
Hablar de una conferencia que versara sobre la batalla de Waterloo no tendría nada de especial por las fechas en que nos encontramos y por el hecho de ser de por sí una de las batallas más estudiadas (sinó la que más) de la historia militar. En cambio la charla que nos presentó Alesandro Barbero en el año 2009 con el título \»Creatività distruttrice 3. Waterloo\», nos abre todo un abanico de cuestiones que buscan explicar, más allá del lógico punto de vista militar, quién formaba esos ejércitos, cómo luchaban, como eran mandados y todo ello enmarcado en una época que presagiaba el ocaso de las monarquías absolutistas europeas y el nacimiento de la Europa moderna. Aparte de autor de varios ensayos históricos sobre la época medieval, Barbero es el autor del conocido libro \»La battaglia. Storia di Waterloo\», traducido a varios idiomas, entre ellos el castellano, y que me parece indispensable como una novedosa y pedagógica aproximación a la batalla con el mérito de haber sido escrito por un autor que no era de ninguno de los países participantes en la contienda. Os dejamos con la traducción íntegra de la conferencia que también podeis encontrar en Youtube, en el original en italiano.
Waterloo. La creatividad destructiva
Buenas tardes,
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A. Barbero |
A continuación, estamos aquí para esta tercera conferencia que a través de la famosa batalla busca explicar no tanto cómo funcionaban la estrategia y tácticas militares sino también el enorme esfuerzo que los gobiernos y las sociedades hacían para formar los ejércitos y las flotas. La batalla de la que hablaremos esta tarde es una batalla famosísima aunque probablemente no nos pongamos de acuerdo como pronunciar el nombre: yo me inclino a llamarla “Vaterlo” como está escrito que tampoco es tan diferente de cómo lo pronuncian los flamencos. La última batalla de Napoleón. Es la batalla que pone fin a los 100 días, a la breve esperanza de Napoleón de retornar al poder, después de su derrota del 1814 y después de su exilio en la isla de Elba. Estamos en 1815, en marzo. Napoleón ha escapado de la isla de Elba, ha vuelto a Francia. Con poquísimas fuerzas y ha sucedido una especie de milagro. Ha sucedido que gran parte del país y casi todo el ejército lo ha aclamado como el legítimo soberano de Francia. El rey de Francia, Luis XVIII, el Borbón puesto en el trono por las potencias aliadas, huye. Napoleón llega a Paris y retoma el poder, pone en pie rápidamente su estado, su gobierno imperial, con el tiempo para aprobar una nueva Constitución en la que promete espacios de parlamentarismo liberal en vez de un gobierno monárquico, casi absoluto, como el que ha practicado en el pasado.
Escribe a todos los soberanos europeos para decirles que él quiere la paz. Ha vuelto pero no quiere nada. Se contenta con la Francia con las fronteras redimensionadas en el Congreso de Viena, no tiene ninguna reivindicación, quiere solamente reinar pacíficamente. Pero no le creen. Sus cartas, algunos ni no las abren, al Rey de Inglaterra el Primer Ministro no le permite abrirla y la hace devolver aún sellada. E inmediatamente las potencias que en los años precedentes estaban coaligadas contra él, vuelven a concertar un pacto de alianza para invadir Francia y atrapar a Napoleón de una vez por todas.
Entonces esta es, por una vez, una guerra defensiva, una de las poquísimas guerras defensivas que Napoleón combate en el transcurso de su carrera. Las potencias coaligadas contra él son prácticamente toda Europa. Hay cuatro grandes ejércitos que se preparan para invadir Francia. Uno, muy cercano, el que ya tienen los ingleses que están en Bélgica y en Holanda, al que se unen contingentes belgas, holandeses y de varios estados alemanes al mando del duque de Wellington. El prusiano, Prusia es la principal potencia alemana, que está preparado cerca del Rin, el austriaco que está más lejano, o el ruso que aún está más lejano, como se entiende.
