El protagonista de nuestra entrada semanal es un ejemplo más de los artistas franceses que vivieron y desarrollaron su obra a caballo entre los siglos XIX y el XX, el pintor, escultor y diseñador Louis-Ferdinand Malespina, dedicó principalmente su obra pictórica a plasmar multitud de escenas y bocetos de carreras de caballos en paisajes al aire libre o en hipódromos y también dedicó parte de su trayectoria a escenas de caballería de la República, el Consulado y el Primer Imperio.
EL APUNTE
Louis-Ferdinand Malespine, llamado Malespina, fue un pintor, diseñador y escultor francés, que nació el 21 de junio de 1874 en Saint-Nicolas-de-Port, una comuna en el departamento de Meurthe-et-Moselle, cerca de Nancy, en el noreste de Francia. Sus maestros fueron los pintores franceses Larcher, Fernand Cormon y Édouard Detaille.
Se hizo bastante conocido por representar escenas militares preferentemente ecuestres y cargas de caballería, aunque una gran parte de su obra la dedicó a la temática de las carreras de caballos y a pintar algunos paisajes puntualmente.
De 1898 a 1913, se presentó en el Salón de Nancy con pinturas, acuarelas y dibujos: «El cuadro de Arapiles, 1811«, «El asalto de Oporto por el 4º ligero, campaña de España, 1809«, «La noche de Ekmül», «Reencuentro del general Pouget y del marqués de Loulé, coronel de los chevau-légers portugueses sobre la ruta de Epinal a Nancy, 1811″, etc. La revista bimestral «La Lorraine artiste» presentó en su número del 1 de octubre de 1900 un estudio sobre el cuadro «Vuelta de la carga, 1809» expuesto en el Salón de París de 1900.
Fue miembro de la sociedad de Artistas franceses desde 1908. Expuso en el Salón de Artistas Franceses en 1914 un óleo sobre lienzo «Waterloo» y una escultura de bronce «El Coronel Lepic en Eylau«. Obtuvo una medalla de Oro en la edición del Salón del año 1925 y menciones honorables en los años 1910 y 1911.
Entre 1911 y 1912 colaboró en el Panorama de la batalla de Waterloo en Braine l’Alleud (Bélgica), con el famoso tema de la primera carga del Mariscal Ney contra los cuadros de infantería aliada en la batalla, a cargo del pintor belga Louis Dumoulin, y con la colaboración de los pintores franceses Raymond Desvarreux, Pierre Victor Robiquet, el pintor retratista Meir y el pintor belga Vinck.
En 1915 fue nombrado pintor oficial de guerra (al igual que otros muchos pintores de temática militar de la época) por el ministerio de Guerra. Entre otras, realizó dos obras con altos mandos militares aliados, una el 11 de noviembre de 1918 donde vemos a Ferdinand Foch, el general Weygand y los almirantes Wemyss y Hope y por otro lado el 14 de julio de 1919, donde se puede ver a Joffre, Foch y Pétain encabezando el gran desfile militar del 14 de julio. Habían recibido su espada de mariscal el día anterior de manos del presidente Raymond Poincaré. [6]
Asimismo se dedicó a ilustrar libros y publicaciones que trataban principalmente de temas bélicos y militares. Sus obras también formaron parte de los concursos artísticos de los Juegos Olímpicos de verano de 1928 y 1932.
Murió en París (XV Distrito) el 16 de agosto de 1949.
OBRA ESCOGIDA
«Napoleón I a la cabeza de sus tropas», acuarela y gouache, 16 x 27 cm (a)
«Napoléon et son état-Major, accompagnés des chasseurs à cheval de la Garde» (1903), óleo sobre lienzo, 54,5 x 86 cm (b)
«Haut les Têtes» (Salón de 1907), óleo sobre lienzo, 200 x 300 cm (c)
«Scènes militaires», acuarela, 9 x 13,5 cm. (d)
«Cuirassier en manteau, 1813», Dibujo a grafito realizado con acuarela y gouache sobre papel. 32,5 x 50 cm. (e)
«Chevau-Légers Lanciers de la Garde Impériale Ier Empire, au trot», (1903), óleo sobre lienzo, 73 x 92 cm (f)
«Le 16e Dragons à Jena» (1910), óleo sobre lienzo, 88.9 cm × 180.34 cm (g)
«Carga de coraceros en el 1er Imperio», Acuarela realzada con gouache sobre trazos de lápiz 24,99 cm × 50,01 cm (h)
«Officier du 13e régiment de hussards, 1814″ (i)
«Trompette des hussards Jérôme-Napoléon,1813» (c. 1920) (j)
«Chef d’escadron du 1er régiment de hussards à la charge» (k)
«Brigadier-trompette – 1810. Trompettes (Cíes de centre et d’élite)» (l)
«Officiers du 13e hussards ex-Jérôme-Napoléon en 1814, grande tenue et tenue de société» (m)
«Oficial de los Granaderos de la Guardia Imperial» Bronce con pátina marrón (n)
«Le général comte de Lasalle menant une charge de sa cavalerie» (o)
«Retour de charge, 1809» (Salón de 1900), óleo sobre lienzo (p)
Superior derecha: El cuadro «Retorno de la carga, 1809» expuesto también en el Salón de Nancy en el año 1900, representa a un húsar de 1809 en la batalla de Wagram portando una bandera enemiga así como el caballo de un oficial general austriaco, y saludando con el estandarte conquistado, pasando delante del Emperador. Ya había figurado en el Salón de París del mismo año. [7]
«Amour sacré de la Patrie» (Salón de 1913), óleo sobre lienzo (q)
«Le 16e Dragons à Jena» (Salón de 1910), óleo sobre lienzo, 88.9 cm × 180.34 cm (r)
«Le Général Hoche à Froeschwiller, 1793» (Salón de 1911), óleo sobre lienzo (s)
«Général Lasalle, 1807» (Salón de 1908), óleo sobre lienzo (t)
i – Par Louis-Ferdinand Malespina (1874-1940) — Eugène-Louis Bucquoy, « La Cavalerie légère », Jacques Grancher, coll. « Les uniformes du Premier Empire », 1980, 189 pages., Domaine public, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=38270924
j – Par Louis-Ferdinand Malespina (1874-1940) — Eugène-Louis Bucquoy, « La Cavalerie légère », Jacques Grancher, coll. « Les uniformes du Premier Empire », 1980, 189 pages., Domaine public, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=38270929
k -Par Creator:Louis-Ferdinand Malespina (1874-1940) — Eugène-Louis Bucquoy, « La Cavalerie légère », Jacques Grancher, coll. « Les uniformes du Premier Empire », 1980., Domaine public, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=36235615
m – Par Louis-Ferdinand Malespina (1874-1940) — Eugène-Louis Bucquoy, « La Cavalerie légère », Jacques Grancher, coll. « Les uniformes du Premier Empire », 1980, 189 pages., Domaine public, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=38270925
Hoy os traemos la última de las tres partes que dedicamos nuestra visita al Museo Naval de Madrid, en sus salas dedicadas a los finales del siglo XVIII hasta principios del XIX, que vieron algunos episodios famosos aunque contrarios a los intereses españoles como las batallas del Cabo San Vicente y Trafalgar, el postrer esfuerzo combativo de la Real Armada española, que había crecido a costa de dejar exhaustas las arcas reales y cuyos primeros efectos se resintieron ya en la guerra de la Convención contra Francia. También se contempla el intento frustrado de asalto al archipiélago canario en 1797, por las fuerzas navales del famoso Horatio Nelson, que perdió un brazo en el combate, derrotado por el general Antonio Gutiérrez, que ya había derrotado a los ingleses en las Malvinas y en Menorca. Finalmente un episodio más reciente como el del litigio entre el gobierno de España y una empresa estadounidense por los tesoros del navío Nuestra Señora de las Mercedes, hundido en 1804 en la costa portuguesa de Algarve, y que acabó en los tribunales dando la razón al Estado Español.
Entrada al Museo Naval, ubicado en el famoso Paseo del Prado, en Madrid.
EXPOSICIÓN SIGLOS XVIII – XIX (Cont.)
Bicornio de teniente general. 1805. Lana, pluma, seda, cuero y fieltro
Pistola reglamentaria en la Real Armada modelo de 1802. 1802. Hierro, latón y madera
Banda y placa de la Gran Cruz de la Real y Distinguida Orden de Carlos III. c. 1805. Seda/Plata y esmalte
Espada de corte con guarnición de platillo posiblemente de Federico Gravina Finales del siglo XVIII. Hierro y latón
Miniatura de Horatio Nelson, almirante inglés. Anónimo. 1805. Temple sobre tabla.
UN GIGANTE CON PIES DE BARRO
La alianza con la República Francesa volvió a enfrentar a España con Inglaterra, el verdadero enemigo estratégico, que amenazaba tanto los territorios de ultramar como el comercio con América. Pero el mejor momento para hacerle frente ya había pasado. La Real Armada, que había crecido considerablemente a costa de llevar al límite la capacidad económica de la monarquía, se resintió mucho de los enormes gastos de la guerra de la Convención. Se abandonaron las nuevas construcciones y hasta el mantenimiento de los buques. Los frecuentes retrasos en el pago de los sueldos contribuyeron a disminuir la cantidad y calidad de la marinería y dejaron vacíos los arsenales. En estas condiciones, la Armada no fue rival para una Inglaterra plenamente recuperada de su derrota de 1783.
Combate de San Vicente. El navío “Pelayo” acude en auxilio del navío “Santísima Trinidad” Antonio de Brugada Vila. 1858. Óleo sobre lienzo
Batalla naval librada frente a las costas del Algarve portugués entre una escuadra española y otra inglesa en el marco de los enfrentamientos con Inglaterra tras el Tratado de San Ildefonso.
La pintura representa el momento en que el navío Santísima Trinidad, el mayor buque de guerra del momento con 130 cañones y navegando bajo la insignia de Córdoba, es atacado por el Blenheim de 98 cañones, el Orion de 74, el Irresistible de 74 y el Excellent de 74. Acude en su auxilio el navío Infante don Pelayo, de 74 cañones – a la izquierda del observador, navegando a un largo sobre las gavias, con la mayor y la de trinquete cargadas –, al mando de Cayetano Valdés. En primer plano, a la derecha, los tripulantes de dos lanchas abordadas de ambas naciones se combaten encarnizadamente; más al fondo, navíos en plena acción y a la izquierda, la costa cercana del cabo de San Vicente, lo que en realidad no sucedió. La batalla terminó con la derrota española y, como consecuencia de la misma, el jefe de la escuadra José de Córdova se enfrentó a un consejo de guerra, donde fue degradado. [2]
Detalle del anterior.
Miniatura de Federico Gravina. Julio García Condoy. Siglo XIX. Óleo sobre cobre.
Superior: Lord Horatio Nelson y Bronte, vicealmirante – Medalla conmemorativa de su muerte en el combate naval de Trafalgar, 1805. Bronce. Izquierda: Estandarte de la Marina Imperial Francesa que perteneció al navío “L’Atlas”. Casa Picot. Siglo XIX. Seda bordada de oro
Combate entre el navío «San Francisco de Asís» y tres fragatas y una corbeta británicas. Anónimo español. 1848. Óleo sobre lienzo.
Domingo Pérez de Grandallana y Sierra, secretario de Estado y ministro de Marina. Lino García. c. 1850. Óleo sobre lienzo
Federico Gravina y Napoli, capitán general de la Real Armada. Anónimo. 1806-1850. Óleo sobre lienzo
A bordo del navío “Príncipe de Asturias”, Federico Gravina y Napoli estuvo al mando de la escuadra española en la batalla de Trafalgar, en octubre de 1805. Murió al año siguiente, a consecuencia de las heridas recibidas. De él había escrito Napoleón: “Gravina es todo genio y decisión en el combate. Si Villeneuve hubiera tenido esas cualidades, el combate de Finisterre hubiera sido una victoria completa”
Antonio de Escaño y García de Cáceres, teniente general de la Real Armada. José Sánchez. 1850. Óleo sobre lienzo
José de Mazarredo Salazar, teniente general de la Real Armada. Jean-François-Marie Bellier 1800. Óleo sobre lienzo
Marino con grandes dotes marineras y visión militar, Antonio de Escaño y García de Cáceres participó en la batalla del cabo de San Vicente donde, junto a Cayetano Valdés, consiguió salvar al navío “Santísima Trinidad” de ser apresado. En la batalla de Trafalgar, en 1805, fue mayor general de la escuadra de Gravina y combatió embarcado en el navío “Príncipe de Asturias”. Durante la guerra de Independencia fue miembro del consejo de Regencia y falleció en 1814.
Como teniente general, José de Mazarredo se esforzó por corregir el abandono en el que se encontraba la Armada, demostrados años después en las batallas del cabo de San Vicente y Trafalgar. En el ámbito científico impuso el método de las distancias lunares para resolver el problema del cálculo de la longitud. Esta obra fue pintada en Paris por el retratista del gobierno francés durante su estancia allí.
2. Trabuco británico de viaje. Finales del siglo XVIII. Acero, latón y madera 4. Trabuco de infantería de marina británica Finales del siglo XVIII. Acero y madera
Pistola civil española. c. 1789. Acero, latón y madera
Vista I
Vista II
Vista III
Vistas del ataque británico en Santa Cruz de Tenerife. Pedro de Maffiote y Arocha / Francisco de Aguilar Fuentes / Nicolás de Alfaro y Brieva. 1848. Óleo sobre lienzo
Representan el intento frustrado de asalto al archipiélago canario en 1797, por las fuerzas navales de Horatio Nelson, que perdió un brazo en el combate. El ataque se encuentra dentro del contexto de los enfrentamientos con Inglaterra a raíz del Tratado de San Ildefonso entre España y la Francia revolucionaria. Los tres lienzos fueron pintados en 1848 por encargo del Museo Naval para conmemorar la victoria.
Carlos IV siendo príncipe de Asturias Anónimo español. 2ª mitad del siglo XVIII. Óleo sobre lienzo.
Francisco Javier de Winthuyssen y Pineda, jefe de escuadra de la Real Armada Anónimo. 1781. Óleo sobre lienzo.
Modelo de la fragata de 34 cañones “Nuestra Señora de las Mercedes” Francisco Fernández, Miguel Godoy, Francisco Tamayo y José Antonio Álvarez. 2012-2014. Madera
El 5 de octubre de 1804 la “Mercedes”, que formaba parte de la flota comandada por Bustamante que regresaba de América, fue atacada por una escuadra inglesa a la altura del cabo de Santa María, a pesar de estar en tiempos de paz con Inglaterra. El hallazgo del pecio por una compañía que pretendía lucrarse con el tesoro que transportaba, terminó en un litigio en los tribunales que favoreció a España.
Doce monedas recuperadas del pecio de la fragata “Nuestra Señora de las Mercedes” Ceca de Lima. c. 1803. Cuatro escudos de oro. Reales de a 8 de plata Bloque compacto de monedas de plata
Superior: Bloque compacto de monedas de plata recuperadas del pecio de la fragata “Nuestra Señora de las Mercedes” Derecha: Miniatura de José Bustamante y Guerra, teniente general de la Armada. Anónimo. Segunda mitad del siglo XVIII. Óleo sobre pergamino.
Modelo de navío “Santísima Trinidad” de 136 cañones (1769-1805). Félix Moreno Sorli. 1990-2000. Madera, cobre, hueso y fibras textiles.
Fue el navío de línea más grande de la época. Construido en el astillero de La Habana, según planos de Mateo Mullan, estaba armado con 120 cañones y tres puentes. Posteriormente se amplió en los astilleros de Cartagena a 140 cañones y cuatro puentes. En su construcción se utilizaron maderas nobles como caoba, júcaro y caguairán. A pesar de ser un barco de porte impresionante, era lento y complicado de maniobrar.
Fuentes:
1 – Paneles informativos del Museo Naval, Paseo del Prado, 3. 28014 Madrid
Hoy os traemos la segunda de las tres partes que dedicamos nuestra visita al Museo Naval de Madrid, a unos escasos 500 metros del Museo Nacional del Prado. Nos centramos básicamente en las salas que tratan de la Marina española desde mediados del siglo XVIII a principios del XIX, que podríamos considerar como la cara y la cruz de la suerte de la flota de guerra de España en aquella turbulenta época. En esta entrada veremos el la singladura de la Armada durante la guerra de la Independencia, algunos de los ilustres marinos que participaron junto con algunos objetos históricos de dicho periodo expuestos en las vitrinas del museo. También un apartado dedicado a la batalla de Trafalgar, que selló el destino de la flota franco española con la victoria de la Royal Navy a costa de la muerte de su ilustre vicealmirante Horacio Nelson.
EXPOSICIÓN SIGLOS XVIII – XIX (Cont.)
Modelo de arsenal de la fragata Santa Rosalía (1767-1802) Arsenal de Cartagena. c. 1767. Madera, metal y fibras textiles
Las fragatas eran buques de tres palos, más ligeros que los navíos de línea. Disponían como máximo de dos cubiertas y normalmente sólo una estaba artillada, con un número total de piezas que no solían exceder de treinta. Este tipo de navíos se dedicaron principalmente a proteger el tráfico mercante y, por su rapidez de movimientos, también servían de apoyo a los navíos de línea.
LOS ARSENALES
Para sostener la política expansiva en el Mediterráneo, el Atlántico y el Pacífico, los monarcas del siglo XVIII invirtieron considerables recursos en la construcción de los nuevos arsenales. El arsenal militar del Ferrol, con capacidad para acoger 70 navíos, fue el más grande de Europa en su época y cumplió también una función defensiva, tanto propia como de la ciudadela. El arsenal de la Carraca fue concebido como un conjunto industrial y urbanístico del que aún se conservan importantes muestras, como el penal, la iglesia, y algunos diques y muelles. Por último, el arsenal de Cartagena fue en su tiempo el más importante complejo industrial del Mediterráneo.
LA BANDERA DE ESPAÑA
Las marinas borbónicas usaban como bandera nacional el escudo del soberano sobre fondo blanco, lo que hacía difícil la identificación en la mar. Presentadas doce propuestas a Carlos III, una Real Orden de 1785 ordenaba: “… que en adelante usen mis buques de guerra la Bandera dividida a lo largo en tres listas, de las cuales la alta y la baja sean encarnadas y del ancho cada una de la cuarta parte del total, y la de en medio, amarilla…” En 1843, Isabel II decretó que las unidades del Ejército y la Infantería de Marina usasen en sus banderas los colores y disposición ordenados por Carlos III. Posteriormente su uso se generalizó para todos los organismos de la nación.
Propuestas presentadas para el diseño de la bandera.
Gabriel Císcar y Císcar, teniente general de la Real Armada. José Roldán y Martínez c. 1850. Óleo sobre lienzo.
Cosme Damián Churruca y Elorza, brigadier de la Real Armada. Anónimo español Siglo XIX. Óleo sobre lienzo
Tras ser destinado como profesor de navegación y matemáticas superiores, Gabriel Císcar y Císcar fue nombrado director de la Real compañía de Guardias Marinas de Cartagena en 1788. En 1798 viajó a París como representante de España en el congreso que debía fijar el sistema métrico decimal. Císcar intervino en la subcomisión encargada de fijar la medida definitiva del metro. A su regreso, trajo consigo el modelo de patrón nº 3 del metro.
Cosme Damián Churruca y Elorza fue destinado a la expedición de reconocimiento del estrecho de Magallanes en 1788 y se encargó de los estudios astronómicos y geográficos. Tras un breve paso por el Observatorio de Cádiz, participó entre 1792 y 1795, al mando de una división de dos bergantines en la comisión del Atlas de la América Septentrional, que tenía como misión el levantamiento de cartografía náutica de las ismas y canales de las Antillas.
Destacado marino, militar y científico, fue comandante del navío “San Juan Nepomuceno”. En 1805 se incorporó en el Ferrol a la escuadra franco-española, recién llegada de las Antillas bajo las órdenes de Federico Gravina. Murió en la batalla de Trafalgar. Después de su muerte, su navío fue apresado y llevado a Gibraltar, donde los ingleses colocaron una placa en la cámara del comandante en su honor.
Dionisio de Alcalá Galiano, brigadier de la Real Armada. Anónimo. Siglo XIX. Óleo sobre lienzo
Alejandro Malaspina y Melilupi, brigadier de la Real Armada. Anónimo. Siglo XIX. Óleo sobre lienzo
1. Sable de honor de Francisco Javier de Uriarte y Borja, regalado por Napoleón Bonaparte Nicolás Boutet. c. 1800. Acero, Bronce y oro. 2. Faja y entorchados de cuello y bocamanga que pertenecieron a Francisco Javier de Uriarte y Borja 1ª mitad siglo XIX. Seda e hilo metálico 3. Cinturón con fiador de sable. Borja. 1ª mitad siglo XIX. Tela, cuero y metal.
Estuche con pareja de pistolas de honor de José de Rojas, capitán de navío de la Real Armada Nicolás Boutet. c. 1802. Metal y madera
TRAFALGAR
Como resultado de los errores del almirante Villeneuve, la escuadra franco-española quedó bloqueada en Cádiz en 1805. Presionado por Napoleón, y contra la opinión de Gravina, Villeneuve salió a la mar y se enfrentó a la escuadra inglesa que superaba a la combinada en adiestramiento de las dotaciones y en la eficacia de la artillería. Cumpliendo lo prescrito en las Ordenanzas de 1802: “nunca se rendirá a fuerzas superiores sin cubrirse de gloria en su gallarda resistencia”, entregaron sus vidas marinos como Gravina, Churruca, Alcalá Galiano y Alsedo, entre otros muchos. Pero si la batalla es una manera de tomar el pulso a la nación, justo es decir que la arruinada España de principios del siglo XIX no cumplió sus objetivos.
Vista general del combate de Trafalgar. Rafael Monleón y Torres. 1870. Óleo sobre lienzo
Combate de Trafalgar. Vista de la acción entre el navío español “Santa Ana” y el británico “Royal Sovereign” Ángel Cortellini Sanchez. 1903. Óleo sobre lienzo
Busto de Cosme Damián Churruca y de Elorza. L. Savadell 1ª mitad siglo XIX. Terracota.
Izquierda: Bandera del 6º regimiento de infantería de línea, Málaga, del Ejército de José I Bonaparte. 1810. Seda y tafetán. Derecha: La versión coloreada basada en un diseño de D. Cueto.
