Maties Ramisa Verdaguer, una perspectiva del conflicto en la Cataluña de 1808-14.

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Esta semana contamos con la presencia en «El Rincón de Byron» o mejor dicho las palabras de Maties Ramisa Verdaguer, historiador barcelonés, catedrático de Bachillerato y profesor en la Universidad de Vic, autor de varios libros, escritos y conferencias sobre el periodo de 1808-14 en Cataluña, que ha tenido la amabilidad de atendernos y comentar con nosotros una serie de cuestiones sobre su actividad docente, la Guerra de Independencia en Cataluña a la que ha dedicado parte de su obra en diferentes medios, su visión del tratamiento del conflicto por parte de los historiadores contemporáneos, el papel de la Juntas en Cataluña, la intervención británica en el Levante y Mediterráneo, el papel de los catalanes en las Cortes de Cádiz, así como ese esperado por muchos retorno del Fernando VII al trono español, que retornaría al antiguo régimen absolutista y acabaría con las esperanzas de muchos de un cambio de rumbo en la política española de la época.

Ya sin más preámbulos os dejamos con las palabras de Maties Ramisa y su visión del conflicto de 1808-14 en España, Cataluña y el Mediterráneo.

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ENTREVISTA M. RAMISA

* ¿Qué enseñanzas o consejos podrían darse a los jóvenes historiadores e investigadores que al igual que en tu caso, quieran dedicar su tiempo y energías a escribir e investigar sobre diferentes aspectos de la Guerra de Independencia en Cataluña (o Guerra del Francés), por ejemplo? ¿Qué errores crees que cometiste al acometer tus estudios e investigaciones que crees que se podrían haber evitado?

«Respecto de los consejos, pienso que el primero sería el de tener motivación para el estudio de esta época y encarar el trabajo sin prejuicios previos. Es decir, no ver de entrada «buenos» y «malos», a los que hay que confirmar en su bondad o maldad por medio de una investigación. A veces las escuelas historiográficas predisponen un poco hacia el maniqueísmo, y por ello creo que el joven investigador debería relativizar la información previa recibida sobre el período en cuestión para no estar condicionado por ella.

Por ejemplo, en el tema de la Guerra de la Independencia o Guerra del Francés está claro que hay unos invasores y unos invadidos, pero una vez estás inmerso en ella te das cuenta que, como en todas partes y en todas las épocas, hay buenos y malos a nivel personal en cada bando. Ni todos los franceses son malvados ni todos los guerrilleros patriotas son honrados y virtuosos. Militares como los generales Duhesme o Lechi fueron duros y crueles, pero el mariscal MacDonald y el general Decaen fueron personas correctas e incluso compasivas. Sí que queda claro, de todos modos, que la lógica de conquista militar impuesta por Napoleón era abominable, y con ese telón de fondo nefasto debía actuar la gente.

Otro consejo obvio sería el de intentar comprender a las personas de aquella época partiendo de la mentalidad dominante entonces, y no de los conceptos actuales. Por ejemplo en los aspectos de la religiosidad y el respeto a las jerarquías que imperaban. También me parece recomendable partir de un buen conocimiento bibliográfico del tema y de las fuentes que habrán de manejarse. Si el futuro investigador es orientado respecto de las fuentes o archivos por un historiador veterano experto, mucho mejor.

Yo me acerqué al tema de la guerra de la independencia por el halo romántico que desprendía para mí. Los grabados de guerrilleros y paisanos combatiendo contra los ejércitos imperiales excitaron mi imaginación y me proporcionaron «combustible» para acometer mis investigaciones, que de hecho me ha durado hasta hoy. Pero me faltó una parte del conocimiento bibliográfico necesario y previo -que tuve que completar sobre la marcha- y también alguien que me asesorara sobre las fuentes. Estas dos carencias dificultaron mis investigaciones.»

* ¿Crees que el tratamiento que se le da actualmente a la Guerra de Independencia en Cataluña en la docencia y en los institutos catalanes es el correcto por contenidos y duración frente a otros períodos históricos que se han dado en tierras catalanas? ¿Crees que los jóvenes catalanes están bien informados o conocen todo lo que transcurrió en el Principado entre los años 1808 y 1814?

«Los jóvenes catalanes no están informados en absoluto de lo que sucedió entre 1808 y 1814. En lo que atañe al conocimiento de contenidos históricos concretos, la situación ha ido a peor en las últimas décadas en Cataluña. Veinte años atrás, los currículums de Ciencias Sociales en la ESO y de Historia en el Bachillerato contenían mucha más historia que en la actualidad.

Por ejemplo, en el cuarto de ESO se estudiaba entonces la historia del mundo contemporáneo a partir de finales del siglo XVIII, con un adecuado nivel de concreción. Por lo tanto, el alumno, aunque no llegaba a conocer la guerra de la Independencia en la Península, sí que estudiaba el imperio napoleónico y, dentro de él, una referencia muy breve a la ocupación francesa de España. Tenían un marco de los acontecimientos. Los que seguían estudiando y cursaban el Bachillerato tenían la Historia de España en el segundo curso, de carácter obligatorio, que empezaba precisamente con una visión sucinta del siglo XVIII en Cataluña y en el conjunto de España, y continuaba con los temas de la Guerra del Francés, las Cortes de Cádiz y la restauración del absolutismo. Y más importante aún, estos temas estaban incluidos en la prueba de Selectividad.

Además, los alumnos de Bachillerato podían cursar la asignatura optativa de Historia del Mundo Contemporáneo en el primer curso, donde se profundizaban los conocimientos adquiridos en el cuarto de ESO sobre la revolución francesa y el imperio napoleónico.

Esta estructura curricular fue cambiando desde finales de la primera década del siglo XXI. La Historia de segundo de bachillerato, la única que se ocupaba del período de 1808 a 1814 en toda la etapa de la ESO y del Bachillerato, perdió casi todo su contenido del siglo XIX, ya que se decidió que en la prueba de Selectividad tan solo se exigiría la materia a partir de la Restauración de 1875. Por lo tanto, el período decimonónico anterior se trataba en pocos días a principios de curso, como una simple introducción. Y en ella, con suerte, se hacía una breve alusión a la guerra de la Independencia.

Este es el currículum de Historia de segundo de bachillerato que se ha mantenido hasta ahora en Cataluña, y que creo que perdurará hasta 2023, momento en que debería cambiar por otro a causa de la nueva Ley de Educación, ignoro con qué contenidos. Es decir, desde hace muchos años no se estudia con cierto rigor, en los institutos Cataluña, la historia del país anterior a 1875.

Por lo que respecta al cuarto curso de ESO, continua hoy vigente la historia del mundo contemporáneo, cuyo contenido en historia ha quedado algo descafeinado por la introducción de otros conceptos interdisciplinares (dimensión cultural y artística, dimensión ciudadana) y procedimentales. Si bien en el temario se alude a aspectos de la historia de Cataluña y del conjunto de España (siglo XVIII, revolución industrial, catalanismo y su evolución, II república, guerra civil y franquismo) es difícil que puedan tratarse correctamente dada la extensión del programa. Y en cambio, desaparece cualquier mención específica a la Revolución Francesa y al imperio napoleónico, englobados en un genérico «liberalismo y revoluciones burguesas».

En conclusión y respondiendo a la primera parte de la pregunta, el tratamiento que se da a la guerra de la Independencia en Cataluña en la enseñanza secundaria es sencillamente inexistente, como buena parte de la historia del país anterior al siglo XX. Por ejemplo, en el tercer curso de la ESO, la historia de España y de Cataluña de la Edad Moderna se engloba en este solo epígrafe: «Formación y evolución de la monarquía hispánica. Cataluña dentro de la monarquía de los Austria: permanencia de las instituciones y conflicto político».»

* En tu opinión, ¿qué diferencias más significativas has encontrado en el tratamiento de los historiadores franceses (e ingleses, si es el caso) y españoles del siglo XIX que consultaste o tuviste acceso en tus investigaciones, sobre el tratamiento de la Guerra de Independencia en Cataluña (o Guerra del Francés) en general? ¿Crees que los historiadores contemporáneos de esos mismos países han variado su visión de lo que fue el conflicto, o aún arrastramos los “vicios” o malas interpretaciones de épocas pasadas?

«Como otros grandes acontecimientos históricos, con el paso del tiempo la guerra de la Independencia ha ido perdiendo a ojos de los historiadores sus aristas más marcadas de tipo religioso, político o mítico. La lejanía ha permitido a los estudiosos ir variando el enfoque para situarse en un terreno más desapasionado con el fin de intentar ganar en objetividad. En palabras de Jean-René Aymes, ha existido un proceso de «desheroización». Eso no significa que no siga habiendo algunas importantes divergencias entre los historiadores.

En el ámbito de las causas de la guerra y de la resistencia anti-francesa, la idea que la población luchaba por los grandes principios de monarquía, religión y patria ha perdido terreno frente al concepto de pelea por los intereses más cercanos de la gente, como la familia, los medios de vida y el territorio próximo. Eso no quiere decir que no se valoren también los primeros. Por otra parte, la invasión napoleónica externa perpetrada con alevosía como factor principal y evidente del conflicto, que nos transmitieron los historiadores decimonónicos, fue impugnada por una corriente historiográfica del siglo XX en favor de una interpretación que privilegiaba la crisis interna de la época de Carlos IV y Godoy como factor desencadenante. Hoy día parece haberse vuelto implícitamente a los primeros planteamientos de resistencia a la invasión externa y de deseo de independencia.

En Cataluña, el combate de la población en favor de la independencia española que valoraban los grandes historiadores catalanes del siglo XIX, como Bofarull y Blanch, fue matizado por otros autores a partir del surgimiento del catalanismo político, que no se encontraba cómodo con aquellos planteamientos. Pero actualmente la historiografía catalana continua remarcando la oposición en Cataluña a las tropas imperiales al lado del conjunto de España, por medio de la tesis del «doble patriotismo». Además, ha quedado claro a partir de todas las fuentes que la resistencia patriótica en Cataluña fue superior a la de otras regiones españolas.

Un factor de consenso en la historiografía es la consideración de que la guerra de Independencia fue clave en la fundamentación de la identidad nacional española, iniciada en las Cortes de Cádiz y afianzada con muchas dificultades a lo largo del siglo XIX.

Dos «mitos» transferidos también por los historiadores decimonónicos han sido revisados por la historiografía actual, a mi juicio correctamente. De un lado, el del alzamiento masivo y unánime del pueblo contra la invasión francesa; se ha comprobado que la realidad no era tan heroica, que hubo mucha deserción en las filas españolas y mucha reluctancia de la gente común y de los privilegiados a pagar los impuestos, las requisiciones y los préstamos forzados.

De otro lado, tampoco se admite sin matizaciones severas el papel patriótico y militar de la guerrilla, que a menudo caía en la extorsión y el bandidaje sobre la misma población que proclamaba defender. En cambio, en su lugar existe una cierta revalorización del papel del ejército regular.

Las Juntas fueron esenciales para llenar el vacío de poder a partir de 1808 y alcanzaron una gran representación popular, pero hoy en día también se destacan sus defectos: rencillas entre ellas y con los militares, ineficiencia e intromisión inadecuada en las cuestiones bélicas y estratégicas. A ello se refiere una frase de la época, la «funesta manía de dar batallas».

La consideración de los afrancesados como traidores ha dado paso a una evaluación más humana de ese fenómeno, que elimina el componente de culpabilidad de estas personas y que en algunos autores llega a una valoración francamente positiva de los colaboracionistas. En Cataluña es el caso del afrancesado ampurdanés Tomás Puig.

Pocos historiadores franceses se han sentido atraídos por el estudio de la invasión napoleónica en la península, quizás por razones obvias. En cambio, hemos podido aprovechar multitud de Memorias escritas por militares napoleónicos que han arrojado mucha luz sobre la contienda. Entre los historiadores galos que han trabajado en la guerra de Independencia española -y específicamente en Cataluña- cabe destacar a Conard, Desdevises, Michonneau y Aymes. Todos ellos han realizado una labor muy laudable, los dos primeros en la vertiente positivista y documental a principios del siglo XX, y los dos restantes en perspectivas más sociológicas y culturales.

Por lo que se refiere a los historiadores anglosajones, su aportación a la Peninsular War ha sido muy considerable. Van desde las gigantescas obras decimonónicas de Napier, Oman y Fortescue, a las modernas visiones de Lovett, Glover, Esdaile y Lipscombe. Los primeros hacen hincapié en el considerable esfuerzo británico en España, poco secundado por un país primitivo y desorganizado, que contaba con un ejército desastroso y una población poco laboriosa y atada a la religión. No distinguen entre España y Cataluña, excepto por una mayor resistencia antinapoleónica y consistencia social en esta última. Oman es más comprensivo con la situación española.

Del segundo grupo de historiadores destaca el prolífico Esdaile, que ha presentado abundantes propuestas revisionistas sobre la guerra de la Independencia. Insiste también en el desorden y la ineficacia del ejército español, y en el decisivo papel de Wellington en la derrota francesa. Pero además considera que el levantamiento popular en masa a favor del lema Dios, Patria y Rey es poco más que una invención, y que las realizaciones atribuidas a la guerrilla son un mito. Quizás su planteamiento más polémico es la afirmación de que la guerra de la Independencia en España influyó poco en la derrota final de Napoleón, una tesis que contradice el pensamiento de casi todo el conjunto de la historiografía.»

* El papel de las Juntas, con sus diferentes subdivisiones en las diversas provincias, fue singular en términos de autoridad política y organización -con muchas veces pocos medios (y dinero)- del esfuerzo para la guerra. En el caso de sus relaciones con la rama militar, ¿su impacto podríamos considerarlo un elemento más negativo que positivo teniendo en cuenta que entre 1808 y 1814 se sucedieron hasta 17 capitanes generales en Cataluña?

«Las Juntas fueron vitales para salvar el vacío de poder que se produjo al principio de la guerra, después de la abdicación de los monarcas españoles, y continuaron siéndolo durante buena parte del conflicto para organizar la parte política y económica del país, en un ambiente de gran desarticulación administrativa provocado por la invasión. Fueron decisivas también para allegar recursos y hombres para la guerra.

Pero el poder de las Juntas tuvo también su lado negativo. La falta de cooperación entre ellas a nivel provincial fue bastante escandaloso. Por ejemplo, la Junta de Valencia ayudó muy poco a Cataluña y Aragón en la lucha que estas dos últimas provincias libraban contra los napoleónicos desde el primer día. Hay que tener en cuenta que Valencia no fue invadida hasta finales de 1811, y por lo tanto tenía hasta esta fecha buena parte de sus recursos intactos.

Otro factor perjudicial fue la incapacidad de coordinar los diversos ejércitos españoles hasta que el mando supremo fue otorgado a Wellington a finales de 1812, debido en buena parte al hecho de que cada región hacía bastante la guerra por su cuenta. Por lo que se refiere a Cataluña, las relaciones entre el poder civil de la Junta y el militar del capitán general fueron casi siempre tensas y abocaron a crisis frecuentes. Ello explica el continuo cambio del alto mando militar en el Principado.

Las tensiones en Cataluña se produjeron a causa del aprovisionamiento del ejército y del reclutamiento de soldados, que dependían hasta 1812 en última instancia de la Junta Superior. También fueron debidas a las intromisiones que practicaba la Junta en los temas militares, apoyada por la opinión pública del Principado, defendiendo siempre la táctica de batallas campales contra el enemigo, que se revelaron funestas desde el principio.

Con ello no pretendo exculpar a los oficiales del ejército, a menudo poco preparados y poco motivados, e inclinados al caudillismo; pero hay que decir que la junta catalana y la élite civil que la respaldaba tuvieron una parte de responsabilidad en las derrotas militares, tanto por la estrategia que preconizaban como por su ineficacia en proveer de hombres y recursos suficientes a los militares, y por el notable hostigamiento que les procuraban.

De todos modos, en el ambiente de desarticulación administrativa y política de España provocado por la invasión napoleónica, que tuvo su reflejo ampliado en Cataluña, la pugna y rivalidad entre los diferentes poderes era una situación previsible, que los ingleses contemplaron atónitos cuando desembarcaron en la Península para ayudar en la resistencia.»

* El papel de los generales de los ejércitos españoles de la época salvo honrosas excepciones, no dejó de ser bastante discreto, cuando no claramente deficiente. ¿Crees que la historia ha sido justa con ellos? ¿Podrían haber hecho más de lo que hicieron con el material humano y bélico de que disponían?

«Los generales españoles fueron de una categoría mediocre con contadas excepciones. Entre los que actuaron en Cataluña solo pueden salvarse parcialmente Enrique O’Donnell, Luis Lacy, Pedro Sarsfield y el barón de Eroles. Todos estos hombres tuvieron, cada uno a su estilo, coraje, visión militar y liderazgo con las tropas. El primero, además, fue muy bien valorado por los ingleses en los primeros años de la guerra.

Pero incluso estos militares empañaron su trayectoria en el transcurso del conflicto. El carácter inconstante y pasional de O’Donnell le llevó a abandonar el ejército de Cataluña en dos ocasiones; Lacy evolucionó hacia el pretorianismo y el despotismo en 1812, hasta que fue destituido por la Regencia. Sarsfield y Eroles fueron buenos militares, pero se hallaban en un segundo plano.

Los demás que pasaron por la capitanía general de Cataluña quedaron por debajo de las expectativas: el Marqués de Palacio, lento y aficionado al ceremonial; Vives, anciano y carente de habilidades militares; Blake, aparentemente el más académico pero que fracasaba casi siempre en el campo de batalla; el marqués de Campoverde, aupado por un grupo radical en Tarragona y pronto desbordado por los acontecimientos; y Copons, un militar profesional aunque desprovisto de carisma y empuje.

¿Podían haber hecho más de lo que hicieron? Creo que un poco sí, pero no mucho más. Las unidades que mandaban Sarsfield y Eroles, O’Donnell y Lacy eran algo más disciplinadas y eficientes que la media, lo cual significa que se podía mejorar el material bélico y humano puesto a su disposición. Pero había unos vicios de base que eran muy difíciles de subsanar: mala calidad y falta de formación de los oficiales intermedios, que eran incapaces de disciplinar y dirigir las tropas;  tendencia de estas a la indisciplina y a la deserción, en buena parte porque no confiaban en sus mandos; y propensión a la desbandada de tropas y oficiales frente a una embestida del ejército napoleónico.

El ejército español, en otros tiempos brillante y disciplinado, empeoró claramente durante la guerra de la Independencia a causa del desorden y desorganización general, la falta de adiestramiento de las tropas, la improvisación en la creación de unidades y en la obtención de los oficiales, la intervención popular en la guerra y la falta de un mando único, entre otras cosas. En este ambiente, los generales se quemaban pronto, debido a los fracasos militares.

Pienso que la historia ha sido justa con estos militares de categoría regular, muchos de los cuales al terminar la guerra se integraron en la cainita política de aquellos años, que les proporcionó casi siempre escasos éxitos y muchos sinsabores. Aunque uno pueda sentir pena por sus trayectorias humanas.»

* El papel de la guerrilla en Cataluña, al igual que se dio en el resto de España, un movimiento local e irregular de resistencia contra el invasor, ¿crees que tenía las mismas características o difería de las que se dieron en el resto de España? ¿Entraría en el terreno de lo anecdótico que la guerrilla diera tan buenos frutos en algunas acciones campales de la guerra contra la Convención (la denominada Guerra Gran en Cataluña) y en cambio su aportación en las batallas campales de la Guerra en Cataluña fue meramente anecdótica, cuando no muy discreta o directamente negativa?

«La aportación de la guerrilla durante la guerra de la Independencia española ha tenido un gran predicamento en el recuerdo de aquella época y en la historiografía. Pienso que se la ha mitificado en exceso, seguramente a causa de la oleada de revoluciones liberales del siglo XIX. De hecho, creo que tuvo más importancia como instrumento ideológico y político que como herramienta militar.

En todas partes, por ejemplo en Cataluña, la guerrilla sirvió para frenar las posibilidades de componendas con los ocupantes franceses, para perseguir a los colaboracionistas y para castigar a los pueblos que pagaban impuestos a los napoleónicos. También buscaba a los evadidos a territorio imperial para escapar de la quinta, e impulsaba la cohesión nacional frente a los invasores. Es decir, ejercía de «policía patriótica».

En el terreno estrictamente militar, en cambio, su contribución fue bastante menor. Hay que valorar el clima de desgaste y a veces de terror que expandieron los guerrilleros entre los soldados y oficiales napoleónicos, que se refleja mucho en la correspondencia de estos últimos. Pero casi no participaron en las batallas campales, no era su terreno. De entre los generales franceses, Suchet fue el único que supo implantar un sistema efectivo de contrainsurgencia.

En Cataluña los guerrilleros y sus jefes fueron ya entonces adorados y mitificados por la población, que a menudo los contraponía ventajosamente a los oficiales del ejército regular. De ello se valió, por ejemplo, Francisco Milans del Bosch, que se creó una facción favorable para oponerse a las órdenes del capitán general marqués de Campoverde. En cambio, las autoridades civiles del Principado eran unánimes en el rechazo a los somatenes, miqueletes y guerrilleros por su indisciplina y altos costes de mantenimiento.

