Ejército vs. guerrilla en la Guerra de Independencia, basado en R. Fraser.

Tiempo de lectura: 26 minutos

En nuestra entrada de hoy intentaremos comentar muy brevemente la estructura del ejército español previa a la Guerra de Independencia y su contrapunto en la estructura y desarrollo de las partidas de guerrillas locales que se crearon al inicio de la misma.

El sujeto ya ha sido tratado en docenas de ocasiones por los historiadores con mucha más profundidad, por lo que tan solo daremos unas breves apuntes sobre el particular, basados mayormente en textos del historiador e hispanista escocés Ronald Fraser. No escapa a nadie la facilidad con que el ejército español fue literalmente desbordado por el ejército francés al mando de Napoleón que entró en España en 1808 tras el fiasco francés en la batalla de Bailén. Ni tampoco escapa el papel de las guerrillas a la que se imbuyó durante el s. XIX de un halo de romanticismo e importancia en la victoria final que no siempre se correspondió con la realidad.1 

«La rendición de Bailén», de Casado del Alisal, que muestra a soldados y oficiales del ejército español en su lado izquierdo, y guerrilleros en combate en un grabado de Charles Motte, sobre un dibujo de Vernet de 1810. (a)

EL EJÉRCITO ESPAÑOL DE FINALES DEL SIGLO XVIII

El ejército español de finales del s. XVIII, era un calco de otros ejércitos europeos del Antiguo Régimen y de un carácter marcadamente piramidal. La oficialidad estaba reservada en exclusiva a los nobles de origen, con un segmento medio de oficiales hidalgos y siendo los soldados de carácter marcadamente plebeyo. No solo eso: el ejército junto con la marina absorbían el 70% del presupuesto Real, para intentar cubrir las necesidades de un ejército que se encontraba diseminado por varias partes del globo.

La oficialidad por lo tanto, no solo era un grupo clasista, sino que fue también politizándose a medida que las distintas facciones de la Corte los reclutaban para sus luchas de poder. De resultas de proponer ascensos indiscriminados y dádivas varias, hubo una superabundancia de altos oficiales en relación a los empleos más bajos: Un alto oficial por cada 20 hombres, el doble que el ejército prusiano o la Francia pre-Revolucionaria. En los cuatro años siguiente al inicio de la Guerra de Convención, Manuel Godoy aumentó el número de generales a casi un 60%, el equivalente de dos generales por cada batallón de infantería.

Los reformistas de finales del s. XVIII, más preocupados por la Hacienda que por el ejército  agravaron el problema: no se había ideado un ejército para luchar en la España Peninsular. Gran Bretaña era una potencia marítima, no terrestre, Francia era una aliada y a Portugal no se la consideraba una amenaza en aquel período. El cometido del ejército estaba en ultramar o apoyando a la armada. Los 30.000 efectivos de las milicias se consideraban suficientes para defender España.

Nutrir de efectivos humanos ese ejército era otro problema: las levas de vagabundos y mendigos se revelaron insuficientes, así como el servicio militar obligatorio establecido en 1770 para uno de cada cinco varones aptos, aparte los que se libraran previo pago, por otro en su lugar.  Al final los más pobres y menos aptos eran los que se acababan reclutando. Aún así la escasez era constante.

Por otro lado, la vida del infante era extremadamente dura: mal pagado, mal alimentado y mal vestido con uniformes muy precarios, ya un inspector de Infantería escribía en 1802 que muchos reclutas cometían delitos o actos de indisciplina “por la premeditada idea de creer mejorada su suerte en un Presidio”.

El intentar mantener un ejército permanente más grande que los recursos que podían generarse para mantenerlo, hizo que la calidad de las fuerzas armadas decayera gravemente el último cuarto del s. XVIII.  Bajo nivel de formación técnica de los oficiales, problemas de reclutamiento y una cadena de mando organizada con criterios feudales.

Otro fenómeno que se pagaría caro años después, fue el de la reducción del papel de la caballería. Sólo se valoraban a los dragones, que por añadidura se consideraban una infantería montada, en detrimento de otras formas como la caballería ligera y la pesada que, tanto juego darían a los ejércitos franceses en los años del Consulado e Imperio.

