Laurent de Gouvion Saint-Cyr, Mariscal del Imperio, Conde y Marqués. (I)

La escena transcurre en un brindis en un banquete de boda en la Francia de la Restauración:

 – CHEVALIER: «Demos gracias por el retorno a salvo de Su Sagrada Majestad, Luis XVIII. ¡Dios salve al Rey!«

 – INVITADOS: «¡Dios salve al Rey!«

 – CHEVALIER: «¡Y que el Diablo se lleve al Ogro a Santa Helena!«. [Risas]. Este lado de la tumba parece un lugar justo y adecuado para él. [Comentarios]. [Dirigiéndose entonces a D’Hubert] «Vamos, Señor, usted es un Realista ahora, como el resto de nosotros. ¿Donde sinó querría estar?«

– INVITADO: [Dirigiéndose a Chevalier] «Una sola celebración por el momento, Señor, ¿no opina igual?«

– CHEVALIER: «No, no creo. El chico es un Realista. Y yo podría darle mejores noticias: ha sido convocado para asistir al mariscal Saint-Cyr, en París. Tendrá un empleo en el ejército del Rey. Asi que, diganos: ¿Qué destino elegiría para el Ogro?» [Más comentarios de los asistentes].

– GENERAL D’HUBERT: «Creo que el emperador eligió su propio destino. Era su costumbre hacerlo así. Aprendí mi oficio a su servicio, al igual que el mariscal Saint-Cyr. El ejército del rey tendrá más realistas que monárquicos.»

La escena en «Los Duelistas», la excelente película de Ridley Scott. El caballero Chevalier en primer término a la derecha, y D’Hubert, cuarto en la mesa por su lado.

El guionista Gerald Vaughan-Hughes escribió el guión de «Los Duelistas» que representó a la postre la ópera prima del cineasta Ridley Scott -en mi opinión una de las mejores películas que se ha rodado sobre la época napoleónica- y que esperamos comentar más detalladamente en un futuro en nuestro blog. La escena no viene descrita en el libro de Joseph Conrad del mismo título y en el que se basa el guión, aunque sí se trata en la película… ¿pero quién era este Mariscal Saint Cyr?. Personaje más que controvertido entre el generalato napoleónico y con su Primer Cónsul -luego Emperador-, sus reiteradas insoburdinaciones y desplantes le granjearon la enemistad del primero y el distanciamiento rencoroso con el segundo (que no toleraba fácilmente un desacato), llegando incluso a episodios de arresto domiciliario más o menos prolongados. Pero bien es cierto que dichos episodios mas pronto o más tarde pasaban al olvido y tras cada nueva llamada a filas, fuera cual fuera la dificultad del encargo, el talento y dotes de Gouvion Saint Cyr (posteriormente sólo Saint-Cyr), quedaban siempre en destacado lugar y sin duda a la altura de los mejores estrategas y tácticos del Primer Imperio. Os hacemos una entrega en dos partes de un resumen de su trayectoria, que no es nuestro tratamiento habitual pero creemos que el personaje lo merita sobradamente.  

CRONOLOGÍA

Gouvion St. Cyr, de un grabado a partir de una pintura de J. Guerin.

1764 – El 13 de abril nace Laurent Gouvion Saint-Cyr, el hijo de un pequeño propietario y peletero de la localidad de Toul. Sus padres se separaron cuando el era aún muy joven por lo que desde una temprana edad al niño faltó la atención de una madre. Su padre, con relaciones en el arma de artillería, lo envió a la Escuela de Artillería, en el mismo Toul.

1782 – A la edad de dieciocho años el futuro Mariscal decidió abandonar la carrera de las armas por la del arte, prefiriendo la libertad de la vida de un artista a la aburrida rutina del servicio en la guarnición. Parte hacia Roma para estudiar pintura, en la que permanece durante dos años con ocasionales viajes hasta Sicilia.

1789 – Se establece en Paris, con un gran conocimiento del arte y con cierta habilidad en su técnica. Laurent Gouvion, empapado en la tradición clásica, con desprecio de la aburrida autoridad y lleno de entusiasmo juvenil aclamó con alegría el estallido de la Revolución.