Esta bandera perteneció al 6º regimiento de infantería creado por Real Decreto durante el reinado de José I Bonaparte, el 6 de marzo de 1810, con el nombre de Regimiento Fijo de Málaga. En 1812 se ordenó destruir todas las banderas e insignias relacionadas con el rey José I, lo que la convierte posiblemente en la única de su tipo que se conserva en España.
LA ARMADA EN LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA
El 2 de mayo de 1808 se sublevó en Madrid el pueblo español contra José I Bonaparte. Comenzaba así la Guerra de Independencia, que duraría 6 años. Garantizado el dominio del mar por la marina inglesa, ahora aliada de España, la Infantería de Marina se integró en el ejército para combatir en Tierra. También la gran mayoría de los oficiales del Cuerpo General – en ocasiones encuadrados en la maestranza de los arsenales – pasaron a combatir en el ejército. Así, mientras todos los recursos de la nación se destinaban a satisfacer las necesidades de las operaciones terrestres, la Armada se deshacía sin remedio, perdiéndose la herramienta que tanto había costado construir y que tan necesaria era para mantener los territorios de ultramar.
1. Águila naval modelo 1804 para estandarte de la Marina Imperial francesa que perteneció al navío “L’Atlas”. Pierre-Philippe Thomire. Siglo XIX. Bronce y oro.
La experiencia y el adiestramiento en el combate naval de los corsarios vigueses llevaría a que, el 9 de junio de 1808, éstos capturaran al buque de guerra francés Atlas, de 74 cañones, que llevaba en la bahía de Vigo desde el 28 de julio de 1805 (Villeneuve no contó con él y no estuvo presente en Trafalgar), y que estuvo sirviendo como buque-hospital hasta 1806. La águila que estaba a bordo es la que se exhibe en las vitrinas del museo.
2. Peto y espalda de coracero de caballería francesa. Zurdebell (Atrib.). 1800-1830. Acero y cuero 3. Sable de batallón de marinos de la Guardia Imperial Francesa. 1804-1814. Acero, latón y cuero
3. Sable de batallón de marinos de la Guardia Imperial Francesa 1804-1814. Acero, latón y cuero
4. Placa de chacó modelo 1806, perteneciente a un soldado francés del regimiento 101 de infantería de línea
5. José Napoleón – Medalla conmemorativa de su viaje desde Nápoles a Bayona para ser proclamado rey de España. F. Daniel. 1808. Bronce
6. Napoleón, emperador – Medalla conmemorativa de su traslado a Plymouth a bordo del “HMS Bellerophon”. Mudie y Brenet. 1815 . Plata
7. Medalla de distinción de la rendición de la escuadra francesa. 1808. Plata y esmaltes
3. Duque de Wellington – Medalla conmemorativa de su llegada a la Península Mudie y Brenet. 1808. Plata
1. Medalla de distinción batalla de Bailén. 1808. Tela, metal y esmalte 2. Diadema Real de Marina. Insignia para oficiales. Anónimo español. 1816-1866. Oro, plata y esmalte
4. Sable de tropa de Infantería de Marina. 1820-1840. Acero y latón
Cayetano Valdés y Flores, capitán general de la Real Armada y gobernador militar de Cádiz durante la guerra de la Independencia. José Roldán y Martínez 1847. Óleo sobre lienzo
Ignacio María de Álava y Saénz de Navarrete, capitán general de la Real Armada. Anónimo español 1ª mitad del siglo XIX. Óleo sobre lienzo
Fernando VII, rey de España Vicente López y Portaña (Atrib.) c. 1823. Óleo sobre lienzo
Superior derecha: Retrato del rey Fernando VII vestido con uniforme de capitán general común para el Ejército y la Armada, atribuido a Vicente López, primer pintor de cámara desde 1815. Fernando VII subió al trono en 1808 y estuvo exiliado en Valençay hasta el final de la guerra de Independencia. Durante su reinado la Armada sufrió un paulatino abandono que impidió contrarrestar el rápido proceso de emancipación de las provincias americanas.
Pablo Morillo, conde de Cartagena, teniente general del Real Ejército y sargento del Real Cuerpo de Infantería de Marina. Anónimo. Siglo XIX. Óleo sobre lienzo
Juan José Ruiz de Apodaca y Eliza, primer conde de Venadito, capitán general de la Real Armada. Antonio María Esquivel. 1834. Óleo sobre lienzo
La carrera militar de Pablo Morillo, se inició en el Real Cuerpo de Infantería de Marina como suboficial. Estuvo en las batallas del cabo de San Vicente y de Trafalgar. Durante la guerra de la Independencia pasó al Ejército, distinguiéndose en diferentes batallas como las de Bailén, Ponte Sampaio, Tamames o Vitoria. Por sus méritos llegó a ser teniente general. Posteriormente participó contra las insurrecciones americanas.
El papel de Juan José Ruiz de Apodaca y Eliza tras la invasión francesa de la Península en mayo de 1808 fue decisivo. Estando al mando de la Escuadra del Océano, atacó a la escuadra francesa del almirante Rosily que aún permanecía en Cádiz desde la batalla de Trafalgar, consiguiendo que se rindiera. El retrato es obra de Antonio María Esquivel, uno de los retratistas más destacados del siglo XIX español.
Cañón de bronce de a 4 libras. 1791. Bronce
Cañón fabricado en Sevilla, con bronce de Lima, tal y como indican sus inscripciones. Perteneció a la fragata “Santa María Magdalena”, construida en Ferrol en 1773, que naufragó en Vivero por temporal el 2 de noviembre de 1810. Formaba parte de la escuadra hispano-inglesa que, al mando de Joaquín Zarauz, tenía como misión defender la costa cantábrica contra los ataques de los franceses durante la guerra de la Independencia.
Fuentes:
1 – Paneles informativos del Museo Naval, Paseo del Prado, 3. 28014 Madrid
Hoy os traemos la primera de las tres partes que dedicamos a la visita al Museo Naval de Madrid por parte de nuestro infatigable Byron, a unos escasos 500 metros del Museo Nacional del Prado. Nos centramos básicamente en las salas que tratan de la Marina española desde mediados del siglo XVIII a principios del XIX, que podríamos considerar la cara y la cruz de la flota de guerra de España en aquella época. Tras una etapa muy floreciente tal como nos narra Carlos Martínez-Valverde: «La Armada de 1808 era una sombra, una caricatura de la de los tiempos de esplendor de la Marina de la Ilustración, de la potencia que tuvo 15 años antes, en 1793, cuando bajo el gobierno del baylío don Antonio Valdés Bazán [Antonio Valdés y Fernández Bazán, Secretario de Estado del despacho universal de Marina y de Indias], alcanzó su apogeo con 79 navíos, 54 fragatas y 156 buques menores en sus listas. […] En 1805, a la vista del cabo Trafalgar, se inmoló la Armada por exigencias de la política de Napoleón, contraria a los intereses españoles. […] Con las arcas del Estado exhaustas y la reducción del comercio marítimo por las prolongadas guerras en la mar, los barcos se pudren en los Arsenales por falta de carena, incluso algunos se desguazan para dar trabajo a la Maestranza de Arsenales, que tanto esfuerzo, tiempo y dinero había costado formar y que al final, al no tener ocupación acabó por desvanecerse». 1
«Antonio Barceló, con su jabeque correo, rechaza a dos galeotas argelinas (1738)». (1902), Ángel Cortellini Sánchez, óleo sobre lienzo
EXPOSICIÓN SIGLOS XVIII – XIX
LA EDAD DE ORO DE LA CONSTRUCCIÓN NAVAL EN ESPAÑA
S. XVIII
Con la Ordenanza de Arsenales de 1723 y la creación de los Departamentos Marítimos de Ferrol, Cádiz y Cartagena en 1726, se inició un proceso de reestructuración de la construcción naval militar que culminaría con la creación de un arsenal en cada una de sus cabeceras, con la doble misión de ser astillero y carenero para mantenimiento. Mientras los nuevos arsenales se ponían en funcionamiento, los buques se seguirían construyendo en Guarnizo, la Habana y Cavite.
A lo largo del siglo se implantaron distintos sistemas constructivos, ideados por marinos y científicos, que irán incorporando los avances de la técnica. Entre ellos destacaron Antonio de Gaztañeta, Jorge Juan y Santacilia, Francisco Gautier y José Romero y Fernández de Landa. A sus diseños pertenecían, respectivamente, navíos tan emblemáticos como el “Glorioso”, el “Santísima Trinidad”, el “San Juan Nepomuceno” y el “Montañés”.
LOS ARSENALES
Para sostener la política expansiva en el Mediterráneo, el Atlántico y el Pacífico, los monarcas del siglo XVIII invirtieron considerables recursos en la construcción de los nuevos arsenales. El arsenal militar del Ferrol, con capacidad para acoger 70 navíos, fue el más grande de Europa en su época y cumplió también una función defensiva, tanto propia como de la ciudadela. El arsenal de la Carraca fue concebido como un conjunto industrial y urbanístico del que aún se conservan importantes muestras, como el penal, la iglesia, y algunos diques y muelles. Por último, el arsenal de Cartagena fue en su tiempo el más importante complejo industrial del Mediterráneo.
Modelo del navío “San Vicente Ferrer” (1768-1797), c. 1768. Madera
Modelo de casco de lancha cañonera blindada según diseño de Antonio Barceló. Siglo XVIII. Madera y plomo.
Pareja de obuses españoles de a 4 libras circa 1780. Bronce
Pareja de obuses españoles de a 4 libras circa 1780. Bronce
EL REAL COLEGIO DE CIRUGÍA DE LA ARMADA
El Real Colegio de Cirugía de la Armada, fundado en Cádiz por Pedro Virgili en 1748, fue la primera institución en España en la que se otorgaba el título de médico-cirujano. Los titulados embarcaban con un estuche de instrumentos pagado por la Hacienda Real, haciéndose cargo de no estropear ni extraviar ninguno de ellos. Los cirujanos eran oficiales mayores, seguidos por los sangradores como oficiales de mar.
Estuche de cirugía. Pablo Hartmann. Siglo XIX. Acero, madera y terciopelo
1. Sierra de arco para cirugía s. XVIII. Acero y ébano 2. Trépano de trinquete s. XIX. Hierro 3. Lanceta para sangrar. Kolb. s XVIII-XIX. Acero y latón.
5. Torniquete. s. XVIII. Metal, fibras textiles y cuero 6. Legre. s. XIX. Acero y ébano 7. Trocar. Luer (París). s. XIX. Hierro, plata y hueso 8. Trocar. Luer (París) s. XIX. Hierro, plata y hueso 9. Estuche de bolsillo de cirujano Mu. Charrière Collin, París, s. XIX
Superior: Daga de oficial para uniforme de gala. Siglo XVIII-XIX. Acero, latón y nácar.
Inferior: Daga o «cutó» de paseo de Guardia Marina. Siglo XVIII-XIX. Acero, latón y hueso
LOS DEPARTAMENTOS MARÍTIMOS
Cuando Patiño ocupó la Secretaría del Despacho de Marina e Indias, en 1726, instituyó los Departamentos Marítimos de Cádiz – que incluyó la Dirección General de la Armada – Ferrol y Cartagena. Sus Capitanes Generales tenían autoridad sobre todo lo marítimo en su área de jurisdicción. Cada departamento debía contar con un astillero en su cabecera y, a partir de 1732, contaría también con su propia escuadra. Años después, el Marqués de la Ensenada mejoró la estructura con la construcción de los tres grandes arsenales peninsulares y el de la Habana.
José Patiño de Rosales, intendente general de la Real Armada Rafael Tegeo Díaz. 1828. Óleo sobre lienzo
Quirico Aristizábal y Sequeira, capitán de navío Anónimo. c. 1810. Óleo sobre lienzo
Desde 1717, José Patiño estuvo al frente de la Secretaría de Marina. Una vez establecido el Departamento Marítimo de Cádiz, completó el traslado de la Casa de la Contratación a dicha ciudad, y creó una academia para la formación de los oficiales de marina. Ese mismo año publicó las Ordenanzas de la Armada que aunaban en una sola flota las galeras del Mediterráneo, los navíos del océano y los galeones de Indias.
CUERPOS DE BATALLONES, DEL MINISTERIO Y DE INGENIEROS.
Entre otras medidas imprescindibles para la recuperación de la Armada, Patiño necesitaba homogeneizar las aptitudes de los mandos embarcados, cualquiera que fuera su procedencia. Ese objetivo tenía el Cuerpo de Oficiales de Guerra de la Real Armada, cuyos miembros podían servir indistintamente en buques, en las unidades del Cuerpo de Batallones de Marina, creado en 1717 para la guarnición de los buques e instalaciones, o en las Brigadas de Artillería que se crearían poco después. Con los veedores, comisarios y pagadores de la época anterior, Patiño formó el Cuerpo del Ministerio, que tenía responsabilidades sobre los astilleros y los asuntos económicos. La estructura se completó en 1770, con la creación del Cuerpo de Ingenieros de Marina, a instancias de Francisco Gautier.
LA REAL COMPAÑÍA DE GUARDIAS MARINAS
Fundada en 1717, la Real Compañía de Guardias Marinas se creó para formar a los oficiales de la Real Armada, combinando la exigente formación académica de la marina francesa – que incluía estudios de Matemáticas, Náutica, Artillería y Maniobra – con la práctica de mar que caracterizaba a la marina inglesa. La dureza del programa, de duración variable dependiendo del rendimiento de cada alumno, y la acertada selección de los mandos pusieron a la Real compañía a la cabeza del desarrollo científico español del siglo XVIII. La Real compañía tomó de la prestigiosa Guardia de Corps el uniforme y armamento, además del privilegio de combatir en vanguardia.
«Mi bandera». Augusto Ferrer Dalmau (2014) Óleo sobre lienzo
El Cuerpo de Batallones de Marina inicialmente estaba formado por cuatro batallones, que fueron aumentando a lo largo del siglo hasta llegar a doce para cubrir las necesidades de una Armada que crecía deprisa. De entre los muchos héroes del cuerpo en el siglo XVIII destaca el granadero Martín Álvarez que, en 1797, durante el combate de Cabo San Vicente, defendió hasta caer sin sentido la bandera de combate del navío “San Nicolás de Bari”.
Fernando Casado Torres de Irala, comandante general del Cuerpo de Ingenieros
Eusebio Zarza, 1858. Óleo sobre lienzo
Destacó como director de la Real Fábrica de Artillería de La Cavada, en Cantabria. La reorganización de esta institución le supuso un gran prestigio dentro de la Armada. Junto a Gaspar Melchor de Jovellanos proyectó la canalización del río Nalón en Asturias, con el objetivo de transportar carbón desde las Reales Minas de Langreo y poder abastecer un horno de coque con el que obtener hierro para cañones y fundición.
1. Esmeril o trabuco de borda español. Ariuziaga. 1826. Acero, Latón y Madera 2. Esmeril o trabuco de borda inglés. c. 1780. Acero, bronce y madera 3. Esmeril o trabuco de borda inglés. c. 1780. Acero, bronce y madera 4. Esmeril o trabuco de borda. s. XVIII-XIX. Acero, bronce y madera
Fragmento del mastelero mayor del palo del navío “Reina Luisa” (1791-1809), después “Fernando VII” (1809-1815).
Museo Naval. 1846. Madera
EL NAVÍO DE LÍNEA
El navío de línea fue el buque más representativo del siglo XVIII. Era una evolución del galeón del XVI y XVII, que se iría perfeccionando progresivamente a lo largo de todo el siglo. Su nombre se debía a la formación que el creciente número de piezas de artillería, situadas en los costados de los buques, imponía a las escuadras. Llegado el momento del combate, todos los navíos se situaban en línea de fila para poder disparar simultáneamente con el mayor número de cañones.
Modelo del navío “Real Carlos” (1766) proyecto original del “Santísima Trinidad” (1769-1805) c. 1766. Madera, marfil y fibras textiles.
Ideado por Mateo Mullan como un navío de tres cubiertas, representa el sistema de construcción de Jorge Juan, que permitió aumentar el porte de los navíos e incrementar así su capacidad artillera. El modelo del “Real Carlos” sirvió como referencia en el diseño del “Santísima Trinidad” construido en La Habana. El proyecto original se modificó para pasar a ser un buque de cuatro puentes, convirtiéndose en un navío único en el mundo.
Modelo de carronada. Siglo XIX. Madera y bronce
Maqueta del peñón de Gibraltar. Siglo XVIII. Madera y escayola
Modelo de fragata “La Flora”, de 58 cañones, rebajado para transporte de pertrecho. Pedro Serrano. c. 1760. Madera y fibras textiles.
Modelo de navío de 60 cañones. c. 1750-1770. Madera
FRANCISCO GAUTIER
Al cesar el Marqués de la Ensenada, se solicitó al arquitecto francés Gautier que se hiciese cargo de las construcciones navales españolas con el objetivo de mejorar las características de los buques. El sistema que desarrolló – del que salieron buques más largos, de mayor velamen y más veloces – fue adoptado en 1767 por todos los astilleros militares españoles. Bajo su dirección se construyeron navíos como el “San Juan Nepomuceno” y el “San Francisco de Asís” y fragatas como la “Santa Catalina” y la “Santa Gertrudis”. En 1770 se creó en España el Cuerpo de Ingenieros de Marina, siendo la organización de dicho cuerpo encomendada a Gautier, que fue el primer ingeniero general con la categoría militar de brigadier de los Reales Ejércitos.
Modelo de arsenal del navío “Velasco” (a) “San Luis” (1764-1797) de 74 cañones c. 1764. Madera y Metal
Modelo del navío «Santa Ana» (1784-1817). Arsenal de Cartagena. c. 1824. Madera, hierro y fibras textiles
Fuentes:
1 – «La Marina en la Guerra de la Independencia» – Carlos Martínez-Valverde (cpt.), Editora Nacional, Madrid, 1974
2 – Paneles informativos del Museo Naval, Paseo del Prado, 3. 28014 Madrid
Imágenes:
a – Foto de portada del autor: Ático original de la Puerta del Mar, llamada de San Fernando, del arsenal de La Carraca. c. 1750. Madera
Conjunto escultórico que toma su nombre del muelle al que daba acceso. Representa, bajo cornisa, el escudo de Castilla y León con el escudo borbónico, rodeado por el Toisón de Oro, rematado por la corona real y flanqueado por dos ángeles. En su parte inferior muestra una inscripción que traducida significa: “Tú, español, acuérdate de gobernar los mares con autoridad”. Fue trasladado al Museo para evitar su deterioro.
El término de Pioneros modernamente designa a los ingenieros militares, pero en la Francia de Napoleón se utilizó también dicho término, Pionniers, para designar a todos aquellos conscriptos que para no ir a la guerra se mutilaban voluntariamente y eran englobados en compañías destinadas a trabajar en obras tanto civiles como militares. Con el tiempo, dichas unidades se nutrieron de los prisioneros de guerra de los países ocupados, también fue el caso de los españoles tanto los prisioneros en suelo español como los del cuerpo de la Romana que no habían podido huir de Dinamarca. De una manera general y con el curso de la guerra ya en contra de Napoleón, éste decidió prescindir de los batallones extranjeros a su servicio (excepto los polacos) ya a finales de noviembre de 1813 y englobarlos en unidades de Pioneros. El mismo Napoleón en carta al general Clarke, ministro de la guerra, en fecha el 25 de noviembre de 1813 ya confesaba que: «Il est constant que, dans la position actuelle des choses, nous ne pouvons nous fier à aucun étranger.»
LOS ORÍGENES DE LOS PIONEROS
La génesis de las compañías disciplinarias de Pioneros en Francia tuvo su origen en un Decreto de 15 de febrero de 1806, que contemplaba que los conscriptos que se mutilaran voluntariamente para evitar su ingreso en filas serían agrupados en «compañías disciplinarias» (pionniers) destinadas exclusivamente a ser empleados en trabajos en fortificaciones, trabajos para el arma de artillería e ingenieros y en obras públicas con un servicio mínimo de 5 años y sin poseer ninguna arma, excepto las herramientas propias de trabajo.
Prisioneros de guerra españoles en Francia (01/01/1809) (2)
El gobierno imperial de Napoleón llegó a crear el 23 de febrero de 1811 unos 38 batallones de prisioneros de guerra, de unos 400 hombres cada uno, de los cuales unos 15 batallones estaban destinados a trabajos en fortificaciones, otros 15 batallones estaban destinados a trabajos en puentes y carreteras y 8 batallones realizaban trabajos para la Marina.
Entre los prisioneros españoles que entraron en Francia como consecuencia del estallido de la guerra en España, se hallaban los regimientos que formaban parte del cuerpo de La Romana en Dinamarca y que no habían podido huir con el resto de la expedición1 en los barcos de la Royal Navy.
Después de la malograda huida, fueron entregados a los franceses en Jutlandia y conducidos con destino a Francia como presos comunes, en un largo viaje, de cárcel en cárcel y de humillación en humillación. En el otoño de 1808 alcanzaron los españoles, bajo una fuerte vigilancia de policía, su destino: los doscientos oficiales, repartidos en pequeños grupos, estaban encarcelados en una docena de fortalezas y los cinco mil soldados, en una quincena de depósitos y castillos donde se mezclaron con los españoles hechos prisioneros en la Península y deportados a Francia.
Sin embargo, el 13 de febrero de 1809 por decreto imperial, se constituyó el regimiento de infantería «José Napoleón» (con un oficio previo desde París del general Kindelán que había invitado a los españoles presos en los diferentes depósitos de prisioneros a formar parte de un regimiento de españoles), con el núcleo de los soldados del Guadalajara y Asturias que se estaba formando en la ciudad de Aviñón, con el objetivo primario de tomar parte en la guerra de España, como deseaba el hermano de Napoleón, José I. En febrero de 1810 el regimiento quedó organizado en cuatro batallones, con depósito (dépôt) en el mismo Aviñón2.
LA FORMACIÓN DE LOS PIONEROS ESPAÑOLES
Se publicó un decreto por parte de Napoleón con fecha 10 de marzo de 1812, que trataba del Reclutamiento del batallón de dotación militar por prisioneros españoles (de un total de 1.000 sujetos), que constaba de 4 títulos3 y concretamente en el Título III se recogía la creación de la unidad de los Pioneros españoles:
Pionero español en 1812, por Knötel (b)
TÍTULO III Formación de un batallón de pioneros españoles.