Y es que, con el paso del tiempo, los defectos de la guerrilla se hicieron cada vez más evidentes. Habían sido útiles para hostilizar a los bonapartistas y entorpecer sus comunicaciones, pero en 1812, cuando el ejército de Wellington pasó a la ofensiva definitiva y los contingentes españoles habían recuperado terreno, los grupos guerrilleros eran ya más un lastre que algo útil para los aliados. Muchos de ellos bordeaban el bandolerismo e imponían severas cargas sobre la población, y fueron absorbidos o eliminados. Es lo que realizó el capitán general Luis Lacy en Cataluña, aunque se enfrentó a una fuerte oposición de los contrarios a una militarización total, entre los que había una parte de las fuerzas vivas del territorio.

La tendencia actual de la historiografía es la de rebajar la valoración de la guerrilla y realzar algo la aportación del ejército regular. Es el caso de historiadores como Antonio Moliner y Charles Esdaile.

Este último es bastante radical y considera un mito las realizaciones atribuidas a la guerrilla durante la guerra de la Independencia.

Si bien la cuestión es algo compleja, porque no se puede contraponer de forma nítida la guerrilla y el ejército regular. Los oficiales -por ejemplo en Cataluña- mandaban contingentes de los dos tipos al mismo tiempo, que compartían el aprovisionamiento. En general, las guerrillas estaban bajo supervisión militar. Además, los mejores líderes surgidos de la guerrilla escalaban con rapidez el escalafón militar. Este fue el caso del barón de Eroles y de José Manso. Es decir, había una imbricación entre guerrilla y ejército que no se puede obviar.

Creo que la guerrilla que actuó en Cataluña fue bastante similar a la del resto de España. Quizás la  diferencia fue que en el Principado se movilizaron también cuerpos tradicionales como los Sometents y los Miquelets, que se conducían a nivel militar al estilo guerrillero. De otro lado, no tengo referencias de la supuesta eficacia de la guerrilla durante la Guerra Gran en las operaciones militares españolas en la zona pirenaica.

Al contrario, lo poco que conozco de aquellas campañas me suena a lo que se produjo después de 1808: dificultades del reclutamiento en Cataluña, falta de recursos, escasez de tropas regulares y de voluntarios, inoperancia de los somatenes, fracaso en la creación de un gran cuerpo de migueletes -de los 20.000 previstos solamente se consiguieron 13.000- e importancia de la deserción. Al principio los españoles tuvieron éxito gracias a la buena dirección del general Ricardos y el efecto sorpresa.»

* Con el fenómeno de los afrancesados o partidarios del gobierno de José I, en alguna conferencia has comentado que fue minoritaria y algunas veces más por mero interés más que por pura convicción ideológica. ¿No crees que Cataluña al estar más próxima geográficamente con las ideas de la Revolución que otras partes de España, éstas tendrían que haber tenido un impacto más significativo entre sus élites y su burguesía, o los prejuicios contra las ideas revolucionarias y el conservadurismo pesaban más en la sociedad catalana de la época? 

«Los afrancesados de convicción fueron siempre una pequeña minoría en Cataluña, lo cual no quiere decir que las tendencias liberales no comenzaran a expandirse entre las élites de las ciudades y la población urbana. No se puede confundir liberalismo con afrancesamiento. La sociedad catalana de la época rechazó mayoritariamente las extralimitaciones radicales de la revolución francesa de la época de Robespierre y después también repudió el dominio feroz de Napoleón.

Pero el liberalismo moderado se iba abriendo paso en los grupos dirigentes, y un liberalismo más radical se instalaba en grupos todavía muy pequeños de las ciudades que no tenían aún capacidad política. La mentalidad seguía siendo muy teñida por la religión. Durante la guerra predominó entre los dirigentes del Principado un pensamiento conservador y reformista, partidario de mantener el statu quo aunque introduciendo reformas: limitar el poder del rey, restablecer unas Cortes al estilo tradicional, mejorar el sistema fiscal y la economía, potenciar la instrucción de los jóvenes, implantar el proteccionismo, modernizar la aplicación de la justicia y de la administración pública, etc. Esto equivalía poco más o menos al posterior liberalismo moderado. Brotes de radicalismo aparecieron en los primeros años de la guerra, pero no tuvieron demasiado eco entre los habitantes. Y la población rural continuaba siendo de ideología absolutista.

Pero una cosa eran estas ideas de reforma en sentido liberal -probablemente imitadas de Francia- y otra muy distinta la adhesión a la ocupación bonapartista, que era lo que significaba el afrancesamiento. La conformidad con el dominio de Napoleón encontró pocos partidarios. Hubo algunos entre los funcionarios y los juristas, como el ampurdanés Tomás Puig, movidos por la idea que el emperador modernizaría la decadente España borbónica, o simplemente por el deseo de mantener el cargo y aspirar a más, o por la creencia que se situaban en el bando ganador. Los colaboradores voluntarios con las tropas francesas fueron pocos, si bien muchas personas fueron obligadas a cooperar bajo amenazas cuando los soldados imperiales entraban en una localidad.

Es decir, en la parte urbana de Cataluña estaba penetrando el pensamiento liberal originario de Francia, pero la gran mayoría de los habitantes se oponían al dominio del estado francés no solo por razones ideológicas, sino también por el resentimiento acumulado en los últimos siglos contra las agresiones galas, y también porque la influencia del país vecino perjudicaba la economía catalana. Esto último ocurría por dos vías: la entrada masiva de negociantes y de productos franceses, y el entorpecimiento del comercio con las colonias americanas.»

* Estudiosos como Antonio Grajal de Blas se han dedicado a cuantificar estadísticamente las bajas de oficiales imperiales en toda la península, en los numerosos combates que se sucedieron. En la primera clasificación que tuvo por territorios, el primer lugar lo ocupaba Cataluña con unos 1.950 oficiales napoleónicos muertos y heridos, teniendo esta cifra más importancia todavía por haber actuado en este territorio las tropas aliadas (británicas) de manera bastante puntual y localizada. ¿La sociedad catalana se implicó más o con más medios en la lucha contra el invasor que en otros lugares de España o cabrían otras explicaciones?

«Todas las fuentes (españolas, francesas, británicas) hablan de una superior implicación de Cataluña en la lucha contra el francés durante la guerra de Independencia respecto a otras regiones españolas.  Los militares franceses hablan de ello, así como los ingleses, empezando por el mismo Wellington. El contraste de la resistencia en el Principado con la que hubo en Andalucía o Valencia lo deja bastante claro.

¿A qué fue debida esta resistencia mayor? Pienso que el sentimiento antifrancés estaba más extendido en las regiones fronterizas que en otras que habían padecido menos las incursiones galas en los siglos anteriores. Cuando los británicos aluden a las regiones de la península que luchan con más vigor contra los napoleónicos citan a Navarra, Aragón y Cataluña, y seguramente no es casualidad.

Otra probable causa de la resistencia catalana radica en el perjuicio económico que provocó el dominio francés, tal como he citado en la respuesta anterior. Desde la mitad del siglo XVIII el comercio catalán con las colonias americanas de España era pujante y había contribuido mucho a la mejora económica de la provincia, que en aquella época todo el mundo admitía. El entorpecimiento de este lucrativo negocio y la presencia creciente en Barcelona de mercaderes galos, que dominaron  las transacciones de la ciudad durante la guerra, contribuyó sin duda al posicionamiento de las élites barcelonesas contra la ocupación. De hecho, la ciudad de Barcelona se vació de habitantes cuando fue sometida por las huestes del general Duhesme.

Por último, creo que la resistencia catalana se debió también al grado superior de organización y de cohesión social existente en Cataluña. Las élites y el pueblo se hallaban más trabados y mejor coordinados que en otras partes, y los dirigentes parecían más activos. La Junta Superior de Cataluña era respetada y en su seno se representaba a todos los corregimientos. El Principado fue la única región española donde tuvieron lugar varios Congresos Provinciales con el fin de allegar hombres y recursos para la lucha.

Los catalanes lucharon, sí, pero de forma algo desorganizada, a su aire, tal como venían haciendo desde siempre. Rehusaron tanto como pudieron la integración al ejército regular y, al igual que en el resto de España, sus combatientes carecían del suficiente adiestramiento y disciplina. Además, les faltó en general una buena dirección militar, todo lo cual provocó que la efectividad de su esfuerzo fuera discreto. De ello se quejaban los ingleses.»

* La lucha contra las tropas imperiales no solo se daba en el campo de batalla, y se elaboraron diferentes periódicos en Barcelona, Gerona, Tarragona, Vich (en esta última señalabas que incluso se llegaron a imprimir dos periódicos de diferentes tendencias…). ¿Era fluida la transmisión de los sucesos de una punta a otra de España, a pesar de la ocupación imperial?  ¿Crees que el papel de los periódicos en la sociedad y en el conflicto fue similar al actual, aunque el valor informativo fuera en ocasiones menor que el esperado valor propagandístico?

«Aunque la prensa periódica existía con anterioridad, durante la guerra de la Independencia hubo una explosión de publicaciones en toda España, a causa del ansia de la población por conocer qué estaba pasando y más tarde para averiguar la evolución del conflicto; dicho impulso informativo también fue posible debido al ambiente de libertad que se respiraba con la caída de la monarquía absoluta. En noviembre de 1810 las Cortes de Cádiz emitieron un decreto sobre libertad de imprenta que amplió en gran medida las posibilidades informativas y de opinión, aunque siguieron existiendo las juntas de censura.

Una parte de las Gacetas que se publicaban eran meramente informativas, y a veces se limitaban a reproducir comunicados gubernamentales o escritos de otros periódicos. Fue el caso de la Gaceta de la Junta Superior de Cataluña. Pero pronto surgieron periódicos que incorporaban opinión en sus contenidos, y que fueron muy numerosos en las capitales importantes como Cádiz y Palma de Mallorca, las dos llenas de refugiados.

Pero incluso en ciudades más modestas como Vic y Manresa se crearon pequeños y efímeros periódicos que reseñaban los últimos sucesos y contenían juicios de valor y pensamientos políticos, ávidamente consumidos por un público lector ilustrado. A partir de 1812, con la ampliación del foso ideológico entre conservadores y liberales, la efervescencia en la prensa aumentó mucho.

Información y propaganda eran vehiculadas al unísono por la prensa de entonces, lo mismo que ahora, aunque hay que tener en cuenta la escala de cada época. En aquel tiempo los periódicos solían tener un único redactor, y su capacidad para captar las noticias era mínima. Solían reproducir los comunicados militares o copiar a otros medios de las capitales, incluso el Moniteur de París.

Las dificultades para transmitir la información y la correspondencia de un lado a otro del país eran máximas. El correo marítimo era el medio más rápido, aunque el servicio era irregular. Los británicos tenían pequeñas corbetas y bergantines que realizaban esta función en el Mediterráneo para uso propio, y los españoles disponían asimismo de barcos con algún armamento que se desplazaban regularmente de Cataluña hasta Cádiz y viceversa, repartiendo los paquetes de correspondencia y los papeles informativos por el litoral. De esta manera, las noticias tardaban entre algunos días y dos semanas en conocerse.

Pero por el interior las cartas y las novedades se demoraban mucho más. Los controles militares, los obstáculos, la destrucción y el bandolerismo dificultaban el tránsito. Arthur Wellesley se informaba de los acontecimientos de la costa mediterránea un mes después de sucedidos, si no más. Dentro del Principado las informaciones viajaban a mayor velocidad en la parte patriota, vehiculadas a veces por un sistema de señales luminosas emitidas de un promontorio a otro del terreno. Pero las unidades napoleónicas podían estar varios meses incomunicadas, sin contacto alguno con sus mandos superiores.»

* En tus trabajos has tratado la figura del comodoro Edward Codrington, que al igual que otros británicos como el capitán Cochrane o el almirante Pellew, adquirieron fama durante la guerra marítima en el Levante y Cataluña. La Royal Navy bloqueaba Barcelona, atacaba los corsarios franceses y los escasos intentos de avituallar a las tropas imperiales por mar que se dieron, al tiempo que ayudaban en dar golpes de mano con las tropas patriotas o simplemente transportándolas de un lugar a otro de la costa. Como un observador exterior, parece que la relación fue mucho más fluida y fructífera que la que se daba en el frente occidental con las tropas anglo-portuguesas de Wellington, muchas veces truncada por los recelos, desconfianzas y los agravios. ¿La política mediterránea de Gran Bretaña durante la Guerra Peninsular fue diferente aquí que en el resto del territorio español o no difirió en absoluto?

«La política mediterránea de Gran Bretaña durante la guerra peninsular se basó en asegurarse el control del mar por medio de la Royal Navy y en eliminar del todo la navegación francesa y de los países satélites de Bonaparte. En un principio contó con dos bases importantes, Malta y Sicilia, y por descontado con el enclave de Gibraltar. A partir del estallido de la insurrección española, se añadió la base de Mahón, un punto perfecto para vigilar todo el Mediterráneo occidental y bloquear la escuadra francesa en Tolón.

El gobierno de Londres apostó con decisión por ayudar a España y Portugal, y mantuvo este apoyo durante toda la guerra. No hubo diferencias en ese sentido entre la parte mediterránea y la parte atlántica de la Península, excepto por el hecho que esta última contó con el cuerpo expedicionario de Wellington, y la parte oriental solamente con los buques de la Navy hasta 1812.

Es decir, los ejércitos españoles de la zona mediterránea no tuvieron ayuda terrestre inglesa hasta que en el verano de 1812 llegó el cuerpo expedicionario anglo-siciliano. Pero la asistencia que prestó la flota británica fue importante, y sin ella difícilmente se hubiera podido sostener la lucha. Los navíos ingleses aportaban todo tipo de suministros, dinero, armamento, vestuario y municiones, trasladaban de una parte a otra del litoral las tropas españolas, ayudaban en los asedios de las plazas costeras -como Rosas y Tarragona-, bombardeaban las columnas francesas que transitaban por el litoral, cooperaban en operaciones militares en coordinación con los patriotas -como en la toma de las islas Medas y de Palamós, y en ataques para recuperar Tarragona-, y daban información relevante.

En tierra, y junto al cuartel general de cada zona, había los military agents, oficiales de enlace dependientes del embajador británico en Cádiz, Henry Wellesley, y posteriormente de su hermano Arthur Wellesley, duque de Wellington. Estos militares coordinaban la ayuda británica para cada provincia de las vertientes norteña y oriental de España, y asesoraban al capitán general español. Algunos de ellos incluso crearon y mandaron sus propias divisiones, formadas por soldados españoles y desertores napoleónicos. Entre los military agents hay que destacar a Doyle, Whittingham y Roche.

La llegada de la expedición anglo siciliana a Alicante en 1812 no cambió mucho el estado de las cosas. Había generado muchas expectativas, especialmente en Cataluña, pero no respondió a ellas en absoluto. La gestión de este cuerpo, dependiente del gobernador inglés de Sicilia, Lord Bentinck, fue bastante calamitosa -tuvo seis o siete generales en jefe en menos de dos años- y en su composición había pocos soldados británicos.

No fue capaz de empujar a Suchet hacia el Norte ni de recuperar Tarragona. Lo único realmente positivo que conllevó la existencia de la expedición fue que obligó a Suchet a permanecer en Valencia con todas sus tropas, sin poder destacar contingentes que frenaran el avance de Wellington por el oeste. De otro lado y como es natural, también hubo tensiones entre ingleses y españoles en esta parte mediterránea de la península, entre las que destacaron el intervencionismo del comodoro Codrington en la gobernación de Cataluña, y el de los almirantes ingleses en las Baleares. De todos modos, británicos y españoles se vieron obligados a colaborar hasta el fin de la guerra, no tenían alternativa.»

* La labor legislativa de las Cortes de Cádiz fue enorme, en la que algunas decenas de diputados catalanes también estuvieron presentes, e incluso llegaron a estar presididas en su momento por un catalán, Ramón Lázaro de Dou y de Bassols. ¿Cádiz fue el primer intento serio de modernizar (y unificar) un país que arrastraba la losa de las estructuras del Antiguo Régimen? ¿Se puede decir que los diputados catalanes obtuvieron una lectura positiva de lo allí acordado para sus intereses en Cataluña y para con el resto de España? 

«En principio se puede contestar que sí a las dos preguntas. Cádiz fue el primer intento serio de modernizar y unificar España, y los diputados catalanes obtuvieron una lectura positiva de lo acordado allí. El primer cometido -modernizar el país y superar el Antiguo Régimen- lo emprendieron los diputados de Cádiz con entusiasmo, y en poco tiempo sentaron las bases legislativas del desmantelamiento del absolutismo y del feudalismo anterior.

Al comienzo, el ambiente en las Cortes era de consenso. La guerra golpeaba fuerte y eran necesarias las reformas. Los liberales se pusieron a la cabeza, ayudados por el ambiente especial de Cádiz, y lideraron la adopción de medidas muy avanzadas para la época, que no fueron matizadas por una segunda cámara, porque no existía. Pronto se evidenció otro sesgo acentuado de las Cortes: el poder legislativo dominaba por completo todo el sistema, sobre todo al ejecutivo, que no tenía la suficiente autonomía para actuar. Así que la Regencia -el poder ejecutivo- fue relevado al gusto del Parlamento, con consecuencias no siempre positivas para la gobernanza.

En marzo de 1812 se promulgó la Constitución, el resultado más importante de las Cortes. Los británicos la conceptuaron de demasiado ideológica y difícilmente aplicable, y tuvieron razón. Ya en aquellos momentos el consenso entre los diputados había desaparecido y se imponía el sectarismo. Los grupos conservador y absolutista se vieron excluidos de la carta magna y organizaron una fuerte oposición a la misma. La mayoría de los diputados catalanes se inclinó por un conservadurismo reformista. De aquí a las guerras civiles del siglo XIX había solo un paso.

Es decir, en mi opinión las Cortes de Cádiz fueron el primer intento de superar el Antiguo Régimen y modernizar el país, pero lo hicieron sin buscar el consenso y desde una perspectiva partidista que llevó al enfrentamiento. Además, el articulado de Cádiz era difícil de aplicar, como lo demuestra que los mismos liberales progresistas renunciaron a reimplantar esta Constitución décadas más tarde. Tampoco el sector conservador -los liberales moderados del futuro- buscaron demasiado el consenso cuando gobernaron. Ello implicó que, en un país donde el poder civil de la clase media era frágil, llenara el hueco el ejército, y la inestabilidad política fuera la norma.

De todos modos, a principios de 1814 los diputados catalanes, en sintonía con la élite del Principado, todavía hacían una lectura positiva del sistema liberal que regía en España desde 1812, ya que prometía el proteccionismo y una cierta rebaja de impuestos para la región, dos cuestiones muy valoradas. Además, las élites catalanas aceptaban el estado unitario y renunciaban a los antiguos fueros. Aunque en aquellos momentos la realidad existente era la bancarrota económica, el caos fiscal debido a la falta de previsión de los liberales al implantar la «contribución única», y la imposición de la constitución a la fuerza en muchos lugares, a causa de la resistencia conservadora.»

* Para finalizar nuestra entrevista, una vez entrado Fernando VII otra vez en España por Cataluña, con la ciudad de Barcelona aún en poder de los franceses, su comitiva tuvo un recibimiento multitudinario por donde pasaba, como se dice el verdadero retorno del hijo pródigo. Luego vendría la restauración de la política absolutista del Antiguo Régimen, la Inquisición, y la persecución de muchas ideas por las que muchos habían luchado y dado la vida en su nombre. ¿Cuál fue la política de Fernando VII con respecto a Cataluña una vez reinstaurado el monarca en el poder? ¿El no haber tenido la visión de adoptar una política un poco más liberal o aperturista entonces, ha lastrado la política y sociedad españolas durante estos últimos doscientos años? ¿Fue, históricamente hablando, una oportunidad perdida?

«El retorno de Fernando VII en marzo de 1814 fue aclamado mayoritariamente por las masas después de seis años de una guerra dura y destructiva. La gente quería volver a la normalidad y veían en el monarca la personificación de una nueva vida libre de la pesadilla que habían vivido. Por eso lo llamaban «El Deseado». Pero la ilusión no duró mucho. A los pocos meses ya se percibía un ambiente enrarecido y el deterioro de la imagen del rey.

El brusco retorno al absolutismo no fue una buena solución ni para la economía ni para la política. Gran Bretaña dominaba entonces el tablero europeo, y Henry Wellesley ya había advertido al rey que era mejor que cumpliese la promesa que había hecho en su primera proclama de mayo de reunir Cortes estamentales, y le reclamó además que liberara algunos presos políticos liberales. Pero Fernando se enrocó en su gobierno despótico e incompetente, que agravó los problemas económicos del país y fue incapaz de sacar alguna tajada del Congreso de Viena.