1792 – A finales de año, el joven pintor era demasiado entusiasta, estudiante de los hombres y las cosas para no percibir «el peligro que amenazaba a la República» y, como todos los hombres de pensamiento de la época, «se hundió en el asombro, por no decir la imprudencia, por la necedad de la Convención, que en lugar de tratar de disminuir el número de sus enemigos, parecía resuelta a aumentarlos con sucesivos insultos, no sólo contra los reyes, sino contra todos los gobiernos existentes.» A pesar de esto, cuando Europa amenazó a Francia, Laurent Gouvion fue uno de los primeros en darse de alta como voluntario en el 1er batallón de Cazadores Republicanos. Su personalidad y formación previas se hicieron notar; al mes de su alistamiento fue elegido capitán, en cuyo empleo se unió al ejército del Rin bajo el mando del general Custine. Al llegar al frente el capitán de voluntarios pronto encontró posibilidades para sus dotes. En un ejército totalmente desorganizado un buen dibujante con ojo para el país no era un activo despreciable. Gouvion fue transferido al departamento topográfico del Estado Mayor. Añadió el nombre de su madre, -St. Cyr-, a su apellido, debido a la constante confusión que surgía debido al número de Gouvions empleados en el ejército.

La austeridad de su modo de vida, su sincero patriotismo y laboriosa perseverancia, dejó una huella indeleble en todos: Desaix estaba intoxicado con el amor de la gloria, lleno de ardiente entusiasmo, simpático en un grado extraordinario, muy susceptible a la influencia del momento, mientras que St. Cyr amaba el deber como la regla de su vida, modelando sus acciones por las leyes estrictas de cálculo, era absolutamente impermeable a la influencia externa, y nunca supo lo que era a dudar de sus propias fuerzas. Pero a pesar de sus grandes dotes, tenía muchos defectos: era muy celoso y sin saberlo permitió que sus propios intereses afectaran sus cálculos, en consecuencia, desde muy temprano en su carrera sus compañeros generales odiaban tener que cooperar con él, y se le etiquetó como «un mal compañero de viaje.» Además, siendo un excelente estratega y táctico, los detalles de la administración le aburrían. Nunca llevó a cabo una inspección, ni visitaba los hospitales y dejaba los hilos de la administración en manos de sus subordinados; en consecuencia, tanto como sus tropas confiaban en él en el campo de batalla, les disgustaba en los cuarteles ya que, a pesar que su disciplina era de lo más severa, no hacía nada para proveerles de sus necesidades o diversiones.

1795 – Hasta la paz de Campo Formio, St. Cyr compartió la suerte y vicisitudes del Ejército del Rin, en el que sirve como subordinado a Hoche, Jourdan y Moreau.

1797 – Comandante del flanco izquierdo del Ejército del Rin (14 de Enero) y Comandante del flanco derecho del Ejército de Alemania (2 de noviembre).

1796 – La batalla de Biberach, en 1796, fue su triunfo personal. Con un solo cuerpo de ejército derrotó a tres cuartas partes de la totalidad del ejército enemigo y lo condujo a la derrota con unas pérdidas de cinco mil prisoneros. Pero a pesar de esta victoria y numerosas menciones en despachos, al ser presentado al Director Rewbell, después del tratado de Campo Formio, se le preguntó, «¿En qué ejército ha servido?» Era necesaria una explicación, con lo que el director, encontrando que el general entendía y hablaba italiano, lo envió a su vez para tomar el mando del Ejército de Roma.

1798 – El 26 de marzo llegó a Roma y comenzó su primer mando independiente. Su tarea era difícil. Los oficiales del ejército se habían sublevado contra Masséna, que no había hecho ningún intento para pagarles a ellos o a sus tropas, pero que había aprovechado su estancia para amasar una fortuna para sí mismo. El nuevo general tenía orden de arrestar a ciertos oficiales y restaurar la disciplina. Era una tarea adecuada para su talento, y a los cuatro días de su llegada los descontentos fueron detenidos y se sofocó el motín. Su siguiente deber, según la orden del Directorio, era eliminar al Papa de Roma; por una extraña coincidencia, el oficial encargado de escoltar a su Santidad a la Toscana era un tal coronel Calvin. St. Cyr, muy contra su voluntad había llevado a cabo las órdenes del Directorio, pero su siguiente acción fue espontánea y dictada por su propia idea de justicia. Era la hora de la expoliación: un comité designado por el Directorio estaba ocupado en el transporte a Francia de todas las obras maestras del arte italiano, y los recién nombrados Cónsules de la República Romana estuvieron asimismo plenamente comprometidos en dichos actos de vandalismo. Cuando el general oyó que la magnífica Ofrenda de diamantes pertenecientes a la familia Doria había sido robada de la Iglesia de Santa Inés para exhibirse en los cuellos de las esposas de los cónsules, ordenó que la pieza fuera devuelta a sus propietarios. Los cónsules apelaron al Directorio; así que después de un mando de cuatro cortos meses, St. Cyr fue reclamado acusado de “abuso de poder” sólo para ser enviado otra vez para reanudar su antiguo empleo como comandante de división en el Ejército del Rin.