Art. 9º.- Se formará un batallón de pioneros compuesto por cuatro compañías de 200 hombres cada una, tomados de entre los prisioneros españoles.
Art. 10.- Los oficiales y dos tercios de los suboficiales serán franceses. El otro tercio de los suboficiales podrá ser español.
Art. 11.- Los hombres que componen este batallón no estarán armados con armas de fuego. Su arma será un briquet [pequeño sable de infantería] y llevarán una herramienta de pionero.
Art. 12.- Los 800 hombres necesarios para formar este batallón serán tomados de los batallones organizados para los trabajos de ingeniería y puentes y caminos, tomando hombres de buena voluntad, y reconocidos por los oficiales como los mejores sujetos.
Art. 13.- Las condiciones del compromiso serán las mismas que las que se contemplen en el primer titulo.
Art. 14- Este batallón se formará en Nimega y, tan pronto como se organice, partirá para unirse a la Grande Armée.
Art. 15.- Las plazas que los prisioneros escogidos para el batallón de pioneros dejarán vacantes en los batallones de ingenieros y de los puentes y caminos serán reemplazados en el acto por otros presos.
De los prisioneros que quedaron en Francia, muchos fueron utilizados para trabajar en el canal en San Quintín (inaugurado por Napoleón y Maria Luisa en octubre de 1810), en octubre de 1811 también encontramos a prisioneros españoles construyendo fortificaciones en Den Helder (Holanda) y muchos de ellos pasarían ocupados en los fuertes en el norte hasta el año 1814.
De resultas de la derrota en la campaña de Alemania de 1813 y la más que esperada invasión de suelo francés por parte de los aliados, a Napoleón le entró la apremiante necesidad de obtener mosquetes para las tropas francesas a enrolar para luchar en suelo patrio y se decidió por la transformación en batallones de Pioneros de los cuerpos extranjeros4 (de los que se dudaba de su lealtad, pensamiento quizás agravado por la defección de sus antiguos aliados germanos en la campaña alemana) que habían luchado hasta entonces del lado imperial francés. Dicha remoción se produjo por decreto imperial de 25 de noviembre de 1813 para poder disponer de las armas (y los caballos) de aquellas unidades en favor de los reclutas franceses.
El 24 de diciembre de 1813 en el castillo de Sedán se produjo la disolución del regimiento José Napoleón y su conversión en un regimiento de dos batallones de Pioneros (un total de 28 oficiales y 2.046 suboficiales y soldados). Como recoge alguna relación del acto, cabe destacar que los soldados y granaderos más antiguos, que habían luchado – y sido heridos – por Francia, se quejaban de que se les denominara Pioneros como recompensa de sus servicios y gritaban sin disimulo que ellos no cogerían nunca un pico. Sus mosquetes fueron destinados principalmente a los arsenales de Burdeos y de Blaye.
El nuevo regimiento español, compuesto por esos dos batallones, se dirigió inmediatamente a Saint-Maixent y a Niort5, donde llegaron el 31 de enero de 1814, al mando del mayor barón de Kindelán6, hijo del general Kindelán, ya que el empleo de coronel del regimiento se dejo vacante.
Después de la abdicación de Napoleón, un decreto del gobierno provisional de 23 de abril de 1814 ordenaba que los batallones de Pioneros extranjeros creados por el decreto imperial de 25 de noviembre de 1813, pudieran marchar a sus respectivos países. La unidad de Pioneros españoles ya había sido disuelta el 17 de abril de 1814 y los soldados marcharon de Saint-Maixent y de Niort en agosto de 1814 hacia España. Los oficiales que en muchos casos no quisieron volver por temor a posibles represalias del gobierno de Fernando VII, fueron dirigidos a Pau y tratados como refugiados.
LA UNIFORMIDAD DE LOS PIONEROS ESPAÑOLES
A. Uniforme (según decreto de 10 de marzo de 1812):
El soldado no tenía ni fusiles ni cartucheras, solo llevaba el sable-briquet, sin dragona. Capote de color gris como el uniforme. Los botones del uniforme eran de estaño, blancos. Las polainas negras bajo la rodilla con botones negros. El uniforme era del modelo 1812, la pechera era de color Azul Real claro, los dobladillos eran del mismo color, con ribetes amarillos sin ornamentos y con ribetes amarillos también en las carteras (Imagen inferior izquierda). [7]
Pioneros españoles de Nimega y Pionero (Lienhart y Carl) (c)
Pionero español y suboficial (al que se permitía el uso de un fusil de dragón con bayoneta)(Lienhart) (d)
B. Uniforme (según decreto de 25 de noviembre de 1813):
Este cuerpo no tenía vestimenta la cual fue sustituida por una casaca Gris Piedra, sin ornamentos ni charreteras en los hombros, con el cuello cerrado de color gris, sin ornamentos; botones forrados con tela del color del uniforme. No llevaban ni sable ni pistola. Pantalón gris como la casaca y polainas de tela como la chaqueta sin botones. La chaqueta no tiene ni puños ni portezuelas. Chacó de fusilero (modelo 1812) sin pompón ni penacho. Tienen una calabaza (cantimplora) a la izquierda sostenida por un cordón blanco y un morral a la derecha del mismo cordón. También tienen el pantalón largo de color gris, abierto por debajo (en invierno), el pantalón de tela blanca (en verano) y el gorro de cuartel (modelo dragón) en tejido gris sin ningún adorno ni llama colgante. Tenían como herramientas palas y picos. (Imagen superior derecha). [7]
De izquierda a derecha: Soldado de Nimega según decreto de 10 de marzo de 1812; Soldado en uniforme de trabajo; Sargento con galones de plata, un fusil y sobre el chacó un pompón blanco; Soldado con chacó de fusilero modelo 1812. [6] (e)
– – – – – – o – – – – – –
1Los oficiales de los regimientos de Asturias y Guadalajara fueron encarcelados y las tropas conducidas al arsenal de Copenhague. Los oficiales, encerrados en la sentina de un bergantín con la advertencia que al menor amago de rebelión o intento de los ingleses de liberarlos, la escolta tenía orden de hundir el buque.
2El destino de los batallones del «José Napoleón» finalmente no sería España, y desde el otoño de 1810, los cuatro batallones se reagruparon en dos: el primero y el cuarto, en Italia (Alejandría y Palma Nova); el segundo y tercero en Bélgica (Amberes) y sus confines (Maastricht). Napoleón solo pensó seriamente en utilizarlos para el combate en la primavera de 1811 en un comunicado al mariscal Davout y finalmente participaron como unidad de combate en la campaña rusa de 1812: el 2º y 3er batallones fueron asignados a la división del general Friant, del 1er Cuerpo del mariscal Davout, y el 1er y 4º batallones se asignaron a la división del general Broussier, del 4º Cuerpo del príncipe Eugenio.
3El Título II trataba de la creación del 3er regimiento de Walcheren , hasta completar los 140 hombres por compañía, y el Título IV de la creación de dos compañías de Obreros españoles, de 140 hombres cada una.
4El decreto de 25 de noviembre de 1813, en su artículo 10º contemplaba la disolución del regimiento José Napoleón: «Le régiment espagnol Joseph-Napoléon est supprimé. II en sera formé deux ou trois bataillons de pionniers.» El resto de tropas que formaban parte del ejército de José Napoleón, también se destinarían a formar batallones de pioneros.
5El 27 de enero de 1814, el general de división Rivaud de la Raffinière, de la 12ª División Militar, informaba al ministro de la Guerra que los dos batallones de pioneros españoles se habían situado el 1º en Saint-Maixent y el 2º en Niort.
6El Baron de Kindelan (José-María del Tránsito-Antonio-Francisco de Asís-Lorenzo-Ramón-Javier-Vicente-Ferrer-Domingo de Guzmán), hijo de Juan y María-Josefa Meneses de Losada, nacido el 12 de agosto de 1787 en Zamora (España), comenzó su carrera militar como cadete en el regimiento de infantería de Ultonia, el 17 de abril de 1797. [2]
4 – «Les prisonniers de guerre en France sous l’Empire», Xavier Laroudie y Alain Pigeard, Tradition Magazine, nº 132
5 – «Españoles al servicio de Napoleón» – Jean-René Aymes, Historia 16, nº 20, diciembre de 1977
6 – «Les uniformes du 1er Empire – Gardes d’Honneur et troupes etrangeres«. Tomo 8º – Cmdt. Bucquoy, Jacques Grancher Ed., Paris, 1977
7 – «Splendeur des Uniformes de Napoléon. Infanterie – Régiments Étrangers» – Charmy, Éditions Charles Hérissey, Évreux, 2004
Imágenes:
a – Título: «Pioneros españoles y un suboficial, 1813» – Dibujo original firmado por H. Boisselier, tinta china y lavado, 23,50 x 31,5 cm / Pionero español, 1811 por Lienhart
b – «Napoleonic Uniforms » – John R. Elting, planchas de Knötel, The Emperor Press, Illinois (USA), 2000
c – «Les uniformes du 1er Empire – Gardes d’Honneur et troupes etrangeres«. Tomo 8º – Cmdt. Bucquoy, Jacques Grancher Ed., Paris, 1977
d – «Les uniformes du 1er Empire – Gardes d’Honneur et troupes etrangeres«. Tomo 8º – Cmdt. Bucquoy, Jacques Grancher Ed., Paris, 1977
e – «Splendeur des Uniformes de Napoléon. Infanterie – Régiments Étrangers» – Charmy, Éditions Charles Hérissey, Évreux, 2004
Jean-Jacques Berne-Bellecour es otro de los nombres de artistas que crecieron bajo la influencia de Edouard Detaille, Gérôme o Meissonier, a caballo entre los siglos XIX y XX y que dedicaron una parte de su obra a los soldados y escenas de la época napoleónica. Su padre y primer maestro, el pintor Etienne Prosper Berne-Bellecour, retrató a los soldados de la guerra Franco-Prusiana de 1870, en la que participó como soldado. Su hijo, al mismo tiempo también fue un pintor (al igual que otros ejemplos tratados en nuestro blog) que participó en la Primera Guerra Mundial, en el frente del Marne, siendo nombrado pintor oficial del Ministerio de la Guerra y del Museo del Ejército, pudiendo recorrer las líneas del frente y realizando inumerables esbozos y pinturas de los soldados que luchaban en primera línea del frente, tanto franceses como luego británicos. Como muchos artistas del pasado de la escuela francesa de principios del XX, su nombre no es muy conocido por el gran público por lo que esta semana os traemos una breve retrospectiva de su vida y obra.
EL APUNTE
Retrato del artista en uniforme (b)
Jean-Jacques Berne-Bellecour nació el 14 de agosto de 1874 en Saint-Germain-en-Laye (Yvelines). Su padre y primer profesor fue el pintor Etienne Prosper Berne-Bellecour (1838-1910) que sirvió con distinción en la guerra Franco-Prusiana de 1870.
Prolífico artista con centenares de pinturas al óleo, dibujos, carboncillos, bocetos e ilustraciones de todos tipo, Jean-Jacques estudió en la facultad de Bellas Artes, estudió con Leon Gérôme y también fue uno de los alumnos favoritos de Edouard Detaille, quien creía firmemente en él como un futuro gran pintor militar.
Expuso regularmente en el Salón de Artistas Franceses, del que se convirtió en miembro, tuvo una mención honorífica en 1912 y medallas. Expuso también en el Salón de la Sociedad Nacional de Bellas Artes en 1924 y en el Salón de Independientes de 1926 a 1939.
El 20 de febrero de 1913 se casó con Juliette Louise Trempu en el distrito 17 de París.
Tan pronto como estallaron las hostilidades de la Primera Guerra Mundial en 1914-18, Berne-Bellecour fue uno de los primeros en ir al frente como combatiente y participó en la Batalla del Marne. Aquí, a pesar de su heroísmo personal, pudo esbozar varias escenas en relación con ese terrible evento histórico, que tuvo un éxito inmediato y entusiasta en los círculos militares, por lo que fue nombrado Pintor del Ministerio de la Guerra y del Museo del Ejército. Sus oficiales superiores solicitaron permiso a la Oficina de Guerra y fue nombrado para que se le permitiera visitar toda la línea de trincheras francesas (y luego las inglesas, donde sentiría un gran respeto por los oficiales británicos, llegando a comentar «Estos oficiales ingleses en todas las circunstancias de su existencia parecen como si acabaran de salir del baño»), donde se le permitió vagar tranquilamente por el campo de batalla, dibujando aquí y allá a su antojo, y a menudo corriendo grandes riesgos. Sus bocetos son una notable serie de evocaciones realistas de la rutina diaria de la guerra.
Los admiradores de la obra de este excelente artista francés observarán que su método es el de un artista igualmente dotado como retratista y paisajista. El doble don de Berne-Bellecour le ha resultado muy útil, ya que existe una conexión íntima entre el fondo terrible y sombrío de las escenas militares representadas y su significado humano. [2]
También pintó las decoraciones murales del castillo de Maurice Bunau-Varila, dueño del periódico «Matin» y también pintó varios paisajes, en especial con imágenes nevadas.
Sus obras se conservan en colecciones particulares (varios personajes de la época poseyeron sus obras como el general estadounidense Pershing, Leblanc, Desmarais, Clémenceau o la reina Alejandra) y principalmente en el Musée de l’Armée de Paris, el Museo de Bellas Artes de Mulhouse y en el Museo de Bellas Artes de San Francisco.
Jean-Jacques Berne-Bellecour murió en París el 11 de mayo de 1938.
OBRA ESCOGIDA
«El camarada caído» (1905), óleo sobre lienzo, 81,7 x 116, 2 cm (b)
«Soldados fuera de la posada» (1905), 46x37cm (c)
«Importantes documentos para despachar», óleo sobre lienzo, 54,5 x 72,8 cm (d)
«Jinete en un amplio paisaje», óleo sobre tabla, 23 x 34 cm (e)
«Caballería napoleónica» (1903), óleo sobre panel, 13,5 x 17.34″ (f)
«Dos oficiales en el camino» (1912), óleo sobre lienzo, 17 7/8 x 16 1/4″ (g)
«Soldados de caballería» (1906), 45,7 x 34,3 cm (h)
«El cebo del anzuelo» (1905), óleo sobre panel , 16 x 12 3/4in (i)
«Soldado francés y molino» (1904), óleo sobre lienzo, 25×21″ (j)
UNA FAMILIA DE ARTISTAS ILUSTRES
Fotografía del artista (k)
Etienne Prosper Berne-Bellecour nació el 29 de junio de 1838 en Boulogne (Francia). Estudió con los artistas François-Édouard Picot y Félix-Joseph Barrias. Inicialmente pintó paisajes y retratos y trabajó en fotografía para mantenerse mientras estudiaba. También asistió a la École des Beaux-Arts y compitió por el Prix de Rome en 1859.
Berne-Bellecour, junto con su cuñado Jehan Georges Vibert, produjeron una comedia titulada «La Tribune Mécanique» que se representó en el Palais Royal en 1862. Mostró sus obras en varios Salones en la década de 1860 y en los años posteriores.
Ganó un premio de fotografía en la Exposición Universal de 1867. En 1868, Vibert animó a Berne-Bellecour a dedicarse por completo a la pintura. Berne-Bellecour, Vibert, Alexander Louis Leloir y Édouard Detaille realizaron un viaje a África en 1870 y luego regresaron para servir en la guerra franco-prusiana de 1870. Berne-Bellecour sirvió en los francotiradores y ganó una medalla por valentía bajo el fuego. Sus trabajos posteriores se centraron en temas militares.
También ejerció como escultor y grabador. Fue nombrado Caballero de la Legión de Honor francesa en 1878. Berne-Bellecour murió en París el 29 de noviembre de 1910.
«Sans titre» (1869), acuarela en papel, 30,48 x 39,36 cm (l)
«The Abdication, Fontainebleau, April 6, 1814» (1896). (m)
«Soldado a caballo» (1907), 46,8 x 37,2 cm (n)
«Le guet-apens» (1905), óleo sobre panel, 19x 16″ (o)
«Chasseur à cheval» (1912), óleo sobre lienzo sobre panel acunado, 17,5 x 14,25″ (p)
«Napoleón y su Estado Mayor en la batalla de Jena», óleo sobre lienzo (q)
«Oficial napoleónico en el cruce de caminos» (r)
«En el poste indicador» (1909), óleo sobre panel, 44,7 x 33,97 cm (s)
«Militar» (1908), acuarela, 54 x 42 cm (t)
«Chasseur à cheval de la Garde leyendo un mapa» Óleo sobre tabla, 67,31 x 58,42 cm (u)
«Jinete del ejército napoleónico sobre su caballo» (1907), óleo s/panel (v)
«Húsar en reflexión» (1903)
«Un Chasseur a Cheval del Primer Imperio con un uniforme de campaña a caballo con un joven asistente abrevando su caballo», (c. 1904), grafito sobre cartón, realzado con lavado blanco y rojo y azul en los uniformes militares, 9″ x 13 ¼» (x)
De resultas de la Cuarta Guerra de Coalición y la doble derrota prusiana en Jena y Auerstedt, el 14 de octubre de 1806, la captura de la ciudad de Lübeck y la capitulación del mariscal Blücher1 cerca de Ratkau, las tropas francesas llegaron finalmente al territorio de Hamburgo2 y para evitar males mayores para la ciudad, la contribución pedida por los franceses se arregló finalmente con una cantidad que costaría a las arcas del erario público 368.000 francos de la época.
Sorpresivamente para sus habitantes, las primeras tropas francesas que entraron en la ciudad de Hamburgo3 fueron 2.000 hombres de infantería italiana y 600 soldados de caballería holandeses que fueron alojados no sin dificultades en la ciudad. Pero con el tiempo las tropas se diseminaron por las poblaciones vecinas y posteriormente entraron las primeras tropas francesas del general de división Boudet (el 19º regimiento de infantería y el 23º regimiento de chasseurs à cheval).
Pero la sorpresa de los hamburgueses continuaría con la llegada en junio de un contingente de soldados bajitos, corpulentos, con aire despreocupado y bonachón, de miradas tranquilas y a menudo curiosas. El relato de dicha entrada y su estancia posterior en la ciudad nos lo relata Th. Holtzmann en su libro «Das spanische Militär in Hamburg 1807-1808«.
LOS ESPAÑOLES DEL CONTINGENTE DE LA ROMANA EN HAMBURGO
Pedro Caro y Sureda, III marqués de la Romana, por Eduardo Carrió (b)
El 12 de junio de 1807, las tropas españolas llegaron por vez primera a la ciudad de Hanover y el 23 de julio el nuevo gobernador del emperador para las regiones hanseáticas, el Príncipe de Ponte-Corvo (el mariscal francés Bernadotte, futuro rey de Suecia), hizo su entrada en Hamburgo. El príncipe estaba acompañado en aquellos momentos por el marqués de la Romana4, general en jefe de las Reales Tropas Españolas, y semanas más tarde, el 4 de agosto, llegaron los primeros soldados españoles, que consistían en unos 200 soldados catalanes con un capitán y dos tenientes, que fueron alojados en la zona del mercado de caballos.
Aparecieron sin embargo los primeros roces en dicho lugar de algunos soldados con los ciudadanos y aunque el intendente local trató el tema con esperada discreción, el marqués de la Romana también tuvo que usar sus dotes de persuasión para calmar los ánimos, disculpándose ante los agredidos y castigando a los culpables, granjeándose así las primeras muestras de respeto entre los habitantes. También ordenó que, en situaciones similares, el intendente enviara siempre una guardia compuesta por ocho hombres y dos suboficiales del regimiento de Barcelona y un intérprete de español (Philipp Bonhiver, hijo de un capitán español de la Real Guardia de Alabarderos) para atemperar los ánimos de los soldados. Al mismo tiempo, se prohibió a los soldados españoles que portaran cuchillos.
El 8 de agosto de 1807 tuvo lugar un gran espectáculo para los habitantes de la villa hanseática, la entrada del cuerpo de ejército español del marqués de la Romana, formado por los regimientos de línea Cataluña y Barcelona, así como los regimientos de granaderos de La Princesa5, Guadalajara, Zamora y Asturias. Le seguía un regimiento de cazadores a pie, los regimientos de cazadores a caballo de Almansa y Villaviciosa, los regimientos de dragones del Infante, del Rey y Algarve, varios batallones de artillería del Extremadura, uno de mineros-zapadores, y el cuerpo de pioneros junto con muchos vehículos del ejército y carros de proveedores, y toda una procesión de conductores de mulas. Incluso mujeres y niños en gran número acompañaban a los soldados.
Un plano de la ciudad de Hamburgo en 1800, con algunos de los edificios y lugares que se comentan en el texto. El paseo del Jungfernstiegque se menciona es la estrecha franja que discurre entre el Alster Sea y el Kleine Alster (b)
Los soldados españoles pronto se convirtieron en invitados muy populares en Hamburgo, eran muchachos jóvenes y vivaces, y en general corpulentos, firmes, reservados, poco exigentes, satisfechos con poco pero también más generosos, de naturaleza muy sumisa, pero también bastante supersticiosa y sensual. Siempre alegres y de buen humor, especialmente cuando la gente trataba de entender su idioma. Primeramente los soldados tuvieron recelos al ser la ciudad de Hamburgo una ciudad protestante, pero pronto los recelos religiosos se olvidaron y se volvieron amistosos y confiados congraciándose con las locales familias a través de su amor por los niños.
A menudo recorrían las calles a lomos de sus mulas, sentados de lado a la manera de las mujeres, o más tarde, cuando llegaba el invierno, recostados sobre el hielo, que les ofrecía una diversión muy extraña, se alegraban sólo al sonreír con los niños que los aclamaban. Pronto se convirtieron en los más íntimos de los compañeros de casa en sus aposentos, los trabajadores más duros en la cocina y la bodega, y los mimados de la clase sirvienta femenina; apenas habían pasado dos meses cuando no se encontraba una casa en la que los criados, especialmente las criadas, no supieran hacerse entender con los soldados españoles, lo que antes había sido mucho más difícil con los italianos y los franceses.