Hay que decir que Fernando tampoco tenía una situación fácil. La rebelión de las colonias de América absorbía las energías del país y le impedía recibir las remesas de antaño, la situación en España se había polarizado de manera inusitada después de la Constitución de 1812, la economía estaba en bancarrota a causa de la guerra, e Inglaterra se negaba a conceder nuevos préstamos. Pero un gobierno más templado y con cierto diálogo con los liberales -por medio de una reunión de las Cortes tradicionales o por otros sistemas, aprovechando el prestigio que tenía la monarquía- hubiera sido sin duda un bálsamo para el país y hubiera sido más aceptado por el conjunto de las élites y por las potencias europeas.

Nada de eso se produjo, y empezó la nefasta dinámica de los pronunciamientos militares, que perduró durante buena parte del siglo XIX; a esto se añadió la problemática de la sucesión, que ahondó en las diferencias y provocó tres guerras civiles. Quizás por todo ello pueda hablarse de «oportunidad perdida» durante el reinado de Fernando, aunque por descontado nunca sabremos lo que habría sucedido si hubiera actuado de otro modo.

Cataluña comenzó a pesar mucho desde entonces en la política española gracias a su desarrollo económico -que el conflicto paralizó durante más de dos décadas- y también por las turbulencias políticas. En este último aspecto, hay que señalar que los extremismos se incrustaron ya en aquellos tiempos en el Principado y dificultaron mucho la gobernabilidad del mismo durante todo el ochocientos.

Por un lado, un potente grupo de realistas provocó disturbios en 1822 y en 1827, motivo por el cual el mismo rey viajó a Cataluña en la última fecha para apaciguarlo. De otro lado, un notable núcleo liberal se asentó en la costa, especialmente en Barcelona y Tarragona, y estuvo detrás de la tentativa de Lacy de 1817 y de los desórdenes del Trienio liberal.

No pienso que Fernando VII tuviera una política específica para Cataluña, pero es cierto que debió prestar atención a la problemática de esta provincia tanto en la vertiente económica como en la política, una situación que se repitió con sus sucesores. Así mismo, un grupo de negociantes  catalanes se instaló en Madrid en esta época y tuvo bastante influencia en el devenir del país, en especial en el sector financiero y en el viraje del monarca hacia un régimen más mesurado en sus últimos años. Entre ellos destacó Gaspar de Remisa.»

* Agradecer muy especialmente a Maties Ramisa Verdaguer que nos haya atendido para la elaboración de esta entrada para «El Rincón de Byron». 


Maties Ramisa Verdaguer (Gurb, Barcelona, 1952) es licenciado en Historia por la Universidad de Barcelona. Ha ejercido de catedrático de Bachillerato y de profesor de la Universidad de Vic. Es Doctor en Historia por la Universidad de Barcelona (1991) con la tesis «La Guerra del Francès al Corregiment de Vic, 1808-14».

Ha participado en diversos proyectos de investigación de la Universidad Autónoma de Barcelona como “Memoria y olvido de la Constitución, 1812-1912” ; “Mito y realidad de la Guerra de la Independencia”; “Cultura y Sociedad en la Guerra de la Independencia”; e “Historia del Parlamentarismo”.

Se ha especializado en la investigación del período de la Guerra de la Independencia en Cataluña. Fruto de ello han sido, entre otros, los siguientes libros y artículos:

  • «Els catalans i el domini napoleònic», Barcelona, Publicacions de l’Abadia de Montserrat, 1995
  • “La administración bonapartista”, capítulo en la obra de Antonio Moliner (ed.), La Guerra de la Independencia en España, 1808-1814, Barcelona, Ed. Nabla, 2007
  • «Polítics i militars a la Guerra del Francès, 1808-1814», Lérida, Institut d’Estudis Ilerdencs, 2008
  • La ocupación española del Rosellón en 1815”, Hispania, 2015, vol. LXXV, nº. 251, págs. 725-752; ISSN: 0018-2141, e-ISSN: 1988-8368
  • “El Comodoro Edward Codrington en Cataluña durante la Peninsular War (1810- 1813)”, Hispania Nova, 19 (2021): 1 a 34

Actualmente está a punto de salir de la imprenta un nuevo libro, fruto de sus investigaciones en Reino Unido, titulado «La intervención británica durante la Peninsular War. Campañas en Cataluña, Valencia, Murcia y Baleares (1808-1814)«, editado por las Publicaciones de la Universitat de València.


Imágenes:

0 – https://www.youtube.com/watch?v=Mc04PXLoK0Q&ab_channel=PEHOCOLOT – Momento de la conferencia «Les guerres entre Carlins i Liberals s XIX – impartida por Maties Ramisa por YouTube – PEHOC OLOT (30/10/2020)

a – https://fr.todocoleccion.net/livres-occasion-histoire-moderne/la-guerra-frances-corregiment-vic-1808-1814-maties-ramisa-catalan-ano-1993~x73683015

b – https://www.irmu.org/centers/monograph/848

c – https://www.amazon.es/catalans-domini-napole%C3%B2nic-Biblioteca-Oliba/dp/8478266518/ref=sr_1_5?__mk_es_ES=%C3%85M%C3%85%C5%BD%C3%95%C3%91&crid=34OTIFSZ3LSLA&keywords=maties+ramisa&qid=1677787839&sprefix=maties+ramis%2Caps%2C208&sr=8-5

d – https://static.fnac-static.com/multimedia/Images/ES/NR/53/60/7d/8216659/1507-1.jpg

e – https://www.researchgate.net/publication/297727390_La_ocupacion_espanola_del_Rosellon_

en_1815

Los Brusi: Resistencia e imprentas durante la Guerra de Independencia

Tiempo de lectura: 25 minutos

El nombre de Brusi, va íntimamente ligado a la longeva existencia del «Diario de Barcelona«, en su momento uno de los decanos de la prensa española y europea y que fue publicado, con algunas interrupciones, entre los años 1792 y 2009. Antonio Brusi y su esposa Eulalia Ferrer fueron un poderoso binomio para la impresión de publicaciones de apoyo a la causa patriota en Cataluña como portavoz oficioso de la Junta Superior de la región y al mismo tiempo de soporte en el esfuerzo de guerra para la administración y el ejército con toda documentación que necesitase de su difusión en papel, tanto en varias zonas de Cataluña como en la distante isla de Mallorca. El apoyo a la causa y a Fernando VII, la habilidad empresarial y olfato comercial de Antonio Brusi, el infatigable apoyo y actividad de su mujer y sus siempre buenas relaciones con las autoridades del momento, le llevarían a desbancar, entre recelos y polémicas, a sus rivales más directos y lograr que una vez acabada la guerra, ser el único diario que pudo seguir con su actividad, ya que por Real Decreto: «que en vista del mal uso que se hace de la imprenta haciéndola servir para desahogos y querellas personales, quedan suspendidos todos los periódicos de España excepto la Gaceta y Diario de Madrid y el de Barcelona» (RD 4/1815). [5]

El matrimonio tuvo varios hijos (siete, de los cuales sobrevivieron dos niñas y un niño) y su descendiente, Antonio Brusi y Ferrer, primer marqués de Casa-Brusi, como empresario y periodista llevaría al ya famoso «Diario de Barcelona«, de un tono marcadamente conservador, a unas cotas de popularidad y difusión que solo harían que crecer en el futuro.

Izquierda: Una portada de la «Gazeta Militar y Política del Principado de Cataluña» del 19 de febrero de 1809. Impresa por Brusi en la calle Bajada del Rosario, en la ciudad de Tarragona, daba cuenta de los partes de Guerra remitidos al Secretario de Estado y del Despacho de Guerra, Antonio Cornel, de los movimientos de las tropas del Duque del Infantado desde Sta. Cruz de Almudéla, la carga de los buques que entraban en el puerto, tenía una «Copia del Suplemento de la gazeta del Gobierno en que se dan las noticias militares de nuestros Exércitos» y textos patrióticos, como: «Los esfuerzos del Patriotismo Español en la actual guerra hace 8 meses que se ven patentes: el amor á la Patria, aquel dulce amor que elevó á los Griegos y Romanos, y á los descendientes del gran Pelayo, y de los Alfonsos y otros Reyes de Castilla, Aragón, Navarra y Portugal, á un grado superior de gloria, se ve revivir hoy aun en aquellos que viven lejos de su Patria;…»

EL MATRIMONIO BRUSI-FERRER…¿O FERRER-BRUSI?

Antonio Brusi y Mirabent, nació en Barcelona en 1775, mientras que su mujer Eulalia Ferrer y Montserrat, nacería cinco años más tarde, en 1780, en la misma ciudad Condal. Antonio, que provenía de una familia acomodada de comerciantes, aprendió el oficio de librero e impresor de la mano de otro famoso impresor barcelonés de la época, Juan Francisco Piferrer, que imprimió en su taller multitud de publicaciones para la oligarquía administrativa y la élite de los gremios de la ciudad. El novel librero ya en 1798 había instalado su primera librería1 en Barcelona, en la calle Bajada de la Cárcel, esquina con la calle de la Frenería. Por su parte, Eulalia pertenecía a una familia de impresores y libreros, ya documentada desde el siglo XVII, y como heredera de su difunto padre a los 12 años recibió en herencia uno de los negocios de librería más importantes de la Barcelona de la época, Casa Ferrer, ubicado en la calle Libretería, 2 (hoy núm. 22).

Como solía pasar entre las familias pudientes de la época – donde los intereses económicos y de patrimonio eran una parte fundamental de las uniones, además de la proximidad de sus respectivos negocios – con el tiempo se llegó a la celebración de los esponsales de los herederos de ambas familias, Brusi y Ferrer, en el año 1799 (otras fuentes citan el año 1800 [7]). Uno de los capítulos matrimoniales que se querían establecer por parte de la família de la novia es que que Brusi tomaría el apellido Ferrer (al igual que la abuela de la novia hizo en 1732, aportando la fortuna familiar en su matrimonio con otro librero). Esta fórmula no sería aceptada por Brusi cuando se lo propusieron [5] (otras fuentes lo ven directamente como un incumplimiento del contrato por su parte [3] y [8]). Fuera como fuese, un año después llegaría el primer cambio ya que «la librería de Antonio Brusi que la tenía en la esquina de la Frenería y la tienen ahora en la misma Libretería la que seguirá en adelante con el nombre de los consortes Antonio Brusi y Ferrer». [5], señal que el rentable negocio era compartido por los dos cónyuges. Desde la primera publicación, que vería la luz en 1801 hasta prácticamente el inicio de la Guerra de la Independencia, el pie de imprenta era compartido por ambos apellidos.

LOS BRUSI EN LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA – EL DIARIO DE BARCELONA

1er número del «Diario de Barcelona»

El «Diario de Barcelona«, que iría indisolublemente unido en el tiempo a la familia Brusi y sus herederos, hasta conocerse popularmente como «El Brusi«, en realidad fue fundado y editado en su primer número de 1 de octubre de 1792, por Pedro Pablo Hudson de Lapazaran, un oficial de la Corona de origen napolitano que se había instalado en la Corte de Madrid. El mismo Hudson había solicitado por escrito al Ayuntamiento de Barcelona poder incluir en la cabecera del «Diario…» el escudo de la ciudad, como reafirmación de su denominación. Su sede se encontraba en la calle Palma de San Justo.

Hudson es considerado por muchos como uno de los primeros representantes del moderno periodismo, publicando durante 18 años un diario que no podía publicar notícias de actualidad – reservadas a las gacetas oficiales – pero si que fue precursor de un periodismo cultural, científico2 y de servicios, en ocasiones también se dedicó a la crítica literaria y entre 1793 y 1797 incluyó algunas partes con poemas con versos en catalán. Pero con la ocupación de Barcelona en 1808, el «Diario de Barcelona» se pone voluntariamente al servicio del invasor, antes de ser incautado y administrado directamente por las autoridades francesas en marzo de 1810, como «Diari del Gobern de Cataluña y de Barcelona«, bilingüe catalán-francés hasta septiembre, y como «Diario del Gobierno de Cataluña y de Barcelona«, bilingüe castellano-francés, hasta marzo de 1814. El hecho de editar e imprimir esos diarios oficiales3, determinaron que su fundador fuera considerado un colaboracionista con el enemigo a los ojos de la resistencia patriota.

Por su parte, desde el inicio de la guerra, Antonio Brusi, hombre marcadamente politizado y partidario de la lucha contra el invasor, recibía la correspondencia de los conspiradores anti-napoleónicos para intentar liberar la Barcelona ocupada por las tropas del general Duhesme, formando por tanto parte de los implicados. La policia iba detrás de la pista de los conspiradores y sus colaboradores y en algún momento, Antonio y Eulalia tuvieron que abandonar precipitadamente Barcelona para no ser arrestados y encarcelados. Marcharon hacia Tarragona, ciudad que no había sido ocupada aún por los imperiales y donde Antonio Brusi estableció una imprenta traída desde Barcelona e instalada en la Bajada del Rosario (más tarde destruida por los franceses en 1811), ofrecería sus servicios a las autoridades políticas y militares y, lo más importante, solicitó el permiso Real de impresión del «Diario de Barcelona«, lo que representó una hábil maniobra empresarial de cara al futuro.

Publicación en Mallorca en 1811.

El privilegio le sería concedido el 28 de octubre de 1809: «R.O. de la J. Suprema del Reino en la que atendiendo á que es francés el Editor del Diario de Barcelona se concede, para cuando nuestras armas hayan recobrado dicha ciudad la impresión del DIARIO DE BARCELONA A ANTONIO BRUSI, pudiendo sin embargo empezar a publicarlo desde luego donde se halle«; de ahí que los diarios editados por Brusi hasta ese momento llevarían otro nombre: primero la «Gaceta Militar y Política del Principado de Cataluña» [5], que sería el periódico de la Junta Suprema de Cataluña4, que se publicó del 23 de agosto de 1808 hasta 1814, con una breve interrupción en marzo de 1810, y con una periodicidad semanal, una «Gazeta de Cataluña» de la Diputación General de Cataluña que la sucedió, que duró al menos hasta 1815. [10] Pero al mismo tiempo comenzarían los litigios con otros impresores y libreros (una constante en la vida de los Brusi durante y después de la guerra), como con su antiguo maestro Juan F. Piferrer que le reclamaba el privilegio de impresión de la «Gazeta de Cataluña» que le había retirado el monarca Carlos IV en 1806. [5]

Durante toda la Guerra de la Independencia, Brusi permaneció al lado de la Junta Superior de Cataluña, sus autoridades y su ejército, imprimiendo desde diferentes sitios las publicaciones oficiales y llegando a obtener un certificado de “Buen patriota” en 1810. Estableció una imprenta ambulante con la que seguía a la Junta Superior en sus forzados traslados de sede (hasta doce) por causa de la guerra, editando sucesivamente en Villafranca del Penedés, Martorell, Sant Feliu del Llobregat, de nuevo Tarragona, Villanueva y la Geltrú, Manresa y otra vez Tarragona.

Cuando después de un asedio de casi dos meses la ciudad de Tarragona cayó en manos de las tropas de Suchet el 29 de junio de 1811, se activó la organización para que los Brusi pudieran huir y, a pesar de haber perdido casi la totalidad de la imprenta y sus accesorios, embarcarían hacia Mallorca5 después de la pérdida de la ciudad. A la llegada a las Baleares, su actitud será aún mucho más activa contra los franceses como lo demuestran muchas de sus publicaciones, pero también le sirve el hecho a la familia Brusi-Ferrer como un periodo para estabilizarse económicamente. Antonio Brusi monta una imprenta en Palma de Mallorca donde publican el «Diario de Palma» y donde junto con su mujer realizan parte de su vida social, ya que la imprenta, al parecer, era una «especie de reunión y entrevista de los refugiados catalanes». [5]

Ejemplar del 6 de junio de 1814

Antonio volvería varias veces Cataluña (entre enero y abril de 1812 viajó por varias poblaciones) para continuar sirviendo al gobierno con sus imprentas móviles y seguir la evolución de sus negocios y delegaciones6. Su mujer, Eulalia, quedó al frente del «Diario de Mallorca» y gracias a un poder general otorgado por Antonio a su mujer en 1811, le permitió a su vez otorgar poderes especiales en Mallorca, salvando la incapacidad legal que sufrían las mujeres casadas para actuar con plena eficacia jurídica en el tráfico comercial y mercantil en aquella época. Con la constitución de la Diputación de Cataluña, siguiendo su con su olfato empresarial, solicitaría en febrero de 1813 el cargo de Impresor Real.

La esposa, hermanos e hijos de Antonio Brusi regresarían finalmente a la Península en octubre de 1813. La guerra llega a su fin y en 1814 el general Copons, respetando el privilegio Real otorgado en su momento, autorizó a Brusi a publicar el «Diario de Barcelona», hecho que se produjo el día 6 de junio de 1814. Antonio Brusi obtiene de esta manera un lugar de privilegio en la sociedad barcelonesa lo que le habilita a acceder a los principales centros de decisión y pronto abrirá nuevos negocios en el año 1819: la fabricación de tipos y sería el introductor comercial de la litografía en España en 1820, que por privilegio Real se le permitirá explotar en exclusiva durante cinco años.

EPÍLOGO

Desgraciadamente, Antonio Brusi no disfrutaría de la nueva posición tan costosamente alcanzada ya que murió en Barcelona el 27 de octubre de 1821, víctima de la fiebre amarilla, dejando como herederos a su mujer, a su hijo Antonio y a sus hijas. A los 41 años, la heredera Eulalia Ferrer, convertida ahora en viuda Brusi, se vio al frente de un montón de actividades productivas y mercantiles (imprenta, publicación de un diario, establecimiento de fundición de letras, litografía y venta de publicaciones), además de llevar un hogar con cinco hijos menores.

Entre los años 1820 y 1830, la imprenta de Eulalia Brusi, viuda e hijos era con diferencia la más importante de las 36 que había en la ciudad de Barcelona. Uno de sus ahijados, Pablo Soler, sustituyó al difunto Brusi en la dirección del Diario, hasta el regreso del hijo primogénito de la familia de una prolongada estancia viajando por Europa (entre 1834 y 1836 viajó por Francia, Inglaterra, Bélgica, Suiza, Alemania, Austria, Rusia, Suecia y Dinamarca) y al ser designado por la Junta de Comercio de Barcelona para viajar también a París y Londres, singladura que finalizó en 1838, tomando por entonces las riendas del negocio.

Con apenas 700 suscriptores ese año, el nuevo director se rodeará de los mejores profesionales en la ciudad y logrará una profunda transformación de los contenidos del periódico que le llevarán a tener en 1865 más de siete mil suscriptores. Además la Casa Brusi fue durante años la proveedora principal del Estado y del Ayuntamiento en librería, papelería e impresión, con la excepción relativa del Trienio Constitucional, durante el cual se llevaría bien con los sectores liberales moderados, a pesar de su singladura anterior.

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1«Antoni Brusi, maestro librero, ha abierto su nueva tienda de librería, situada en la Bajada de la Cárcel, esquina a la calle de Frenería, compuesta de libros de la mejor literatura, así estrangeros como nacionales. Publica lista de las obras«. (Diario de Barcelona del 29 noviembre de 1798) [5]

2«Husón relató la estancia en Barcelona por motivos de salud del Sr. Blanchard (El 7 de enero de 1785, Jean-Pierre Blanchard y John Jeffries cruzaron por primera vez el Canal de la Mancha en dirección Inglaterra-Francia en un globo inflado con hidrógeno), «uno de los primeros Aeronautas del Orbe», recordando que 22 años antes había iniciado sus ascensiones en globos aerostáticos y ya había realizado 59″ (1807). [7]

3La administración francesa publicó hasta 7 periódicos en 3 poblaciones – Barcelona, Gerona y Figueras – frente a otros 30 periódicos publicados en otras 10 poblaciones – además de Gerona – por las autoridades catalanas y algunos editores privados.