Cabría añadir otros fuertes inconvenientes: la falta de existencia de un Estado Mayor, que planeara las campañas (en Francia ya existía desde 1763) y el ejército, al igual que otros de la época, no tenía transportes propios, que había de alquilar (o requisar) a la población civil.

La Guerra de la Convención reveló gran parte de todos estos defectos. Los oficiales, que por una parte admiraban al ejército francés (algunos habían entrenado él), con el que habían luchado como aliados, odiaban de hecho las ideas revolucionarias que ahora inspiraban. Bastó que los acontecimientos dieran uno de esos vuelcos históricos insperados, como el de tener como aliados a los antiguos enemigos, Gran Bretaña, en 1808, para que el cuerpo de oficiales español atravesara las guerras napoleónicas sin acertar a estar en la guerra de masas (por falta de medios) ni en la táctica guerrillera (por mentalidad), ya que su cometido inicial distaba de tales mecanismos.

No es extraño, por tanto, que muchos de los nuevos reclutas y con el tiempo, incluso soldados más o menos experimentados de los diezmados ejércitos españoles en campaña, optaran por combatir por su cuenta como guerrilleros.

«Entrada en Madrid…» (b)

LA GUERRILLA

El fenómeno de la guerrilla ha sido objeto de muchos mitos. El primero es que la lucha de guerrillas fuera una innovación creada en la Guerra de Independencia, cuando históricamente ya se habían dado formas de guerra irregular similares; incluso los ejércitos regulares del Antiguo Régimen de  mediados del s. XVIII dedicaron cada vez más atención al principio de movilidad. Pequeños grupos investigaban las líneas enemigas, hacían prisioneros y cuando actuaban en el propio país, los lugareños y aldeanos actuaban como sus guías e informadores. La “petite guerre” que contemplaban los manuales de estrategia militar franceses, y que fueron traducidos al equivalente español de “guerra pequeña” o “guerrilla”. 

Lo novedoso en el caso español fue el que la guerrilla se convirtiese en una estrategia civil de resistencia armada, así como la extensión social y geográfica que alcanzó. Para ello se dieron una serie de circunstancias:

El concepto de autodefensa

El fenómeno de algunas lacras en la sociedad española permitió el que el principio de autodefensa fuera un hecho a finales del s. XVIII: los campesinos se habían habituado a defender sus hogares de bandidos, ladrones y salteadores de caminos; en las zonas fronterizas y costeras, bandas de contrabandistas organizadas en grupos armados luchaban contra los recaudadores de impuestos, al tiempo que el gobierno reclutaba voluntarios civiles para combatirlos. Como resultado, gran número de civiles tenían experiencia en la lucha armada o en “unidades” de tipo militar.2

El reclamo de la guerrilla como forma alternativa de lucha para gran número de reclutas, desertores, campesinos, soldados derrotados lejos de sus unidades, etc., pronto fue un hecho: en una “partida” bien organizada, podían aspirar a una paga diaria superior, a una parte del botín capturado, a una ración de comida satisfactoria y todo ello lejos de la dura disciplina militar.  

La extracción social

Sobre una base de 751 guerrilleros que Ronald Fraser utiliza, nos proporciona los siguientes datos sobre el origen social de las tropas de las guerrillas y sus líderes:

Procedencia social de los componentes de la guerrilla.
Origen social de los líderes guerrilleros

La mujeres, un total de 9 registradas (1,2% del total), al menos dos recibieron reconocimiento oficial por su valor. Pero muchas otras, sin estar en la guerrilla, desarrollaron labores como espías, correos o ayudando a los desertores y a los prisioneros de guerra.

El papel del pequeño campesinado

Es reveladora la ausencia en las filas de la guerrilla de los jornaleros temporeros sin tierra, que constituían la mitad de la población campesina de España a principios del s. XIX.  Fueron los pequeños agricultores (labradores) los que se levantaron en número superior al del resto de clases trabajadoras. A lo largo de la Península, el pequeño campesinado y los renteros con contratos de arrendamiento duraderos (a veces hereditarios), a menudo en regiones accidentadas de interior o costeras, representaron uno de los pilares fundamentales de las grandes fuerzas de guerrilleros, generalmente al norte de la línea del rio Duero.  