Los trajes de los soldados españoles, especialmente en los domingos y las fiestas católicas, eran coloridos y ricamente adornados con galones dorados; los oficiales bajo un gran sombrero triangular de mariscal, con medias de seda blanca y zapatos de charol con hebillas, una espada de salón muy larga y delicada al costado, montaban sus pequeños caballos andaluces para dar un paseo y estaban visiblemente complacidos en el paseo marítimo de Jungfernstieg6 cuando la gente se admiraba y maravillaba con su colorido uniforme; tampoco era raro que un oficial a caballo apareciera con un paraguas rojo cuando hacía mal tiempo. Los soldados comunes vestidos de manera más sencilla, a menudo caricaturesca, la parte inferior del cuerpo en ropa de civil y la parte superior en ropa militar, sentados en la mula, encantados, cómodos con el cigarro en la boca, en el paseo a la vista del espectador.
Eran muy amantes de la música en especial de los ritmos jenízaros (NT: ¿árabes?), y entonaban alegremente sus cánticos nacionales aunque también con otros cánticos tendían a la melancolia al verse lejos de su patria y en tales ocasiones había una expresión exterior de orgullo en sus movimientos.
Sus excesos en Hamburgo fueron menores que los de las otras tropas, y tales excesos se debieron principalmente a su carácter celoso. Apasionados por los juegos de cartas, ni siquiera las entradas de las iglesias se libraron de ellos. Un domingo por la tarde, durante el servicio, unos soldados del Regimiento de Barcelona a las puertas de la Iglesia Jacobi, frente a la casa del pastor, se dispusieron a jugar a las cartas. Cuando intentaron arrestarlos, se precipitaron por la iglesia y causaron tal alboroto que el pastor tuvo que dejar de predicar. También en este caso habló posteriormente el marqués de la Romana que expresó personalmente su pesar y emitió una orden del día:
«En lo sucesivo, todos los soldados españoles cuando pasen por una iglesia, presentarán armas o, en su defecto, se quitarán el tocado, sea gorra o gorro de uniforme».
La fachada renacentista del Kaisershof, alrededor de 1790 (c)
El general en jefe de todas las tropas españolas, marqués de la Romana, tenía una fisonomía de lo más significativa, mostrándose como un español genuino y orgulloso con su presencia. Su conversación sorprendió a la gente de Hamburgo con su conocimiento de la literatura alemana ya que años atrás había estudiado en Leipzig; era cuidadoso en sus discursos y sobre todo evitaba cualquier contacto con la política. Mostró claramente cómo le disgustaba ser una carga para los demás; era extremadamente amable y cortés con sus anfitriones. Sorprendió a la mujer de la casa donde se aposentaba cuando se mudó a su residencia permanente en el Hotel Kaiserhof en el Ness, con una preciosa joya que él mismo había ayudado a seleccionar de un joyero para una dama a la que admiraba mucho.
El 15 de agosto de 1807 se celebró por primera vez en Hamburgo el cumpleaños de Napoleón y se ofreció a los habitantes de Hamburgo un magnífico espectáculo militar de los soldados extranjeros, con el Príncipe de Ponte–Corvo en el campo del Espíritu Santo pasando una gran revista de todas las tropas francesas y españolas acuarteladas aquí y en las inmediaciones al mando del Marqués de la Romana. Con música y tambores, todos los regimientos con banderas ondeantes, los oficiales con uniformes tachonados de oro sobre caballos bellamente enjaezados, los soldados con los trajes más limpios y coloridos, de todas partes de la ciudad y sus alrededores, marcharon hacia la revista en el campo desde la madrugada. Por la noche se celebró el cumpleaños del Emperador de Francia a expensas de la ciudad en el Salón Apolo con un gran baile paré7, una gran iluminación y una cena con 400 cubiertos, presidida por el Príncipe de Ponte-Corvo y el Marqués de la Romana. El salón estaba adornado con pinturas circulares que representaban las regiones más exquisitas del Principado de Ponte-Corvo en Italia, y estaba iluminado con miles de velas de cera.
Pero se desplegaron más tropas en la zona y a principios de setiembre, el contingente de 40.000 hombres, compuesto por franceses, españoles, italianos y holandeses, se concentró bajo el mando del Príncipe de Ponte-Corvo entre los ríos Trave, Elba y Weser. Hamburgo se convirtió en una gran plaza de armas donde se pasaba revista en las plazas públicas y en las calles se escuchaban constantemente tambores y silbatos. El 3 de septiembre se colocó en las esquinas de las calles un aviso relativo a la alimentación de los oficiales, suboficiales y soldados extranjeros, publicado por orden del Príncipe de Ponte-Corvo en alemán, francés y español:
Orden del dia del 8 vo cuerpo del gran exercito en el Quartel general de Hamburgo.
Los Sargentos, Cabos y Soldados rasos non podran exigir de los Patrones, para su alimentacion diaria, sino:
1 – Media libra de carne buena
2 – Libra y media de pan
3 – Versas8 o legumbres, o sino arroz
4 – Una limeta9 de cerveza
5 – una copita de aguardiente
Si los arriba citados militares quisieran obligar al Patron a darlés mas, seran castigados.
El presente mandato continuara nuevamente a executarse.
Hamburgo, a 3 de Setiembre de 1807.
Par orden de S. A. S. el S. Principe de Ponte-Corvo, el General, Xefe del Estado mayor-general Gerard.
La relación entre la población y los españoles en particular se hizo muy amistosa gracias a su buena y respetable conducta y cuando el 11 de noviembre el marqués de la Romana, con motivo de la celebración del cumpleaños del rey de España, se proclamó un día de celebración para todos los soldados españoles, toda la población celebró este día con ellos, y las banderas españolas amarillas y rojas ondeaban a menudo junto a las de la ciudad. Por la noche el marqués ofreció un espléndido baile en el Salón Apolo, en presencia del Príncipe de Ponte-Corvo. El salón, espléndidamente iluminado, con emblemas militares y enteramente adornado con cristales de espejo (a un costo de 90.000 francos), también contenía una decoración de todas las banderas de los Estados de la Confederación del Rin; debajo de éstos había una mesa de 500 cubiertos, en la que intervinieron el príncipe y el marqués, junto con su generalidad en uniforme de gala, así como todas las autoridades de la ciudad. Esto también contribuyó al hecho de que los españoles disfrutaran de mayor popularidad aquí, y también en otros aspectos se ganaron la atención de la gente de Hamburgo.
Un Oficial del regimiento Guadalajara, y otro de caballería en uniforme de gala.
Su modestia continuada, su carácter serio y su comportamiento honroso hasta caballeresco con las mujeres y las niñas, así como la forma en que éstas permanecían indiferentes a sus costumbres y sus creencias y pululaban llenas de sentidos sentimientos por Dios y su patria, sus casi patriarcales hábitos, así como su sencillez y franqueza les ganaron en todas partes una simpatía que todavía fue recordada calurosamente por todos los hamburgueses durante mucho tiempo. Las clases trabajadoras asistían con toda seriedad a sus grandes misas, que celebraban de manera solemne en las plazas públicas y luego, durante las estaciones más duras, en espaciosos edificios, por ejemplo, en el granero de Schuback en Cremon y en el campo, en la casa del jefe de la comunidad de Tatenberg.
El baile era la diversión favorita de los soldados: los salones, grandes o pequeños, eran tan frecuentados por ellos que a menudo llegaban demasiado tarde a sus cuarteles, perturbaban la paz de los residentes y, finalmente, incluso cometían violaciones. Por lo tanto, el Senado de la ciudad emitió una notificación, como antes, en alemán, francés y español, contra la admisión de suboficiales y soldados rasos de la tropa aquí acuartelados en las pistas de baile y tabernas en la ciudad y su área a partir de las 19 horas.
Botones de uniformes españoles cerca de Hamburgo
Arqueólogos voluntarios de Mecklemburgo-Pomerania Occidental se dedican a la búsqueda de restos arqueológicos, como los que encontraron Ricky y Danny Vogt cerca de Boizenburg (Elbe) y la cercana Bahlen.
Una pieza de Boizenburg lleva la inscripción CAVALL.A ALGARBE. Sin embargo, el regimiento no estaba estacionado en Boizenburg y sus alrededores. Primero estuvo en Vierlanden (15 de septiembre de 1807), luego en Stade (15 de diciembre de 1807) y Harburg (1 de marzo de 1808). Por lo tanto, se puede suponer que el botón actual probablemente llegó a Boizenburg durante una marcha o una ocasión similar con una estadía breve.
Las otras tres piezas están etiquetadas como REYNA (= Reina) Fueron recuperadas cerca de Boizenburg y el cercano Bahlen. Sin embargo, la inscripción por sí sola no es suficiente para asignar de forma fiable los tres botones a una unidad.
En el ejército de España alrededor de 1800, varios regimientos llevaban el nombre de «de la Reina», uno en la infantería y tres en la caballería. En general, es problemático ya que en 1807/08 ninguno de los cuatro regimientos de la ‘Reina’ estaba con el Cuerpo de la Romana en el norte de Alemania.
Sin embargo, esta aparente contradicción podría resolverse con relativa facilidad. Las tropas que se dirigieron al norte en 1807 fueron reforzadas con dotaciones nominales gracias a las donaciones de otras unidades. Es revelador en este punto que el regimiento de caballería de línea «del Rey», recibió caballos del regimiento de caballería de línea «de la Reina» cuando marchaba vía Burgos, a los que los presentes botones pueden tener relación.
No se pudo determinar si, además de los corceles, también los jinetes cambiaron de unidad. Es posible, pero igualmente probable que los uniformes viejos o excedentes o partes de los mismos fueran entregados, quizás también por la infantería. Quizás los botones del uniforme se perdieron durante los descansos de la marcha, pero quizás también durante las caminatas fuera de servicio. [2]
*Fig. 1: Boizenburg, distrito de Ludwigslust-Parchim. Botón de uniforme del Regimiento de Caballería del Algarve. Aleación de cobre con lámina de plata repujada aplicada, 17 mm aprox., 1,78 g. Foto: LAKD MV, Arqueología Estatal, S. Suhr. / Fig. 2: Boizenburg, distrito de Ludwigslust-Parchim. Botón de uniforme de un regimiento denominado ‘de la Reina’. Las marcas del fabricante son visibles en la parte posterior. Aleación de cobre, aproximadamente 15 mm, 2,36 g. Foto: LAKD MV, Arqueología Estatal, S. Suhr.
Por las noches, el acuartelamiento y el toque de silencio parecían despertar más atractivo por las tardes en el pueblo que en los soldados. Generalmente tenía lugar una hora después de que se cerrara la puerta, después del anochecer, el tambor mayor tenía consigo todos los tambores de uno o más regimientos, de 30 a 40 o incluso más tambores, alineados en el gran Neumarkt, desde donde los acompañaba con un tamborileo constante ejerciendo todos los movimientos hábiles y posibles con su gran bastón ricamente adornado, marchando al paso hasta sus alojamientos. Los otros tambores tocaban juntos o individualmente en sus cuarteles que a menudo se encontraban en partes distantes de la ciudad.
Los españoles tenían un cuerpo de música con tambores, y esta música vespertina militar diaria era acompañada por las calles por la gente que entraba y salía, a menudo hasta 200 personas de ambos sexos de todas las clases de la población, para el particular deleite de la lozana juventud de la época, que participaba en innumerables ocasiones. Por el lado militar, se emitió la orden de que, en un momento determinado después de este recital de tambores, el baile en todos los salones y posadas tenía que parar. Para asegurarse de que esta orden se cumpliera, las patrullas debían recorrer los salones de baile. Sin embargo, lo poco que se podía confiar en las patrullas para llevarse a sus propios camaradas de la pista de baile solo se puede ver en la continuación de tantos incidentes de ese tipo, de los que todavía se habló a menudo en años posteriores10.
Varias escenas divertidas tuvieron lugar cuando llegó la primera nevada en noviembre; los soldados españoles catalanes y andaluces nunca habían visto caer la nieve11.
Cuando por fin se detuvo el hielo del Alster, el observador vio una imagen muy divertida de nuestros muchachos enseñando a los españoles a deslizarse y patinar. Así transcurrió el invierno de forma tolerable para las tropas españolas, celebrando con la gente de Hamburgo la celebración de la Navidad y el comienzo del nuevo año de manera popular.
Después de que estallara la guerra entre Suecia y Dinamarca a finales de febrero de 1808, en la que Inglaterra se puso del lado de Suecia, el primer destacamento del ejército francés combinado recibió órdenes de apoyar a Dinamarca contra Suecia, desde Hamburgo vía Altona y Blankenese hasta Holstein – bajo el mando del Príncipe de Ponte-Corvo – y el 5 de marzo casi todos los regimientos españoles abandonaron Hamburgo para operar en el norte. La despedida de los españoles fue conmovedora para la población femenina de las clases serviles y para la querida juventud de Hamburgo. Las criadas de Hamburgo derramaron muchas lágrimas por los alegres e inocentes jóvenes españoles, y todo Hamburgo rezumaba simpatía, preocupado por su destino futuro.
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1El propio Blücher llegó más tarde a Hamburgo como prisionero y permaneció allí hasta que fue canjeado por el general francés Víctor el 18 de marzo de 1807.
2El coronel Almeille apareció con una tropa de cazadores a caballo transportando prisioneros y heridos el 16 de noviembre en Hamm (a dos días a pie de Hamburgo), se instaló allí en la casa del jardín de un senador, vendió parte del botín que había tomado en Lübeck y amenazó con ocupar la ciudad de Hamburgo.
3La ciudad de Hamburgo era miembro de la medieval Liga Hanseática, una ciudad estado libre del Sacro Imperio Romano, siendo brevemente anexionada por Napoleón entre 1810 y 1814, como capital del departamento de las Bouches-de-l’Elbe. Durante la campaña de 1813 el mariscal Davout fue encargado de organizar la defensa de Hamburgo desde mes de mayo contra fuerzas aliadas combinadas rusas, alemanas y suecas, tarea a la que el talentoso mariscal se aplicó contra viento y marea, de una manera férrea y negándose a rendirse incluso después de la abdicación de Napoleón, sospechando que era una treta enemiga. Finalmente solo rindió la ciudad cuando llegaron noticias del nuevo gobierno provisional el 27 de mayo de 1814.
4Pedro Caro y Sureda, marqués de la Romana, nacido en 1761 en Sevilla, muerto en 1811 en Santarém.
5El Regimiento de granaderos de La Princesa era uno de los más destacados cuerpos de la tropa, que el nuevo rey español José, hermano de Napoleón, consideraba especialmente sospechoso por su fervor patriótico. Por lo tanto, Napoleón había ordenado enviarlo hacia el norte, lo envió en marchas forzadas directamente a través de Francia y a través del Rin hasta el norte de Alemania, y así, después de prolongadas dificultades, la ciudad de Hamburgo se convirtió en la primera guarnición permanente de este regimiento desde que dejó España.
6Un paseo grandioso y elegante a orillas de los lagos Alster, Jungfernstieg cuenta en la actualidad con tiendas y lugares de interés turístico.
7Vendría a ser un como un baile de etiqueta, con vestimenta muy arreglada.
8¿Verduras?
9Botella de vientre ancho y corto, y cuello bastante largo. (R.A.E.)
10Una tarde apareció una patrulla de soldados españoles en un salón de baile en el casco antiguo y encontró a varios de los compañeros de armas de su propio regimiento bailando alegremente; por persuasión, los primeros deciden participar en el baile. Una hora más tarde llegó una segunda patrulla, que no lo hizo mejor, y si hubiera llegado todo el regimiento, el baile no se habría detenido durante la noche, si no fuera por los celos propios de los españoles con respecto al sexo femenino, por una reyerta general en que habían incurrido, por lo que se descubrió el delito de ambas patrullas y terminó con la aparición de algunos oficiales con soldados de otro regimiento y arrestando a los peores pendencieros y a los jefes de patrulla, y enviando a los demás soldados a sus cuarteles bajo aviso.
11Marianne Prell describe con encanto una escena así en sus «Memorias de la época francesa»: Los españoles estaban haciendo ejercicio en el prado frente a la puerta de piedra cuando empezó a nevar. Era evidente el asombro de los soldados españoles; cogieron los copos de nieve en sus manos y se sorprendieron al verlos derretirse instantáneamente. Luego persiguieron los copos, pero su mejor diversión fue después, cuando todo el prado estaba por la mañana lleno de nieve, para luego bombardearse unos a otros con bolas de nieve como los muchachos de Hamburgo. Nunca habían experimentado tanta diversión en la nieve en la cálida España.
Fuentes:
1 – «Das spanische Militär in Hamburg 1807-1808» – Th. Holtzmann, Verlag von Jürgensen&Becker, Hamburg, 1907
A menudo cuando se estudia la Guerra de la Independencia de España el elemento naval se trata en un plano secundario o menor dando más énfasis a las operaciones militares terrestres y a las batallas campales. Este enfoque es a todas luces incompleto, por cuanto la península con sus miles de kilómetros de costa era un elemento fundamental en el aprovisionamiento de materiales, suministros armas y transporte de tropas, en el hostigamiento a los enclaves ocupados por el enemigo y en la estrategia naval en el Mediterráneo y Atlántico en el conflicto entre las grandes potencias de la época.
Kenneth G. Johnson en este artículo (que amablemente nos ha permitido traducir) nos lo recuerda, como arranque del mismo y punto fundamental de su narrativa, el tener en cuenta que la guerra de Independencia tuvo su génesis en la ocupación encubierta de España por las tropas imperiales francesas uno de cuyos objetivos principales era ocupar los principales puertos españoles e intentar liberar a lo que quedaba de la escuadra francesa que se hallaba refugiada en Cádiz, tras la derrota de Trafalgar.
LA GUERRA MARÍTIMA DE NAPOLEÓN EN LA PENÍNSULA
El renovado interés en la brutal guerra de guerrillas durante la Guerra de Independencia española, gracias en parte a las guerras en Irak y Afganistán, ha llevado a un resurgimiento en los estudios académicos, que han examinado temas que van desde los orígenes sociales de la guerrilleros españoles a la eficacia de las tácticas francesas de contrainsurgencia.1 Mientras tanto, el duque de Wellington atrae continuamente la fascinación de los historiadores anglófilos.2 Sin embargo, el enfoque en la campaña de Wellington y la guerrilla española ha creado un retrato incompleto de la guerra. Con ganas de representar la expedición británica a la Península Ibérica o el ascenso de la insurgencia española, los historiadores con demasiada frecuencia pasan por alto los orígenes de la guerra, por lo que pasan por alto su influencia en la fase inicial de la guerra. Se debe recordar que Napoleón invadió la Península Ibérica principalmente como parte de su guerra marítima contra Gran Bretaña y que muchos de los iniciales movimientos de tropas franceses tenían como objetivo asegurar Portugal y los activos navales de España. Además, incluso después del fracaso inicial de Napoleón, la Guerra Peninsular siguió siendo en parte una guerra marítima, ya que las armadas jugaron un papel papel importante en el suministro de los ejércitos británicos y franceses.
Le regain d’intérêt pour la guérilla brutale pendant la guerre d’Espagne, en partie grâce aux guerres en Irak et en Afghanistan, a conduit à une résurgence des études universitaires, qui ont examiné des sujets allant des origines sociales des guérilleros à l’efficacité des tactiques françaises de contre-insurrection.1 Pendant ce temps, le duc de Wellington attire continuellement la fascination des historiens anglophiles.2 Cependant, l’accent mis sur la campagne de Wellington et la guérilla espagnole a créé un portrait incomplet de la guerre. Désireux de décrire l’expédition britannique dans la péninsule ibérique ou la montée de l’insurrection espagnole, les historiens négligent trop souvent les origines de la guerre, négligeant ainsi son influence sur la première phase de la guerre. Il faut se rappeler que Napoléon a envahi la péninsule ibérique principalement dans le cadre de sa guerre maritime contre la Grande-Bretagne et que bon nombre des premiers mouvements de troupes françaises visaient à sécuriser le Portugal et les actifs navals de l’Espagne. De plus, même après l’échec initial de Napoléon, la guerre de la Péninsule est restée en partie une guerre maritime, car les marines ont joué un rôle important dans le ravitaillement des armées britanniques et françaises.
La pérfida «Albion» había dominado durante mucho tiempo los planes estratégicos de Napoleón. Con la firma del Tratados de Tilsit en julio de 1807 y el final de la Cuarta Coalición, Napoleón fue capaz de volver su atención del Continente y volver a su enfoque de su incesante enemigo al otro lado del Canal. En efecto, Incluso antes de la batalla de Friedland, Napoleón había informado a su Ministro de Marina, Denis Decrès, que: «Todo me lleva a creer que la guerra en el continente se acabó. Ahora se debe hacer todo lo posible para la Armada«.3 Si bien la campaña naval de 1805 culminó en el desastre frente al Cabo Trafalgar, Napoleón no había perdido la esperanza de renovar la campaña naval contra Gran Bretaña. De hecho, muchos de los diseños estratégicos de Napoleón de 1807 a 1808 fueron dirigido específicamente a aumentar las fuerzas navales a su disposición. En una carta a su hermano Luis en abril 1808, Napoleón presentó un análisis preciso de la guerra naval llevada hasta entonces. Mientras que las potencias continentales de Europa «también tenían colonias y un comercio marítimo estaban desunidas; Inglaterra había luchado con sus Armadas por separado; ha triunfado en todos los mares; todas las armadas han sido destruidas. Rusia, Suecia, Francia, España, que poseen tantos medios para tener barcos y marineros, no se atreven a aventurar una escuadra fuera de sus puertos.» Incluso si una «coalición de potencias marítimas» pudiera formarse, Napoleón pensó que era «imposible» mantenerse debido a «distancias y diferencias en intereses nacionales«.4 Por lo tanto, las maniobras de Napoleón para expandir el Imperio francés y su control sobre los aliados pueden verse en gran parte como su plan para unir a los armadas de la Europa continental bajo su mando directo, además de ampliar el alcance del sistema de embargos de Napoleón conocido como el Sistema Continental. Con su hermano Louis gobernando Holanda y una alianza establecida con Rusia, Napoleón centró su atención en Dinamarca, los estados italianos, Portugal y finalmente España.