4Fue impreso sucesivamente en Tarragona, Vilafranca del Penedès, Martorell, Sant Feliu de Llobregat, Alicante, Valencia, Vilanova, Manresa, Vic y Berga. [10]

5Como recogen las fuentes, el embarque de los ciudadanos y militares de la caída ciudad fue todo lo accidentado que pudo ser en semejantes circunstancias, cuando todo el mundo quiso ponerse a salvo de los vencedores imperiales. Los domésticos se esforzaban por llevar los baules y mercancías de sus amos: «Un dependiente del impresor Brusi, a quien había sido confiado un gran talego lleno de monedas de oro, cayó al mar por haber zozobrado el bote que le conducía al barco. Unos marineros se echaron al agua y después de largos momentos de angustia fue sacado a salvo, ya sin sentido, pero abrazado fuertemente al depósito encomendado a su fidelidad.» [15]

6«[Durante la guerra] Brusi también trabajaba para la artillería de campaña, para el hospital, hacía los certificados, los vales para el racionamiento, guías, libros abecedario, circulares y ordenes del Estado Mayor, tablas de control de los soldados, de sus vestuarios y armamento, de los transportes, hospitales y estado y control de los alimentos, pasaportes, padrón de extranjeros, y un largo etcétera. Además por si fuera poco, encuadernaba y vendía papel.» [5]


Fuentes:

1 – «Cataluña y los inicios de la prensa periódica en España» – Jaume Guillamet, UPF (Barcelona), 2021, pp. 51-66,

2 – «Impressores i llibreteres a la Barcelona dels segles XVIII i XIX – Àngels Solà, Recerques 56 (2008), pp 91-129

3 – «Semblanza de Eulàlia Ferrer Montserrat, Viuda de Antonio Brusi Mirabent (Barcelona, 1780-1841)» – Marta Ortega Balanza, 2021, Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes – Portal Editores y Editoriales Iberoamericanos (siglos XIX-XXI) – EDI-RED, en http://www.cervantesvirtual.com/obra/eulalia-ferrer-montserrat-viudad-de-antoni-brusi-mirabent-editora-impresora-barcelona-1780-1841-semblanza-1051409/

4 – «Las élites económicas barcelonesas. 1714-1919» – José Miguel Sanjuan Marroquin, Programa de Doctorando en Historia Económica, Universitat de Barcelona, 2018

5 – «Antoni Brusi Mirabent (1775-1821). De artesano a industrial» – Montserrat Comas i Güell, Biblioteca – Museu Balaguer (Vilanova i la Geltrú), DOSSIER: Aproximaciones a la Guerra de la Independencia, Jerónimo Zurita, 83. 2008: 85-108

6 – «Monarquía, imperios y pueblos en la España Moderna» – Actas de la IV Reunión Científica de la Asociación Española de Historia Moderna, Alicante, 27-30 de mayo de 1996, CAM, UA, A.E.H.M., 1997

7 – «Pedro Pablo Husón de Lapazarán. Els inicis del periodisme cultural i científic» – Jaume Guillamet i Lloveras (https://raco.cat/index.php/TreballsComunicacio/article/view/185/325459)

8 – http://www.edicions.ub.edu/premsa/blog.aspx?ed=202111&idn=84

9 – https://www.lavanguardia.com/vida/20161110/411762521336/una-exposicion-recorre-la-historia-del-diario-de-barcelona-desde-1792-a-2009.html

10 – https://www.enciclopedia.cat/gran-enciclopedia-catalana/gaceta-militar-y-politica-del-principado-de-cataluna

11 – «Del privilegi reial a Internet: El cicle històric de Diario de Barcelona» – Jaume Guillamet, UPF, Ponencia del proyecto de investigación “Catàleg històric general de la premsa en català”.

12 – https://dbe.rah.es/biografias/9213/antonio-brusi-y-mirabent

13 – «Barcelonines. 1001 històries» – Nuria Miret, L’ARCA, 2017

14 – «Els pobles del Gran Penedés al Brusi» – Manuel Bofarull i Terrades, 2015 (193638-Text de l’article-412448-1-10-20150714)

15 – «Mallorca durant el setge de Tarragona de 1811» – Román Piña Homs, Universitat de les Illes Balears, MRAMEGH, 25 (2015), 209-222

Imágenes:

a – https://ahcbdigital.bcn.cat/hemeroteca/visualitzador/ahcb-d016468

b – https://arca.bnc.cat/arcabib_pro/ca/inicio/inicio.do

La abadía de Montserrat durante la Guerra de Independencia (1809-1812)

Tiempo de lectura: 25 minutos

El Monasterio de Santa María de Montserrat es una abadía benedictina situada en la montaña de Montserrat, en la provincia de Barcelona y a poco más de 60 km de la capital barcelonesa, que en el transcurso de los años se ha convertido en un punto de peregrinaje para creyentes y de visita de referencia para los turistas. Durante la Guerra de Independencia fue ocupada en tres ocasiones por el ejército napoleónico (1809, 1811 y 1812), aunque solo en las dos últimas se produjeron fuertes combates que llevaron a la destrucción del complejo religioso, una consecuencia de haberse transformado su recinto para un uso militar por una controvertida decisión de la por entonces Junta Superior de Cataluña en el año 1810, lo que llevó a convertirlo en un claro objetivo para las tropas invasoras y provocar con el tiempo su ruina.

Una vista panorámica de San Jerónimo a 1.236 metros sobre el nivel del mar en las montañas de Montserrat (b)

PRIMERA INCURSIÓN EN 1809

A principios de la contienda, el monasterio fue un refugio de los somatenes locales, que se dirigían al mismo en busca de cobijo y provisiones, para ser dirigidos luego a las Juntas de Manresa y de Igualada. Se improvisó un hospital de sangre en las dependencias destinadas a los peregrinos para los heridos. Cuando su número aumentó se trasladó el hospital a El Bruch. El dia 10 de enero de 1809, cinco columnas imperiales componiendo unos 5.000 hombres atacaron por la parte de El Bruch e Igualada a los 1.000 migueletes y somatenes que mandaba Francisco Salsas, que se retiraron hacia Manresa. Los franceses y sus aliados se replegaron hacia El Bruch, pasando a Montserrat una pequeña partida de ellos al mando del general Pierre Devaux1. Los monaguillos y monjes se dispersaron por la montaña y las ermitas cercanas, aunque los más mayores se quedaron. Uno de ellos recibió en francés a los soldados de Devaux que solo pidieron víveres para la tropa, mientras entre la una y las dos de la mañana algunos soldados con velas iluminadas daban una vuelta al monasterio en busca de refugiados enemigos. Debido al frio reinante se habían improvisado algunas fogatas en el recinto. Cuando se supo la ocupación en los pueblos vecinos, algunos somatenes se apresuraron a subir a la montaña por sendas poco conocidas, pero eran demasiados pocos, y al despuntar el nuevo día, 12 de enero de 1809, y tras un nuevo registro en el monasterio y la iglesia, Devaux partió con sus hombres. Al descender de Montserrat Devaux, con los 800 soldados que llevaba, fue detenido una hora y media por el jefe guerrillero Brichfeus, quien con solo 150 hombres se apoderó de Casa Massana, punto que luego, ante la superioridad de fuerzas, se vio obligado a abandonar. Vueltos al monasterio los monjes no echaron a faltar ningún bien, excepto seis animales que no habían sido retirados a tiempo de los establos.

Venían persiguiéndoles desde las cumbres de la histórica montaña los somatenes de Monistrol, juntamente con 16 hombres del pueblo de Borrada, habiéndoles causado 9 muertos, y tomándoles muchos víveres, único botin que se llevaron del monasterio, y una acémila. [3]

Vista general de la montaña de Montserrat, desde la ermita de San Miguel, por Claude-François Fortier (1806)
Bibliothèque numérique de l’INHA. Bibliothèque de l’Institut National d’Histoire de l’Art, collections Jacques Doucet (c)

El monasterio como plaza fuerte.

En el mes de mayo de 1810, la Junta Superior de Cataluña decretó la fortificación de Montserrat. La medida fue polémica: entre los partidarios de la misma estaba el barón de Eroles, pero también se alzaron voces como la del propio abad de Montserrat y de José Manso (dijo que son sus tropas podría conquistar el enclave en tan solo ocho días), que veían los inconvenientes manifiestos de tal iniciativa: sería necesario un ejército considerable para defender el enclave que necesitaría víveres y agua para mantenerse que no podía proveer el monasterio, y el lugar tenía demasiados accesos para poder llevar a cabo una defensa con garantías.

De hecho al fortificar (y militarizar) el monasterio, de un uso religioso a un uso bélico, se convertía inmediatamente en un objetivo militar para el bando imperial y de hecho la medida precipitó su destrucción en mayor medida por el ejército del mariscal Suchet en 1811 y finalmente por el contingente del general Mathieu en 1812.


LA BATALLA DE MONTSERRAT – 25.07.1811

Movimientos previos tropas imperiales.

El general Suchet fue nombrado mariscal por el emperador Napoleón (Decreto en Saint-Cloud el 8 de julio de 1811) por sus conquistas consecutivas de Lérida, Mequinenza, Tortosa y Tarragona. Junto con el decreto se hallaba una instrucción2 que ordenaba demoler Tarragona, conservando tan solo un reducto, tomar Montserrat y marchar a continuación sobre el reino de Valencia. El ataque sobre Montserrat, que desde 1810 era considerado como una plaza fuerte por parte española, buscaba dejar sin un punto de apoyo al 1er ejército, o de la derecha, de Cataluña y desbloquear la ruta entre Lérida y Barcelona.

El 22 de julio el general Montmarie se desplazó de Montblanch a Igualada, mientras que los generales Frère y Harispe avanzaron por Manresa y el general Maurice Mathieu, con una columna venida de Martorell ocupaba Esparreguera. El día 23 el recién nombrado mariscal Suchet de desplazaba hacia Igualada por Sarral y Santa Coloma de Queralt. Suchet llegó al albergue de El Bruch el 24 de julio de 1811, donde se reunió con todos sus generales para planear el ataque.

Orografía del terreno con Google Earth. La montaña de Montserrat es un macizo de formas digitalizadas que se eleva abruptamente al oeste del río Llobregat y alcanza los 1236  m en la cima de Sant Jerónimo. Se destacan Monistrol, Collbató y Can Massana, este último a unos 9 kilómetros de la abadía.
El barón de Eroles (e)

La abadía de Montserrat se hallaba custodiada por el barón de Eroles4, con 3.000 hombres, casi todos somatenes. Tres caminos conducían al Monasterio, que habían sido fortificados: el que iba a Casa Massana, estaba defendido por dos baterías, en la entrada del monasterio, un atrincheramiento y en el sendero que conducía a Collbató estaba situada otra batería. Teóricamente Montserrat albergaba gran número de riquezas acumuladas a lo largo de los años en forma de ofrendas3.

El propio Suchet mandaba la operación que comenzó al alba del día 25 de julio. El general Louis Jean Nicolas Abbé avanzó por el camino principal seguido del general Maurice Mathieu (el gobernador de Barcelona) en retaguardia y otras compañías y partidas de tiradores subieron por otros caminos o por los quebrados de la montaña. Frente a una ardua resistencia, las tropas ligeras francesas ascendieron por las cumbres que se alzan tras el monasterio y empezaron a disparar a los artilleros españoles. Los soldados de Abbé entraron en el recinto donde se defendían desesperadamente los somatenes a golpe de arma blanca.

Los defensores con el barón de Eroles evacuaron precipitadamente el convento por el camino de la Cueva, atravesaron el rio y se refugiaron en el mas de Can Tobella, siguiendo hasta Vich, a fin de reunir a los desertores y dispersos. Los españoles perdieron entre muchos muertos, 47 prisioneros, pero los imperiales trasladaron 260 de sus heridos á Cervera, á donde llegó Suchet el día 27 con 3,000 infantes y 450 caballos. [3]

Suchet quería un ataque rápido que impidiera un combate prolongado en un terreno desfavorable al atacante. La brigada Montmarie fue situada en Collbató para atajar la retirada enemiga por ese punto. Los generales Frère y Harispe ocuparon las rutas que llevaban a Igualada y Manresa. El ataque principal se dirigiría desde Casa Massana: el 25 de julio por la mañana, el general Abbé, a la cabeza de dos regimientos, el 1º Ligero y el 114º de Línea y una batería de tres cañones avanzaron sobre la ruta hacia la abadía, seguidos de varios batallones mandados por el general Mathieu, como reserva, en la que se encontraba el propio Suchet. Tras superar algunas baterías emplazadas en el camino (Ermita de Santa Cecília) y a los somatenes que disparaban desde la montaña, las tropas ligeras francesas y de línea (unos 300 hombres) lograron alcanzar las alturas que dominan el monasterio y la columna principal encabezada por la artillería forzó los reductos de la entrada principal.
El Puente de Monistrol de Montserrat, por Laborde. (f)

Algunos ornamentos preciosos por desdicha devueltos al monasterio por mandato de la Junta Superior, y los demás objetos de valor fácilmente trasladables se acumularon junto a los arreos de los animales; el resto – altares, retablos, estatuas, pinturas, mobiliario del coro con el soberbio atril y los monumentales libros de pergamino – fueron bárbaramente mutilados, troceados y desmenuzados. Los soldados amontonaron enormes masas de combustible en todos los edificios del santuario, especialmente en la iglesia; la noche del 10 al 11 de octubre, en el momento de partir, prendieron fuego al conjunto. El estrago ingente ocasionado por las llamas fue inenarrable. [1]

José Manso había predicho la caída del monasterio en ocho días y a Suchet le habían bastado tres horas. Aquella misma tarde Suchet salió hacia Lérida con objeto de reunir allí un convoy considerable, dejando en aquella ciudad de 500 a 600 hombres. En Montserrat quedó de guarnición el general Federico Palombiní5, con su brigada y alguna artillería. El general Frère pasó á situarse en Igualada. Los somatenes no desmayaron con todo. Reunidos alrededor de los puntos que los franceses acababan de ocupar, procuraban atacarlos sin descanso. El 27 se destacó de aquel monasterio una fuerza de 300 hombres hacía Monistrol, Castellvell y Vílar, pero los somatenes6 les embistieron con tanto denuedo, que le fue preciso replegarse á su primera posición.

TERCERA INCURSIÓN EN 1812

Montserrat, restos antiguos, patio y claustrillo. (g)

El verano de 1812, el coronel Edward Green, quiso fortificarse en la ermita de San Dimas7. El 20 de junio, 300 hombres comenzaron los trabajos. El general Mathieu se presentó con sus tropas el 28 de julio por la mañana. En esta ocasión los monjes que quedaban se distribuyeron por las masías cercanas fuera del ámbito de la montaña.

Las tropas de Green estuvieron todo el día disparando desde las alturas de la ermita, pero provocaron pocas bajas ya que los franceses se habían resguardado en el monasterio. Los imperiales lograron colocar artillería en una planicie cercna que dominaba la ermita de San Dimas y Green capituló al día siguiente con su batallón anglo-español.

Acto seguido, los imperiales incendiaron las capillas y ermitas diseminadas por la montaña, destrozaron las pocas estatuas que quedaban en pie, el pavimento de mármol de la iglesia y para acabar de destruir las pocas paredes y techos que quedaban, se colocaron grandes cantidades de pólvora que se hicieron estallar el 31 de julio por la mañana. Montserrat era ya tan solo un conjunto de ruinas, polvo y escombros sin forma alguna.

Al día siguiente, primero de agosto, los monjes volvieron para tratar de improvisar una precaria capilla.

MONTSERRAT EN LA ÉPOCA ACTUAL

La abadía en el año 1968.
Plaza de Santa María con el hotel a la derecha.
Plaza del Abad Oliva.
Plaza de Santa María y el claustro gótico al fondo.
Plaza de la Cruz en la parte inferior.
Vista del complejo desde las montañas que la rodean. (h)
Vista de la población de Monistrol de Montserrat.

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1Pierre Devaux (1762 – 1819), general de brigada del ejército imperial. Tras la campaña de Prusia de 1806 fue nombrado Caballero de la Orden de la Corona de Hierro en 1807, luego se trasladó a España. Se destacó en las batallas de Altafulla y Anselta (¿?), logró con hábiles maniobras operar el abastecimiento de Balaguer y Tarragona, contribuyó a la toma de Montserrat, y fue llamado a la Grande Armée en 1813.

2«Mémories du Maréchal Suchet» – Tome Premier, Anselin, Successeur de Magimel, Paris, 1834, pp. 119

3El famoso tesoro del templo fue utilizado para sufragar los gastos de la guerra, y varios militares como el marqués de Palacio, el marqués de Coupigny y Enrique O’Donnell extendieron sendos recibos por las entregas de dichos tesoros de los que no se libraron los frontales del altar mayor, ni el sitial de plata con la santa imagen, ni los relicarios, ni las puertas macizas de plata. [1]

4Joaquín Ibáñez Cuevas y de Valonga, III Barón de Eroles, marqués de la Cañada Ibáñez, en las Dos Sicilias, (1785 – 1825). El 11 de junio de 1811 batió a la caballería del mariscal Suchet en las inmediaciones de Tarragona, y el 18 se apoderó de un convoy de quinientas acémilas en Falset. Perdida ya la plaza de Tarragona, sostuvo el embarque de la división valenciana, rechazando a la vanguardia de Suchet sobre Mataró y Arenys de Mar. Dispersado el ejército de Cataluña, defendió Montserrat con 3.000 hombres, contra todas las fuerzas de Suchet (25 de julio).

5Giuseppe Federico Palombini o Joseph Friedrich von Palombini (1774 – 1850) se convirtió en comandante de la división italiana durante las Guerras Napoleónicas.Trasladado a España, combatió en la división del general Pino en Roses , Cardedeu , Molins de Rei, Valls y Gerona y fue ascendido a general de brigada en 1809. Dirigió una brigada en El Pla y Tarragona en 1811 y fue ascendido a general de división. Dirigió su división en Sagunto , Valencia y Castro Urdiales en 1811-1813.

6Algunos somatenes y hasta bandoleros de la zona entraron en el terreno de la leyenda como Mansueto (Mansuet) Boxó y Xalabia, un herrero de la población de Vilar, del que se habla que que ocupó algunas de las cuevas de salitre de Montserrat entre 1808 y fue muerto por los franceses el 14 de junio de 1808. También se habla de otro Mansueto Boxó que tomó parte en las guerras Carlistas. Su figura fue recogida en la Auca de Castellbell y Vilar (una auca es una historia pictórica propia de la cultura catalana que suele representar un hecho histórico, una biografía de una persona famosa o popular o una leyenda):

«Aquest valent patriota

Es deia Mansuet Boxó

I els gavatxos no pararen

fins matar-lo a traició»

«Este valiente patriota

Se llamaba Mansueto Boxó

Y los gabachos no pararon

Hasta matarlo a traición»

7Se previó para dicha época un desembarco de una fuerza anglo-siciliana de 7.000 hombres al mando del general Maitland en la Alta Cataluña, y Suchet recibió inteligencia de dicha operación, mandando una columna volante al mando del general Decaen para intentar contrarrestarla. Para su previsto desembarco en Palamós (sería finalmente en Alicante) el general Maitland coordinó una operación secundaria, enviando un tal coronel Green a Cataluña para formar una fuerza insurgente para ocupar y fortificar el convento abandonado de Montserrat y establecer un puesto en la cercana ermita de San Dimas. El general Decaen respondió enviando a Maurice Mathieu para expulsar a la fuerza de Green, que le tomó solo un día (27 de julio), obligando a Green a evacuar la posición. Cuando Maurice Mathieu volvió a Barcelona, ​​recibió noticias del desembarco de Maitland. La operación de Green había funcionado.


Fuentes:

1 – «Història de Montserrat» – Anselm M. Albareda y Josep Massot, Publicacions de l’Abadia de Montserrat, 2012

2 – «Mémories du Maréchal Suchet» – Tome Premier, Anselin, Successeur de Magimel, Paris, 1834

3 – «Historia de la Guerra de la Independencia en el antiguo principado» – Adolfo Blanch, Barcelona, Imprenta y librería politécnica de Tomás Gorchs, 1861

4 – https://dbe.rah.es/biografias/12409/joaquin-ibanez-cuevas-y-valonga

5 – https://totmontserrat.cat/acerca-de/1397-2-2/

6 – https://hmong.es/wiki/Giuseppe_Federico_Palombini

7 – «The Army of Catalonia: Organization, Operations, and Logistics, 1807-1814» – John Leckey Morgan, (1994). Dissertations. 3478. https://ecommons.luc.edu/luc_diss/3478

8 – «En Mansuet Boxó. Entre la llegenda y la historia» – Joan Masats i Llover, L’Auca comentada, nº 6, Manresa, 1989

Imágenes:

a – https://www.ebay.fr/itm/152737661202 – Prise de Montserrat

b – Par Diliff — Travail personnel, CC BY 2.5, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=1561663

c – https://www.monestirs.cat/monst/bages/ba19moni/Z-Montserrat-61.jpg

d – https://cloud10.todocoleccion.online/postales-cataluna/tc/2018/07/28/23/129329027.jpg

e – http://bvpb.mcu.es/es/consulta/registro.cmd?id=479458

f – https://www.frame.es/images/sistema/catalogo_grande/gbar00410.jpg

g – De Cecilio Pizarro – (1860-11-18). "Montserrat, restos antiguos, patio y claustrillo". El Museo Universal 4 (47): 372. ISSN 1889-8440., Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=35366891

h – Par Richard Schneider — aufgenommen, fotografiert von Richard Schneider, CC BY-SA 3.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=587310

La Ciudadela de Barcelona y su protagonismo en el período 1808-1814

Tiempo de lectura: 20 minutos

El parque urbano de la Ciudadela de Barcelona ocupa la mayor parte de los terreno de la antigua fortaleza de la Ciudadela (1716-1868), un claro ejemplo de la arquitectura de los ingenieros militares del siglo XVIII. Durante el período de la Guerra de Independencia fue ocupada con alevosía por las tropas italo-francesas del general Duhesme y durante la posterior ocupación a su función estrictamente militar añadió también la función de presidio «oficial» de la ciudad (compartido en ocasiones con el castillo de Montjuich) que otorgaría a la fortaleza un papel siniestro durante todo el conflicto y las posteriores revoluciones liberales, lo que llevó a pedir su derribo al Consistorio a la Corona hasta en cuatro ocasiones tras la guerra, hasta que finalmente se autorizó su demolición en el año 1868, ganando para la Barcelona en expansión de la época un considerable y necesario espacio.