1799 – En junio de 1799, fue enviado a toda prisa a Italia para ayudar a Moreau, que estaba tratando de detener el avance victorioso de los austriacos y rusos. Llegó a tiempo para tomar parte en la reñida batalla de Novi, y para ayudar a organizar una obstinada resistencia en las laderas de los Apeninos. Antes de la batalla de Novi tuvo conocimiento del temible Suvorov. El general ruso, que confiaba en sus propios ojos más que en los informes de sus exploradores, montó un día hasta las líneas de las patrullas francesas vestido con su uniforme habitual, una camisa y un par de pantalones, y después de un reconocimiento apresurado regresó a su campamento y dio su célebre orden: «Dios lo quiere, el Emperador lo ordena, Suvorov al mando, que mañana el enemigo sea conquistado.» Novi agregó brillo a la reputación de St. Cyr; fue su tenaz resistencia en el flanco derecho y su admirable manejo de la retaguardia el que impidió que los aliados victoriosos lanzaran a los derrotados franceses por los pasos hacia el mar. Pero Novi fue una tarea fácil en comparación con lo que vendría a continuación.

Los pasos de los Apeninos tenían que mantenerse y Génova defendida por un puñado de hombres desanimados por la derrota y medio amotinados por la falta de alimento necesario. Era una turba, no un ejército; no había intendencia, sin cofre de la paga y sin almacenes de ropa. Mientras tanto, Génova permanecía en un estado de latente rebelión en la retaguardia. La tarea se adaptaba al personaje; con una serie de inteligentes fintas y maniobras en el valle del Bormida, engañó al enemigo, restableció gradualmente la moral de sus tropas, y fue capaz de regresar rápidamente a Génova con tres batallones en el psicológico momento en que una rebelión estaba comenzando. Con una calma absoluta, dijo a las autoridades civiles que prepararan alojamientos para ocho mil soldados, de los cuales los pocos que estaban con él constituían la vanguardia. Las autoridades, alteradas por su súbita aparición, no dudaron de la llegada de esta ingente fuerza y posteriormente St. Cyr fue capaz de ocupar todas las plazas fuertes de la ciudad con el puñado de soldados que llevaba consigo para, a continuación, detener a los cabecillas de la rebelión. Mientras tanto, el juicioso establecimiento de comedores comunitarios en las calles alivió las necesidades de la población.

Apenas Génova fue pacificada cuando el general se enfrentó a un caso mucho más grave. El hambre había conducido a los soldados al motín, e incluso las posiciones avanzadas anunciaron su retirada del contacto con el enemigo y su intención de regresar a Francia. Fue sólo por un préstamo forzoso del Gobierno de Liguria, y apelando a un discurso más emotivo de su patriotismo, que fue capaz de convencer a los amotinados para volver a su deber, diciéndoles que si ellos dejaban sus banderas, pretendía «con los generales, oficiales y suboficiales mantener las posiciones ocupadas por el ejército». Además para animarles inició una serie de pequeñas escaramuzas, que restauraron la moral y condujeron a la batalla de Albano, donde infligió una derrota tan severa a los austriacos que Génova se vió libre durante un tiempo de todo peligro. A su vez, el Primer Cónsul, al enterarse de la victoria de Albano, envió a Saint Cyr una espada de honor, una hoja de Damasco en una vaina ricamente grabada con el pomo con incrustaciones de diamantes, que había sido originalmente destinada para el sultán. Pero a pesar de esta recompensa mediante la recepción de la primera espada de honor jamás dada por Napoleón, nunca fue un persona grata para este último.