Uno de esos ejércitos es más débil que el que puede llegar a armar Napoleón, pero ya dos son más fuertes, y los cuatro juntos ya no habrá historia. Napoleón decide que la única cosa que se puede
hacer es actuar y actuar rápidamente: los rusos están muy, muy lejos, los austriacos también; hay dos ejércitos que ya están preparados en la frontera con Francia, están esperando que lleguen los otros para iniciar la invasión. Están a punto el ejército inglés, holandés y alemán al mando de Wellington y el prusiano al mando de Blücher. Estos dos ejércitos están acantonados, como se decía entonces, en todo el territorio de Bélgica. Bélgica y Holanda forman una única monarquía bajo la casa de Orange en aquel momento, aliada de la Coalición. Están en países amigos. Están acantonados como se hacía entonces, en una época en que casi no existían las casernas o, sin embargo, se utilizaban poquísimo. Y para mantener un ejército, se colocaban a los soldados en las casas del campesinado y los oficiales en casa de los burgueses y nobles, y era una obligación ciudadana hospedar y mantener a esta gente. Esto significa naturalmente, como se entiende, que todo el ejército estaba disperso por todo el territorio de Bélgica. Porque en cada una de las villas se encontraban una compañía de soldados, en el mejor de los casos.
Son casi 100.000 hombres del ejército de Wellington y más de 100.000 del ejército prusiano que están dispersos de una esquina a otra de Bélgica. Napoleón más o menos ha podido reunir unos 100.000 hombres, la Armée du Nord.
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Alessandro Barbero en la conferencia. |
Es seguro que si se enfrenta a uno de estos dos ejércitos lo aniquilará sin esfuerzo; debe impedir que puedan reaccionar, que puedan juntarse, enfrentarse a los dos juntos en el campo de batalla. En consecuencia, Napoleón decide actuar muy rápidamente y entrar en Bélgica antes que el enemigo se dé cuenta y arrollar con todo lo que se encuentre por delante.
Hacia la mitad de junio de 1815, Napoleón sella las fronteras de Francia, no permite que salga ningún turista, carruaje, carta o periódico, y en pocos días el ejército francés marcha hacia la frontera y la noche del 15 de junio entra en Bélgica. La noticia llega rápidamente a los comandantes inglés y prusiano y es una noticia espantosa, ya que sus ejércitos aún están dispersos, desunidos y los franceses ya están allí. Pero son todos profesionales y saben cómo reaccionar. Muy rápidamente, sea el inglés o el prusiano, comienzan a reunir sus fuerzas dispersas lo más cercano posible a la frontera para tratar de dar batalla a Napoleón e impedirle invadir Bélgica, de conquistar Bruselas, que sería hay que entenderlo, desde el punto de vista de la propaganda una cosa muy desagradable para la Coalición si la guerra comenzara con Napoleón que conquista, captura una de las capitales de los soberanos enemigos. Se procura dar batalla lo más pronto posible. Napoleón avanza sin saber bien que se encontrará primero de frente con fuerzas por la parte derecha donde se espera a los prusianos y sobre la izquierda donde se espera a los ingleses. Tiene una fuerte reserva con la Guardia Imperial para enviarla del lado donde lo necesite. El 16 de junio se combate, porque los prusianos han dejado una parte de sus fuerzas y le bloquean la carretera. Entonces Napoleón con su ala derecha y con toda la reserva que coloca de ese lado se enfrenta a los prusianos en una batalla que es la batalla de Ligny, que es la última victoria de Napoleón. Napoleón efectivamente derrota a los prusianos, muy duramente, los pone en fuga. Después de lo cual, se dirige hacia la otra parte, donde el Duque de Wellington a reunido rápidamente todo lo que ha podido encontrar de su ejército anglo-holandés y alemán, un ejército donde se hablan cuatro idiomas y ha tratado de detener la izquierda de Napoleón. Ha sido un encuentro en una pequeña batalla que se llama de Quatre Bras. Los ingleses se han mantenido pero por la noche se enteran que por su flanco Napoleón ha derrotado a los prusianos y que está avanzando. En consecuencia, el Duque de Wellington no puede hacer otra cosa que retirarse también él en dirección a Bruselas. Durante todo el día 17 el ejército inglés se retira por la única gran carretera hacia Bruselas y el ejército de Napoleón le sigue. Los prusianos se están retirando, han sido batidos y Napoleón está convencido de que no los verá más. Ha mandado una parte de su ala derecha para seguirlos. Pero no se preocupa, y con el ala izquierda y la reserva sigue a los ingleses.