Panorámica de la Ciudadela en 1874 (b)

UN POCO DE HISTORIA

Barcelona, ya desde la primera mitad del siglo XVI comenzó a aplicar el trazado de murallas con baluartes a su perímetro defensivo. El proyecto de edificar una ciudadela se remonta a mediados del s. XVII, (marqués de los Balbases, 1640), con dos ubicaciones posibles: una en el baluarte de Levante y Mediodía por el norte (donde finalmente  se construyó) y otra en las Reales Atarazanas, en el extremo opuesto por el sur. Tras unos breves años de silencio, el proyecto se reemprendió en 1660 con las mismas ubicaciones planeadas.

El marqués de Verboom (c)

La difícil situación económica de la monarquía española por aquella época retrasó el proyecto y el inicio de las obras hasta comienzos del s. XVIII. Ya en julio de 1705 en el contexto de la guerra – pero antes del ataque de Felipe V a la ciudad – se retomó la idea de una ciudadela para la Ciudad condal. Después de la victoria Borbónica en el conflicto, Felipe V encargó al ingeniero general flamenco Jorge Próspero de Verboom1 (7 de marzo de 1715) que proyectara una ciudadela, si bien otro oficial borbónico, el conde de Lecheraine, presentó a su vez un proyecto alternativo. El principal reclamo de este último es que preveía aprovechar el ya existente baluarte de Levante de la muralla original.

Tras las oportunas deliberaciones, el proyecto de Verboom sería el elegido por varios motivos: había sido discípulo del gran Vauban, tenía solidos conocimientos matemáticos y ya había estado presente en la ciudad en calidad de prisionero de guerra (1710-1713) hasta su liberación en un intercambio de prisioneros. Parece que durante su presidio gozó de cierta libertad de movimientos que aprovechó para estudiar las fortificaciones de la ciudad y que, como era de esperar, se aprovechó para el posterior asedio a la misma. [1] 

Verboom proyectaría la Ciudadela en su ubicación definitiva, ya que le permitía por una parte  dominar el centro más poblado de la ciudad y por otra fortalecer una de las zonas más débiles del perímetro amurallado. La fortaleza tenia forma de pentágono con cinco baluartes (de la Reina, del Rey, del Príncipe, de Don Felipe y de Don Fernando) de unos 320 m de distancia entre ellos, con otros tantos revellines (lo que le otorgaba una planta de estrella de 10 puntas), con unas murallas de una altura promedio de 8 metros y se proyectó que fuera ocupada por unos 8.000 hombres con la finalidad de mantener un control militar permanente, ocupando en total una superficie de 1.111.389,5 m². [2]

La Ciudadela en el Plano Topográfico de Juan López, de 1807.

Se comenzó a construir en el año 1716, para lo cual hubo que derruir parte del existente barrio de La Ribera, varios conventos y unas 1.000 casas, desalojando a sus habitantes, lo que provocó una pronta problemática con las autoridades de la ciudad, ya que también se les cargó con el gasto de los derribos2. Los principales edificios del complejo se acabaron en el año 1721, pero no se terminó su construcción por entero hasta el año 1751. La Ciudadela conservó no obstante la torre medieval de San Juan (Sant Joan), que fue integrada en el conjunto y que fue durante varios años la cárcel de la ciudad. Aquel conjunto se rodeó con un foso con la vertiente externa formando una entrada encubierta y, más hacia fuera, por la explanada, un espacio sin obstáculos y en ligero desnivel que la aislaba tanto de la ciudad como del campo abierto. Otros elementos que se edificaron como complemento a dicha fortaleza, fueron el fuerte de don Carlos, por el lado de mar, construido en la época de Carlos III, y el fuerte Pío, por el lado norte, dando vista al fértil llano de Barcelona. [5]

Plano en relieve de la Ciudadela de Barcelona, con los edificios que aún
se conservan marcados en naranja.

A pesar de su inherente función defensiva, los barceloneses veían con recelo la existencia de la fortaleza, y ya en el año 1794 el Consistorio pidió al rey oficialmente su derribo, que obviamente no fue admitido.

Tras la Guerra de Independencia, el crecimiento demográfico de Barcelona era un hecho (a principios de siglo ya contaba con cerca de 185.000 habitantes), lo que implicaba un crecimiento urbanístico para el cual la fortaleza era un freno manifiesto, por lo cual se decidió derribar las murallas, aunque las sucesivas peticiones de los regidores a la autoridad real en 18403, 1845 y 1862 fueron desestimadas. Con la Revolución de Septiembre de 1868, el nuevo responsable del gobierno español el reusense Juan Prim y Prats decretó la cesión de la fortaleza a la ciudad, con el compromiso de edificar un parque público, que los gastos de la demolición corrieran a cargo del Ayuntamiento y la construcción de casamatas alternativas para el alojamiento de los soldados. A partir del año 1869 el Ayuntamiento de Barcelona encargó todo los proyectos y gestiones del derribo de la Ciudadela y de la construcción del Parque a una comisión de regidores, que estuvo presidida durante un tiempo por Francesc de Paula Rius i Taulet.

La Ciudadela durante su demolición, con el puente sobre el foso, la puerta principal, la iglesia, el palacio del gobernador y al fondo el arsenal. (d)

Transcurrieron más de diez años desde el inicio del derribo de las murallas (1869) en varias etapas hasta la cesión del solar de la Ciudadela y hasta la decisión de su uso. Se erigió un monumento ecuestre al general Prim entre 1882 y 1887 (que aún puede observarse en el parque de la Ciudadela, aunque fuese derribado puntualmente en 1936 y vuelto a erigir en 1948). Del complejo de la fortaleza quedaron sólo los principales edificios internos: la capilla, el palacio del Gobernador (actualmente, un instituto de enseñanza secundaria) y el arsenal, que en 1888 fue convertido en Palacio Real y en 1931 y, nuevamente, en 1979 en sede del Parlamento de Catalunya.

La ciudadela de Barcelona en el s. XIX.

LA CIUDADELA DURANTE EL PERIODO 1808-1814

En los dos dias que precedieron á la entrada de las tropas francesas en Barcelona, el recién incorporado capitán general conde de Ezpeleta intentó seguir el proceder de su antecesor en el mando el conde de Santa Clara, a pesar de que las instrucciones desde la Corte no fueran todo lo precisas que se hubieran necesitado en aquellos momentos más allá del de proporcionar a los soldados franceses lo que necesitaran para su alojamiento y avituallamiento y que hasta fueran mejor tratadas que las españolas. El Ayuntamiento, por otra parte, se resistía enérgicamente a la entrada de soldados extranjeros cuya fuerza excedia en mucho a la de los soldados españoles que guarnecían la Plaza. Finalmente tras acalorados debates se accedió a la admisión de los franceses dentro de la Plaza, pero sin concederles otros cuarteles que los de la ciudad, y sin ser admitidos en la Ciudadela, Monjuich y Atarazanas.

Ocupación de la Ciudadela de Barcelona y castillo de Montjuich
por los franceses el 29 de febrero de 1808.

Finalmente las tropas franco-italianas entraron la tarde del 13 de febrero de 1808 en la ciudad de Barcelona. Tras algunos desfiles y actos protocolarios, el 29 de febrero a las 11:30 h., tras una revista de tropas en la esplanada cercana a la fortaleza, el general italiano Lechi se dirigió directamente a caballo con sus edecanes a la misma, y detrás el resto de tropas que se hallaban en formación. A las 13:00 horas salió apresuradamente el gobernador de la Ciudadela, Juan Viard de Santilly4, para comunicarle a Ezpeleta que los franceses se habían apoderado de la fortaleza, quedando presa la guarnición española que la custodiaba.

La torre de San Juan, que se constituyó en el presidio de la ciudad. (f)

El 1 de marzo, se sacaron los enseres y muebles de la guarnición española, al hasta entonces gobernador se le mandó ocupar otros aposentos más reducidos en el mismo lugar y a las 4 de la tarde, salieron de la Ciudadela las tropas españolas, siendo casi toda de Guardias Españolas y Valonas5, que tuvieron que pasar la noche anterior al raso en la plaza de la Ciudadela. Los oficiales y la tropa, que iba con sus fusiles, se dirigieron al Baluarte de Medio-Dia, al Colegio Tridentino y al Convento de San Agustín. La fuerza francesa que se quedó en la Ciudadela, era de dos batallones del 2º de napolitanos, con unos 2.386 efectivos.

A partir de entonces, la Ciudadela, aparte de sus funciones defensivas y de alojamiento de soldados, se constituyó en almacén de víveres para la tropa y depósito de trigo de las poblaciones cercanas, depósito de armas (muchas de ellas españolas extraídas primeramente de las Atarazanas) y presidio para los contrarios a la ocupación, para rehenes de las autoridades francesas como personas de rango (el mismo conde de Ezpeleta), burgueses pudientes, religiosos y con el tiempo también para los prisioneros de guerra que eran conducidos a Barcelona. También la Ciudadela fue ocasionalmente objetivo del fuego de las fragatas británicas que bloquearon Barcelona por mar durante casi todo el conflicto.

Los reos del Complot de la Ascensión que se produjo en el año 1809, que ya tratamos en nuestro blog. El grabado recoge parte de la fachada de la Ciudadela, la torre de San Juan y la Iglesia interiores, así como su puente levadizo en el margen izquierdo.

Con el transcurso de los acontecimiento y a medida que avanzaba la guerra, en Barcelona se centralizaban los convoyes que regresaban a Francia, con los soldados y el fruto del expolio por parte varios de los oficiales. El propio Suchet acudió a la ciudad en dos ocasiones en 1813 y en 1814. Ya al finalizar la guerra y publicado el armisticio, con el último gobernador militar de Barcelona, Habert, aún exigiendo las contribuciones para todo el año 14 y sin tener relativa prisa para entregar la plaza. El 28 de mayo de 1814 quedó liberada la ciudad de Barcelona con la entrada del coronel José Manso al frente de su división, siendo elegido ese mismo día gobernador de la Ciudadela.

LA CIUDADELA EN LA ACTUALIDAD

La mayoría de los terrenos que ocupaba la Ciudadela están ocupados por un parque público con el mismo nombre, que durante muchos años fue el único que tuvo Barcelona. De la antigua fortaleza solo se conservan tres edificaciones: la Iglesia (Parroquia Castrense, s. XVIII), el antiguo Palacio del gobernador (actualmente el IES Verdaguer) y el arsenal (actual Parlamento de Cataluña).

LA IGLESIA

Perfil de la Iglesia de la Ciudadela (1724) . AGS. Secretaría de Guerra, Legajos (g)

LA CASA DEL GOBERNADOR

EL ARSENAL

Alzado frontal del arsenal de la Ciudadela de Barcelona (1717). AGS. Secretaría de Guerra, Legajos, 03303 (h)

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1«Esta tarea ocupó prioritariamente al ingeniero, tal como se hace patente a través de los numerosos planos y proyectos que hizo como planteamiento previo de la obra, así como por los que fue realizando en el transcurso de los trabajos de construcción para dar respuesta a los problemas que iban surgiendo. Evidencia de la concentración de esfuerzos de Verboom en la tarea, es el que en abril de 1715 escribía al ministro del Despacho de la Guerra, Miguel Fernández Durán, disculpándose por no poder atender a la constitución de la Academia para la formación de los ingenieros por estar muy ocupado en el proyecto de la ciudadela de Barcelona. Fue también él quien en 1715 diseñó la medalla conmemorativa de la ceremonia de colocación de la primera piedra de la ciudadela y se ocupó personalmente del desarrollo de las obras, lo que le llevó a solicitar el 1 de enero de 1718 el nombramiento de gobernador de la fortaleza, lo que le fue concedido el día 13 de mayo del mismo año». [7]

2La mayoría de sus habitantes no serían realojados hasta el año 1753, en el recién construido barrio de la Barceloneta.

3Ya en el año 1841 la nombrada Junta de Vigilancia de Barcelona inició el derribo de la muralla aunque, cuando fue suprimida el mismo año, el regente Espartero la hizo restaurar. [6]

4Juan Viard de Santilly (ó Santilli). Nació en Mâcon (Borgoña, Francia) el 8 de noviembre de 1754. Cadete de las Reales Guardias Valonas, participó en la Guerra contra la Convención Nacional francesa y en la campaña del Ejército español en el frente de Aragón (1793-1795). Fue coronel de infantería (25-12-1793). Fue herido en Lescun (4-9-1794). Fue capitán interino, segundo comandante de las tropas ligeras de Navarra (11-9-1794), capitán de fusileros del regimiento de las Reales Guardias valonas (3-8-1795), brigadier de infantería (4-9-1795) y gobernador de la Ciudadela de Barcelona (24-4-1798). Fue suspendido del cargo por las autoridades napoleónicas de empleo (29-2-1808) y desterrado a Francia (22-7-1810). Fue el último gobernador militar de la Ciudadela.

5Citando a Francisco X. de Cabanes, en junio de 1808, cifra las siguientes fuerzas regulares en Barcelona: Guardias Españolas (1.200) y Valonas (900), de otros cuerpos (600), Reg. de Borbón de caballería (100), 1er reg. de artillería (600) y de Marina, 1 bergantín y 6 faluchos. O sea 3.580 hombres y 120 caballos


Fuentes:

1 – “Poliorcètica Defensiva: La Ciutadella De Barcelona, Contextualització I Característiques Bàsiques” –  Miquel Gea y Laia Santinach, QUARHIS, Època Ii, Núm. 6 (2010), pp. 178-195

2 – “Gaudí en el Parque De La Ciudadela” – Laura Muñoz Hornillos,  Proyecto Final de Carrera. Expresión Gráfica Arquitectónica II – Arquitectura Técnica 2006-2007

3 – “Un parque para Barcelona. La evolución histórico-formal del Parque de la Ciudadela” – Ester Benatar Zamora. Aula 7, 2020

4 – https://ca.wikipedia.org/wiki/Fortalesa_de_la_Ciutadella

5 – https://serhistorico.net/2020/11/02/fuerte-pio-150-anos-de-historia-de-barcelona-antonio-gascon-ricao/

6 – https://www.llibertat.cat/2007/03/1841-primer-intent-d-enderrocament-de-la-ciutadella-de-barcelona-889

7 – https://dbe.rah.es/biografias/15570/jorge-prospero-verboom

8 – «Els governadors de la Ciutadella de Barcelona durant el segle XVIII» – Rafael Cerro Nargánez, Revista de Dret Històric Català [Societat Catalana d’Estudis Jurídics], vol. 18 (2019), p. 145-177 ISSN (ed. impresa): 1578-5300 / ISSN (ed. digital): 2014-0010

9 – «Barcelona cautiva 1808-1814» – Raymundo Ferrer, 1815 – Ed. Antonio Moliner Prada

Imágenes:

a – https://cloud10.todocoleccion.online/fotografia-antigua-fotomecanica/tc/2019/10/31/16/181740367_tcimg_C26123EA.webp

b – https://ajuntament.barcelona.cat/arxiumunicipal/arxiufotografic/sites/default/files/styles/_header__

carousel/public/s1_0100_07.jpg?itok=4wjKvd36

c – By José Luis Filpo Cabana – Own work, CC BY-SA 4.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=70040844

d – https://catalegarxiumunicipal.bcn.cat/ms-opac/image-file/byte?f=/opt/baratz/mediasearch/cache/extralarge/1/000004a3/1187085/1198566111111.jpg

e – https://cloud10.todocoleccion.online/fotografia-antigua-fotomecanica/tc/2019/10/31/16/181740367_tcimg_C26123EA.webp

f – https://catalegarxiumunicipal.bcn.cat/ms-opac/doc?q=ciudadela+de+barcelona&start=57&rows=1&sort=msstored_typology%20asc&fq=norm&fv=*&fo=and&fq=media&fv=true&fo=and

g y h – Ministerio de Cultura y Archivos Estatales de España.

Masía de Les Farreres. Las pinturas anónimas · 1808-14

Tiempo de lectura: 10 minutos

Lejos de algunos de los múltiples ejemplos que tenemos de pintura dedicada a las grandes escenas de la épica de la época napoleónica, nuestra entrada de hoy está dedicada a unas pinturas que también nos hablan de aquella época, con el añadido de haber sido realizadas durante los mismos años que duró el conflicto, lo que no deja de ser un aumento significativo de su importancia histórica y culturalmente hablando.

Por desgracia, las pinturas de la Masía de Les Farreres en la población de Rellinars (Barcelona), se hallan en un muy precario estado de conservación, por lo que no dejan de ser también una muestra (entre muchas) del tan manido desinterés de las Administraciones y de algunos de los antiguos propietarios en la conservación del patrimonio histórico, cultural y arquitectónico de nuestro país.

UNA BREVE HISTORIA

Las pinturas originales de la masía de Les Farreres en la población de Rellinars (Barcelona) forman un grupo de 14 escenas pintadas sobre las paredes de la sala principal de la primera planta de la masía. Se hicieron al temple de cola, sobre un muro enlucido con cal y enlucido de yeso, con enmarcaciones y cenefas, básicamente, de tipo vegetal y adornos textiles. Los tamaños varían en función de la pared y el lugar donde se ubican pero, en general, y dejando aparte las enmarcaciones florales y de cortinajes que las acompañan, oscilan entre 135 x 80/130 cm1.

Los hechos narrados corresponden al año 1808. Dado el desconocimiento que tenemos del autor, no podemos precisar exactamente el año en que fueron pintadas, pero debido a su carácter de crónica descriptiva, muy cercana a los hechos, no podemos alejarnos demasiado de esta fecha y hay que situarlas, por tanto, entre 1808 y 1814 como muy tarde. [N.a.: De hecho en algunas publicaciones y el Museo Comarcal de Manresa se datan concretamente en el año 1811] .

Las escenas comienzan en la parte norte de la pared de Levante y siguen un orden cronológico de los hechos más relevantes de la revuelta de los manresanos ante las órdenes del gobierno francés. Continúan hacia el balcón de mediodía que se encuentra sobre la entrada principal de la casa, con dos escenas autobiográficas donde un monje llega al lugar y pide acogida. Justo al lado del balcón, se pinta él mismo dibujando los murales que comentamos. Siguen por la pared de poniente y terminan al lado de la puerta de entrada al salón principal con la pintura alegórica de la batalla del Bruch.

Sobre la identidad del autor no se tiene noticia, pero se considera que podría haber sido algún eclesiástico vinculado o conocido de la familia, que tuvo que elaborarlas durante una estancia prolongada para preparar los dibujos, materiales y soportes, y que posiblemente habría estado en contacto con algunos de los participantes y hechos representados.

Su conservación es bastante mala dadas las condiciones ambientales del lugar y el abandono y la falta de vivienda continuada que ha sufrido la masía desde hace años2. [1]

LAS PINTURAS

Izquierda: No hemos encontrado referencias para esta imagen, aunque por representaciones similares podría corresponder a la Acción de Arbós, el ataque e incendio de las tropas francesas a la población de L’Arboç, que se produjo el 9 de junio de 1808 (tratado ya en nuestro blog La acción de L’Arboç (9 de junio de 1808).

Derecha: Alegoría de la primera batalla del Bruch. La imagen de la montaña de Montserrat, el conjunto de las tropas reunidas a los pies de la montaña y las diferencias de color en la parte derecha de la escena indican la voluntad evidente de explicar alguna cosa: las tropas luchando bajo la protección de san Ignacio de Loyola, la Virgen y san Mauricio. [1]. También tratamos las acciones de El Bruch en el pasado en nuestro blog en la entrada Las batallas del Bruc: 6 y 14 de junio de 1808. Museo temático.

Izquierda: El somatén de Santpedor dirigiéndose a Manresa para ir hacia El Bruch.

Derecha: Liberación de los presos de la prisión pública de Manresa.

Izquierda: Llevando a prisión a un afrancesado, una de las pinturas en peor estado de conservación. Se grafían la marcha de algunos miembros de los somatenes locales con el prisionero y con algunos niños viendo la escena en el extremo o acompañando a la comitiva.

Derecha: Distribución de escarapelas patrióticas al pueblo de Manresa en rebelión.

Izquierda: La quema del papel sellado (Crema del Paper Segellat) el dia 2 de junio de 1808, en la Plaza Mayor de Manresa, uno de los primeros episodios3 de resistencia en Cataluña durante la Guerra de Independencia y que recogimos ampliamente en nuestra entrada: Manresa: la quema de papel oficial, guerra y represión.

Derecha: Llegada del somatén de Santpedor a Manresa con su tamborilero. La escena también se puede encontrar reproducida en el Museo Comarcal de Manresa, obra del pintor Francisco Cuixart Barjau.

Izquierda: Tampoco tenemos información de esta escena, pero por el contexto del resto de representaciones, podría tratarse del viejo puente romano de Manresa ya que por este puente salió el somatén por la carretera de Can Maçana, hacia el Bruch, el 6 de junio de 1808.