1800 – A principios de año es apartado del Ejército de Italia y se le envía como lugarteniente a Moreau, que estaba operando en el valle del Danubio, mientras que Bonaparte se reservaba el teatro de Italia para sí mismo. Fue un hecho desafortunado para St. Cyr que se suponía que debía pertenecer a la facción de Moreau, por lo que la relación entre el general y el Primer Cónsul se hizo más desagradable. Moreau no se molestaba en ocultar su disgusto por Bonaparte, y al escuchar el rumor de que el primer cónsul tenía la intención de tomar el mando del Ejército del Rin y colocarlo como segundo al mando, perdió los estribos y dijo a su estado mayor durante una cena: «que que no quería un figurín a lo Luis XIV en su ejército, y que si llegaba el Primer Cónsul, él se iría.»

Mientras tanto, surgió una gran fricción entre el general y su nuevo comandante en jefe. St. Cyr, orgulloso de sus últimos logros, había criticado severamente los planes y organización de su jefe, que estaba extremadamente indignado por la idea que nadie debía dudar de su capacidad para manejar un ejército de ciento treinta mil hombres y al mismo tiempo los cuerpos de reserva con veinticinco mil hombres más; por lo que Moreau menospreció los logros de St. Cyr. Éste mostró su habilidad acostumbrada como táctico en D’Engen, Mosskirch, y Biberach, a pesar que no pudo mantenerse en contacto con las columnas a su derecha e izquierda, y aumentó su reputación como un celoso luchador. La segunda batalla de Biberach (9 de mayo) fue una obra maestra de audacia, y hasta el día de su muerte el general al recordar su éxito siempre mantuvo: «En aquel día yo fui un hombre.» Durante las operaciones alrededor de Ulm, las relaciones se hicieron aún más tensas, y St. Cyr aprovechó la ocasión, con la excusa de una herida para exigir su regreso a Francia. El primer cónsul mostró la actitud que siempre tomaba con aquellos que no le gustaban, pero temía. Recompensó a St. Cyr, haciendo de él un Consejero de Estado, y, al mismo tiempo lo apartó enviándolo a una misión diplomática a España.

1801 – Es enviado a España al mando del ejército combinado hispano-francés destinado a la invasión de Portugal (Guerra de las Naranjas) y es nombrado Gran Oficial de la Legión de Honor. Cuando el tratado de paz con Portugal fue firmado, sucedió a Luciano Bonaparte, como embajador en Madrid.

1802 – El general permanece en Madrid como diplomático hasta el mes de agosto de 1802, y pasa un corto período de permiso en París.

CONTINUARÁ EN LA 2ª PARTE.


Fuentes:

1). Ridley Scott: The Pocket Essential Guide, Bryan J. Robb, Matrix Digital Publishing (April 1, 2005)

2). https://en.wikipedia.org/wiki/Laurent_de_Gouvion_Saint-Cyr

3). http://emperornapoleon.com/commanders/St-Cyr/index.html

4). http://www.napoleon.org/fr/salle_lecture/biographies/files/gouvion-saint-cyr.asp

5)- “Napoleon’s Marshals”- R. P. Dunn-Pattison, Essex Street W.C., London, 1909

Imágenes:

a). «The Duellists» fragmento, Paramount Pictures & Enigma Productions & Scott Free Enterprises & National Film Finance Corporation

b). “Napoleon’s Marshals”- R. P. Dunn-Pattison, Essex Street W.C., London, 1909

c). «Battle of Biberach 1796» – Antique Print 1836. Published by Delloye Place de la Bourse Paris 1836. Taken from France Militaire History of the Armies of France of Land and Sea 1792-1833 http://www.ebay.es/itm/Alemania-batalla-de-Biberach-1796-Antiguo-impresion- 1836-/181768674100

d). (Blasón) By Jimmy44Image created for the Blazon Project of the French Wikipedia – Own workiThe source code of this SVG is valid.This vector image was created with Inkscape by Jimmy44., CC BY-SA 3.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=4297180

2 comentarios sobre “Laurent de Gouvion Saint-Cyr, Mariscal del Imperio, Conde y Marqués. (I)

Deja un comentario