Un factor significativo es que parte de esos guerrilleros y sus líderes, habían ya experimentado la guerra en las filas del ejército español durante la guerra de la Convención y el apoyo que los grupos de somatenes catalanes o civiles vascos y navarros habían dado al ejército regular, actuando con tácticas irregulares.

Entre los motivos particulares para unirse a la guerrilla, la inmensa mayoría de las narraciones de la España decimonónica señalaba los atropellos de los invasores sobre los individuos, especialmente a las mujeres, que sin restar veracidad a algunos de esos relatos, parece muy extrapolado con respecto al lema “Por la religión, la patria, y el rey” ciertamente muy bien conocido al principio de la guerra.

Algunas partidas como la del Empecinado con el devenir de la contienda
extendían sus acciones hasta el extremo mismo de la Península.

En distintas ocasiones del conflicto se llegaron a contabilizar unos 350 grupos diferentes en diferentes zonas del país y aproximadamente uno de cada cuatro se había organizado en 1808. El destino de estas cuadrillas dependían casi enteramente del éxito del jefe en el campo de batalla, de la captura del botín, de armas, y sobretodo caballos. Aunque los rangos inferiores proporcionaban menos jefes que la clase superior, como hemos visto anteriormente, fue de los primeros de donde salieron los grandes líderes guerrilleros: Espoz y Mina (pequeño agricultor), Francisco Longa (herrero), “El Empecinado” (pequeño agricultor), el cura Merino (cura de aldea), José Manso (molinero)… Como líderes de partidas que llegaron a contar con miles de hombres demostraron y desarrollaron un conocimiento instintivo de la guerra irregular, del liderazgo de sus hombres y un talento táctico que no tuvo la oficialidad de origen noble del ejército regular, y varios de ellos llegaron a tener empleos de brigadieres como mínimo.

Según los datos de R. Fraser, la actividad guerrillera (la escasez de cifras exactas hace imposible una mayor concreción) entre 1811 y 1812 habría crecido hasta los 55.000-60.000 hombres, un número muy considerable si se tiene en cuenta que ninguno de los ejércitos españoles de la época superaba los 70.000 efectivos. El éxito de la guerrilla se traducía en la presencia de partidas cada vez más grandes, con un promedio de 3.000 hombres en cada una de las 16 grandes partidas, la mayoría en el norte del país, que constituían el 85% de las fuerzas guerrilleras.

Las autoridades españolas animaban e incentivaban la resistencia del pueblo, pero al mismo tiempo la temían.  La Junta Suprema llegando a Sevilla desde Aranjuez promulgó su primer decreto (el 28 de diciembre de 1808) regulando a los combatientes civiles como una especia de milicia voluntaria; pero el Decreto se extendió muy irregularmente por las zonas aún no ocupadas, ya que se estaba en plena ofensiva napoleónica.  

Campamento del Cura Merino en una ilustración del libro «Los guerrilleros de 1808», de Rodríguez Solís. (c)

El temor de que los combatientes civiles fueran fusilados indiscriminadamente por los franceses como bandidos armados, llevó a que viera la luz un nuevo decreto el 17 de abril de 1809, que se basaba en la guerra corsaria marítima traspuesta al escenario terrestre. El Decreto “militarizó” a las guerrillas para protegerlas, pero no las supeditó a un control político o militar más efectivo.3  

Otro mito es que la lucha de guerrillas se adaptaba mejor al temperamento anárquico e individualista, como parte de la idiosincrasia española. Más bien fue el fruto de una necesidad, por las continuas derrotas de los ejércitos regulares y la necesidad de continuar la lucha contra el invasor en mejores condiciones que no las que procuraba a sus reclutas el ejército.

En las etapas iniciales, si bien las partidas de guerrilleros se distinguían por sus continuos ataques al enemigo en cualquier lugar, no había un objetivo estratégico concreto de recuperación del terreno propio. El cometido era el de impedir que lo ocupara el enemigo o se moviera por él libremente: un control espacial descentralizado en el que la guerrilla iba de un extremo a otro del territorio pero sin ocuparlo efectivamente (aproximadamente uno de cada seis gurrilleros luchaba en regiones que no era la suya). El conocimiento del terreno  más que su posesión constituía el éxito de la guerrilla.