¿Por qué se retiran los ingleses en realidad? El ejército inglés, yo digo siempre inglés, he de hacer siempre un esfuerzo para recordar que solamente un tercio de aquella fuerza eran ingleses y el resto eran holandeses, belgas, alemanes, el mando era inglés. El ejército de Wellington tiene más o menos el tamaño del de Napoleón, son cerca de 70.000 hombres por bando los cuales se persiguen por la carretera pavimentada que va a Bruselas.
Y entonces, ¿por qué se retira uno de los ejércitos sin dar batalla y el otro, el de los franceses lo sigue, sin ninguna miedo, buscando la batalla, buscando el encuentro decisivo? Si uno mira el número de hombres era más o menos el mismo. Napoleón tenía más cañones: tenía unos 250 cañones contra unos 150 de Wellington. Y esto por un motivo muy preciso. Napoleón era un viejo subteniente de artillería, que había dado sus primeros pasos en la artillería y que sabía muy bien cuanto cuentan los cañones y que a menudo siempre le daba por tener más cañones que el contrario. Él siempre iba pertrechado de cañones. Porque las cosas son así, los ejércitos son como los han hecho los gobiernos: los gobiernos los han hecho en base a la idea que se tenía sobre cómo ha de ser un ejército y en base al dinero que tenían que gastarse en ellos. El dinero era un problema muy grande: por ejemplo la caballería de Napoleón en estos días, estos días de Waterloo es más débil de lo habitual, porque no ha tenido suficiente dinero para comprar buenos caballos. Sus famosos coraceros están montados en gran parte en caballos de baja calidad, porque no había fondos, para encontrar, para comprar caballos adecuados.
Pero entonces, ¿porque el ejército inglés se retira, sólo porque tiene menos cañones? En realidad, no. Pensemos un momento como estaban compuestos estos ejércitos. ¿Cómo se montaban los ejércitos de aquella época, quien era el que prestaba servicio? Nos encontramos después de la Revolución francesa, naturalmente. Nos encontramos con posterioridad a todo el antiguo Régimen que ha sido batido en toda Europa menos en Inglaterra, recordemos, porque Inglaterra, que desde un cierto punto de vista es el país más moderno del mundo en aquella época, Inglaterra está haciendo la Revolución industrial en aquel momento. Pero desde otro punto de vista Inglaterra, es el país más arcaico de Europa, el único donde no había llegado la Revolución francesa y aún un país de antiguo Régimen. Su ejército es un ejército de antiguo Régimen, como aquel del viejo rey, el Rey Sol. Está hecho de mercenarios en la práctica. Esta hecho de gente que hace del soldado su profesión. No son mercenarios extranjeros. Son súbditos británicos, pero que hacen del soldado su profesión. Que se enrolan, que firman un contrato que obliga a servir por un gran número de años a cambio de una paga muy baja y de condiciones de vida muy duras y de una disciplina durísima mantenida con el bastón o la fusta. Como en todo el mundo del antiguo Régimen hacer de soldado no es una profesión prestigiosa, es la profesión que hacen los últimos, los desocupados, que hacen los trabajadores, que se enrolan, campesinos en años de mala cosecha, O que hacen los aprendices cuando cierra la fábrica y se quedan desocupados. Estos son los soldados. El Duque de Wellington que era de una familia importantísima, noble y uno de los jefes del partido conservador dice un día amablemente que su ejército estaba formado de la “escoria de la tierra”.
Pero en Francia se ha producido la Revolución Francesa. El ejército francés es una cosa muy diferente. El ejército francés es fruto de la idea que todos no son súbditos sinó ciudadanos y como consecuencia deben prestar servicio para defender la nación cuando la nación lo requiere. Es por eso que el ejército francés está basado en la conscripción. Si un soldado inglés es un pobre que se ha enrolado, voluntariamente, aunque estuviera desocupado y se muriera de hambre y que presta servicio toda la vida, un soldado francés es un conscripto de leva. En el bien entendido que aún no existen las levas en masa del ejército y de la Primera Guerra Mundial. La leva se efectuaba diciendo: “Todos pueden ser llamados a servir”, pero al Emperador le bastan 80.000 hombres al año. Entonces estando los jóvenes de leva, siendo 300.000, uno de cada tres prestará servicio.