Derecha: Nuestro «anónimo» autor con una casulla de eclesiástico, pintando algunas de las paredes de la masía, representado encima de una mesa y con los materiales sobre una silla. Se distingue a su izquierda la escena de la quema del papel sellado en la Plaza Mayor de Manresa.

Izquierda: Llegada de un grupo de jinetes con algunos eclesiásticos a la puerta de la masía.

Derecha: Ataque de los guerrilleros catalanes a los coraceros franceses de la vanguardia de la división del general Schwarz.

Izquierda: La segunda batalla del Bruch.

Derecha: La junta de Manresa, 2 de junio de 1808.

Nota: Agradecer especialmente a los gestores actuales de Masía de Les Farreres la ayuda por la información facilitada, así como el permiso para la publicación de las fotografías a su autor.

– – – 0 – – –

1El Departamento de Cultura de la Generalidad de Cataluña las ha catalogado como BCIN (Bien Cultural de Interés Nacional) publicado en el DOGC 10/10/2013.

2En el año 2017 la masía cambió de propietarios, realizándose obras de reparación y substitución de la cubierta para poner freno a la alteración de las pinturas por filtración del agua y la humedad provocada por ello.

3En todos los ámbitos de estudio sobre la Guerra de Independencia (Guerra del Francés), son bastante conocidas las pinturas murales sobre algunos acontecimientos primordiales de este suceso histórico en Manresa, y que se encuentran en la sala principal del caserío de Les Farreres. Algunos de estos frescos fueron reproducidos por el pintor Francisco Cuixart (Berga, 1875 – Manresa, 1931) a instancias del Ayuntamiento de Manresa, representando la batalla del Bruch, el Somatén, el Padre Montanyá y la Quema del Papel Timbrado.


Fuentes:

1 – «Pintura Històrica Catalana · Art i Memòria«, Pintures originals de la masia de les Farreres – Maria Dolors Moreno Albareda i Rafel Casanova (fotogr.)

2 – «Patrimoni en perill: el mas de les Farreres a Rellinars» – Maria Dolors Moreno Albareda, DOVELLA, Primavera 2010

3 – «Ilustració Catalana» – Revista semanal ilustrada, N.º 264, Barcelona, 21 de junio de 1908

Imágenes:

a – Fotografías ©Rafel Casanova

b – By Enric – Own work, CC BY-SA 4.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=51036422

Los combates en Ripoll de 1813

Tiempo de lectura: 10 minutos

La villa de Ripoll vivió un gran desarrollo económico y político durante los siglos XVI al XVII, convirtiéndose en un centro importante de producción de hierro y de productos textiles. Las piezas de cerrajería, tanto artesanales como para la construcción, y sobre todo las armas de fuego, abastecían la zona pirenaica, pero también los mercados de Vich, Mataró, Barcelona y hasta los del Nuevo Mundo. Tal como vimos en nuestra entrada sobre las fábricas de armas de Ripoll, el municipio gerundense dispuso de sus fábricas de armas (únicas de ese tipo en el Principado en ese momento) para el esfuerzo de la guerra ya desde mediados del año 1808, proveyendo del orden de 300 fusiles semanales para el ejército y colaborando asimismo en el suministro de armas para la defensa de Gerona.

Vista de S. Benito en Ripoll (c.1830) (a)

En pleno conflicto, un hecho que sería primordial para Ripoll, fuera del terreno estrictamente militar, fue la supresión el 6 de agosto de 1811 del régimen señorial, que suponía el fin del dominio del monasterio sobre la villa que ejercía nada menos que desde el siglo IX y que sólo la creación de un precario ente municipal en el año 1755 había modificado un poco. [1]

Durante todos los años que duró la guerra, la localidad fue ocupada por los imperiales en tres ocasiones, si bien en todas ellas los soldados solo permanecieron durante pocas jornadas en la villa. En diciembre de 1809, después de la toma de Gerona, el general Souham ocupó Olot con su división y luego la llevó a través de los collados de Canes y Vallfogona, entrando en Ripoll el 30 de diciembre de 1809, donde logró hacerse con el control de la población, aunque la mayoría de sus habitantes ya habían huido a las montañas.

La segunda ocasión fue en el Corpus del 26 de mayo de 1812 (otras fuentes apuntan el día 22) cuando se presentaron del orden de 5.000 imperiales bajo el mando de los generales Decaen y Lamarque en Ripoll, aunque su presencia se limitó a exigir una fuerte contribución a la población y posteriormente volvieron a su base de Olot.

Vista meridional de la Villa de Ripoll: 2. Llano de la Madalena; 3. Ermita de Nª Señora del Catlla; 4. Puente de Barcelona; 5. Rio Freser; 6. Parroquia de S. Pedro; 7. Monasterio de Benedictinos; 8. Iglesia de S. Eudaldo; 9. El Arquet; 10. Puente de Madera; 12. Puente de Olot; 13. Rio Ter; 14 Unión de los dos ríos. (Carrera Candi, Geografía General de Catalunya)

LOS COMBATES DE 1813

Al comienzo del año 1813, los españoles parecían en disposición de amenazar la Cerdaña francesa; una de sus divisiones ya estaba en Ripoll y el capitán general Copons se disponía a marchar hacia Vich con otra parte de su ejército para apoyar a dicha división. La estrategia de aquel movimiento parecía estar encaminada, por un lado, a tratar de llevar la guerra al otro lado de la frontera y por el otro intentar encubrir la vigilancia a que se tenía sometida a la Tarragona ocupada, y vislumbrar la posibilidad de intentar recuperarla con un golpe de mano.

Por parte francesa, el general en jefe Mathieu Decaen hizo vigilar la baja Cataluña por el general Maurice Mathieu; en Puigcerdá, el general Jean Baptiste Quesnel (uno de los sitiadores en el asedio a Figueras de 1811) recibió instrucciones especiales para la defensa de la frontera, mientras que el general de división Maximilien Lamarque, que se había desplazado hasta Olot, recibió órdenes de observar y de seguir los movimientos del enemigo.

Este general hizo un reconocimiento sobre el collado de Canes (por el antiguo camino real que unía a Olot con Ripoll) sobre la carretera de Vallfogona, donde el 23 de febrero de 1813 tuvieron lugar combates entre los imperiales y una columna española que mandaba el brigadier D. Joaquín Ruiz de Porras1, entre las localidades de Vallfogona y Ridaura; después de un combate inconcluso, Lamarque de repente se dirigió al collado de Sacre, hizo reconocer la localidad de Camprodon y se desplazó rápidamente con su división por San Juan de las Abadesas sobre Ripoll, donde el 28 de febrero de 1813 desalojó a sus defensores de la villa así como de los altos de Nuestra Señora del Negre donde habían intentado defenderse. Las tropas españolas que estaban al mando de su comandante, España, no habían podido reunir a todos sus efectivos para la defensa, por lo que tras una corta lucha se retiraron de Ripoll.

El puente del Raval en una litografía de Langlois, de su «Voyage pittoresque et militaire…» (b)
Una imagen de principios del siglo XX del puente. El antiguo puente fue destruido en mayo de 1839 durante las Guerras Carlistas. El puente de piedra actual data del año 1892 y sus cimientos se sostienen sobre la base del puente medieval. (c)

Lamarque era ya dueño de la villa así como de los puntos intermedios hasta Olot. La villa de Ripoll fue saqueada, las murallas derruidas y se destruyó lo que quedaba de las fábricas de armas. Después el comandante francés no se determinó a realizar nuevas operaciones y fue retirándose á su antigua posición de la capital del Ampurdán.

Algunos meses después aún tendrían lugar combates más al norte, en el valle de Ribes el 7 de mayo de 1813.

El puente del Raval (Ripoll) sobre el rio Freser, en la actualidad.
La plaza de San Eudald.
El rio Ter es el otro curso fluvial que bordea la población.

– – – – – – o – – – – – –

1Joaquín Ruiz de Porras (Valladolid, 1759 – 1828) era un militar miembro del cuerpo de artillería. Destinado a Mallorca, en 1782 participó en la campaña para recuperar Menorca del dominio británico y en 1784 participó en el segundo bombardeo contra Argel y en la defensa de Orán (1790). Al inicio de la guerra de Independencia se encontraba en Madrid, defendiendo el parque de Monteleón. Fue destinado a la escuela de Artillería de Segovia (1808) que se trasladó a Sevilla, donde montó una fábrica de fusiles. Fue destinado de nuevo a Palma para poner en marcha allí la fundición de cañones de la Lonja, y la escuela de Artillería: fue nombrado director de la Maestranza (1810) y del Colegio de Artillería (1811) de Palma (Mallorca). Nombrado Brigadier, fue destinado al Ejército de Cataluña, donde participó en los combates de La Garriga y Ripoll (1813), pero pronto recibió la orden de retornar a la dirección del colegio y a la fábrica de Mallorca (1813) hasta que fue destinado a Segovia con el regreso al lugar tanto de la escuela de Artillería como de la Fundición (1814).


Fuentes:

1 – https://www.diaridegirona.cat/opinio/2012/12/22/ripolles-girona-i-guerra-frances-49342069.html

2 – https://www.pedresdegirona.com/terresdegirona/ripolles_ripoll.htm

3 – “Historia de la Guerra de la Independencia en el antiguo Principado“. Tomo II – Adolfo Blanch, Imprenta y Librería Politécnica deTomás Gorchs, Barcelona, 1861

4 – https://ripoll.cat/historia/

5 – «Voyage pittoresque et militaire en Espagne – Catalogne» – M.C. Langlois, Paris – Edición facsímil, General Grafic, S.A., 1978 

6 – https://ca.wikipedia.org/wiki/Joaqu%C3%ADn_Ruiz_de_Porras

7 – http://wikimapia.org/7494668/es/Pont-del-Raval

Imágenes:

a – Dominio público. Fuente: “Institut Cartogràfic i Geològic de Catalunya (ICGC)”.

b – Dominio público. Fuente: “Institut Cartogràfic i Geològic de Catalunya (ICGC)”.

c – https://www.todocoleccion.net/postales-cataluna/ripoll-pont-reval-sobre-freser-25-postal-antigua-66-150~x190478656#sobre_el_lote

d – Fotografías del autor.

Las Islas Medas en 1808-14

Tiempo de lectura: 15 minutos

Las Islas Medas que emergen frente a la costas de la pequeña ciudad de L’Estartit, en Gerona, son un enclave turístico y un lugar bien conocido de los pescadores y buceadores de la región. Refugio de piratas durante largas épocas, durante la Guerra de Independencia las islas jugaron un papel singular por cuanto su posesión representaba un punto de paso obligado para la navegación por las costas catalanas y un momentáneo punto de resguardo para las embarcaciones.

Tras la guerra, a mediados de siglo se construyó un faro y una pequeña guarnición militar ocupó el enclave hasta finales del siglo XIX. En la actualidad la parte emergida de las Islas Medas es una reserva natural integral y no se puede acceder sin autorización de las autoridades del parque natural.

UN POCO DE HISTORIA

Las islas Medas, resaltadas en amarillo, en un mapa datado en 1668, por el Chevalier de Beaulieu (a)

Las Islas Medas fueron ya pobladas y utilizadas como lugar de enterramiento por los romanos, como ha demostrado el hallazgo de tégulas, ceràmica y otros objetos diversos.

Durante la Edad Media, en 1178, los musulmanes mallorquines saquearon e incendiaron la isla, y en tiempos de Martín el Humano, el monarca planeó fortificar la isla debido a los frecuentes actos de piratería y poder establecer allí un monasterio de los caballeros de San Juan de Jerusalen, proyecto que intentó llevar también a cabo su sucesor, Fernando de Antequera. El monasterio no llegó a edificarse, construyéndose una capilla y ampliandose la torre de defensa existente. En plena construcción de las mismas en 1442, la isla fue asaltada por embarcaciones genovesas, que quemaron la capilla de San Miguel y sus dependencias, y convirtiéndo desde entonces la isla en un refugio de piratas. El conjunto de las edificaciones desapareció en 1522, por un derrumbe de la parte occidental de la isla.

En el año 1655 las islas fueron ocupadas por un contingente armado francés que se vió obligado a abandonarlas posteriormente en el año 1670 por la acción de una expedición militar proveniente de Barcelona que había levantado anteriormente un asedio en Palamós.1

Como consecuencia de la guerra contra la Convención, en el año 1794 los franceses que tomaron posesión de la isla construyeron una fortificación. Los por entonces aliados ingleses recuperaron el archipiélago pero lo volvieron a perder tiempo después. Las islas también sirvieron durante un tiempo de prisión militar.

Concluida la guerra de Independencia, quedó en la Meda Grande una pequeña guarnición que fue disminuyendo gradualmente hasta su desapareción definitiva en 1890. A principios de los años 30 del siglo pasado la Meda fue definitivamente abandonada por el hombre.3

El faro existente es un punto de referencia para los navegantes que navegan entre L’Estartit, las islas Medas y el cabo de Bagur. El viejo faro del año 1866, se automatizó en 1923 con acumuladores suecos de gas acetileno, y en 1930 se cambió por otro sistema rotativo y automático. El año 1982 se rehizo la torre del faro con la instalación de una nueva óptica.6

Una fotografía de los años 30 de Vicente Fargnoli, con el faro y algunas construcciones que se veían ya invadidas por la vegetación (b)

LA OCUPACIÓN NAPOLEÓNICA

Según el Estado Militar de 1808, el gobernador del fuerte de las Medas era el capitán D. Andrés Yoly, lo cual nos indica la presencia de una guarnición militar, suponemos que de pequeña entidad, a principios del siglo XIX.

Adolfo Blanch señala que en los últimos días de abril de 1810 el gobernador era Agustín Cailleux Scompremant (¿un emigré?), que se negaba a entregar la isla a los imperiales, aunque esta fuera ocupada tiempo después por las tropas francesas. La isla no dejaba de ser un enclave estratégico enmedio del conflicto por su ubicación, facilitando el cabotaje de la costa y negando a los buques ingleses un posible refugio.

Luis de Lacy (c)

Entre agosto y septiembre de 1811 el por entonces capitán general de Cataluña, Luis de Lacy y Gautier, vió la necesidad de tener un punto de importante de aprovisionamiento para el ejército y un punto fuerte en la costa para poder comunicarse con la escuadra aliada. Al no poder contar con la fortaleza de San Fernando de Figueras, pronto reparó en las Medas, que aunque ocupadas por los franceses no disponían de efectivos importantes ocupando las mismas. El 27 de agosto, una fuerza de unos 150 efectivos al mando del coronel inglés Green, secundado por el barón de Eroles, embarcaron en la fragata británica Indomitable con rumbo a la isla. El 29 de agosto desembarcaron en la ínsula con algunas piezas de artillería y procedieron a sitiar a la escasa guarnición. El 1 de septiembre los imperiales aparecieron asimismo en la villa de L’Estartit, emplazando piezas de artillería y obuses en el cabo de la Barra, y comenzaron a bombardear a los desembarcados en la zona de atraque (las islas se encuentran a una distancia de unos 900 metros del punto más cercano de la costa).

La guarnición enemiga fue hecha prisionera junto con algunas piezas de artillería pesada, a pesar del fuego realizado desde la costa. Pronto se pensó por parte de los mandos españoles en habilitar la isla como una verdadera fortaleza para depósito e instrucción de las tropas y varias dependencias auxiliares, pero la realidad era otra: la escabrosidad del terreno planteaba una gran dificultad para la construcción de dependencias en un punto que estaba muy cercano a la costa, por entonces con varios enclaves en manos del enemigo. Al no haber una perspectiva clara de relevo por parte de las tropas españolas, y habiendo fatigado a sus hombres en tratar de fortificar algunos puntos de la isla, los ingleses propusieron volar el fuerte y abandonar las islas definitivamente, lo que se hizó efectivo por la noche del 2 a 3 de septiembre.

Uno de los proyectos de Massanés, de 14 de noviembre de 1811, con parte de las obras ya ejecutadas: «Plano geométrico de las Yslas Medas que manifiesta su situación con respecto al Cap de la Barra y Pueblo de Estartid, Obras provisionales de defensa y civiles que se han executado, como igualmente un proyecto de la Fortificación estable que puede adaptarse, con la idea de un plan de Población y tres proyectos para unir las dos Yslas con el objeto de formar un puerto que proporcione la posible seguridad á las embarcaciones» (d)

Pero el propio Lacy no cejaba en su empeño de ocupar la Meda Grande como punto estratégico, y el 12 de septiembre volvió él mismo con la fragata británica Undaunted, junto con unos 200 hombres. Lacy envió a parte del contingente a atacar las baterías costeras de L’Estartit (los franceses ya se habían retirado por entonces) y puso al teniente coronel de zapadores José Massanés al mando de las obras de fortificación y le nombró gobernador de la isla.

Manuel Llauder y Camín.

Los franceses volvieron a la población el día 19, pero un desembarco de las tropas que se hallaban acantonadas en las Medas los redujo. En noviembre los imperiales repitieron la intentona, disparando desde una batería de morteros y obuses a la derecha del cabo de Barra, a unos 1.400 metros de distancia, que no provocó daños de importancia.

Ya por entonces Massanés concluía el reducto que debía flanquear el punto de la Guixera (Las Gaicheras), y habilitaba un nuevo desembarcadero en la isla del castillo, hacia la parte de mediodía, inutilizando el que miraba al pueblo de L’Estartit, que batía de lleno la artillería enemiga.4

Ya en el año 1812, más concretamente el 19 de mayo, el nuevo gobernador el coronel Manuel Llauder (al que conocimos como edecán de O’Donnell en septiembre de 1810) realizó algunas acciones de ataque a la costa para tratar de inutilizar las baterías enemigas y un fuerte ubicados frente a la isla, intentona que repetiría días después. Las islas se conservaban también en poder español para el resguardo de los ligeros barcos corsarios catalanes que acechaban a sus presas por la costa con la ayuda en ocasiones de las naves británicas.

Mapa de las islas y sus fortificaciones en un Portulano de 1813 (e)

BREVE RECORRIDO FOTOGRÁFICO

Vista de las Islas Medas con Google Earth y algunos de sus puntos significativos. La isla Meda Grande alcanza en algunos puntos los 70 metros de altura y la Meda Chica unos 40 metros.
El pequeño islote de El Medallot, a la izquierda, frente a la Meda Grande.
La isla Meda Grande con la diminuta silueta del faro que la corona.
La Cueva del Demonio, entre la Punta de Deu a la derecha y la Pota de Llop (Pata de Lobo) a la izquierda.
Por espacio de muclio tiempo las islas fueron una importante zona para la pesca del coral, hoy ya abandonada; en sus profundidades se abren grandes grutas que han sido objeto de diversas
exploraciones y estudio por parte de los buceadores.
Los salientes de la Punta de la Galera y la Pota de Llop.
El Cavall Bernat a la izquierda y las Cuñas Grande y Pequeña.
La imponente silueta del Cavall Bernat.
Rodeando el Cavall Bernat y la Cuña posterior.
Las Cuñas Grandes y Pequeñas, «Tascons» en catalán.
La Meda Chica o Pequeña, en el centroderecha.
Las rocas calcáreas y margas que conforman gran parte de la isla y que explican en parte la dificultad en acondicionar construcciones en su superficie unos doscientos años atrás.


Fuentes:

1 – «Las fortificaciones en las Islas Medas» – Jaime Pumarola, Revista de Girona, nº 12, 1960, pp. 36-37

2 – «El cors a l’Empordà durant la Guerra del Francès» – Gabriel Martin Roig, Revista del Baix Empordà, pp. 6-17

3 – «Els sistemes naturals de les Illes Medes» – J. Ros, I. Olivella, J.M. Gili, IEC, Arxius de la Secció de Ciències LXXIII, Barcelona, 1984

4 – “Historia de la Guerra de la Independencia en el antiguo Principado“. Tomo II – Adolfo Blanch, Imprenta y Librería Politécnica deTomás Gorchs, Barcelona, 1861

5 – Estado militar de España. Año de 1808. En la Imprenta Real

6 – Patrimoni històric del Baix Ter: Les Illes Medes (patrimonihistoricbaixter.blogspot.com)

7 – https://www.oirealtor.com/noticias-inmobiliarias/los-faros-de-catalunya-maravillas-del-patrimonio-maritimo/

8 – «Las Islas Medas: Pasado, presente y futuro» – Dafne Jácome Sanz, Biol. on-line: Vol. 3, Núm. 1 (Febrero de 2014)

Imágenes:

a – https://cartotecadigital.icgc.cat/digital/collection/atles/id/632/rec/1

b – «Una plaça forta oblidada a les Medes» – Candi Mundet y Antoni Roviras, Pdf (24/11/2010)

c – By Garcia – http://hemerotecadigital.bne.es/issue.vm?id=0001356541&search=&lang=es, Domini públic, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=94597755

d – https://bvpb.mcu.es/independencia/es/consulta/resultados_ocr.do?id=2151&forma=ficha&tipoResultados=BIB&posicion=5

e – https://bibliotecadigital.rah.es/es/consulta/resultados_ocr.do?id=1538&forma=ficha&tipoResultados=BIB&posicion=1 – (Portulano de las Costas de la Península de España, Islas adyacentes y parte de la Costa de África (1813)

f – Fotografías del autor.