La perfide « Albion » a longtemps dominé les plans stratégiques de Napoléon. Avec la signature des traités de Tilsit en juillet 1807 et la fin de la Quatrième coalition, Napoléon a pu détourner son attention du continent et se concentrer sur son ennemi implacable d’outre-Manche. En effet, avant même la bataille de Friedland, Napoléon avait fait savoir à son ministre de la Marine, Denis Decrès, que: «Tout porte à croire que la guerre du Continent est finie. Tout doit maintenant être fait pour la Marine».3 Bien que la campagne navale de 1805 se soldant par un désastre au large du cap Trafalgar, Napoléon n’avait pas abandonné l’espoir de renouveler la campagne navale contre la Grande-Bretagne. En fait, de nombreuses conceptions stratégiques de Napoléon de 1807 à 1808 visaient spécifiquement à augmenter les forces navales à sa disposition. Dans une lettre à son frère Louis en avril 1808, Napoléon présente une analyse précise de la guerre navale menée jusqu’alors. Alors que les puissances continentales de l’Europe «avaient aussi des colonies et un commerce maritime étaient désunies; l’Angleterre avait combattu avec ses marines séparées ; elle a triomphé sur toutes les mers ; toutes les marines ont été détruites. La Russie, la Suède, la France, l’Espagne, qu’elles ont tant beaucoup de moyens d’avoir des navires et des marins, ils n’osent pas risquer une flotte hors de leurs ports.» Même si une «coalition des puissances maritimes» pouvait être formée, Napoléon pensait qu’il était «impossible» de tenir en raison des «distances et des différences d’intérêts nationaux«.4 Ainsi, les manœuvres de Napoléon pour étendre l’Empire français et son contrôle sur les Alliés peuvent être considéré en grande partie comme son plan d’unir les marines de l’Europe continentale sous son commandement direct, ainsi que d’étendre la portée du système d’embargos de Napoléon connu sous le nom de système continental. Avec son frère Louis au pouvoir en Hollande et une alliance établie avec la Russie, Napoléon tourna son attention vers le Danemark, les États italiens, le Portugal et enfin l’Espagne.
La derrota en la batalla de Trafalgar (21/10/1805) selló el destino de la flota franco-española y de los intentos de Napoleón de disputarle a corto plazo el dominio de las costas europeas a la Royal Navy. (c) La défaite à la bataille de Trafalgar (21/10/1805) scelle le sort de la flotte franco-espagnole et les tentatives de Napoléon de défier la Royal Navy pour le contrôle des côtes européennes à court terme. (b)
Con su sustancial armada, Dinamarca se vio envuelta rápidamente en esta renovada guerra naval. Atrapada entre las crecientes demandas tanto de Gran Bretaña como de Francia, Dinamarca intentó permanecer neutral; un arreglo, sin embargo, que no complació a ninguno de los beligerantes. Ya asustado por la perspectiva de que la flota danesa cayera en manos de Napoleón, el gabinete británico convenció al rey Jorge III a mediados de julio de 1807 para que autorizara una expedición para vigilar Copenhague y posiblemente tomar la ciudad si fuera necesario. El 26 de julio, el almirante James Gambier partió hacia Copenhague con 17 barcos más numerosos barcos más pequeños que transportaban alrededor de 18.000 soldados.5 Mientras tanto, el 31 de julio, Napoleón ordenó a su ministro de Relaciones Exteriores, Charles de Talleyrand, que presionara a Dinamarca «tienen que elegir entre hacer la guerra contra Inglaterra o contra mí«.6 Mientras que los daneses rechazaron las demandas británicas y francesas, los británicos tomaron la iniciativa lanzando un ataque preventivo el 16 de agosto sin una declaración formal de guerra.7 Cuando los informes del ataque llegaron a Napoleón, ofreció asistencia militar a Dinamarca, pero no se preocupó de inmediato ya que «una ciudad tan grande y fortificada [como Copenhague] no será tomada en dos meses, y el hielo proporcionará los medios para asegurarla«.8 Sin embargo, después de resistir solo varios días de bombardeo, los daneses se rindieron. Como parte de los términos, los daneses entregaron su flota a los británicos. Si bien los británicos consideraron que solo 4 de los 15 barcos de línea daneses merecían ser reparados, esto fue de poco consuelo para Napoleón. Incluso si la mayoría de los barcos necesitaran reparaciones importantes, Napoleón podría haber usado su propia existencia para atar un número igual de barcos británicos al Báltico. Un golpe importante adicional fue la pérdida de más de 20.000 toneladas de pertrechos navales muy necesarios, incluidos troncos y mástiles que a menudo escaseaban en Francia.9 Según Joseph Fouche, Ministro de Policía de Napoleón, la noticia de este evento llevó a Napoleón a una «rabia violenta» que no se había visto desde el asesinato del zar Pablo I que había echado a perder las esperanzas de Napoleón de un acercamiento a Rusia.10
Avec sa marine substantielle, le Danemark a été rapidement entraîné dans cette nouvelle guerre navale. Pris entre les demandes croissantes de la Grande-Bretagne et de la France, le Danemark a essayé de rester neutre; un arrangement, cependant, qui ne plaisait à aucun des belligérants. Déjà effrayé par la perspective que la flotte danoise tombe aux mains de Napoléon, le cabinet britannique convainc le roi George III à la mi-juillet 1807 d’autoriser une expédition pour jalonner Copenhague et éventuellement prendre la ville si nécessaire. Le 26 juillet, l’amiral James Gambier partit pour Copenhague avec 17 navires et de nombreux navires plus petits transportant environ 18.000 soldats.5 Entre-temps, le 31 juillet, Napoléon ordonna à son ministre des affaires étrangères, Charles de Talleyrand, de faire pression sur le Danemark «ils doivent choisir entre faire la guerre contre l’Angleterre ou contre moi.»6 Tandis que les Danois rejetaient les demandes britanniques et françaises, les Britanniques prirent l’initiative en lançant une frappe préventive le 16 août sans déclaration formelle de guerre.7 Lorsque les rapports de l’attaque parvinrent à Napoléon, il offrit une assistance militaire au Danemark, mais ne fut pas immédiatement inquiété car «une ville aussi grande et fortifiée [comme Copenhague] ne sera pas prise avant deux mois, et la glace fournira les moyens de la sécuriser«.8 Cependant, après avoir résisté seulement plusieurs jours de bombardement, les Danois se sont rendus. Dans le cadre des conditions, les Danois ont remis leur flotte aux Britanniques. Alors que seuls 4 des 15 navires de ligne danois ont été jugés par les Britanniques comme méritant d’être réparés, cela n’a guère réconforté Napoléon. Même si la plupart des navires avaient besoin de réparations majeures, Napoléon aurait pu utiliser son existence même pour attacher un nombre égal de navires britanniques à la Baltique. Un coup dur supplémentaire a été la perte de plus de 20.000 tonnes de stocks navals indispensables, y compris des troncs et des mâts qui étaient souvent rares en France.9 Selon Joseph Fouché, ministre de la Police de Napoléon, la nouvelle de cet événement a conduit Napoléon à une «rage violente» inédite depuis l’assassinat du tsar Paul Ier qui avait anéanti les espoirs de Napoléon d’un rapprochement avec la Russie.10
«La noche más terrible». Vista de Kongens Nytorv en Copenhague durante el bombardeo inglés de Copenhague por la noche entre el 4 y el 5 de septiembre de 1807. (c) «La nuit la plus terrible». Vue de Kongens Nytorv à Copenhague pendant le bombardement anglais de Copenhague la nuit du 4 au 5 septembre 1807. (c)
La estrategia marítima de Napoleón también tenía como objetivo expandir la presencia naval francesa en el Mediterráneo, particularmente a lo largo de la península italiana. A principios de julio de 1807, Napoleón informó a su hijastro y virrey del Reino de Italia, Eugene Beauharnais, que «la guerra continental probablemente terminará pronto«, recomendando que se impulsara la construcción naval para tener fuerzas suficientes «para controlar el Adriático«.11 Sin embargo, Napoleón tenía la mirada puesta más allá, ya que planeó anexionar toda la costa del Adriático de los Estados Pontificios para el Reino de Italia, extendiendo así su costa hasta llegar al Reino de Nápoles.12 En particular, Napoleón estaba interesado en el puerto de Ancona mientras buscaba determinar cuántos barcos cabían en el puerto.13 Las tropas francesas e italianas rápidamente se apoderaron de la costa del Adriático de los Estados Pontificios en noviembre de 1807, como precursor de la anexión formal al Reino de Italia en abril de 1808.14
La stratégie maritime de Napoléon visait également à étendre la présence navale française en Méditerranée, notamment le long de la péninsule italienne. Début juillet 1807, Napoléon informe son beau-fils et vice-roi du royaume d’Italie, Eugène Beauharnais, que «la guerre continentale sera probablement bientôt terminée», recommandant de faire avancer la construction navale afin de disposer de forces suffisantes «pour tenir l’Adriatique».11 Cependant, Napoléon avait d’autres vues, car il envisageait d’annexer toute la côte adriatique des États pontificaux au royaume d’Italie, étendant ainsi son littoral jusqu’au royaume de Naples.12 En particulier, Napoléon était intéressé dans le port d’Ancône alors qu’il cherchait à déterminer combien de navires le port pouvait contenir.13 Les troupes françaises et italiennes s’emparèrent rapidement de la côte adriatique des États pontificaux en novembre 1807, précurseur de l’annexion formelle au Royaume d’Italie en avril 1808.14
Federico VI de Dinamarca (1d)
Jean A. Junot (2d)
Eugène de Beauharnais (3d)
En la costa occidental de Italia, Napoleón estaba igualmente ocupado. En mayo de 1808, Napoleón ordenó la anexión del Reino de Etruria, un estado cliente de Francia que había sido creado en la Toscana en 1801. Napoleón sintió que incorporar este territorio era necesario para «aumentar nuestra costa y, por lo tanto, el número de nuestros marineros«. Además, esto también pondría una zona de seguridad alrededor del puerto de La Spezia, que Napoleón ordenó transformar en un puerto militar igual a Tolón.15 Para facilitar el establecimiento de este nuevo puerto, todas las instalaciones navales de Génova serían transferidas a La Spezia. La ubicación central de este puerto facilitó la importación de madera de las montañas de los Apeninos y otros recursos de Livorno. Napoleón quería que este puerto fuera capaz de construir 3 barcos y 2 fragatas a la vez.16 De hecho, Napoleón imaginó que La Spezia eventualmente reemplazaría a Tolón como principal puerto militar de Francia en el Mediterráneo.17 Así, Napoleón extendió su control a casi toda la costa italiana a lo largo de los mares Mediterráneo y Adriático. Cuando se ve en este contexto más amplio, es difícil descartar los intereses navales de Napoleón como un factor principal para atraer a Francia a la Guerra Peninsular. Si bien la extensión del Sistema Continental sirvió como justificación para el ataque a Portugal, Napoleón también estaba interesado en obtener el control de los recursos marítimos de Portugal, en particular de su flota.18 Los historiadores han desestimado la importancia de la armada portuguesa, afirmando que «la mayoría de sus barcos de línea eran meros «4ª clase».19 De hecho, la armada portuguesa en Lisboa constaba de siete barcos armados con 74 cañones o más y cuatro barcos con 64 cañones o menos.20 Si bien no era tan sustancial como la flota danesa que se rindió recientemente, incluso los expertos navales británicos contemporáneos elogiaron a la marina portuguesa, cuya construcción era «igual, si no superior a la británica«.21 La plétora de órdenes de Napoleón al general Jean-Andoche Junot, comandante de la invasión de Portugal, le reclamaban continuamente el asegurar la flota portuguesa en Lisboa.22 Según Napoleón, «Tu misión será perfectamente hermosa si puedes capturar la flota«.23 Con este fin, Napoleón envió un contingente de varios cientos de oficiales navales franceses y artilleros para tripular rápidamente los barcos portugueses capturados.24 Escapando por poco del avance de los ejércitos francés y español, la familia real portuguesa huyó hacia la seguridad de Brasil el 29 de noviembre de 1807 a bordo de 8 barcos de línea, 4 fragatas y muchos barcos más pequeños.25 Al entrar en Lisboa al día siguiente, Junot descubrió que los portugueses habían dejado atrás solo 4 barcos y 5 fragatas.26 Con varios de ellos en estado ruinoso y sin posibilidad de reparación, los franceses finalmente salvaron solo dos barcos de 74 cañones y 3 fragatas.27 Una vez más, los esfuerzos de Napoleón para expandir rápidamente su armada mediante la captura de una armada extranjera habían sido frustrados una vez más.
Sur la côte ouest de l’Italie, Napoléon était également occupé. En mai 1808, Napoléon ordonna l’annexion du royaume d’Étrurie, un État client français qui avait été créé en Toscane en 1801. Napoléon estimait que l’incorporation de ce territoire était nécessaire pour «augmenter notre côte, et donc le nombre de nos marins«. De plus, cela mettrait également une zone de sécurité autour du port de La Spezia, dont Napoléon ordonna la transformation en un port militaire égal à Toulon.15 Pour faciliter l’implantation de ce nouveau port, toutes les installations navales de Gênes seraient transférées à La Spezia. L’emplacement central de ce port facilitait l’importation de bois des montagnes des Apennins et d’autres ressources de Livourne. Napoléon voulait que ce port soit capable de construire 3 navires et 2 frégates à la fois.16 En fait, Napoléon prévoyait que La Spezia finirait par remplacer Toulon en tant que principal port militaire français en Méditerranée.17 Ainsi, Napoléon étendit son contrôle à presque la toute la côte italienne le long des mers Méditerranée et Adriatique. Vu dans ce contexte plus large, il est difficile de rejeter les intérêts navals de Napoléon comme un facteur primordial pour attirer la France dans la guerre péninsulaire. Alors que l’étendue du système continental a servi de justification à l’attaque contre le Portugal, Napoléon était également intéressé à prendre le contrôle des ressources maritimes du Portugal, en particulier sa flotte.18 Les historiens ont rejeté l’importance de la marine portugaise, déclarant que «la plupart de leurs les navires de ligne n’étaient que de la «4e classe»».19 En fait, la marine portugaise à Lisbonne se composait de sept navires armés de 74 canons ou plus et de quatre navires de 64 canons ou moins.20 Bien qu’elle ne soit pas aussi importante que la flotte danoise récemment rendue, même les experts navals britanniques contemporains ont fait l’éloge de la marine portugaise, dont la construction était «égale, sinon supérieure, à celle des Britanniques«.21 La pléthore d’ordres de Napoléon au général Jean-Andoche Junot, commandant de l’invasion du Portugal, l’appelait continuellement pour sécuriser la flotte portugaise à Lisbonne.22 Selon Napoléon, «Votre mission sera parfaitement belle si vous pouvez capturer la flotte«.23 À cette fin, Napoléon envoya un contingent de plusieurs centaines d’officiers de marine et d’artilleurs français pour équiper rapidement les navires portugais capturés.24 Échappant de peu à l’avancée des armées françaises et espagnoles, la famille royale portugaise s’enfuit vers la sécurité du Brésil le 29 novembre 1807 à bord de 8 navires de ligne, 4 frégates et de nombreux navires plus petits.25 Entrant à Lisbonne le lendemain, Junot découvre que les Portugais n’ont laissé derrière eux que 4 navires et 5 frégates.26 Avec plusieurs d’entre eux dans un état de délabrement irréparable, les Français n’ont finalement sauvé que deux navires de 74 canons et 3 frégates.27 Encore une fois, les efforts de Napoléon pour étendre rapidement sa marine en capturant une marine étrangère avaient été ratés une fois de plus.
«Vista del puerto de Lisboa. Tomada desde el centro del puerto, entre el monte Santa Catalina y el pueblo de Almada, a bordo del buque de guerra San Sebastián.” (1788), por Alexandre Jean Noël. (e) Vue du Port de Lisbonne Selon le titre, elle a été prise «du centre du port, entre le mont Sainte-Catherine et le village d’Almada, à bord du navire de guerre Saint-Sébastien.»(1788), par Alexandre Jean Noël(e)
Ya descontento con las maquinaciones de Godoy, Carlos IV y el príncipe Fernando, la decisión de Napoleón de derrocar a la monarquía borbónica española se basó también en su deseo de controlar los activos navales de España. Teniendo en cuenta el descontento verbal de Napoleón con los retrasos menores en su programa de construcción naval en los puertos franceses, italianos y holandeses, la absoluta escasez de cualquier actividad vigorosa en los puertos españoles debe haber sido exasperante. Al justificar la guerra, Napoleón vio a España como:
«mal gobernada, sirviendo mal o nada a la causa de Francia contra Inglaterra. Su armada está descuidada; apenas se pueden contar varios barcos en sus puertos y están en las peores condiciones. Los almacenes carecen de provisiones; los trabajadores y marineros no están pagados. En los puertos no se realizan reparaciones, construcciones ni armamentos. El desorden más horrible reina en todas las ramas de la administración».
Acusando a España de «abandonar su armada«, Napoleón se enojó porque «la situación en España comprometía la seguridad de Francia y el destino de la guerra contra Inglaterra. El país europeo que ofrece los mayores medios marítimos es el que menos tiene«.28 Napoleón creía que una vez bajo su control, España podría concentrar todos sus medios para restablecer su otrora orgullosa armada.29 Una vez que la invasión encubierta francesa de España estuvo en marcha, Napoleón bombardeó repetidamente a su comandante, el mariscal Joachim Murat, con solicitudes de detalles sobre el estado de la marina española y órdenes de movilizar las flotas españolas lo antes posible. La impaciencia de Napoleón era clara: «Debo tener barcos porque quiero dar un gran golpe hacia el final de la temporada«.30
A principios de 1808, los planes de Napoleón para atacar a Gran Bretaña contaban con su control sobre las armadas de Portugal y España. En marzo, Napoleón esperaba amenazar a Inglaterra con expediciones desde Cádiz, Lisboa, Boulogne, Brest y Texel.31 En abril, Napoleón creía con optimismo que tendría 111 barcos de línea a su disposición para noviembre, incluidos 25 barcos españoles, 3 barcos ex-españoles entregados a los franceses y 4 barcos equipados desde Lisboa.32 A mediados de mayo, el optimismo de Napoleón parecía haber disminuido un poco, ya que solo contaba con los españoles para aumentar su flota de Tolón con varios barcos.33 No mucho después, Napoleón cambió su enfoque de operaciones futuras a septiembre de 1809, donde calculó que tendría «119 barcos bajo [su] dirección inmediata«, incluidos 10 barcos holandeses, 1 barco danés, 3 barcos ex-portugueses y 20 barcos españoles.34 El estallido de la insurrección española finalmente disuadió a Napoleón de cualquier noción de contar sobre flotas de la Península Ibérica para su guerra naval contra Gran Bretaña.
Déjà mécontent des machinations de Godoy, Carlos IV et du prince Ferdinand, la décision de Napoléon de renverser la monarchie espagnole des Bourbons était également fondée sur son désir de contrôler les actifs navals de l’Espagne. Compte tenu du mécontentement verbal de Napoléon face aux retards mineurs de son programme de construction navale dans les ports français, italiens et néerlandais, la rareté totale de toute activité vigoureuse dans les ports espagnols a dû être exaspérante. En justifiant la guerre, Napoléon considérait l’Espagne comme :
«mal gouvernée, servant mal ou pas du tout la cause de la France contre l’Angleterre. Sa marine est négligée ; plusieurs navires se comptent à peine dans ses ports, et ils sont dans le plus mauvais état. Les magasins manquent de vivres; les ouvriers et les marins ne sont pas payés. Aucune réparation, construction ou armement n’est effectué dans les ports. Le désordre le plus horrible règne dans toutes les branches de l’administration.»
Accusant l’Espagne «d’abandonner sa marine«, Napoléon s’indigne que «la situation en Espagne mette en péril la sécurité de la France et le sort de la guerre contre l’Angleterre. Le pays européen qui offre le plus de moyens maritimes est celui qui en a le moins«.28 Napoléon croyait qu’une fois sous son contrôle, l’Espagne pourrait concentrer tous ses moyens pour rétablir sa marine autrefois fière.29 Une fois l’invasion française secrète de l’Espagne en cours, Napoléon a bombardé à plusieurs reprises son commandant, le maréchal Joachim Murat, avec des demandes de détails sur l’état de la marine espagnole et des ordres pour mobiliser les flottes espagnoles dans les plus brefs délais. L’impatience de Napoléon était claire: «Il me faut des navires parce que je veux faire un grand coup vers la fin de la saison.»30
Au début de 1808, les plans de Napoléon pour attaquer la Grande-Bretagne comptaient sur son contrôle sur les marines du Portugal et de l’Espagne. En mars, Napoléon s’attendait à menacer l’Angleterre avec des expéditions en provenance de Cadix, Lisbonne, Boulogne, Brest et Texel.31 En avril, Napoléon était optimiste sur le fait qu’il aurait 111 navires de ligne à sa disposition d’ici novembre, dont 25 navires espagnols, 3 d’anciens navires que les Espagnols ont remis aux Français et 4 navires équipés de Lisbonne.32 À la mi-mai, l’optimisme de Napoléon semble avoir quelque peu diminué, car il ne compte que sur les Espagnols pour augmenter sa flotte toulonnaise de plusieurs navires.33 Peu de temps après, Napoléon reporta ses opérations futures sur septembre 1809, où il estima qu’il aurait «119 navires sous [sa] direction immédiate», dont 10 navires hollandais, 1 navire danois, 3 navires ex-portugais et 20 navires espagnols.34 Le déclenchement de l’insurrection espagnole a finalement dissuadé Napoléon de toute idée de compter sur des flottes de la péninsule ibérique pour sa guerre navale contre la Grande-Bretagne.