¿Y como se hacía para saber quién tenía que prestar servicio?: se sorteaba. Por tanto este era un sistema que era extremadamente difuso y aún el sistema con el que serán reclutados los soldados del Risorgimento, por ejemplo. El ejército piamontés que combate en Custozza y Novara en el 1848-49, era reclutado así. En teoría todos eran conscriptos pero como no se necesitaban a todos, se sortearán. En cada país los jóvenes de 18 años un buen día son convocados por el Síndico, van al municipio y delante del Síndico hay una urna y cada uno saca un número. Los que sacan un número bajo han de ir a hacer de soldado. Pero habían muchos modos de eludirlo: si uno tenía mucho dinero podía pagar a un sustituto, por ejemplo. para que fuera en su lugar. Porque al fin y al cabo habían sobretodo muchos pobres, trabajadores y desempleados que tenían que hacer de soldado. Sin embargo el principio se ve que era radicalmente diferente. El principio era:
el Estado tiene el derecho de llamarte y de hacer de ti un conscripto.
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Los conscriptos franceses |
Cuando Napoleón cayó en el 1814 y había vuelto el antiguo Régimen, los nuevos reyes que habían retomado el poder, los príncipes alemanes, el príncipe de Orange que se ha convertido en rey de los Países Bajos, el mismo Luis XVIII ha vuelto a Paris, se han encontrado con una situación política embarazosa. Porque la conscripción obligatoria era el legado más odiado de la Revolución. Todos habían prometido abolirla. Pero era un gran pecado abolir un recurso así. Abolir una ley que le permitía al rey disponer de todos los hombres que le servían simplemente echándolo a suertes. Estos soberanos tratan de poner en pie los ejércitos: estoy hablando de los príncipes alemanes, del rey de Holanda, que forman gran parte del ejército de Wellington, se preguntan como podía ser que el ejército se esté retirando delante del de Napoleón. Estos soberanos, al final, llegan a un compromiso. La leva, la conscripción no podemos hacerla, porque políticamente será un suicidio. Reconstruiremos un ejército de profesionales, de mercenarios. De gente que se enrola de por vida porque no sabe cómo vivir, un pequeño núcleo porque es caro. Y después haremos una especie de conscripción atenuada, la milicia. La idea de la milicia es un gran éxito en Europa ya en años precedentes, en siglo XVIII. La idea que los ciudadanos deben prestar el servicio. Un poco como la Guardia Nacional americana para los que conocen esta cosa, que aún hoy existe. No es propio de la leva, son repartidos y se quedan en casa. La gente que forma parte de este reparto puede llevar una vida normal, simplemente unas semanas al año se reúnen para adiestrarse un poco y después cuando se produce la guerra deben prestar servicio. Los nuevos soberanos puestos en sus tronos por el Congreso de Viena forman ejércitos basados en el principio de la milicia. Se sortea a suficiente poca gente y nadie tiene un miedo especial porque si sale sorteado para la milicia no tendrá que dejar el trabajo, la tienda, la familia, el campo… bastará que tú hagas unas pocas semanas de adiestramiento al año.
Este era el principio por el que estos nuevos regimientos de milicianos holandeses, alemanes, han sido apenas reunidos y puestos en pie cuando llega la noticia que Napoleón ha invadido Bélgica. Y como consecuencia a todos se les dice: “es verdad que habíamos dicho que se había de prestar servicio en caso de emergencia, pero aquí está la emergencia”. Y por tanto el ejército de Wellington es un ejército que está compuesto por una buena mitad de unidades reclutadas de este modo. La diferencia de calidad es enorme. Un batallón inglés compuesto de de soldados endurecidos, bien alimentados, bebedores de cerveza y grandes comedores y que hacen la profesión con un fortísimo sentido del honor y de la disciplina es una cosa. Un batallón de milicia holandesa o alemana, apenas reclutado, sorteando a unos trabajadores que no se enteran de nada es una cosa radicalmente diferente.