El Puente del Diablo (Martorell) en 1808-14

Esta semana gracias a nuestro corresponsal Byron os damos cuenta de la visita al Puente del Diablo (Pont del Diable) que se encuentra entre los términos municipales de Martorell y Castellbisbal en la provincia de Barcelona y que, pese a parecernos a primera vista casi acurrucado sobre sus amplios arcos de piedra ya superado en altura por las modernas autovía y autopista, se yergue aún inamovible por encima de curso del caudaloso Llobregat, sin duda recordando su pasado milenario y que ha sido testimonio del paso de los soldados de las legiones romanas y entre otras, hasta hace unos escasos doscientos años, las tropas francesas y aliadas del emperador Napoleón.

Una imagen actual del puente sobre el rio Llobregat, apenas perceptible tapado por la vegetación.

UN POCO DE HISTORIA

El Puente del Diablo es uno de los escasos restos que se conservan de la red viaria romana (la conocida Via Augusta) del curso bajo de los rios Llobregat y Anoia. Su construcción está datada entre los años 8-9 a.C.,* y fue llevada a cabo por tropas de las legiones romanas. El arco de triunfo, situado en la entrada izquierda del Llobregat, es la estructura de época romana más importante que se conserva del puente. Semejante al famoso Arco de Bará, pero mucho más sencillo, dispone de una pilastra de orden corintio a cada lado que sostiene el entablamento. Se cree que tenía una función honorífica y de límite territorial.10

Una de las reproducciones más antiguas (1735) que se conocen del puente con una inclinación más acusada que la actual, que corresponde a la construcción de 1283, que aasentó la estructura del puente gótico sobre los restos del romanao que se conservaban. Las barandas y la cubrición del elemento central se realizarían en el año 1768. Se distingue la cubierta de la capilla de San Bartolomé sobresaliendo por la izquierda. Al fondo la silueta de las montañas de Montserrat. (a)

El arco fue reformado posteriormente en la época medieval entre los siglos XIII y XIV ya que una riada se llevó parte del puente en los años 1143 y 1283 (en este último año se produjo la reforma del arco occidental que duró hasta 1295). La reconstrucción del puente, también llamado de Sant Bartomeu por la capilla románica que había junto a él o puente de piedra, fue una obra de gran importancia y para este fin se recaudaron e impusieron tributos especiales durante mucho tiempo. El proceso de transformación de la red viaria, sobretodo a partir del siglo XVIII, propició numerosas intervenciones en el puente y su entorno, como la construcción de la caserna de caballería. También el famoso ingeniero militar Juan Martín Zermeño acometería unas reparaciones del puente en 1768.

En 1928 se realizaron unas obras de restauración consistentes en limpiar la vegetación que lo cubría y diversos trabajos de consolidación. Por Decreto-ley de 3 de junio de 1931 el puente fue declarado monumento histórico-artístico.

El 24 de enero de 1939 el puente fue volado por el ejército republicano en retirada en los instantes finales de la Guerra Civil. El 20 de abril de 1961 se iniciaron los trabajos de reconstrucción del gran arco gótico central que duraron hasta el año 1962. La demolición de las casas situadas junto al estribo del puente de Martorell puso al descubierto restos de los sillares romanos, y la del antiguo matadero municipal (1990), permitió localizar los restos de la capilla de San Bartolomé (Sant Bartomeu).6

El puente hasta 1939. (b)

MARTORELL Y SU PUENTE EN LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA

Inmediatamente después de la guerra de Sucesión, la ciudad de Martorell se convirtió en un centro de concentración e intendencia del ejército, y en 1723 se proyectó la construcción del edificio cuartel de las caballerizas para poder alojar a los soldados y no recurrir a los domicilios de sus habitantes como tradicionalmente ocurría.

Durante la Guerra de Independencia las vicisitudes por las que pasó la ciudad de Martorell fueron similares a las de otros municipios que se vieron implicados en el conflicto en la zona. El Puente del Diablo pronto cobró importancia desde el punto de vista militar y estratégico, ya que sólo se podía atravesar el río Llobregat en este punto o a unos 12 kilómetros hacia el sureste por el puente de las Quince Arcadas, en Molins de Rey.

Jean Charles Langlois, capitán y antiguo edecán del mariscal Saint Cyr, viajaría a Cataluña en 1826 para reproducir varios de los lugares pintorescos de la región o donde se trabaron algunos de los combates más recordados. Sus trabajos serían publicados en fascículos de cuatro grabados cada uno, con el título de «Voyage pittoresque et militaire en Espagne-Catalogne» entre 1826 y 1830.

En los primeros compases de la contienda el general Schwarz saldría de Martorell a primeras horas de la madrugada del 6 de junio de 1808 con sus tropas para apoderarse de Manresa, en lo que sería uno de los primeros descalabros franceses en Catalunya en las acciones que se trabaron en las alturas de El Bruch y Can Massana.

Días más tarde, tras la primera tentativa fallida, el general Chabran llegó con su división a Martorell a las dos de la tarde del día 18 de junio, pero solo él con su Estado Mayor se hospedaron en la villa, acampando el resto de las tropas en el llano cercano, en lo que también sería un nuevo revés para los imperiales en el Bruch. Tras estas acciones consecutivas en el tiempo, San Baudilio (Sant Boi), Molins de Rey y Martorell serían saqueados y quemados por las tropas francesas.

Ayuntamiento de Martorell

Mientras se producían los primeros asedios en Gerona el conde de Caldagués y más concretamente el coronel Juan Baget habían reunido en varias compañías a somatenes, migueletes y soldados regulares dispersos, fortificando con ellas y con varios cañones procedentes de otras plazas la llamada línea del Llobregat, que se extendía desde San Baudilio (Sant Boi) a Martorell, guardando los caminos de Garraf, Ordal y Esparraguera.

Posteriormente también el general Vives trasladaría el 9 de noviembre de 1808 su cuartel general a Martorell, habiendo aumentado sus fuerzas y planeando el ataque a Barcelona antes que se internaran en Cataluña las tropas francesas del 7º cuerpo de ejército del general Saint-Cyr.

Durante la guerra el ayuntamiento de Martorell se erigió en Junta de Defensa del Corregimiento de Barcelona, debido a la ocupación de esta última durante prácticamente todo el conflicto.

Pero si hay un nombre que va ligado desde entonces hasta el final de la guerra a Martorell es el de José Manso (cuya biografía repasamos en su momento), ya que el futuro general instaló en varias ocasiones su cuartel general en Martorell o en la cercana Pallejá. Se produjeron varios hechos de armas de las tropas comandadas por Manso contra los franceses y sus aliados del general Mathieu en la zona comprendida entre Martorell y el puente de Molins de Rey así como en Sant Andreu de la Barca.

Croquis de las acciones más conocidas de José Manso, que irradiaban desde la villa de Martorell hacia las poblaciones limítrofes. La Línea del Llobregat, marcada con trazo rojo discontinuo y que se extendía desde San Baudilio de Llobregat (actual Sant Boi) hasta Martorell, teniendo la vanguardia en Pallejá y que vigilaba los caminos que discurrian por el Garraf, Ordal y Esparraguera. (c)

Esto también le dio la oportunidad de poder impedir la voladura del mismo Puente del Diablo en el año 1811; se trataba de una orden dada por el entonces jefe del Ejército en Cataluña, el general Luis Lacy, aduciendo razones estratégicas que Manso finalmente consiguió anular.

En 1813, Martorell sería el punto al que se dirigieron las tropas del general Decaen durante la batalla del Coll de l’Ordal -entablada contra tropas hispano-británicas- para organizarse y atacar posteriormente San Sadurní y Villafranca, que sería tomada por las tropas de Suchet el 13 de septiembre.

En 1814, las guarniciones francesas evacuadas de las plazas de Monzón, Lérida y Mequinenza por un engaño urdido entre otros por el barón de Eroles y Van-Halen, conforme se les permitiría regresar a Francia, fueron apresadas finalmente en Martorell y la gran mayoría enviadas por orden de la Regencia a Zaragoza.

También recogemos una anécdota local con la llegada de Fernando VII a Martorell procedente de Terrassa y que, tras atravesar el puente del Diablo, al bajar del carruaje quería fusilar al alcalde, por el trago que le había hecho pasar. Seguramente como se debía hacer, se debió arreglar el camino para que fuera practicable para la comitiva real, pero lo que no hubo manera de arreglar era el paso por las pronunciadas y estrechas pendientes del puente.2

Con motivo de la guerra y una vez concluida esta, en el año 1816 la ciudad recibiría el título de “La muy noble y muy leal ciudad de Manresa”.

Un dibujo del Puente del Diablo (1839) de Francesc X. Parcerisa, con el antiguo cuartel de caballería al fondo a la izquierda y la capilla de San Bartolomé, casi imperceptible, enmarcada por el arco central (a)

REPORTAJE FOTOGRÁFICO

Restos de la capilla de San Bartolomé
Placa conmemorativa (1996)

Los restos de la antigua ermita de San Bartolomé (Sant Bartomeu), de unas dimensiones aproximadas de 13 x 6,5 m, se encuentran situados al lado del acceso desde la villa al Puente del Diablo, por el margen derecho del rio Llobregat. Los primeros documentos de la misma datan del año 1208, durante el siglo XVI se encontraba en muy malas condiciones y en la Guerra de Independencia fue utilizada como granero. Fue destruida en 1835, posteriormente el ayuntamiento contruyó un matadero en el mismo lugar, que fue derribado en 1990 y las excavaciones posteriores permitieron redescubrir los restos de la ermita.9

La placa conmemorativa se encuentra situada encima de un pequeño pilar de piedra. La leyenda grabada sobre la plazca de bronce reza:

«EN MEMÒRIA DELS MORTS DE LA GUERRA DE SUCCESSIÓ (1705-1714) I LA GUERRA DEL FRANCÈS (1808-1814) ENTERRATS AL FOSSAR DE SANT BARTOMEU I DE TOTES LES PERSONES SEPULTADES EN AQUEST CEMENTIRI AL LLARG DE LA SEVA HISTÒRIA.

MARTORELL, 11 SETEMBRE 1996″.

«EN MEMORIA DE LOS MUERTOS DE LA GUERRA DE SUCESIÓN (1705-1714) Y LA GUERRA DEL FRANCÉS (1808-1814) ENTERRADOS EN EL FOSAR DE SANT BARTOLOMÉ Y DE TODAS LAS PERSONAS SEPULTADAS EN ESTE CEMENTERIO A LO LARGO DE SU HISTORIA

MARTORELL, 11 DE SEPTIEMBRE DE 1996″.

– – – – – – o – – – – – –

* El aparejo romano acolchado y grande lleva grafiado en su superfície las letras CCO, documento epigráfico de las marcas de las legiones que trabajaron en su construcción (III – Macedonica, VI – Victrix y X – Gemina). El aparejo románico, yuxtapuesto está formado por sillares de dimensiones más pequeñas organizados en hileras regulares [3 y 6]


Fuentes:

1.- “Mapes de Patrimoni Cultural” – Placa de l’ermita i fosssar de Sant Bartomeu” – Diputació de Barcelona.

2.- “L’evolució històrica de la xarxa viària entre el Llobregat i el Foix. Des de l’època romana fins el tercer decenni del segle XX” – Miquel Vives Tort, Facultat de Geografia i Història de la Universitat de Barcelona.

3.- “Memòria de la prospecció arqueològica preventiva del tram Martorell-Castellbisbal, línia d’alta velocitat Madrid – Barcelona – Frontera Francesa” – Montse Freixa i Vila, Direcció General del Patrimoni Cultural, Departament de Cultura i Mitjans de Comunicació, Generalitat de Catalunya.

4.- https://sabarca.cat/historia/7

5.- https://monuments.iec.cat/fitxa.asp?id=81

6.- https://turisme.elbaixllobregat.cat/es/monuments-visites/pont-del-diable

7.- http://museu.molinsderei.org/docs/itinerari_guerra_del_frances.pdf

8.- https://www.bibliotecaspublicas.es/martorell/infolocal.htm

9.- https://estimadaterra.wordpress.com/2019/04/04/restes-de-lermita-i-fossar-de-sant-bartomeu-de-martorell/

10.- http://losfolloneros.blogspot.com/2014/03/torretes-castells-i-mines-martorell-2014.html

11.- https://www.todocoleccion.net/coleccionismo-revistas-periodicos/ano-1962-historia-construccion-puente-romano-martorell-pont-diable-arco-romano~x56731381#sobre_el_lote

12.- http://www.cemartorellencs.com/gravats-del-pont-del-diable

13.- «Historia visual de Martorell» (2003) – Pdf

14.- http://www.martorell.cat/martorell/el-municipi/historia.htm

Imágenes:

a.- http://www.cemartorellencs.com/gravats-del-pont-del-diable

b.- https://www.todocoleccion.net/coleccionismo-revistas-periodicos/ano-1962-historia-construccion-puente-romano-martorell-pont-diable-arco-romano~x56731381#sobre_el_lote

c.- «El invicto Conde del Llobregat y los hombres de Cataluña en la Guerra de Independencia» – Isidro Clopas Batlle, Publicaciones de la Sección de Prensa de la Diputación Provincial de Barcelona, 1961

d.- Fotografías del autor.

El castillo de San Martín de Centellas (Centelles)

Tiempo de lectura: 20 minutos

Esta semana realizamos una visita al Castillo de Centellas, también conocido como Castillo de Sant Martí y Castillo de Sant Esteve. Durante la Guerra de la Independencia, las tropas francesas que ocuparon Centellas devastaron parte de su núcleo urbano.(I) Primeramente, Centellas fue ocupada en el año 1809 por unidades del 7º Cuerpo de ejército franco-italiano del por entonces general Gouvion Saint-Cyr, que se acuartelarían en la villa en su camino hacia la ciudad de Vich, que finalmente ocuparían como apoyo a las tropas que asediaban Gerona. En los años siguientes también se entablarían combates en dicha zona, concretamente en los años 1810 y 1812. La villa era uno de los lugares de paso obligado para llegar a Vich desde Barcelona pasando por las poblaciones de Caldes de Montbui y San Feliu de Codines. El terreno montañoso que circunda estas poblaciones hasta llegar a la llanura de Vich era un lugar muy apropiado para las emboscadas por parte de los somatenes locales, a menudo ayudados por tropas regulares.

Sobre el papel del castillo en el conflicto solo podemos hacer conjeturas: fue ocupado por tropas españolas para las cuales el castillo y sus alrededores representaban un probable punto de emboscada (como se produjo en el mes de mayo de 1809) y si las tropas francesas probablemente lo ocuparon no dejaría de ser un puesto de avanzada de vigilancia para la villa y los caminos que llegaban a ella, albergado quizás con un pequeño contingente, dada la dificultad en su acceso y su distancia del núcleo urbano de Centelles.

Los restos del castillo, en el cerro Agulla de Sant Martí, a 855 metros de altura y a unos 200 m por encima de su base.

PRESENCIA MILITAR FRANCESA EN CENTELLAS EN LOS AÑOS 1809, 1810 y 1812

1809

Tras la batalla de Valls, el 25 de febrero de 1809, y con los restos del ejército español de Reding en Tarragona, St. Cyr pasó a ocupar Reus, Valls y Montblanch, manteniéndose siempre en condiciones de poder encontrar provisiones y “amenazar” a la guarnición de Tarragona. Saint-Cyr llegó a la conclusión que las ordenes prescritas por París de conquistar la capital tarraconense y Tortosa, sin llevar consigo un tren de asedio formal eran poco menos que una quimera, ya que solo poseía la artillería de campaña propia y la capturada a los españoles. Tal como nos comenta el historiador vallense Francesc Murillo:

“Esto provocó que Saint-Cyr, intentara aguantar todo el tiempo que pudiera, mientras pudiera alimentar a la tropa, esperando que Tarragona cayera por si sola. Pero se le acabó primero la comida. Y lo que hace Saint-Cyr el día 20 de marzo, es reunir a sus tropas que habían ocupado parte de la Conca de Barberà, las concentra en Valls, y se pone en camino hacia el norte, hacia Barcelona, porque unos días antes había recibido instrucciones de Napoleón. Él no había recibido ninguna instrucción de Napoleón desde que había entrado en Cataluña, prácticamente, el consabido problema de las comunicaciones. Y las instrucciones le decían que había de capturar Tarragona, Gerona y Tortosa. Eso era imposible con los medios de que disponía, pero primero se dirigió a Gerona, que era lo más normal para poder mantener las comunicaciones abiertas.”

A finales de marzo, por tanto, Saint-Cyr pasó de nuevo por el Llobregat, asentándose por la llanura de Barcelona, ​​a la espera de ser llamado por Reille para cubrir el asedio de Gerona y poder protegerlo de los ataques de los irregulares españoles, impedir el auxilio o los suministros a la guarnición o, en una etapa posterior, una posible ayuda del reorganizado ejército de campaña español. A mediados de abril, St. Cyr abandona Barcelona para acercarse a Gerona, anticipándose al movimiento de Reille, con el objetivo de instalarse en los valles de Vich y preparar el terreno. La posición se eligió porque combinaba una cierta proximidad (aunque no extrema) a Gerona, para observar y defender el futuro asedio, y la presencia de considerables provisiones y recursos en el territorio, para poder operar sin sobrecargar al estratégico territorio de Barcelona.

Después de vencer una débil resistencia de los españoles en los cuellos de botella en las montañas, Saint-Cyr ocupó Vich, encontrando abundantes suministros, en la ciudad y en los campos. La división italiana estaba a la vanguardia en Tona y Collsuspina, Souham ocupaba la ciudad homónima del valle y Tona, mientras que la división napolitana de Chabot se encontraba en Centellas.

Con Barcelona comenzando a reabastecerse por mar a principios de mayo y los suministros encontrados, Saint-Cyr puede esperar a que comience el asedio, llevando también a cabo una multitud de pequeños ataques en los valles para acumular más suministros y dispersar las diferentes partidas apoyadas por tropas regulares españolas que se hallaban observando a su cuerpo de ejército.(II)

Un dibujo a lápiz datado en 1826, por Adolphe Hedwige y Alphonse Delamare (a)

En mayo, el mariscal Augereau, el duque de Castiglione, asumió el mando del Cuerpo de Ejército de Cataluña por orden de Napoleón; sin embargo, se encontraba enfermo, y durante mucho tiempo el mando temporal se dejó a su predecesor; además, se suponía que el general Verdier reemplazaría a Reille en el mando de la división de asedio que, a principios de mayo, entró en Cataluña y empezaba a estrechar el cerco de las unidades en torno a la plaza de Gerona. Con el inicio del bloqueo, St. Cyr se mantuvo en la posición de Vich y su entorno, a pesar de haber hecho que Lechi reconociera bien el territorio que lo separaba de Gerona para poder acercarse rápidamente en caso de peligro.

Cuando el verdadero asedio comienza a mediados de junio, Saint-Cyr está cada vez más preocupado por el fortalecimiento del ejército español, ahora unido a los de Valencia y Aragón bajo el mando de Blake; de hecho, la unión consiguió devolver un mínimo de cohesión a las desmoralizadas tropas catalanas, lo que les permitió volver a ser utilizadas fuera de las plazas fuertes. St. Cyr, ante la nueva amenaza, decide acercarse a Verdier, para cubrir el asedio de manera más eficaz y poder, si era necesario, fortalecerse con las tropas del otro ejército imperial. El comandante español, sin embargo, en lugar de volverse contra el bloqueo de Gerona decide atacar a Suchet en Aragón, sufriendo una derrota muy dura y quedando fuera de juego durante algún tiempo.

Al tener que evacuar a los heridos, el 11 de junio Saint-Cyr inició el reposicionamiento del cuerpo de ejército dirigiendo un destacamento de escolta, con todos los carruajes disponibles, hacia Barcelona (pasando por Centellas y Granollers) y viéndolo regresar a Vich el día 16; el 18 pudo comenzar la marcha de todo el cuerpo: para el 20 las divisiones Pino, Souham y Chabot se colocaron en un amplio arco que se extendía desde el mar (en St. Feliu de Guixols) hasta el interior profundo, defendiendo fuertemente todos los pasos que el enemigo pudiera utilizar para moverse desde Hostalrich a Gerona.1

1810

El 12 de enero de 1810, los franceses, en número de mas de 10.000 hombres, pasaron por el Grao de Olot y otros puntos, y se dirigieron hacia Vich, desde donde intentaron pasar hacia Moyá, flanqueando el paso de Collsuspina. El general Souham con 6000 hombres ataca al Brigadier Porta que subía desde Centellas a incorporarse con Div. O’Donnell en Collsuspina.

El dia 13 de enero repitieron los franceses el ataque por la izquierda de Collsuspina, y habiendo quedado libre la carretera (porque la infantería de ambos ejércitos se batía en las alturas), la caballería francesa logró penetrar hasta Moyá, y las fuerzas españolas de O’Donnell y Porta que defendían bien las alturas todo el dia, se replegaron sobre Sellent y puente de Cabrianes.