James Gambier (1f)
Denis Decrès (2f)
Honoré J.A. de Ganteume (3f)
Para derrotar a los británicos, Napoleón adoptó una estrategia de tres frentes. Primero, lanzó una serie de embargos contra el comercio británico, conocidos colectivamente como el Sistema Continental. Aunque comenzó en noviembre de 1806, el embargo económico de Napoleón sobre Gran Bretaña no fue una amenaza sustancial hasta que fue reforzado por alianzas con Rusia y Dinamarca, la extensión del control francés de la costa italiana y el cumplimiento forzoso de Portugal y España. Si bien el elemento más referenciado de la estrategia de Napoleón, de ninguna manera fue el único componente. Ya que no buscaba invadir Inglaterra directamente, Napoleón preparó sus fuerzas navales para amenazar con ataques contra las posesiones coloniales británicas o sus aliados.35 Con las flotas repartidas por todo el continente europeo, Napoleón sintió que la situación podría «dar lugar a grandes oportunidades contra Inglaterra«.36 En particular, Napoleón veía a Irlanda, las colonias en América, Surinam, Brasil, Argel, Túnez, Egipto y Sicilia como «puntos vulnerables».37 Si bien un plan para invadir Sicilia en febrero de 1808 solo resultó en el reabastecimiento de la guarnición en Corfú, la flota de Tolón pudo regresar a puerto sin ser molestada.38 Aunque decepcionado con el ataque abortado en Sicilia, Napoleón creyó erróneamente que el regreso seguro de la flota «prueba que en el mar, en la posición en la que estamos, podemos hacer lo que queramos«.39 En mayo, Napoleón consideró despachar sus flotas de Brest y Lorient para amenazar las colonias de Inglaterra en el Océano Índico y la flota de Tolón para invadir Argel, Sicilia o Egipto, mientras que las flotas del Canal amenazaban con lanzar un ataque contra Irlanda.40 Sin embargo, a principios de julio, con «los asuntos en España habiendo empeorado seriamente«, Napoleón estaba menos inclinado a «arriesgar una cantidad tan grande de fuerzas en el mar, así como en tierra».41 Esperaba que una vez que su hermano José asumió el trono que las cosas mejorarían, sin embargo, esta oportunidad nunca se materializó.
El tercer elemento de la estrategia de Napoleón incorporó un concepto conocido como «flota en existencia». La idea era que la existencia misma de barcos franceses obligaría a los británicos a gastar más recursos en su armada para contrarrestar esta amenaza. Napoleón empujó a Decrès para armar continuamente más barcos en toda Europa, ya que obligaría a «los ingleses a gastar mucho y diseminar sus fuerzas, porque están obligados a tener barcos en los mares alrededor de España, Portugal, América, Báltico, etc.«.42 Su objetivo era «hostigar [a los ingleses] con gastos y fatiga«. Al obligar a Inglaterra a enviar expediciones a Sicilia y Suecia, mientras mantenía flotas en el Báltico y el Mediterráneo, Napoleón buscó obligar a Gran Bretaña a pedir prestado más dinero, mientras que el Sistema Continental dañaría la economía británica, disminuyendo así los ingresos fiscales del gobierno británico. Napoleón «deseaba poner todas [sus] fuerzas en juego en [sus] puertos, además de zarpar«. Como entendió Napoleón, el concepto de flota en existencia solo funcionaba de manera efectiva si las flotas amenazaban activamente al enemigo. El Emperador ordenó que un pequeño escuadrón de Brest y varias fragatas de Nantes salieran a menudo y «pasaran el verano jugando al pilla-pilla«.43 Más allá del costo de mantener las estaciones en el extranjero, tener que permanecer constantemente en el mar, particularmente durante el invierno, afectó a la armada británica. Entre 1808 y 1810, la armada británica perdió dos navíos de línea, 14 fragatas y 45 barcos más pequeños en el mar.44 Por lo tanto, la estrategia de Napoleón contra Gran Bretaña abarcó ataques directos a sus posesiones coloniales, al mismo tiempo que debilitaba su economía mediante el embargo de su comercio y obligando a Gran Bretaña a gastar más en su Armada para defender sus intereses generales.
Pour vaincre les Britanniques, Napoléon a adopté une stratégie à trois fronts. Tout d’abord, il a lancé une série d’embargos contre le commerce britannique, connus collectivement sous le nom de Système Continental. Bien qu’il ait commencé en novembre 1806, l’embargo économique de Napoléon sur la Grande-Bretagne n’était pas une menace substantielle jusqu’à ce qu’il soit renforcé par des alliances avec la Russie et le Danemark, l’extension du contrôle français de la côte italienne et la conformité imposée par le Portugal et l’Espagne. Bien que l’élément le plus référencé de la stratégie de Napoléon, ce n’était en aucun cas le seul composant. Ne cherchant pas à envahir directement l’Angleterre, Napoléon a préparé ses forces navales pour menacer d’attaquer les possessions coloniales britanniques ou leurs alliés.35 Avec les flottes réparties sur le continent européen, Napoléon a estimé que la situation pourrait «donner lieu à de grandes opportunités contre l’Angleterre».36 En particulier, Napoléon considérait l’Irlande, les colonies des Amériques, le Suriname, le Brésil, Alger, la Tunisie, l’Égypte et la Sicile comme des «points vulnérables»37. Alors qu’un projet d’invasion de la Sicile en février 1808 n’aboutit qu’au ravitaillement de la garnison de Corfou, la flotte de Toulon put regagner le port sans encombre.38 Bien que déçu de l’attaque avortée de la Sicile, Napoléon crut à tort que le retour sain et sauf de la flotte «prouvait qu’en mer, en position à nous pouvons faire ce que nous voulons«.39 En Mai, Napoléon envisagea d’envoyer ses flottes de Brest et Lorient pour menacer les colonies anglaises dans l’océan Indien et la flotte de Toulon pour envahir Alger, la Sicile ou l’Égypte, tandis que les flottes de la Manche menaçaient de lancer une attaque contre l’Irlande.40 Cependant, début juillet, «les affaires d’Espagne s’étant sérieusement aggravées», Napoléon était moins enclin à «risquer une si grande nombre de forces en mer ainsi que sur terre.»41 Il espérait qu’une fois son frère Joseph monté sur le trône, les choses s’amélioreraient, cependant, cette opportunité ne s’est jamais matérialisée.
Le troisième élément de la stratégie de Napoléon incorporait un concept connu sous le nom de «flotte en stock». L’idée était que l’existence même des navires français obligerait les Britanniques à consacrer plus de ressources à leur marine pour contrer cette menace. Napoléon a poussé Decrès à armer continuellement plus de navires dans toute l’Europe, car cela obligerait «les Anglais à dépenser beaucoup et à étaler leurs forces, car ils sont obligés d’avoir des navires dans les mers autour de l’Espagne, du Portugal, de l’Amérique, de la Baltique, etc.«42 Son but était de «harceler [les Anglais] de dépenses et de fatigue». En forçant l’Angleterre à envoyer des expéditions en Sicile et en Suède, tout en maintenant des flottes dans la Baltique et la Méditerranée, Napoléon a cherché à forcer la Grande-Bretagne à emprunter plus d’argent, tandis que le système continental nuirait à l’économie britannique, diminuant ainsi les recettes fiscales du gouvernement britannique. Napoléon «a voulu mettre toutes [ses] forces en jeu dans [ses] ports, ainsi que mettre les voiles«. Comme Napoléon l’avait compris, le concept de flotte existant ne fonctionnait efficacement que si les flottes menaçaient activement l’ennemi. L’Empereur ordonna à une petite escadre brestoise et à plusieurs frégates nantaises de sortir souvent et de «passer l’été à jouer au chat».43 Au-delà du coût d’entretien des stations outre-mer, le fait de devoir rester constamment en mer, en particulier pendant l’hiver, a pesé sur la marine britannique. Entre 1808 et 1810, la marine britannique a perdu deux navires de ligne, 14 frégates et 45 navires plus petits en mer.44 Ainsi, la stratégie de Napoléon contre la Grande-Bretagne comprenait des attaques directes contre ses possessions coloniales, tout en affaiblissant simultanément son économie en interdisant son commerce. et forçant la Grande-Bretagne à dépenser plus pour sa marine pour défendre ses intérêts généraux.
Territorios reclamados u ocupados por los británicos antes de 1793 hasta 1814 (g). Territoires revendiqués ou occupés par les Britanniques avant 1793 à 1814 (g).
El deseo de Napoleón de controlar los activos marítimos de Portugal y España no solo precipitó la Guerra de la Independencia, sino que también tuvo un papel clave en la conducción de la propia invasión. Antes del estallido de las hostilidades con España, Napoleón deslizó en secreto tropas francesas a través de la frontera para que estuvieran en el lugar para llevar a cabo su intento de golpe, utilizando como pretexto la preparación de una expedición naval desde Cádiz. Esta artimaña permitió a los franceses acumular fuerzas cerca de Madrid, que estaba ubicada a lo largo de la supuesta ruta a Cádiz.45 Una vez que las tropas francesas ocuparon Madrid, Napoleón ordenó a Murat que enviara fuerzas para asegurar los principales puertos españoles de Cádiz, Cartagena y Ferrol.46 Mientras tanto, Napoleón tuvo que manejar decenas de miles de tropas españolas y portuguesas cuyo apoyo a la toma de poder francesa era, en el mejor de los casos, sospechoso. Para disminuir cualquier posibilidad de problemas, Napoleón distribuyó estas tropas sospechosas a través de su Imperio. Después de invadir Portugal, Junot enviaría de cinco a seis mil soldados portugueses a Francia.47 Al tomar el control de España, Napoleón ordenó que 8.000 soldados españoles se dirigieran a Portugal para reforzar a Junot, mientras retiraba 6.000 soldados franceses de Portugal para ayudar a asegurar España.48 Era especialmente imperativo tomar rápidamente el control de Cádiz, ya que un escuadrón francés de cinco barcos había estado confinado aquí durante varios años, los restos de la enorme flota franco-española que se hizo añicos en Trafalgar en 1805. Mientras que Napoleón ordenó 10.000 tropas españolas, bajo el mando del general español Marqués de Socorro, para asegurar Cádiz y el área alrededor de Gibraltar, el Emperador no confiaba en dejar sin supervisión una fuerza española tan grande.49 Así, Napoleón envió al general Pierre Antoine Dupont con una pequeña fuerza de 9.000 soldados franceses y un contingente nominalmente suizo de 8.000 hombres a Cádiz para asegurarse de que los españoles se mantuvieran en línea.50 De manera similar, Napoleón envió al mariscal Bon-Adrien Jeannot de Moncey con una división para asegurar Valencia y eventualmente Cartagena, mientras que el general Guillaume Duhesme tomaría Barcelona.51 Repartidas por toda España, estas fuerzas estaban mal situadas para hacer frente al estallido de la insurrección española. Mientras Duhesme tomaba Barcelona por sorpresa el 29 de febrero de 1808, pronto se vio asediado por un ejército español más numeroso. Mientras que Moncey pudo extraer sus fuerzas después de varios intentos fallidos de asaltar Valencia, Dupont no fue tan afortunado. Una combinación de refuerzos insuficientes, números abrumadores de españoles y una serie de errores atroces por su parte, Dupont entregó todo su mando, en total más de 17.000 hombres, en Bailén a mediados de julio de 1808 sin llegar nunca a Cádiz. Mientras tanto, en Portugal, los británicos habían desembarcado un gran fuerza expedicionaria bajo el mando de Sir Arthur Wellesley. Después de sufrir varias derrotas, el Ejército de Portugal de Junot se vio atrapado en una situación precaria. Sin embargo, Wellesley fue reemplazado por nuevos líderes británicos, quienes optaron por otorgar términos sorprendentemente generosos a Junot en la Convención de Sintra. El ejército de Portugal no solo retuvo su equipo, sino que también se le otorgó un pasaje seguro y gratuito de regreso a Francia a bordo de barcos británicos. Fue solo este cambio fortuito en el liderazgo británico lo que salvó a Junot de sufrir un destino similar al de Dupont. Por lo tanto, fue el plan demasiado ambicioso de Napoleón para apoderarse rápidamente de las flotas y los puertos de Portugal y España lo que dejó al ejército francés extendido por la Península Ibérica. Con cuerpos a menudo fuera de su alcance para apoyarse entre ellos, estas unidades aisladas se enfrentaban a serios riesgos de ser aplastadas.
Le désir de Napoléon de contrôler les actifs maritimes du Portugal et de l’Espagne a non seulement précipité la guerre d’Espagne, mais a également joué un rôle clé dans la conduite de l’invasion elle-même. Avant le déclenchement des hostilités avec l’Espagne, Napoléon a secrètement glissé des troupes françaises à travers la frontière pour être en place pour mener à bien sa tentative de coup d’État, en utilisant la préparation d’une expédition navale de Cadix comme prétexte. Cette ruse a permis aux Français de rassembler des forces près de Madrid, qui était située le long de la route supposée de Cadix.45 Une fois que les troupes françaises ont occupé Madrid, Napoléon a ordonné à Murat d’envoyer des forces pour sécuriser les principaux ports espagnols de Cadix, Carthagène et Ferrol.46 Pendant ce temps, Napoléon a dû gérer des dizaines de milliers de soldats espagnols et portugais dont le soutien à la prise de contrôle française était au mieux suspect. Pour atténuer tout risque de trouble, Napoléon répartit ces troupes suspectes dans tout son empire. Après avoir envahi le Portugal, Junot enverra cinq à six mille soldats portugais en France.47 Après avoir pris le contrôle de l’Espagne, Napoléon ordonna l’envoi de 8.000 soldats espagnols au Portugal pour renforcer Junot, tandis qu’il retirait 6.000 soldats français du Portugal pour aider à sécuriser l’Espagne.48 Il était surtout impératif de prendre rapidement le contrôle de Cadix, car une escadre française de cinq navires y était confinée depuis plusieurs années, les restes de l’immense flotte franco-espagnole qui tomba en pièces à Trafalgar en 1805. Alors que Napoléon en commanda 10.000 troupes espagnoles, sous le commandement du général espagnol Marqués de Socorro, pour sécuriser Cadix et les environs de Gibraltar, l’empereur n’avait pas confiance en laissant une si grande force espagnole sans surveillance.49 Ainsi, Napoléon envoya le général Pierre Antoine Dupont avec une petite force de 9.000 soldats français et un contingent nominalement suisse de 8.000 hommes à Cadix pour s’assurer que les Espagnols ont gardé en ligne.50 De même, Napoléon envoie le maréchal Bon-Adrien Jeannot de Moncey avec une division pour sécuriser Valence et de temps en temps Carthagène, tandis que le général Guillaume Duhesme prendrait Barcelone.51 Réparties dans toute l’Espagne, ces forces étaient mal placées pour faire face au déclenchement de l’insurrection espagnole. Alors que Duhesme prend Barcelone par surprise le 29 février 1808, il se retrouve bientôt assiégé par une armée espagnole plus nombreuse. Alors que Moncey a pu rassembler ses forces après plusieurs tentatives infructueuses de prendre d’assaut Valence, Dupont n’a pas eu cette chance. Une combinaison de renforts insuffisants, d’un nombre écrasant d’Espagnols et d’une série d’erreurs flagrantes de sa part, Dupont rendit tout son commandement, en tout plus de 17.000 hommes, à Bailén à la mi-juillet 1808 sans jamais atteindre Cadix. Pendant ce temps, au Portugal, les Britanniques avaient débarqué un important corps expéditionnaire sous le commandement de Sir Arthur Wellesley. Après avoir essuyé plusieurs défaites, l’Armée du Portugal de Junot se retrouve prise dans une situation précaire. Cependant, Wellesley a été remplacé par de nouveaux dirigeants britanniques, qui ont choisi d’accorder à Junot des conditions étonnamment généreuses à la Convention de Sintra. L’armée française a non seulement conservé son équipement, mais a également obtenu un retour sûr et gratuit vers la France à bord de navires britanniques. Ce n’est que ce changement fortuit de leadership britannique qui a évité à Junot de subir le même sort que Dupont. Ainsi, c’est le plan trop ambitieux de Napoléon de s’emparer rapidement des flottes et des ports du Portugal et de l’Espagne qui a laissé l’armée française dispersée à travers la péninsule ibérique. Avec des corps souvent hors de portée pour se soutenir, ces unités isolées couraient de sérieux risques d’être écrasées.
Entrada de tropas imperiales en la Península hacia los puertos españoles y portugueses, entre octubre de 1807 y junio de 1808. (h) Entrée des troupes impériales dans la Péninsule vers les ports espagnols et portugais, entre octobre 1807 et juin 1808. (h)
La geografía de la Península Ibérica también aseguraba que el poder marítimo jugaría un papel importante, particularmente en el ámbito del apoyo logístico. Esto fue más evidente para los británicos, cuya armada les permitió no solo desplegar un ejército en ultramar sino también financiar los ejércitos de sus aliados ibéricos.52 En comparación con los británicos, las operaciones navales francesas en apoyo de la campaña española han sido generalmente olvidados en las narrativas de la Guerra de la Independencia, a pesar de su importante impacto en el curso de la guerra. Aunque Francia compartía frontera con España, los Pirineos presentaban un importante obstáculo para trenes de suministro terrestres. Tan pronto como Barcelona cayó en manos francesas, Napoleón planeó utilizar este puerto para recibir los envíos de trigo y galletas de Marsella.53 Durante un tiempo, Napoleón incluso contemplaba enviar provisiones a Junot en Portugal utilizando barcos más pequeños, que podrían navegar en aguas costeras poco profundas y, por lo tanto, evadir a los cruceros británicos.54 En agosto, con Barcelona sitiada por tierra por un ejército español y bloqueada en el mar por una flota británica, Napoleón tuvo que desviar los envíos de provisiones a la cercana Port-Vendres. En el transcurso de octubre y noviembre, los trabajadores en Marsella cargaron 30 barcos mercantes con alrededor 500.000 raciones. Divididos en dos grupos, estos barcos con escolta ligera zarparon a finales de 1808.55 Mientras que la segunda división llegó a salvo a Port-Vendres, la mayor parte de la primera división fue capturada por el famoso capitán británico, Thomas Cochrane, en diciembre de 1808, quien había estado quemando estaciones de telégrafo francesas a lo largo de la costa mediterránea.56 Las pérdidas sufridas por este convoy pueden haber sido el catalizador para que Napoleón ordenara posteriormente pequeños escuadrones para escoltar futuros convoyes. A finales de marzo de 1809, Napoleón ordenó al almirante Honore Ganteaume, comandante de la flota de Tolón, que enviara una escuadra de 5 barcos y 2 fragatas para escoltar varios transportes a Barcelona.57 El 24 de abril, la escuadra del almirante Julien Cosmao partió con 17 transportes cargados con 100.000 kilos de pólvora, un millón de balas y 25.000 quintales de trigo y harina. Después de descargar estos suministros en loa bahía de Rosas, Cosmao navegó de regreso a Tolón el 30 de abril sin ser molestado, aunque por poco se encontró con una flota británica de 14 barcos.58 Dado el éxito de esta salida, otro envío de un millón de balas, cien mil kilos de pólvora, 32,000 quintales de trigo, harina, galletas se cargó a bordo de 17 transportes en septiembre. Inicialmente, Ganteaume contemplaba zarpar con los 15 barcos de la flota de Tolón, creyendo que superaba en número a la flota británica de 11 barcos bajo el mando del almirante Cuthbert Collingwood. Cuando Collingwood abandonó su estación frente a Tolón, Ganteaume sospechó que la flota británica había regresado a su puerto en Menorca. Ganteaume, aprovechando esta oportunidad, optó por enviar sólo una pequeña escuadra de 3 barcos, 2 fragatas y 2 embarcaciones menores, al mando del contralmirante François Baudin, para escoltar el convoy hasta Barcelona.59 Sin embargo, la partida de Baudin el 21 de octubre , no pasó desapercibido ya que Collingwood había dejado dos fragatas británicas para seguir a Toulon; corrieron a Menorca para informar de los movimientos franceses.60 Aunque la flota británica efectivamente había zarpado hacia Menorca, Collingwood no permaneció mucho tiempo en el puerto. Al escuchar los rumores de la partida inminente de la flota de Toulon, Collingwood ya había zarpado con 15 barcos y 2 fragatas el 13 de octubre. Deduciendo fácilmente que el convoy francés se dirigiría a Barcelona, Collingwood estableció un crucero para interceptar a Baudin y su convoy.61 Al divisar el convoy francés en la mañana del 23, Collingwood envió al contraalmirante Thomas Martin con los ocho de sus barcos más rápidos para perseguirlos. Mientras una de las fragatas francesas corría de regreso a la seguridad de Marsella, el resto del escuadrón de Baudin huyó hacia el norte, hacia la costa francesa. Aunque una fragata británica logró capturar cinco transportes, la mayoría del convoy francés eludió la captura y continuó su curso. Mientras tanto, al llegar al puerto de Cette, solo un navío de línea de Baudin y una fragata pudieron navegar con éxito en las aguas poco profundas; los otros dos barcos encallaron.62 Temiendo su captura, los franceses prendieron fuego a ambos barcos. En cuanto al convoy, los barcos restantes llegaron a la bahía de Rosas y comenzaron a descargar rápidamente su carga. Para cuando los británicos pudieron lanzar una expedición exitosa para aislar a los barcos franceses durante la noche del 31 de octubre al 1 de noviembre, los barcos ya habían logrado descargar la mitad de su carga de manera segura en tierra.63 Por lo tanto, los esfuerzos de Frances para reabastecer su Las fuerzas en España por mar habían tenido un éxito mixto y pérdidas significativas. Mientras Napoleón pensaba en intentar otro envío a fines de 1810, advirtió a Decrès que «sobre todo, no quiero arriesgar ninguno de mis navíos de línea, quiero usar solo fragatas«. Incluso contempló si una cantidad suficiente. de los suministros pasarían, incluso si solo un tercio de los barcos llegara a su destino.64 Finalmente, Napoleón abandonó todos los planes para enviar suministros a España, prefiriendo intentar que la campaña se financiara sola a través de contribuciones forzadas del pueblo español.