Enfrente tenemos a un ejército francés compuesto totalmente de conscriptos, pero son conscriptos que ya tienen experiencia. Napoleón no llega a tiempo de llamar a los conscriptos del año 15, tiene a todo su ejército formado por conscriptos del 14, del 13, que ya han combatido. Wellington simplemente sabe que a pesar que su ejército está compuesto de 70.000 hombres exactamente como el francés, si probase a cerrarle el camino, probablemente sería vencido. Por tanto, retrocede. Retrocede y, durante todo el día y la noche del día 17 desesperadamente manda correos a los generales prusianos que están retrocediendo, lejanos, hacia el este, para transmitirles como se encuentran las cosas: “habéis sido derrotados pero no podemos fracasar de nuevo, podemos juntarnos y hacer alguna cosa” para tratar de ayudarlo. Por toda la noche del 17 se intercambian correos entre los generales ingleses y prusianos, que se escriben entre sí en francés, que es la única lengua internacional que todos conocen, y los prusianos le dicen: “Lo podemos hacer. Tenemos aún tropas frescas, tropas que no han tomado parte en el desastre, te las mandaremos. Si tú te plantas para dar batalla delante de Bruselas, antes de Bruselas, nosotros te mandaremos refuerzos”.
También los generales prusianos discuten acaloradamente porque había quien decía: “no nos importa Bruselas, los ingleses, Wellington, nosotros hemos encajado una dura derrota y no arriesguemos lo poco que nos queda.” Pero al final, prevalece la opinión que dice: “No. Es más importante que nos detengamos también nosotros y le echemos una mano”.
En consecuencia el Duque de Wellington, la noche del día 17 tiene la garantía de los prusianos que, si él se planta y da la batalla, ellos trataran de ayudarlo. Y esto puede cambiar completamente las cosas, evidentemente. Por eso decide correr este riesgo. Si se retirase dejando atrás Bruselas, la perdería y la prensa inglesa se lo comería vivo, evidentemente. Por ello decide entablar batalla. Ha encontrado una buena posición. El lleva tiempo en Bélgica, ha hecho un recorrido a caballo, ha recordado el lugar, los caminos, la carretera ha visto que sobre la carretera de Bruselas hay una posición muy fuerte, una larga cresta, una especie de pequeña y larga colina muy baja, pero que es suficiente para colocarse detrás para no ser casi visto por el enemigo, con unas granjas que pueden ser fortificadas, bien robustas. Tiempo atrás ya había dicho en un apunte: “si alguna vez tuviera que dar batalla para defender Bruselas el sitio adecuado es este”. Es cercano a una población que se llama Waterloo. Decide detenerse allí.
Napoleón, que lo está siguiendo, llega también por la noche, y se da cuenta que el enemigo no va a retirarse porque ve una serie de fuegos ingleses al fondo y ve que han tomado posiciones a lo largo de esta cresta. Por tanto, Napoleón sabe que al día siguiente habrá una batalla, y dirá después en sus memorias: “Ninguna batalla me habrá nunca parecido tan fácil”. Porque él estaba convencido que ya no vería más a los prusianos y sabía que el ejército de Wellington por sí sólo no era posible, no era suficiente para detenerlo. Napoleón por la noche duerme poco, y duerme poco porque entre otras cosas se preocupa por si los ingleses cambian de idea y se retiran. Tan cierto que en sus memorias dice que: “hasta cierto punto salí, no conseguía dormir, salí solo con un edecán, se acercó a primera línea para controlar, para ver si al fondo se seguían viendo los fuegos de los ingleses parecía que el horizonte quemara, como un inmenso incendio, y en ese momento me tranquilicé.” Quería decir que aún estaban allí que no se habían marchado. Es verdad que el sirviente de Napoleón que también había escrito sus memorias, dijo que “cuando llovía por la noche el Emperador nunca salía de casa”. Pero confirma que no dormía bien, se despertaba, se levantaba, se acercaba a la ventana, se cortaba las uñas, y esperaba”.
A la mañana siguiente está bien claro. Los ingleses están aún allí y se preparan para dar batalla. Así se entiende cual es la situación: si no llegaban los prusianos, las probabilidades son todas a favor de Napoleón. Si los prusianos llegan, de golpe su enemigo se convierte en el doble y en ese momento las cosas cambian decisivamente. Napoleón está convencido que los prusianos no llegarán. Wellington… espera que mantengan su promesa y vengan.