Busto de Espoz y Mina (Museo del Ejército)

Con el tiempo y la experiencia adquirida en la lucha, las grandes partidas de guerrilla funcionaron en algunos casos “de facto” como unidades militares regulares y el navarro Francisco Espoz y Mina merece una mención especial. En la primavera de 1810, había creado en un año una fuerza de 4.000 guerrilleros, a pesar del acoso y persecución de las tropas francesas, y no sin pasar fuertes penalidades, incluso propias4. Mina uniformó a sus hombres, la división Navarra como la llamaban, con chaquetas y pantalones marrones y les obligó a raparse el cabello, siendo él el primero en dar ejemplo. La contrainsurgencia francesa no dejaba de acosar a Mina y este dispersó a sus hombres por el noroeste montañoso de Navarra y los Pirineos. Pero a mediados de 1811 la presión francesa aflojó, lo que permitió a Mina juntar otra vez a sus hombres y tras una marcha forzada de 85 km por terreno abrupto, atacó un convoy que había salido de Vitoria el 25 de mayo hacia Francia con cien carros de enfermos y heridos franceses, más de mil prisioneros de guerra y el botín del mariscal Massena, fruto de su abortada expedición portuguesa. Solamente la escolta constaba de 1.650 soldados de tropa. Fue la mayor victoria guerrillera hasta la fecha5. A comienzos de febrero de 1812, la armada británica proporcionó a Mina dos cañones de 12 libras y otros dos de 4 libras que leayudarían a conquistar la ciudad fortificada de Tafalla, un objetivo que en otro tiempo se habría antojado imposible. Un general francés experimentado como Reillle, vería como cada vez más la guerrilla daba cuenta de columnas francesas cada vez mayores con cada vez más reclutas inexpertos y sin conocimiento previo del terreno.      

El momento cumbre de la guerrilla se produjo el 12 de agosto de 1812, cuando las fuerzas de El empecinado, El Médico y El Chaleco encabezaron la entrada de las fuerzas angloportuguesas en Madrid, tras la huida de José Bonaparte hacia Valencia, entre los hurras de los habitantes que solo unos meses antes habían estado a punto de morir de inanición, en palabras de Mesonero Romanos.

En resumen, los objetivos de la guerrilla se resumían en cuatro puntos:

1. Mantener a raya y desmoralizar a las tropas enemigas, eliminando potenciales enemigos para los ejércitos regulares.

2. Privar al enemigo de los suministros de alimentos, especialmente las tropas francesas que vivían de lo que producía el campo.

3. Proporcionar inteligencia militar a los aliados (circunstancia explotada sabiamente por los británicos)

4. Mantener viva la moral de resistencia en la población [1]

CONCLUSIÓN

El papel del ejército y la guerrilla españoles durante la Guerra de Independencia ha sido interpretado de muy diversas maneras por los historiadores desde el siglo XIX. Quizá influenciados por la historiografía extranjera y sobretodo la británica que, salvo excepciones, relegaba al ejército español al papel de mera comparsa y la francesa que trataba a los guerrilleros como despiadados bandidos (brigands); como suele suceder, más modernamente con el distanciamiento de los hechos acaecidos, se ha reivindicado quizá con más ecuánimidad el papel de un ejército nacional lastrado por una deficiente política y planificación anteriores al conflicto, pero cuando el infante español estuvo bien dirigido, equipado y pertrechado, no tuvo nada que envidiar a cualquier ejército de la época, dentro y fuera del territorio nacional. En cuanto a la guerrilla, su halo de romanticismo ha dado paso a una comprensión más moderna del fenómeno y su peso e importancia reales en el conflicto.


1Según Nick Lipscombe: «But also, that was this guerrilla struggle, guerrilla, the little war, which it started as a few flagrant ambushes and that turned into quite a raging fire insurgent parts mainly in the northeast of Spain, Navarra, Aragón, Pays Basque and so on, and Cataluña also. And so, was a pretty even now what they had to do was to say that it was the people that it achieved the victory and so that guerrilla struggle get blown out of all proportion. It’s fair to say that by 1813 most of the major guerrilla bands being given either a semi-official or official status they are now under the wing of the Spanish army, their commanders who in many cases where quite simple fog, but in recent in the challenge of raising these groups were found themselves given ranks, span uniforms and they rather rose to the task enjoying that newfound status in and amongst the official Spanish society. And so, if you then look at that from the point of view of what they did actually achieved as guerrillas, of course you then realize that’s a sign problem because it doesn’t sort of adapt, they succeeded driving the Grande Armée over the Pyrenees. And so, what has to happen is that the exploits of the guerrillas have to be expanded, expanded to the point where they become a completely inflated, indeed in what they achieved, now that’s not on the play on the guerrillas achieved: they were extremely useful addition, at times, too both the Spanish national cause and to Wellington’s cause in liberating Spain.» [4]