La géographie de la péninsule ibérique garantissait également que la puissance maritime jouerait un rôle important, notamment dans le domaine du soutien logistique. C’était surtout évident pour les Britanniques, dont la marine leur permettait non seulement de déployer une armée outre-mer mais aussi de financer les armées de leurs alliés ibériques.52 Comparées aux Britanniques, les opérations navales françaises en soutien à la campagne d’Espagne ont été largement oubliées dans les récits de la Guerre d’Espagne, malgré son impact important sur le déroulement de la guerre. Bien que la France partageait une frontière avec l’Espagne, les Pyrénées présentaient un obstacle majeur aux trains de ravitaillement terrestres. Dès que Barcelone tombe aux mains des Français, Napoléon prévoit d’utiliser ce port pour recevoir des expéditions de blé et de galettes de Marseille.53 Pendant un certain temps, Napoléon envisage même d’envoyer des fournitures à Junot au Portugal en utilisant des navires plus petits, qui pourraient naviguer dans les eaux côtières. et ainsi échapper aux croiseurs britanniques.54 En août, alors que Barcelone était assiégée sur terre par une armée espagnole et bloquée en mer par une flotte britannique, Napoléon dut détourner les expéditions de ravitaillement vers le port voisin. Au cours des mois d’octobre et de novembre, les ouvriers marseillais ont chargé 30 navires marchands d’environ 500.000 rations. Divisés en deux groupes, ces navires légèrement escortés mirent les voiles à la fin de 1808.55 Alors que la 2e Division atteignit Port-Vendres sans encombre, la majeure partie de la 1re Division fut capturée par le célèbre capitaine britannique, Thomas Cochrane, en décembre 1808, qui avait brûlé des Français stations télégraphiques le long de la côte méditerranéenne.56 Les pertes subies par ce convoi peuvent avoir été le catalyseur de la commande ultérieure par Napoléon de petits escadrons pour escorter les futurs convois. Fin mars 1809, Napoléon ordonne à l’amiral Honoré Ganteaume, commandant la flotte de Toulon, d’envoyer une escadre de 5 navires et 2 frégates pour escorter divers transports vers Barcelone.57 Le 24 avril, l’escadre de l’amiral Julien Cosmao il part avec 17 transports chargés de 100.000 kilos de poudre à canon, un million de balles et 25.000 quintaux de blé et de farine. Après avoir déchargé ces approvisionnements dans la baie de Rosas, Cosmao retourna à Toulon le 30 avril sans encombre, bien qu’il se heurta de peu à une flotte britannique de 14 navires.58 Compte tenu du succès de cette sortie, une autre cargaison d’un million de balles, cent mille kilos de poudre à canon, 32.000 quintaux de blé, farine, biscuits ont été chargés à bord de 17 transports en septembre. Au départ, Ganteaume envisageait de mettre les voiles avec les 15 navires de la flotte de Toulon, estimant qu’il était plus nombreux que la flotte britannique de 11 navires sous l’amiral Cuthbert Collingwood. Alors que Collingwood quittait sa station au large de Toulon, Ganteaume soupçonnait que la flotte britannique était revenue à son port de Minorque. Ganteaume, profitant de cette opportunité, choisit de n’envoyer qu’un petit escadron de 3 navires, 2 frégates et 2 navires plus petits, sous le commandement du contre-amiral François Baudin, pour escorter le convoi vers Barcelone.59 Cependant, le départ de Baudin le 21 octobre , ne passa pas inaperçu puisque Collingwood avait laissé deux frégates britanniques suivre Toulon; ils se précipitent à Minorque pour signaler les mouvements français.60 Bien que la flotte britannique ait effectivement mis le cap sur Minorque, Collingwood ne reste pas longtemps au port. Aux rumeurs du départ imminent de la flotte de Toulon, Collingwood avait déjà appareillé avec 15 navires et 2 frégates le 13 octobre. Déduisant aisément que le convoi français se dirige vers Barcelone, Collingwood installe un croiseur pour intercepter Baudin et son convoi.61 Repérant le convoi français le matin du 23, Collingwood envoie le contre-amiral Thomas Martin avec les huit de ses navires les plus rapides pour les chasser. Alors que l’une des frégates françaises retournait à la sécurité de Marseille, le reste de l’escadre de Baudin s’enfuyait vers le nord en direction de la côte française. Bien qu’une frégate britannique ait réussi à capturer cinq transports, la majeure partie du convoi français a échappé à la capture et a poursuivi sa route. Pendant ce temps, arrivés au port de Cette, seuls le navire de ligne de Baudin et une frégate ont pu naviguer avec succès dans les bas-fonds; les deux autres navires s’échouèrent.62 Craignant d’être capturés, les Français mirent le feu aux deux navires. Quant au convoi, les navires restants atteignirent la baie de Rosas et commencèrent à décharger rapidement leur cargaison. Au moment où les Britanniques ont pu lancer une expédition réussie pour isoler les navires français dans la nuit du 31 octobre au 1er novembre, les navires avaient déjà réussi à décharger la moitié de leur cargaison en toute sécurité à terre.63 Ainsi, les efforts des Françaises pour réapprovisionner ses forces en Espagne par voie maritime avaient rencontré un succès mitigé et des pertes importantes. Alors que Napoléon envisageait de tenter une autre expédition à la fin de 1810, il prévint Decrès que «par dessus tout, je ne veux risquer aucun de mes navires de ligne, je ne veux utiliser que des frégates«. Il a même envisagé si un montant suffisant. des ravitaillements passeraient, même si seulement un tiers des navires arrivaient à destination.64 Finalement, Napoléon abandonna tout projet d’envoi de ravitaillement en Espagne, préférant plutôt essayer de faire financer la campagne par des contributions forcées du peuple espagnol.
Mapa donde se grafían de manera general los intentos de avituallamiento por mar de los franceses desde Marsella al ejército de ocupación en Cataluña. Por parte inglesa, la situación de Menorca y sus puertos, permitía que en un día, con vientos moderados, se pudiera llegar a las costas españolas, francesas o a las islas italianas. (i) Carte où sont représentées les tentatives françaises d’approvisionnement par mer de Marseille à l’armée d’occupation en Catalogne. Côté anglais, la situation de Minorque et de ses ports fait qu’en une journée, avec des vents modérés, il est possible de rejoindre les côtes espagnoles et françaises ou les îles italiennes.(i)
En general, los esfuerzos de Napoleón por expandir rápidamente su armada para derrotar a Gran Bretaña en la guerra marítima terminaron con pésimos resultados. No solo no logró hacerse con el control de las flotas danesa, portuguesa y española, sino que su estrategia también le costó siete de sus preciosos barcos. Ya atrapado en el puerto de Cádiz por un vigilante bloqueo británico, el escuadrón de cinco barcos del almirante Francois Rosily pronto se vio amenazado por la misma ciudad que lo había cobijado durante los últimos dos años y medio. Los problemas estallaron durante la noche del 27 de mayo y finalmente culminaron unos días después cuando una turba mató a puñaladas al general español Marqués de Socorro. Rosily intentó sacar a su flota de esta situación cada vez más precaria declarando neutralidad, pero sus esfuerzos fueron rechazados tanto por británicos como por españoles. Al ver a los españoles instalar morteros y cañones para bombardear sus barcos, Rosily intentó navegar con su flota hacia el cercano arsenal de Carraca, donde esperaba que sus tripulaciones pudieran ocupar las fortificaciones y resistir hasta que la fuerza del general Dupont los relevara. Sin embargo, soplaron vientos contrarios durante varios días, frustrando la táctica desesperada de Rosily cuando los españoles finalmente dedujeron sus intenciones y cortaron esta vía de escape hundiendo varias carracas en el estrecho canal que conducía al arsenal. Después de rechazar varios llamados a la rendición y resistir un bombardeo masivo durante varios días, Rosily finalmente se rindió «para no derramar inútilmente sangre de las tripulaciones y evitar la destrucción total de los barcos«.65 Junto con los dos barcos hundidos de Baudin, la pérdida de estos cinco barcos fue un revés adicional para los planes marítimos de Napoleón. Mientras que sus armadas continuaron creciendo lentamente a través de un programa de construcción ampliado, nunca logró los más de 100 barcos de línea que había esperado.
En conclusión, es importante recordar que la Guerra Peninsular comenzó como una guerra naval. Napoleón no solo quería apoderarse de armadas extranjeras para sus propios proyectos, sino que también quería acceder a su suministro de marineros y almacenes navales. Estos intereses apremiantes, junto con el exceso de confianza, llevó a Napoleón a dispersar demasiado sus fuerzas en la Península Ibérica. Sin estar preparadas para la feroz resistencia española, las fuerzas francesas dispersas se vieron asaltadas por fuerzas españolas numéricamente superiores, particularmente Dupont, cuya rendición en Bailén fue un duro golpe para el prestigio marcial francés. Además, el poder marítimo desempeñó un papel fundamental en el abastecimiento de los ejércitos durante la Guerra de la Independencia. Incapaz de enviar provisiones sin peligro significativo, Napoleón tomó la fatídica decisión de colocar el peso de la logística en la población española. Por supuesto, el carácter de la guerra cambió drásticamente con el estallido de la insurrección española a mediados de 1808. Esta última fase de la guerra ha captado la atención de historiadores y teóricos militares. Sin embargo, es importante recordar cuáles eran los objetivos de guerra originales de Napoleón para comprender mejor por qué los franceses sufrieron un revés tan importante durante la fase inicial de la guerra en 1808.
En général, les efforts de Napoléon pour étendre rapidement sa marine afin de vaincre la Grande-Bretagne dans la guerre maritime se sont soldés par des résultats lamentables. Non seulement il n’a pas réussi à prendre le contrôle des flottes danoise, portugaise et espagnole, mais sa stratégie lui a également coûté sept de ses précieux navires. Déjà piégé dans le port de Cadix par un blocus britannique vigilant, l’escadron de cinq navires de l’amiral François Rosily se trouva bientôt menacé par la ville même qui les abritait depuis deux ans et demi. Les troubles ont éclaté dans la nuit du 27 mai et ont finalement culminé quelques jours plus tard lorsqu’une foule a poignardé à mort le général espagnol Marqués de Socorro. Rosily a tenté de sortir sa flotte de cette situation de plus en plus précaire en déclarant la neutralité, mais ses efforts ont été repoussés par les Britanniques et les Espagnols. Voyant les Espagnols installer des mortiers et des canons pour bombarder leurs navires, Rosily tenta de faire naviguer sa flotte vers l’arsenal voisin de Carraca, où il espérait que ses équipages pourraient occuper les fortifications et tenir jusqu’à ce que la force du général Dupont les relève. Cependant, des vents contraires ont soufflé pendant plusieurs jours, contrecarrant la tactique désespérée de Rosily lorsque les Espagnols ont finalement compris ses intentions et coupé cette voie de fuite en coulant plusieurs caraques dans l’étroit chenal qui menait à l’arsenal. Après avoir refusé plusieurs appels à la reddition et résisté à un bombardement massif pendant plusieurs jours, Rosily finit par se rendre «pour ne pas verser inutilement le sang des équipages et empêcher la destruction totale des navires».65 Avec les deux navires sabordés de Baudin, la perte de ces cinq navires était un nouveau revers pour les plans maritimes de Napoléon. Alors que ses marines continuaient de croître lentement grâce à un programme de construction élargi, il n’a jamais atteint les 100+ navires de ligne qu’il avait espérés.
En conclusion, il est important de rappeler que la guerre de la péninsule a commencé comme une guerre navale. Napoléon voulait non seulement s’emparer des marines étrangères pour ses propres projets, mais voulait également accéder à leur approvisionnement en marins et en magasins navals. Ces intérêts pressants, couplés à un excès de confiance, ont conduit Napoléon à trop disperser ses forces sur la péninsule ibérique. Non préparées à une résistance espagnole féroce, les forces françaises dispersées se sont retrouvées agressées par des forces espagnoles numériquement supérieures, en particulier Dupont, dont la reddition à Bailén a porté un coup sévère au prestige martial français. De plus, la puissance maritime a joué un rôle fondamental dans le ravitaillement des armées pendant la guerre d’Espagne. Incapable d’envoyer des ravitaillements sans danger significatif, Napoléon prit la décision fatidique de faire peser le fardeau de la logistique sur la population espagnole. Bien sûr, le caractère de la guerre a radicalement changé avec le déclenchement de l’insurrection espagnole au milieu de 1808. Cette dernière phase de la guerre a retenu l’attention des historiens et des théoriciens militaires. Cependant, il est important de se rappeler quels étaient les objectifs de guerre initiaux de Napoléon afin de mieux comprendre pourquoi les Français ont subi un revers aussi important lors de la phase initiale de la guerre en 1808.
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1Por ejemplo, Charles J. Esdaile, Fighting Napoleon: Guerrillas, Bandits and Adventures in Spain, 1808-1814 (New Haven CT, 2004), Ronald Fraser, Napoleon’s cursed war: Spanish popular resistance in the Peninsular War, 1808-1814 (New York, 2008), Mark A. Reeves, The Iberian Leech: Napoleon’s Counterinsurgency Operations In The Peninsula, 1807-1810 (MA Thesis, US Army Command and Staff College, 2005).
2Recientes ejemplos incluyen Joshua Moon, Wellington’s Two-Front War: The Peninsular Campaigns at Home and Abroad, 1808-1814 (Norman OK, 2011) and Huw J. Davies, Wellington’s Wars: The Making of a Military Genius (New Haven CT, 2012)
3Napoleon Bonaparte a Denis Decrès, 4 June 1807, 12848, Correspondance de Napoleon Ier [CN], XV, 382.
4Napoleon Bonaparte a Louis Bonaparte, 3 April 1808, 13718, CN, XVI, 470-4
5Eventualmente, esta flota se reforzaría a 25 navíos de línea y 40 fragatas y embarcaciones más pequeñas a mediados de agosto.(Finalement, cette flotte serait renforcée à 25 navires de ligne et 40 frégates et navires plus petits d’ici la mi-août.) Rory Muir, Britain and the Defeat of Napoleon, 1807-1815 (New Haven, 1996), 23-4; William James, Naval History of Great Britain, IV, 284-5.
6Napoleon a Talleyrand, 31July 1807, #12962, CN, XV, 459-60.
7Muir, 24.
8Napoleon a Champagny, 29 August 1807, #13089, CN, XV, 559.
9William James, Naval History of Great Britain, IV, 295.
10Fouché, Memoires de Joseph Fouche (1824), I, 362-3.
11Napoleon Bonaparte a Eugene Beauharnais, 4 July 1807, 12850, CN, XV, 385.
12Napoleon Bonaparte a Eugene Beauharnais, 5 August 1807, #13000, CN, XV, 478.
13Napoleon Bonaparte a Denis Decrès, 23 Oct 1807, 13292, CN, XVI, 114.
14Napoleon Bonaparte a Eugene Beauharnais, 3 Oct 1807, 13210, CN, XVI, 64; Napoleon Bonaparte a Champagny, 2 April 1808, #13714, CN, XVI, 468; Napoleon Bonaparte a Eugene Beauharnais, 2 April 1808, #13716, CN, XVI, 469.
15Napoleon a Cambacérès, 11 May 1808, #13846, CN, XVII, 87-8; Napoleon al Prince Camille Borghese, 11 May 1808, #13855, CN, XVII, 94.
16Napoleon a Denis Decrès, 11 May 1808, #13848, CN, XVII, 88-9.
17Si bien La Spezia sería el principal puerto militar y la construcción se trasladaría a Port-de-Brouc, al oeste de Marsella, Tolón ya no construiría barcos, sino que simplemente los equiparía o repararía. (Alors que La Spezia serait le principal port militaire et que la construction serait déplacée à Port-de-Brouc, à l’ouest de Marseille, Toulon ne construirait plus de navires, mais se contenterait de les équiper ou de les réparer.) Notes to Minister of Interior and Navy, 7 October 1809, #15905, CN, I9, 551.
18Napoleón ordenó a Talleyrand que informara al ministro portugués que tenía hasta el 1 de septiembre para cerrar los puertos portugueses a Inglaterra. Al mismo tiempo, debía hacer planes con los españoles para enviar 20.000 soldados a Bayona el 1 de septiembre. (Napoléon ordonna à Talleyrand d’informer le ministre portugais qu’il avait jusqu’au 1er septembre pour fermer les ports portugais à l’Angleterre. En même temps, il devait faire des plans avec les Espagnols pour envoyer 20 000 hommes à Bayonne le 1er septembre.) Napoleon to Talleyrand, 19 July 1807, #12928, CN, XV, 433.
19Esdaile, Napoleon’s Wars (New York, 2011), 320.
20Los barcos de cuarta categoría seguían siendo útiles, ya que los británicos todavía usaban varios barcos de 64 cañones para tareas de escolta o se convertían en grandes transportes. (Les navires de quatrième rang étaient toujours utiles, car les Britanniques utilisaient encore un certain nombre de navires de 64 canons pour le service d’escorte ou convertis en grands transports.) List of the Portuguese Fleet that came out of the Tagus on the 29th of November 1807, Naval Chronicle, I8, 508; List of Portuguese ships that remained in Lisbon. Naval Chronicle, I8, 509.
21Naval Chronicle, I8, 330.
22Napoleón a Junot, 31 October 1807, #13314, CN, XVI, 128-30; Napoleón a Junot, 8 November 1807, #13340, CN, XVI, 147-8; Napoleón a Junot, 12 November 1807, #13351, CN, XVI, 156.
23Napoleón Bonaparte a General Junot, 8 Nov 1807 13340, CN, XVI, 147-8.
24 Napoleón a Decrès, 2 Nov 1807, #13320, CN, XVI, 134-5 ; Napoleon to Junot, 12 Nov 1807, #13351, CN, XVI, 156.
2584 cañones (1) – Principe Reale, 74 guns (4) – Rainha de Portugal, Conde Henrique, Meduza, Principe de Brazil ; 64 cañones (3) – “Alfonso d’Alburquerque, D. Joao de Castro, Martino de Freitas. Fragatas (4) – Menerva (44), Golfinho (36), Urania (32), y otro desconocido. Bergantines (3), Goletas (1) List of the Portuguese Fleet that came out of the Tagus on the 29th of November 1807, Naval Chronicle, I8, 508.
2674 cañones (2) – Maria Prima [inservible, para ser batería flotante, pero aún no instalada], Vasco de Gama [En reparación y casi listo]; 64 guns (2) – S. Sebastiano [inservible sin una reparación completa], Princesa de Beira [condenado, a ser una batería flotante]. Fragates (5) – Fenix (48) [necesita reparación a fondo], Amazona (44) [necesita reparación a fondo], Perola (44) [necesita reparación a fondo], Tritao (40) [reparación pasada], Veney (30) [reparación pasada]. List of Portuguese ships that remained in Lisbon. Naval Chronicle, I8, 509.
27Dispatch by Sir Sidney Smith, 1 December 1807, Naval Chronicle, I8, 508-9.
28Se considera que este informe refleja los puntos de vista de Napoleón, ya que editó en gran medida este informe. (Ce rapport est considéré comme reflétant les vues de Napoléon alors qu’il a fortement modifié ce rapport). Minister of Foreign Relations to Napoleon, 24 April 1808, #13776, CN, XVII, 33-36.
29Napoleón al Czar Alexander of Russia, 8 July 1808, 14170, CN, XVII, 359-60.
30Napoleón a Murat, 9 May 1808, #13835, CN, XVII, 80-1 ; Napoleón a Murat, 11 May 1808, #13858, CN, XVII, 96-7; Napoleón a Murat, 11 May 1808, #13859, CN, XVII, 97-8; Napoleón a Murat, 14 May 1808, #13885, CN, XVII, 121-4; Napoleón a Murat, 16 May 1808, #13906, CN, XVII, 142-3; Napoleón a Murat, 19 May 1808, #13939, CN, XVII, 162-3; Napoleón a Murat, 28 May 1808, #14013, CN, XVII, 224-6; Napoleón to Murat, 28 May 1808, #14014, CN, XVII, 226-7.
31Napoleón a Decrès, 29 March 1808, #13698, CN, XVI, 454-5.
32Napoleón a Decrès, 12 April 1808, #13738, CN, XVI, 493-4.
33Napoleón a Decrès, 13 May 1808, #13877, CN, XVII, 112-4.
34Con 42 barcos franceses y 35 más en construcción, Napoleón esperaba tener 77 barcos franceses, complementados con 42 barcos extranjeros. Curiosamente, 18 de los 35 barcos se estaban construyendo en puertos no franceses. (Avec 42 navires français et 35 autres en construction, Napoléon s’attendait à avoir 77 navires français, complétés par 42 navires étrangers. Fait intéressant, 18 des 35 navires étaient construits dans des ports non français.) Napoleon to Decrès, 28 May 1808, #14005, CN, XVII, 218-220.
35«Inglaterra, preocupada por Irlanda, amenazada en la India por un ejército francés y ruso, finalmente será llevada ante los principios de la razón.» («L’Angleterre, troublée par l’Irlande, menacée dans l’Inde par une armée française et russe, sera enfin amenée devant les principes de la raison.») Napoleón a Louis Bonaparte, 17 Feb 1808, #13573, CN, XVI, 337.
36Napoleón a Decrès, 29 March 1808, #13698, CN, XVI, 454-5.
37Napoleón a Decrès, 12 April 1808, #13738, CN, XVI, 493-4.
38Napoleón a Joseph, 15 February 1808, #13561, CN, XVI, 332; Napoleón a Decrès, 29 Mar 1808, #13698, CN, XVI, 454-5; Napoleón a Joseph Bonaparte, 29 March 1808, 13701, CN, XVI, 457; Napoleón a Joseph Bonaparte, 18 April 1808, #13763, CN, XVII, 23-25.
39Napoleon to Decres, 11 May 1808 #13850, CN, XVII, 89.
40Napoleon a Decrès, 12 April 1808, #13737, CN, XVI, 492-3; Napoleón a Decrès, 13 May 1808, #13877, CN, XVII, 113-4; Napoleón to Decrès, 17 May 1808, #13915, CN, XVII, 149; Napoleón a Decrès, 26 May 1808, #13997, CN, XVII, 207-12.
41 Napoleón a Decrès, 7 July 1808, #14161, CN, XVII, 353.
42 Napoleón a Decrès, 8 May 1808, #13829, CN, XVII, 75.
43Napoleón en realidad se refiere al juego de «barres», que es una versión medieval del pilla-pilla. (Napoléon fait en fait référence au jeu des «barres» qui est une version médiévale du chat). Napoleón a Decrès, 12 May 1808, #13873, CN, XVII, 107-9.
44See William James, Naval History, Vol. 4.
45Napoleón a Murat, 14 March 1808, #13652, CN, XVI, 417; Napoleón to Murat, 16 March 1808, #13656, CN, XVI, 420-1.
46Napoleón a Murat, 7 May 1808, #13823, XVII, 72-3; Napoleón a Murat, 8 May 1808, #13830, XVII, 75-77.
47Napoleón ordenó a Junot que concediera el derecho a retirarse a un soldado portugués, después de tomar su arma. (Napoléon ordonna à Junot d’accorder le droit de retraite à un soldat portugais, après avoir pris son fusil.) Napoleon to Junot, 12 November 1807, #13351, CN, XVI, 156-8; Napoleon to Junot, 20 December 1807, #13406, CN, XVI, 204-6
48Napoleón a Murat, 9 May 1808 #13835, CN, XVII, 80-1.