El 14 cerca del medio dia desocuparon los franceses Moyá, retrocediendo hasta Tona, al parecer con objeto de verificar su reunión con las restantes Divisiones de su Exército, que dejaron en Vich y en Roda, con intencion de dirigirse hacia Barcelona.

El dia 15 de enero la division de Porta que ocupaba Moyá y la de O’Donell que ocupaba Calders, trataban de reunirse para perseguir al enemigo é impedirle su paso hacia la capital del Principado.4

Una estampa del castillo en el clásico «España. Obra Pintoresca», de Pi i Margall, editado en 1842 (b)

1812

El religioso Raymundo Ferrer en su encomiable y vasta crónica «Barcelona cautiva, ó sea Diario exacto …», editada en 1818, nos relata un parte de los franceses de un combate ocurrido en Centellas el 2 de enero, como resultas de una expedición de las tropas francesas con los generales Decaen y Mathieu hasta Vich:

Leíase en el mismo Diario, y solamente en francés la orden del día de ayer comunicada á la tropa, en la que se les da cuenta de la expedición que Mathieu acaba de hacer. Por más que quieran colorarlo se ve la sorpresa que les dieron los españoles en Villafranca. Ellos confiesan 6 muertos, y 10 heridos y entre aquellos un oficial. Ciertamente que había más. Es muy digno de nombrarse que todavía no hayamos visto la orden del día, ó relación de la expedición que anteriormente hizo Decaen con Mathieu hasta Vich. Parece muy extraño que habiendo sido tan activos en comunicarnos el 4 lo ocurrido el 2 en Centellas, nada nos digan del fin de la expedición. Como esta no les salió conforme esperaban, por esto han guardado silencio sobre ella, ni se han atrevido á mentir sobre ella tan avergonzados han quedado.

VISITA AL CASTILLO

El castillo se documenta por primera vez en el año 898, como el castillo de San Esteban «Castro Sancti Stephani», entre los lugares adscritos a la jurisdicción de la iglesia de Santa Coloma de Vinyoles. El castillo pasó a llamarse «de los Centelles» cuando este linaje lo hizo suyo entre los siglos XII-XIII. A partir del siglo XIV, el dominio de los Centelles lo convirtió en una de las principales baronías catalanas y en 1599 se convirtió en condado. En la Guerra de Sucesión Española (1705-1714) Centelles apoyó a Felipe de Anjou y fue asaltada por las tropas austracistas el 28 de febrero de 1714. Por su adhesión, Felipe V le concedió el título de «Fidelísima Villa de Centellas», otorgándole varios privilegios.3

Paradójicamente, la decadencia del castillo comenzó por esta época y se vió agravada en conflictos posteriores como durante las guerras Carlistas, cuando se instaló un destacamento que hizo volar sus muros. En noviembre de 1988 fue declarado Bien de Interés Cultural.

Una vista de la masía de Les Comes (datada en el siglo XVIII, cercana a la parroquia de San Martín) al pie de la montaña, junto a la carretera desde San Feliu de Codines, comenzando la ascensión al castillo.
El camino en algunos tramos se estrecha considerablemente y queda cortado por un precipicio.
Los restos derruidos de los muros del castillo por su fachada sureste.
Un bebedero medieval para caballerías excavado en la roca, antiguamente situado detro del recinto amurallado.
Por el camino lateral de ronda del castillo.
A lo lejos hacia el norte la población de Centelles, a unos 3,5 kilómetros de distancia.
Una perspectiva con Google Earth de la ubicación del castillo y de las poblaciones principales hasta Vich.
Los muros de la fachada norte.
La iglesia que ocupa el piso inferior y restos del campanario superior. Con el tiempo la comunidad religiosa decayó y en el año 1770 solo quedaba un sacerdote8. El edificio religioso quedó abandonado a finales del s. XIX.
Una paño de muralla derruido con la imagen de Centelles al fondo.
La fachada por su lado oeste.
Una perspectiva de la fachada norte del castillo, desde el camino opuesto al de subida.
Una de las torres cerca de la entrada, con una grieta transversal en toda su longitud.
De vuelta por el mismo sendero de la ida.
Una foto antigua de época de la parroquia de Sant Martín con el castillo al fondo, en un panel informativo.

– – – – – – o – – – – – –

(I) – Pascual Madoz explicaba que el palacio de Centelles había sido maltratado durante la Guerra del Francés, y existen algunos documentos donde se valoran económicamente las «desmejoras» sufridas por el edificio en aquella época. El año 1811 se cifraba el coste de las reparaciones en 2.000 libras (el palacio de Barcelona, ​​en 600 libras). Cuatro años después se practicar un reconocimiento del edificio por parte de algunos peritos y se llegó a la conclusión que sufría desperfectos por valor de 2.287 libras.2

(II) – En la misma Gazeta extraordinaria del 26 de Mayo de 1809 se lée el siguiente parte dado desde San Feliu de Codinas á los 17 del mismo mes:4

«Ayer al amanecer atacó el enemigo nuestras avanzadas de Barnils y el paso de San Martin del Recó, con 300 infantes y algunos caballos. Luego que recibí el parte de esta novedad, me dirigí á aquellos puntos con unos 200 Migueletes, 120 Somatenes y 19 Húsares Españoles; al instante que el enemigo nos vió en las alturas de San Quirico Sefaque, se retiró á San Martin del Recó y á su campamento de Santa Ana. Apoderéme sin perder momento del castillo de dicho San Martin y de los tres caminos que se dirigen á Centellas, en donde aposté mi gente emboscada. A la una de la tarde hice romper el fuego á dicho castillo, á fin de incomodar á una guerrilla enemiga que se dirigia por la carretera, á cuya novedad adelantó el enemigo por la misma carretera con 300 infantes; mandé romper el fuego en todos los puntos que ocupábamos, con lo que tuvo el enemigo que retirarse. A cosa de las dos de la tarde fue el enemigo reforzado por unos 400 infantes, que salieron de Centellas, y unidos con los de dicho campamento, nos embistieron con toda furia, pero fue en vano, porque con el acierto de las descargas cerradas y fuego graneado que les hicimos, tuvieron que retirarse al expresado campamento. A las tres y tres quartos les vino otro refuerzo de 350 á 400 infantes y unos 250 caballos, que en partidas se esparramaron por la llanura de la Garga, al mismo tiempo volvieron á salir los infantes del expresado campamento, atacándonos por tres puntos, y en todos fueron completamente rechazados. El fuego duró cinco horas y media con toda viveza. La buena posicion que ocupábamos fue el motivo de no haber tenido otra desgracia, que un solo contuso. La pérdida del enemigo (segun noticias que acaban de darme dos sugetos fidedignos) fue de 47 infantes y 4 caballos muertos, y un crecido número de heridos. Todos los Oficiales y Migueletes trabajaron con el mayor órden y valor, y los dichos Somatenes al mando de Don Francisco y Don Felix de Deu, se han batido perfectamente. Lo que participo á V.S. en cumplimiento de mi deber. Dios guarde á V.S. muchos años. San Feliu de Codinas 17 de Mayo de 1809. = Joseph Mateu = Señor Don Luis Wimpffen


Fuentes:

  1. L’Esercito italiano e la conquista della Catalogna (1808-1811)” –  Michele Abbiati,  Corso di dottorato in Storia, cultura e teorie della società e delle istituzioni  XXIX CICLO, UNIVERSITÀ DEGLI STUDI DI MILANO, 2015-2016
  2. El Palau dels Comtes i la formació de la vila de Centelles” – David Galí, Raquel Lacuesta y Marta Piera, Festa Major d’Estiu Centelles, Ajuntament de Centelles / Ed. El Portal, SL., 2014
  3. La teva guia de la vila. Centelles es Magia”, Ajuntament de Centelles, 2017
  4. «Barcelona cautiva, ó sea Diario exacto de lo ocurrido en la misma ciudad mientras la oprimieron los franceses, con una idea mensual del estado religioso-político-militar de Barcelona y de Cataluña» / Tomos 1809-1810 y 1812 – P.D. Raymundo Ferrer, Oficina de Brusí, Barcelona, 1818 – Ed. Antonio Moliner Prada
  5. «Journal des operations de l’Armée de Catalogne en 1808 et 1809» – Gouvion Saint-Cyr, Anselin et Pochard, Paris, 1821
  6. https://www.flickr.com/photos/cinglesdeberti/12809723635
  7. https://ca.wikipedia.org/wiki/Castell_de_Centelles
  8. https://www.monestirs.cat/monst/osona/os35cent.htm
  9. http://www.arqueologiamedieval.com/noticias1/4027/el-castillo-de-sant-marti-de-centelles-testigo-de-once-siglos-de-historia-de-cataluna

Imágenes:

a. https://www.museunacional.cat/es/colleccio/castillo-de-sant-marti-de-centelles/adolphe-hedwige-alphonse-delamare/251769-000

b. “España. Obra Pintoresca. Cataluña” – Francisco Pi y Margall, Imprenta de Juan Roger, Barcelona, 1842

c. Fotografías del autor

Las fábricas de armas de Ripoll

Tiempo de lectura: 15 minutos

Los monarcas borbónicos, especialmente Felipe V y Carlos III, no querían depender de suministros de fuera de España y tendieron a la autosuficiencia para sus ejércitos. Pero se tendía a la concentración en una sola «fábrica» que proveyera a las demandas directas del rey, en vez de diversificar la producción. Las producción de armas portátiles pasó por Silillos (Córdoba), País Vasco y Cataluña, para instalarse finalmente en Asturias. En cuanto a la artillería las nuevas ordenanzas a partir de 1802 suprimieron la fundición de Barcelona y conservaron la de Sevilla. Asimismo las armas blancas se concentraron en Toledo.

A inicios del siglo XIX, la monarquía tenía para cada armamento una sola «fábrica», controlada por los militares y en localizaciones estratégicas, alejadas de las fronteras; las “Reales Fábricas” de armas de fuego estaban en Plasencia, Oviedo y Cataluña. En esta última la creciente industria armera experimentó un gran crecimiento económico desde el s. XVIII, convirtiéndose en una gran proveedora de los ejércitos y la marina.

Ripoll, en la provincia de Gerona (Girona), constituía desde hacía años un enclave armamentístico de importancia. Ya desde comienzos de la Guerra de la Independencia, el 24 de junio de 1808, el Ayuntamiento de Ripoll acordó la constitución de una Junta de defensa, posteriormente se suministraron -inicialmente- 1.000 fusiles al ejército y se llegaron a producir en las fábricas, semanalmente, unos 300 fusiles. El ejército napoleónico ocupó en tres ocasiones el municipio y en la última, el 23 de febrero de 1813, la villa fue saqueada, las murallas derruidas y se destruyó lo que quedaba de las fábricas de armas.

La principal indústria de Ripoll, la armamentística, definiría su papel en la Guerra de la Independencia.

LA FÁBRICACIÓN DE ARMAS DE AVANCARGA EN RIPOLL

Las armas fabricadas en los talleres de Ripoll son el producto que ha dado más fama internacional a la industria de forja de la comarca. Más allá de su funcionalidad se convierten en la culminación de la capacidad de sus creadores y constituyen un reflejo perfecto del altísimo conocimiento técnico y de la sensibilidad artística de estos artesanos. Aparte de las que se destinaban a los ejércitos de la época, también se hacían modelos únicos para uso civil, creadas como elementos de distinción y de lujo. Son la materialización de las habilidades y del gusto artístico de unos verdaderos expertos en el trabajo de los metales (el hierro, el latón, la plata) de la madera, de las guarniciones y los mecanismos de precisión que componen una arma de fuego; el cañón y la llave, que se sujetan al encepado o parte de madera a menudo hacen de estas piezas auténticas obras de arte, firmadas con los punzones de los remarcables armeros ripolleses.

Los maestros cañoneros, cerrajeros y encepadores trabajaban cada uno en la tarea que les era propia pero se agrupaban en la exigente cofradía de San Eloy, que actuaba como un garante para asegurar la calidad del trabajo, poniendo a prueba las armas antes de distribuirlas en el mercado y comprobando también el proceso de aprendizaje para convertirse en maestro pedreñalero.

Torno de barrenar cañones (s. XVII) Diorama de Josep Mestres i Cabanes,
con la colaboración de Salvador Portell i Ramon. Año 196
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Plano de Ripoll con la situación de tornos y canales (Extr. Eudald Graells).

TORNOS PARA BARRENAR CAÑONES.

La energía hidráulica era indispensable en todo el proceso de elaboración y manipulación del hierro. Era la fuerza que accionaba los martinetes de las fraguas, y los cañoneros hacían funcionar los tornos de afilar y barrenar los cañones de las armas de fuego. La primera referencia de tornos en Ripoll data de 1632. Las aguas de los ríos Ter y Freser a su paso por Ripoll alimentaban cuatro canales: el del Monasterio o Santa María, y los de la Limosna (Almoina), Arquet y Can Guetes. Al igual que en Manresa, la industria de armas también se aprovechaba de los ríos para la ubicación de molinos polvoreros

Para el funcionamiento de los tornos de afilar y barrenar cañones la fuerza hidráulica se aplicaba a un rodete, equilibrado por un volante, que movía una barrena sobre la cual había un armazón de madera muy sólido formado por dos pilares de grandes dimensiones, “del grueso de un hombre”, según recoge documentación de la época. En este soporte se ensamblaba un merco de madera que podía desplazarse arriba y abajo. El cañón se sujetaba en el centro y se movía verticalmente haciendo introducir la barrena que repasaba el interior.

Los cañoneros trabajaban las barras aplanadas de hierro compactado que salían de las fraguas hasta convertirlas en cañones de armas de fuego. Esta era la parte más cara del arma, por la dificultad del trabajo, y la de más compromiso, por el peligro que representaba cualquier defecto que se produjera. Lo que hacía singulares los cañones ripolleses era la técnica de fabricación: se curvaba una banda de plancha de hierro de entre tres y siete centímetros de anchura y se soldaba en forma de espiral. Este proceso, que exigía habilidad en la forja, les confería una gran resistencia a la presión interior y evitaba que estallaran. Además, cada cañón tenía que pasar una prueba obligatoria, que consistía en disparar con doble o triple carga de pólvora y plomo. Así, o bien se destruía o bien quedaba aprobado; entonces el cañonero lo punzaba con su nombre, lo pulía y ocasionalmente acababa el exterior con estriados y grabados al buril, y finalmente lo pavonaba (le daba una capa superficial de óxido abrillantado para mejorar su aspecto y evitar su corrosión) de color negro, azulado o tabaco. A partir de la segunda mitad del siglo XVIII lo podía decorar también con incrustaciones de metales preciosos.

Herramientas de cañonero

Los llaveros catalanes se habían especializado en la confección de estos mecanismos, que permitían reservar la energía acumulada hasta el momento en que, pulsando el gatillo, un mineral golpeaba o rozaba una pieza de acero y producía las chispas que inflamaban la pólvora. Las llaves, como los cañones, solían ir firmados por el autor, que alguna vez podía incluir el lugar de procedencia y el año de fabricación. También manifestaba sus dotes artísticas en forma de burilada y relieves en la decoración. La evolución de los diferentes tipos de llaves nos ayudan a datar las armas y a observar cómo han evolucionado con el paso del tiempo.

Diferentes marcas de maestros cañoneros y llaveros.

Los maestros encepadores confeccionaban la parte de madera del arma, llamada encepado. Ajustaban las piezas metálicas -el cañón, la llave y demás guarniciones- y la dejaban acabada. La madera preferida era la de nogal, con bellos cercados para los ejemplares importantes. Los encepadores eran carpinteros miniaturistas expertos, que trabajaban volúmenes, tallas y curvas hasta convertir el arma en un objeto estéticamente placentero y equilibrado. A menudo la decoraban con una técnica característica, que consistía en revestir total o parcialmente el encepado con planchas de latón, de acero o de plata repujada o grabada al cincel con motivos florales, entrelazados o animales fantásticos. Hay que decir, sin embargo, que en este trabajo es posible que también interviniera el mismollavero y que las piezas fueran terminadas artísticamente por un grabador. El toque final para las armas destinadas a particulares se hacía con barniz a la goma laca, de gran calidad y resistencia. Uno de los tipos característicos ripolleses era el encepado de pistola con una empuñadura muy corta, de ocho a nueve centímetros, terminada en un pomo esférico que se adapta perfectamente a la mano, utilizado durante el siglo XVII y a principios del XVIII. Los encepadores constituyen el grupo de armeros menos numeroso, dado que en Ripoll no se hacía del encepado para todos los cañones y cerraduras que se producían, muchos de los cuales se vendían en ciudades, principalmente en Barcelona, ​​donde otros encepadores ultimaban las piezas. Las formas y decoraciones cambiaban con el paso del tiempo y nos ayudan a conocer la época de fabricación y el lugar de procedencia.

LAS LLAVES

Constan de manera general, unos cuatro sistemas principales de llave:

Llave de rueda: Las primeras llaves elaboradas en Ripoll eran de mecha. Los originales más antiguos de rueda datan de la segunda mitad del s. XVI a mediados del s. XVII. Se cargaban con una llave, y las chispas se producían por la fricción de una rueda de acero contra una piedra de pirita. Fueron utilizadas escasamente, ya que por su complicación, los ejércitos de la época siguieron empleando las de mecha.  

Llave de pedernal primitivo o de transición: Datan de la primera mitad del siglo XVII. Mantienen parte del dispositivo de rueda, pero actúan por medio de una piedra de sílex que golpea una placa de acero. También llamados “a la romana”. Más tardíamente fueron adoptados con modificaciones por turcos, árabes y en los Balcanes.

Llave de pedernal definitiva o de miguelete: La llave de miguelete o de patilla coincide durante un tiempo con la de transición y fue la dominante durante 250 años, con algunas variaciones, pero manteniendo siempre el mismo principio de funcionamiento. Muchas van punzadas con el nombre del artesano y a veces llevan inscrito el lugar de procedencia y la fecha de fabricación. Se ha de mencionar que existen detalladas reproducciones de armas equipadas con este sistema y también con el de transición y el de rueda, que se pueden confundir con ejemplares auténticos.

Llave de pistón: Su producción en Ripoll comenzó hacia 1830 y tuvo una producción paralela a la decadencia de esta industria.

Diferentes mecanismos y piezas que configuran una llave.
Izquierda: Llave de pedernal cincelada con la marca LLORENS DEOP. Siglo XVIII – Derecha: Probador de pólvora de manufactura catalana, con llave de miguelete. Mediados del siglo XVIII

TIPOLOGÍAS DE ARMAS FABRICADAS EN RIPOLL

Escopeta – La escopeta es un arma de fuego larga, portátil, de uno o dos cañones, para ser manejada con las dos manos, utilizada especialmente para cazar. El fusil es más sólido y para uso militar.

Trabuco – El trabuco es un arma de fuego portátil más corta que la escopeta, pero más amplia. El cañón, de gran calibre, se va abriendo progresivamente desde la mitad hacia la boca, cosa que le permite escampar más, y en más cantidad, los proyectiles. Se utilizaba también para la caza a corta distancia.

Este tipo de piezas se dejaron de fabricar al final del primer tercio del siglo XIX, aunque eventualmente se utilizaban transformadas con pistón y también se convertían fusiles acortados con un embudo en la boca, que ya no podemos considerar, sin embargo, como verdaderos trabucos.

Pedreñal – La palabra pedreñal definía en sus inicios una arma de fuego equipada con un mecanismo de rueda. Más adelante, se aplicó genéricamente a las armas disparadas con piedra de pedernal. Actualmente se acostumbra a denominar como pedreñales a las pistolas de gran longitud.

Pistola – La pistola es un arma de fuego corta, portátil y ligera, que permite apuntar y ser disparada con una sola mano.

Trabuco de pedernal (Final s. XVIII)
Llave Inglesa. Cañón marcado TENAS

El modelo superior lleva inscripciones mediante incisión en el encepado referidas a la participación en las victorias de El Bruch (junio de 1808)

Somatén. Episodio de la Guerra de Independencia. Ramón Martí i Alsina. Real Academia de Bellas Artes de Sant Jordi
Trabucos con llave de miguelete.
Accesorios: Cuerno y bolsas de pólvora, turquesas para fundir balas, etc.
Pistolas
Par de pistolas de llave de miguelete con las marcas TOR-NTO (Torrentó) en la llave y EUD-MO-LAS (Eudald Molas) en el cañón. El encepado está decorado con guarniciones de latón y medallones de plata. Finales del siglo XVIII o comienzos del XIX.

Fuentes:

  1. Paneles anunciadores del Museo Etnográfico de Ripoll.
  2. «Cataluña. Armería de los Borbones» – Ricard Martí Morales, Ed. Salvatella, Barcelona, 2004
  3. https://www.pedresdegirona.com/terresdegirona/ripolles_ripoll.htm
  4. https://www.museuderipoll.org/les-armes-de-foc-ripolleses/
  5. http://www.catalogacionarmas.com/public/parte1cap1E.pdf

Imágenes:

a) – Fotografías del autor.