2De hecho, el fenómeno del bandidaje que parece ligado a países como España e Italia como tierras clásicas del bandolerismo no deja de ser un producto universal, de todos los países y todas las épocas, tal como señala José Mª Iribarren [6], y por tanto el que las poblaciones reaccionaran ante los atropellos y desmanes.

3Ya el historiador francés Claude Martin comentaba la actitud francesa frente al pretendido nuevo «status» de las partidas guerrilleras: «Cuando el General Venegas había enviado el decreto de la Junta sobre «el corso por tierra» a Sebastiani, Jefe del Cuarto Cuerpo del Ejército francés que ocupaba la Mancha, pidiéndole que reconociera el carácter de combatientes a sus corsarios, el General Francés había contestado que mandaría ahorcar a todos aquellos que fuesen apresados por sus tropas. Y José [Bonaparte] consideraba que Sebastiani era uno de esos raros generales franceses que tenía miramientos con los habitantes y que se esforzaba en ser justo. Los jefes militares franceses reaccionaban frente a la guerra irregular, tal como han hecho los jefes de unidades regulares de todas las naciones y de todos los tiempos. Para ellos, la guerra de emboscadas y de golpes de mano dirigida por irregulares, era criminal, por no respetar las reglas del arte militar.» [5]

4[Espoz y Mina] Tiene entre 28-30 años, si no más. No le gustan las mujeres y no permitiría a ninguna formar parte de su división. No duerme más de dos horas cada noche y siempre con sus pistolas en elcinto. Las pocas noches en que va a un pueblo permanece encerrado en su cuarto. Llama mucho la atención, pero es muy reservado.” (Coronel Lorenzo Ximénez, liberado por Espoz y Mina en el ataque de Arlabán del 25 de mayo de 1811).

5Meses más tarde, un experimentado general francés en contraguerrilla admitiría la creciente importancia de la partida de Mina:

Le confieso a Su Excelencia con toda sinceridad que los bandidos de este reino (Navarra) merecen el nombre de soldados veteranos. Pueden competir con lo mejor de nuestros ejércitos, ya que las continuas batallas y victorias les han hecho perdernos el miedo.” (General Soulier al mariscal Suchet, febrero de 1812).

 


Fuentes:

  1. «Las dos guerras de España» – Ronald Fraser, Trad. Luis Noriega, Ed. Crítica, 2014
  2. «Los guerrilleros de 1808» – E. Rodríguez Solís. Tomo Primero, La Enciclopedia Democrática, Barcelona, 1895
  3. «La Guerra de la Independencia. II. Los Guerrilleros» – Andrés Cassinello Pérez, Arlanza Ediciones, SA. 2008.
  4. Wellington in Spain. A Classic Peninsular War Tour”. 12 a 19/09/2018 – Nick Lipscombe©, para ”The Cultural Experience”.
  5. «José Napoleón I. Rey intruso de España.» – Claude Martin, Editora Nacional, Madrid, 1969
  6. «Bandidos y salteadores» – José Mª Iribarren Rodríguez, 1942

Imágenes:

a. De José Casado del Alisal – [2], Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=10851310 y «La Guerra de la Independencia. II. Los Guerrilleros» – Andrés Cassinello Pérez, Arlanza Ediciones, SA. 2008.

b. «Los guerrilleros de 1808» – E. Rodríguez Solís. Tomo Primero, La Enciclopedia Democrática, Barcelona, 1895

c. «Los guerrilleros de 1808» – E. Rodríguez Solís. Tomo Primero, La Enciclopedia Democrática, Barcelona, 1895

3 comentarios en “Ejército vs. guerrilla en la Guerra de Independencia, basado en R. Fraser.

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