de que su capacidad militar había mejorado ostensiblemente desde las derrotas de las campañas de Italia y de 1805.
No soy un gran amante de la novela histórica ya que, generalmente, no las considero lo suficientemente bien escritas para el período histórico que representan (el napoleónico en este caso) o por falta de rigor histórico en los hechos que describe o por falta de conocimiento de la mentalidad y temática militar de la época. Ésto no sucede con la novela de Rambaud.
La batalla es una excelente novela histórica donde la descripción de personajes, principales y secundarios, se detalla pormenorizadamente, con un lenguaje profundamente descriptivo y ágil al mismo tiempo y con unos más que sobrados conocimientos en la materia, logrando con creces su objetivo de \»una vez cerrado el libro, debiera haberlo visto todo intuitivamente y acordarse de la batalla como si la hubiese presenciado\».
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Artillería austríaca en Essling, por Keith Rocco. |
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Combates en las calles de Essling |
Os transcribo un fragmento de la novela, que describe con objetiva crudeza las escenas de los heridos por los combates y los esfuerzos de los cirujanos por remediar, en muchos casos, lo irremediable:
“Estertores, quejas, gemidos, sollozos, gritos y aullidos… el canto de los heridos en la isla Lobau no tenía nada de nostálgico. Los enfermeros que ya no tenían sentimientos, vestidos con uniformes cuyas piezas estaban desparejadas, apartaban con las palmas los enjambres de moscas que se posaban en las heridas. Su largo delantal y los antebrazos goteaban sangre, y el doctor Percy había perdido su llaneza. Sin descanso, en la choza de ramajes y cañas bautizada con el nombre de ambulancia, sus ayudantes depositaban sobre la mesa que habían recuperado a los soldados desnudos y casi muertos. Los ayudantes que el doctor había conseguido gracia a su insistencia, jamás habían estudiado cirugía, pero como él no se bastaba para atender a tanto lisiado y trataba tantas heridas diversas, indicaba con tiza, sobre los cuerpos contusionados por el dolor, el lugar donde era preciso serrar, y los ayudante improvisados serraban, a veces sobrepasaban las articulaciones, brotaba la sangre, atacaban el hueso al descubierto. Su paciente desfallecía y dejaba de agitarse. Muchos sucumbían así a causa de un paro cardíaco o desangrados, pues por desgracia les habían seccionado una arteria. El doctor gritaba:
– ¡Cretinos! ¿Es que nunca habéis trinchado un pollo?
Cada operación no debía exceder de veinte segundos, pues había que practicar demasiadas. A continuación, arrojaban el brazo o la pierna a un montón de brazos y piernas. Los enfermeros ocasionales bromeaban para no vomitar o desviar la vista: «¡Otra pierna de cordero!», exclamaban al arrojar los miembros que habían amputado. Percy se reservaba los casos difíciles y trataba de volver a juntar, de cauterizar, de evitar la amputación, de aliviar, pero ¿cómo, con unos medios tan miserables? Dado que tenía la posibilidad de hacerlo, aprovechaba para instruir a los enfermeros más espabilados:
– ¿Veis, Morillon? Aquí los fragmentos de tibia se traslapan y están de nue…
– ¿Es posible volver a colocarlos en su sitio, doctor?
– Lo sería si tuviéramos tiempo.
– Hay muchos que esperan detrás.
– ¡Lo sé!
– ¿Qué hacemos entonces?
-¡Cortamos, imbécil, cortamos! ¡Y eso me horroriza, Morillon!
Se enjugó con un trapo el rostro empapado en sudor. Le dolían los ojos. El herido, más bien el condenado, tuvo derecho a una línea de tiza que Percy trazó por encima de la rodilla, y le tendieron sobre la mesa donde, hacía muy poco, los campesinos austríacos debían de tomar la sopa. Un ayudante que sacaba la lengua serró, aplicándose en el seguimiento del trazo. Percy estaba ya inclinado sobre un húsar reconocible por las bacantes, las patillas y la coleta.
– Se declara la gangrena –masculló el doctor-.¡La pinza!
Un muchachote torpe le tendió una pinza goteante mientras se tapaba la nariz con un pañuelo. Percy lo usó para arrancar las piltrafas quemadas, y vociferaba:
– ¡Si tuviéramos quinina en polvo, la haría macerar en zumo de limón, empaparía un tampón de estopa y lavaría todo esto! ¡Podría aliviar, salvar!
– A éste no, doctor, ha fallecido – dijo Morillon, con una sierra de carpintero ensangrentada en la mano.
-¡Tanto mejor para él! ¡El siguiente!”
Con un pico del delantal, Percy quitó los gusanos que se habían infiltrado en la herida del siguiente, el cual deliraba con los ojos en blanco.
-¡Está listo! ¡El siguiente!
Dos ayudantes, uno sujetándole por las axilas y el otro por los tobillos, depositaron al soldado Paradis sobre la mesa del cirujano.
-¿Qué tiene este muchacho aparte de un chichón?
– No lo sabemos, doctor.
– ¿De dónde viene?
– Estaba con el grupo que han recogido cerca del cementerio de Aspern.
-¡Pero no está herido!
– Tenía trozos de carne en la cara y en la manga, y creyeron que le había alcanzado un proyectil, pero el estropicio ha desaparecido al limpiarle la cara.
– Bueno, ha recibido en pleno rostro el cuerpo de un camarada destrozado. De todas maneras, eso ha debido de afectarle la cabeza.
Percy se inclinó sobre el falso herido:
-¿Puedes hablar? ¿Me oyes?
Paradis permaneció inmóvil pero farfulló para recitar su identidad:
– Soldado Paradis, tirador, segunda compañía de línea, tercera división del general Molitor a las órdenes del mariscal Masséna…
– No te preocupes, que no te vamos a enviar de nuevo allá abajo, ya no estás en condiciones de empuñar un fusil. (A Morillon:) Este chico es robusto, id a vestírmelo, tengo ocupación para él.
El doctor y su ayudante pusieron a Paradis en pie y el tirador en calzoncillos siguió a Morillon con docilidad.” (5)
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Fuentes:
(1) http://elpais.com/diario/1997/11/11/cultura/879202803_850215.html
(2) «Patrick Rambaud 2010 a» de Siren-Com – Trabajo propio. Disponible bajo la licencia CC BY-SA 3.0 vía Wikimedia Commons – http://commons.wikimedia.org/wiki/File:Patrick_Rambaud_2010_a.jpg#/media/File:Patrick_Rambaud_2010_a.jpg
(3) http://es.wikipedia.org/wiki/Patrick_Rambaud#
(4) \»Battle of Aspern-Essling map\» by Gregory Fremont-Barnes (main editor) – Gregory Fremont-Barnes (main editor) – The Encyclopedia of the French Revolutionary and Napoleonic Wars, page 82. Adapted from Chandler 1966, 705.. Licensed under Attribution via Wikimedia Commons – http://commons.wikimedia.org/wiki/File:Battle_of_Aspern-Essling_map.jpg#/media/File:Battle_of_Aspern-Essling_map.jpg
(5) \»La batalla\» – Patrick Rambaud – Ed. Martínez Roca, S.A., Madrid, 2004
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