49Napoleón a Murat, 6 May 1808, #13818, CN, XVII, 69; Napoleón a Murat, 7 May 1808, #13823, CN, XVII, 72-3; Napoleón a Murat, 13 May 1808, #13879, CN, XVII, 115-8; Napoleón a Murat, 14 May 1808, #13885, CN, XVII, 121-4
50Napoleón a Murat, 10 May 1808 #13839, XVII, 82-3; Napoleón to Murat, 11 May 1808, #13856, CN, XVII, 94-6; Napoleón a Berthier, 18 May 1808, #13929, CN, XVII, 158-9; Napoleón to Murat, 18 May 1808, #13930, CN, XVII, 160; Napoleón a Murat, 19 May 1808, #13938, CN, XVII, 164-6; Napoleón a Murat, 22 May 1808, #13965, CN, XVII, 186-7.
51Napoleon al General Clarke, 28 January 1808, #13496, CN, XVI, 281-2; Napoleón a Murat, 30 May 1808, #14029, CN, XVII, 242-4;
52Ver Brian De Toy, «Wellington’s Lifeline» Naval Logistics in the Peninsula» Consortium on Revolutionary Europe: Selected Papers, 1995, 359-368 Paul C. Krajeski, «British Military and Naval Cooperation, 1808: The Precondition for Allied Victory in the Peninsular War,» Consortium on Revolutionary Europe: Selected Papers, 1998, 481-91; C.D. Hall, Wellington’s Navy: Sea Power and the Peninsular War, 1807-1814. (Chatham Publishing, 2004).
53Parece que este envío temprano nunca fue porque el grano llegó tarde y los barcos fueron retenidos por un agente de aduanas en Marsella. (Semble que cette expédition précoce ne soit jamais partie car les céréales sont arrivées en retard et les navires ont été retenus par un agent des douanes à Marseille.) Napoleón a Clarke, 10 March 1808, CN, 13635, XVI, 406 ; Napoleón a Cretet, Minister of Interior, 11 March 1808, #13638, XVI, 409; Vincent Brun, Guerres maritimes de la France: Port de Toulon, ses armements (H. Plon, Paris: 1861), vol. 2, 491.
54Napoleón a Junot, 30 May 1808, #14032, CN, XVII, 245-6; Napoleón a Champagny, Minister of Foreign Relations, 1 June 1808, #14037, CN, XVII, 253.
55Brun, Guerres maritimes de la France, vol. 2, 492.
56Cochrane a Collingwood, 28 September 1808, Naval Chronicle, vol. 21, 73-4; Cochrane a Collingwood, 2 January 1809, Naval Chronicle, vol. 21, 499.
57Napoleón a Ganteaume, 29 March 1809, #14970, CN, I8, 401-2.
58Brun, Guerres maritimes de la France, vol. 2, 504-5.
59Brun, Guerres maritimes de la France, vol. 2, 507-9
60Collingwood to Secretary of the Admiralty, 30 October 1809, Naval Chronicle, vol. 22, 500-1.
61Private letter from aboard HMS Sultan, 1 Nov 1809, Naval Chronicle, vol. 22, 457-60.
62 Estos dos barcos pudieron regresar sanos y salvos a Toulon el 19 de noviembre. (Ces deux navires ont pu rentrer sains et saufs à Toulon le 19 novembre).
63Collingwood al Secretary of the Admiralty, 30 October 1809, Naval Chronicle, vol. 22, 500-1; Martin a Collingwood, 27 October 1809, Naval Chronicle, vol. 22, 501-2; Collingwood al Secretary of the Admiralty, 1 November 1809, Naval Chronicle, vol. 22, 502-3; Hallowell a Collingwood, 1 Nov 1809, Naval Chronicle, vol. 22, 503-5
64Napoleon to Decrès, 20 Sept 1810, #16935, CN, vol. 21, 137-8; Napoleon to Decrès, 28 Sept 1810, #16955, CN, vol. 21, 147-8.
65Las fuerzas españolas tenían hasta 162 cañones, 33 morteros, 46 cañoneras y 14 bombarderos al final. (Les forces espagnoles avaient jusqu’à 162 canons, 33 mortiers, 46 canonnières et 14 bombardiers à la fin.) Account given to Emperor, 15 June 1808 , SHD – Marine, CC7 Alpha 2186; Tomás de Morla, Captain General, a Admiral Rosily, 9 June 1808, SHD – Marine, CC7 Alpha 2186; Admiral Rosily a Thomas Morla, Captain General, 10 June 1808 @ 3:45 PM , SHD – Marine, CC7 Alpha 2186; Rosily a Decrès, 3 September 1808, SHD – Marine, CC7 Alpha 2186.
El profesor Kenneth G. Johnson obtuvo su doctorado en historia diplomática y militar de la Universidad Estatal de Florida en 2006. Especializado en la historia de la Revolución Francesa y las Guerras Napoleónicas, su disertación doctoral fue una biografía del almirante Louis Thomas Villaret de Joyeuse, un destacado almirante francés durante la Revolución Francesa y las Guerras Napoleónicas. Además de enseñar en la Academia Militar de los Estados Unidos y en la Universidad Estatal de Florida, el profesor Johnson ha dado conferencias como invitado en el Naval War College.
Ha presentado aspectos de su investigación en la Conferencia de la Sociedad de Historia Militar y el Consorcio sobre la Era Revolucionaria, 1750-1850. También ha contribuido con artículos a la Encyclopedia of the French Revolutionary and Napoleonic Wars (ABC-CLIO, 2006) y a la base de datos en línea United States at War: Understanding Conflict and Society (ABC-CLIO, 2006).
le professeur Kenneth G. Johnson a obtenu son doctorat en histoire diplomatique et militaire de la Florida State University en 2006. Spécialisé dans l’histoire de la Révolution française et des guerres napoléoniennes, sa thèse de doctorat était une biographie de l’amiral Louis Thomas Villaret de Joyeuse, un éminent amiral français pendant la Révolution française et les guerres napoléoniennes. En plus d’enseigner à l’Académie militaire des États-Unis et à l’Université d’État de Floride, le professeur Johnson a précédemment donné des conférences au Naval War College.
Il a présenté des aspects de ses recherches à la Conférence de la Société d’histoire militaire et au Consortium sur l’ère révolutionnaire, 1750-1850. Il a également contribué des articles à l’Encyclopédie des guerres révolutionnaires et napoléoniennes françaises (ABC-CLIO, 2006) et à la base de données en ligne United States at War: Understanding Conflict and Society (ABC-CLIO, 2006)
Fuentes:
1 – «The Peninsular War: Napoleon’s Maritime War» – Kenneth G. Johnson, Air Command and Staff College, Napoleonic Scholarship – The Journal of the International Napoleonic Society Number 5, December 2013
2 – «The Peninsular War Atlas» – Colonel Nick Lipscombe, Osprey Publishing, 2010
g- Mapa del autor a partir de «Illustration from page 521 of The outline of history; being a plain history of life and mankind, the definitive edition revised and rearranged by the author, by H.G. Wells, illustrated by J. F. Horrabin», «The British Empire in 1815 [Mercator’s Projection]» y https://www.bbc.co.uk/history/british/empire_seapower/britain_empire_01.shtml
h – Mapa del autor a partir del «Atlas to Alison’s History of Europe, 1850», by Alex. Keith Johnston, published by William Blackwood and Sons in 1850. Plate 48. «Map of Spain and Portugal to illustrate the campaigns of 1808 etc.» http://www.maproom.org/00/13/present.php?m=0048
Soy bastante aficionado a la época napoleónica, pero nunca he pensado en dedicarme a la compra de objetos de dicho período, aunque hay muchas personas que decoran, algunas con mucho gusto, sus casas con objetos de la era napoleónica o de otras época. Pero, el año pasado, por esos pensamientos que nacen en uno y parecen grabarse a fuego decidí intentar adquirir un sable de caballería de la época napoleónica, no me importaba la nación en concreto. Tras algunas búsquedas dentro y fuera de España, decidí ir a lo seguro y contactar con la web de Bertrand Malvaux, una casa con sede en Francia especializada en la venta de objetos de militaria de diversa índole, así como los peritajes y las subastas, entre otros. Buscaba un arma que fuese si era posible de oficial, sencilla, y con la tradicional guardia de una sola rama o montante, como los sables ingleses del modelo 1796, y que también es típica de los algunos sables de la época del Consulado y la primera parte del Imperio Francés.
Lo que he pretendido con la entrada de esta semana es mensurar esta arma, con la ayuda de un pie de rey y un metro y acotar todas las partes del sable y la vaina, por si puede ser de información para los aficionados a este tipo de armas y también para lograr conocer yo mismo un poco más este tipo de sables, que teniendo un peso – este modelo – de 1,8 kg (3,1 kg enfundado en la vaina) y añadiendo la velocidad del caballo (unos 30-35 km/hora1) y la del brazo del jinete, podían provocar unas heridas de consideración en el enemigo por la acción del corte del filo del sable, o que estas le fueran directamente mortales.
Al empuñar el arma se aprecia la calidad del arma, lógicamente con el filo desgastado por el uso y el tiempo transcurridos, pero con la curiosidad que el mayor peso de la hoja se denota en el tercio final de la punta, para lograr que el impacto con el enemigo fuese más contundente. Existe un documental producido por el History Channel, presentado por el actor británico Sean Bean («Sean Bean On Waterloo»), que se puede ver a día de hoy en la web de YouTube y que analiza el impacto de este tipo de armas de caballería y las heridas que podían producir.
SABLE DE OFICIAL DE CABALLERÍA LIGERA
El certificado de la casa Bertrand Malvaux, nos define las principales características del arma:
«Sable con guarnición de latón. La guardia tiene un gavilán al estilo húngaro decorado con dos filetes. La virola en forma ovoide de crucero. Monterilla de cola larga. El puño de ébano finamente cuadriculado. La hoja curva con los lados huecos, de una longitud total de 84 cm, damasquinado grabado en su primer tercio con un verso del Corán. Resto de corbata (principio de la hoja) de piel de cordero. Vaina de latón, boquilla sobresaliente, brazaletes de fianza decorados con líneas, batiente de latón. El sable está en buen estado, con fisura en un lado de la puño, un sable nunca limpiado desde la época.» [1]
Hemos tratado de transcribir lo mejor posible las dos inscripciones que se hallan en el primer tercio de la hoja del sable, por ambos lados.
El relieve es apenas perceptible, así como los caracteres alineados. Según el dictamen de Malvaux se trata de un versículo del Corán [1].
Izquierda: Las diferentes partes que constituyen un sable y su vaina y sus equivalencias en francés:
Antoine de Caunes realizó su segundo film «Monsieur N» en el año 2003, con coproducción franco-británica, rodada en Paris y con exteriores en Sudáfrica (cerca de Ciudad del Cabo), representando una creíble isla de Santa Elena. Los vestuarios y decorados bien trabajados, y un apreciable guión de René Manzor y Pierre Kubel con unos elaborados diálogos aunque con algunos giros complicados en la historia, y que enmascaran hábilmente el verdadero objetivo del film: dar al espectador una trama histórico-dramática con una versión final sobre uno de los tantos y consabidos «¿Y si?» de la épica napoleónica: ¿Murió Napoleón realmente en Santa Elena?
A traves de los ojos y narración del joven oficial inglés Basil Heathcote (el único personaje ficticio de la historia), desfilan todos los actores de la trama jugando su papel «orbitando» (expresión extraída de un diálogo de la película) alrededor de la figura de Napoleón (un gran Philippe Torreton, al que ya conocíamos de la notoria «Capitan Conan») y con el contrapunto manifiesto del gobernador Hudson Lowe (un estupendo Richard E. Grant), el obsesivo gobernador militar y guardián del corso.
Las diferentes líneas narrativas se van entretejiendo con astucia: el romance imposible (alejado de la realidad histórica) de Betsy Balcombe (figura ya tratada en nuestro blog: Napoleón en las memorias de Betsy Balcombe (1815-1818) enfrentado a la amante manifiesta e interesada de Napoleón, Albine de Montholon, las relaciones de los tres generales de Napoleón: el fiel Bertrand, el socarrón y bravucón Gorgaud, el taciturno y consentidamente engañado Montholon, el enigmático amigo de la infancia, Cipriani, corso como él, la relación siempre tirante y a punto de explotar de Lowe con Napoleón y el amor no correspondido entre Heathcote y la joven Balcombe, que se desarrollan paralelamente en un ambiente opresivo y cerrado tanto dentro como fuera de Longwood (la casa-prisión de Napoleón), sea para los prisioneros franceses como para sus guardianes británicos, aumentado por la rigidez extrema de las medidas del ordenancista Lowe.
Una película más que recomendable, más apreciable para el aficionado a la época que podrá disfrutar de los pequeños y grandes detalles de este artesano fresco de Antoine de Caunes.
EL ARGUMENTO
Un sequito de militares y civiles se halla en un prado en una noche lluviosa en un prado en la isla de Santa Elena. Entre los asistentes los generales franceses Bertrand y Gourgaud, Emmanuel de Las Cases, hijo del memorialista, y Saint-Denis (Alí), además de los sirvientes de Longwood supervivientes. Es el 15 de octubre de 1840, cuando previo permiso del gobernador y gobierno ingleses, se abre el féretro de Napoleón, fallecido unos decenios antes en la isla, en el año 1821. Se produce uno de los varios «flashbacks» de la película y vemos al joven teniente inglés Basil Heathcote (Jay Rodan), llegando a Santa Elena junto con el recién nombrado gobernador militar Sir Hudson Lowe (Richard E. Grant). En el puesto militar de Deadwood, se encuentra formado el destacamento de soldados británicos que custodian al ilustre prisionero de la isla – Napoleón Bonaparte (Philippe Torreton) y su corto séquito de acompañantes – y Lowe aprovecha para dirigirles una seca proclama a sus soldados y oficiales.
El nuevo gobernador de manera resuelta se dispone a visitar al «general» Napoleón, pero se encuentra en el porche de la casa con el general Bertrand (Roschdy Zem) que le barra el paso y que le indica que el emperador ya le informará de cuando le puede recibir. Lowe, profundamente disgustado, se retira de la casa, sin apercibirse que es observado por el propio Napoleón con un catalejo por un agujero entre las persianas. Finalmente Lowe es recibido por Napoleón, que le afea su conducta como militar y le recuerda que su mando con la unidad de lo «Corsican Rangers» era el de un grupo de traidores. Lowe que no puede reprimir su enfado, le espeta a Napoleón si se refiere a Waterloo, con la que será su última batalla. «La última será la última», dice Napoleón. El tono de la conversación sube entre los dos y Napoleón le reprocha su condición de carcelero a Lowe. Este se gira disgustado para marcharse, pero de pronto, Napoleón se le acerca: «Señor, he sido oficial desde la edad de 16 años y 15 días. Ningún soldado, bueno o malo, guarda secretos para mi. Conozco su mente mejor que él mismo. Así que, no se preocupe. Yo nunca estaré lejos de usted. Usted me encontrará, aquí», dice señalándose la cabeza con sus gafas.
Mientras Heathcoate es asignado para vivir en Longwood, la mohosa casa asignada a Napoleón y su puñado de sirvientes, y tiene órdenes de asegurarse de ver al prisionero dos veces al día. Como gobernador del remoto islote, la principal responsabilidad de Lowe y sus 3.000 soldados y oficiales es asegurarse de que Napoleón Bonaparte no escape, por lo que planea reforzar las medidas de seguridad, instalando un perímetro de seguridad con torres de vigilancia alrededor de Longwood y poniendo más soldados de vigilancia. Formando parte del séquito de Napoleón se encuentra Cipriani (Bruno Putzulu), un compañero corso y amigo de toda la vida de Napoleón, que dirige la administración de la casa.
El corso caído en desgracia todavía tiene muchos admiradores y simpatizantes tanto en Europa como en América, pero la más cercana es Betsy Balcombe (Siobhan Hewlett), la joven hija adolescente de los Balcombe, que guardan una excelente relación con el emperador, ya que lo habían alojado en sus dominios en sus primeros momentos en la isla. Betsy juguetea mientras el Emperador se encuentra narrando sus batallas al general Montholon (Stephen Freiss). De repente, Betsy tratando de hablar de Waterloo le dice que «la responsabilidad de la victoria y de la derrota recaen en el comandante en jefe». Napoleón se retira unos pasos de Betsy entre disgustado y pensativo, pero se gira y la mira burlonamente: «¿Debería decirte por qué perdí en Waterloo? Tape sus oídos, Montholon. La verdad y la historia son pobres compañeros de cama.» Se acerca a Betsy y le susurra al oído: «Yo perdí… porque me levanté muy tarde«. El joven Heathcoate está enamorado de Betsy, que solo tiene ojos para Napoleón. Pero no es hasta 1840, en la ceremonia en París (otro de los «flashbacks») durante el cual los restos de Napoleón desfilan solemnemente por París nevando para ser enterrados en Les Invalides, y Heathcoate, al ver a Betsy ya adulta entre la multitud solemne, empieza a rastrear y a entrevistarse con los antiguos miembros del emperador en Longwood. Por otra parte Albine (Elsa Zylberstein), esposa de Montholon, es la amante consentida de Napoleón, que aspira así a tener una parte de la herencia, y ve con celos el acercamiento de Betsy a Napoleón.
El gobernador Lowe está muy preocupado por el hecho de que el cautiverio de Napoleón le está costando a Inglaterra 8 millones de libras esterlinas al año y está irritado por el gasto proyectado en caso de que “¡Viva otros 20!”. Su mantenimiento es costoso y en una reunión con el Dr. O’Meara (Stanley Townsend) para conocer el estado de salud del prisionero, le sugiere que podría hacer que dicho problema se resolviera, envenenando a Napoleón. «¿Doctor, ha leído a Ricardo III?«. O’Meara, al comprender la indirecta, se opone totalmente a la idea: «No puedo creer lo que me está pidiendo». «Yo sólo le he preguntado si había leído a Ricardo III.» […] «Usted es un soldado y obedecerá», le replica. «Yo sólo obedeceré una orden escrita», le contesta indignado el doctor, levantándose y dejando la habitación.
Napoleón, aunque preso intenta mantener estilo de vida sin renunciar al protocolo. En una comida en la llanura, con los Balcombe como invitados, el señor Balcombe (Richard Heffer) le habla de las simpatías que despierta su figura a Napoleón. Pero su pequeño círculo se consideran unos prisioneros al tiempo que su emperador y los criados impacientes quisieran cobrar su supuesta herencia. En los murmullos de sus simpatizantes Napoleón se incomoda: «…Todos hablais de partir. Elba no pudo retenerme. Santa Elena tampoco podrá.» El general Gorgaud (Frederic Pierrot) por su parte, intenta elaborar un plan de evasión de la isla para Napoleón, con partidarios en el extranjero, y para ello contactan con el general holandés Van Hogendorp (Bernard Bloch) que se encontraba en 1817 exiliado en Río de Janeiro para que les ayude en el plan de rescate. Tiempo más tarde, Cipriani muere de una úlcera en el estómago y es enterrado.
Años más tarde, Basil Heathcote, ya coronel, se entrevista con el general Gorgaud y este le confiesa el plan de escape urdido para liberar a Napoleón. Gorgaud se hizo expulsar por los ingleses por una presunta desavenencia con Napoleón y para tomar contacto en La Ascensión con Van Hogendorp y sus seguidores para mostrarles el plan de huida, urdido por el propio Napoleón. En el día del cumpleaños del gobernador Lowe se organiza una baile con los oficiales ingleses, franceses y algunos de los habitantes de la isla. Es el día elegido para la fuga. Bertrand se ausenta disimuladamente del baile y avisa a Napoleón que la partida de rescate ha desembarcado en una noche de neblina.
Pero Napoleón rehúsa en último momento escapar y manda avisar a Heathcote para que aprese a «unos bucaneros que han venido a secuestrarme». Los guardias acuden al punto donde se encuentran Van Hogendorp y sus hombres y se entabla la lucha con descargas de fusiles, que hace que estos tengan que volver a embarcar apresuradamente, dejando varios muertos en la playa. Al día siguiente, Lowe interroga a Heathcote, sobre cómo Bonaparte conocía los detalles del desembarco y llega a la conclusión que los Balcombe han ayudado a Napoleón a escapar, por lo que expulsa a la familia de la isla. Betsy y Napoleón se despiden y Heathcote ve partir en barco a los Balcombe con sentimientos encontrados.
Al día siguiente, Lowe va a ver a Napoleón y le pregunta porqué no escapó, pudiéndolo hacer, y porqué le informó del desembarco. Y Napoleón, sumergido en uno de sus baños calientes le responde: «Un hombre que escapa admite que es un prisionero». Luego le propone un trato a Lowe: que sea enterrado en el Sena, después que Napoleón muera en la isla a cambio de una suma de dinero, ya que, como le dice Napoleón, cuando vuelva a Inglaterra el gobierno ni le pagará la pensión, por su papel en su cautiverio.
Napoleón finalmente muere en Santa Elena y su pequeño séquito, ya sin Gorgaud y Albine Montholon, le velan póstumamente. Heathcote sigue con sus pesquisas y finalmente se entrevista con Hudson Lowe, que vive en una mísera habitación en Inglaterra. Convencido que Lowe tiene la clave del paradero del cuerpo de Napoleón, le interroga sobre su supuesto trato con el emperador, a cambio de dinero. En otro de los «flashback» de la película, Napoleón trata de convencer a Lowe de que ponga el cuerpo de Cipriani en lugar del suyo en la tumba, y Heathcote llega a la conclusión que Napoleón ha escapado finalmente de la isla y Cipriani es el que realmente está enterrado en los Inválidos.
REPARTO:
Napoleón: Philippe Torreton
Hudson Lowe: Richard E. Grant
Basil Heathcote: Jay Rodan
Albine de Montholon: Elsa Zilberstein
Marshal Bertrand: Roschdy Zem
Cipriani : Bruno Putzulú
General Montholon: Stéphane Freiss
General Gourgaud: Frédéric Pierrot
Betsy Balcombe: Siobhán Hewlett
Thomas Reade: Peter Sullivan
Dr. O’Meara: Stanley Townsend
Ali: Igor Skreblin
Fanny Bertrand: Blanche de Saint-Phalle
Fuentes:
1 – «Monsieur N» (2003), 120 min., realizada por Antoine de Caunes. Producción: Canal +, France 3 Cinéma, France Télévision Images 2 et alt.