Así Napoleón prepara la batalla con calma. De hecho siempre ha sido su principio, no debe haber prisa. Se ve como van las cosas, se empieza a entablar combate en toda la línea mandando hacia delante pequeñas escuadras de tiradores que toman contacto con el enemigo, se intenta comprender bien como está desplegado el enemigo y luego, cuando se ve cual es el punto débil del enemigo, él se lanza con las reservas. Por eso Napoleón tiene una gran reserva, todo el cuerpo de la Guardia más otro cuerpo de ejército, el 6º, son 37 batallones, un tercio de su ejército, digamos. Entenderan luego porqué les digo estas cifras… El resto lo desplega, y poco a poco envía a los tiradores para tomar contacto, esperando a ver donde conviene dar el golpe decisivo: si atacar primero con el ala derecha o con la izquierda según donde aparezca el punto débil del enemigo, lo piensa un poco y entonces, de pronto, decide, inexplicablemente, con un golpe de mirada que es el producto de tantos años de oficio, él siempre lo ha hecho muy bien, Napoleón decide atacar sobre su ala derecha. Y nosotros sabemos, como parecía saber él que no podía ver casi nada por la cresta que cubría al enemigo, nosotros sabemos que, en ese punto, Wellington era más débil. Porque de aquel lado, Wellington esperaba que llegaran los prusianos y había colocado sus fuerza más débiles, las que habían luchado dos días antes, las brigadas más debilitadas, convencido que llegarían pronto los prusianos para rellenar el hueco. Napoleón decide atacar allí.
En consecuencia el cuerpo armado que había desplegado allí, el Primer cuerpo que ha desplegado allí, ordena que avance: 15.000 hombres, 1 cuerpo de ejército, 4 divisiones, 8 brigadas, 16 regimientos, 32 batallones, son cosas que quiero decir, estas son las cosas que aprendemos de la historia militar. Un cuerpo de ejército que ataca. ¿Qué es lo que quiere decir?
Quiere decir 15.000 hombres, organizados rígidamente, que van hacia delante, como se hacía entonces. Como lo hemos visto tantas veces en las películas ambientadas en el siglo XVII o justo en la época de Napoleón. Habíamos visto toda esta gente, toda esta infantería que avanza toda en fila, una fila detrás de otra, con un paso mesurado, con los tambores que tocan el paso, con el mosquete al hombro, y va adelante hacia el enemigo. El enemigo en cierto punto comienza a disparar, la gente comienza a caer y todavía van siempre hacia adelante. Así, a la descubierta, todos en pie, todos en fila y todos al mismo paso mesurado. Creo que todos hemos visto en películas del género y nos hemos preguntado como era posible que se combatiera así. Y si lo hacían,
¿por qué luchaban en verdad así? . Esta es una cosa sobre la que vale la pena reflexionar.
Porque esta es la esencia de las batallas de la época napoleónica. Estos ejércitos se habían hecho para combatir así. Como se había hecho siempre. No sé. Creo que como muchas otras veces el otro dia por la tarde oí como explicaban la batalla de Campaldino. La batalla de Campaldino fue una batalla medieval y se daba el hecho que la infantería del Medioevo no podía hacer gran cosa contra la caballería acorazada. Podía permanecer firme, tras un muro de escudos, con la lanza, plantada en el terreno, esperando resistir si los caballeros los acometieran. Tenía un rol esencialmente pasivo. Las armas de fuego lo cambiaron todo. Y hemos oído hablar de Lepanto o mencionado que la infantería embarcada en las galeras era la infantería europea del Renacimiento, armada en parte de arcabuces en parte de picas, acorazada aún, con el yelmo, la coraza, una infantería extraordinariamente eficiente. ¿Qué había cambiado?
Había cambiado que el arcabuz había dado por primera vez a la infantería la capacidad de agredir al enemigo, de hacerle daño. De poderse mover, de golpearlo a distancia. El arco, las flechas, la ballesta quedaron obsoletas, no tenían la misma valia. El arcabuz cambia las cosas. A partir del Renacimiento los comandantes europeos saben que esta es el arma decisiva. El arma por otro lado que vencerá en las guerras coloniales. Y teniendo las armas de fuego, ¿Porque subsiste la pica aún? Subsiste la pica porque la única cosa que no pueden hacer, tampoco ellos, es que los soldados armados con arcabuces resistan un ataque si la caballería los acomete. Si los ataca la caballería la única cosa que puede detenerlos es una masa de infantes con largas picas que pueden detener la carga de la caballería. Por eso en el siglo XV, en el siglo XVI, los ejércitos europeos están todos formados por piqueros y arcabuceros, que salen juntos al campo de batalla, ¿porqué cuento todo esto? Volveremos sobre el campo de Waterloo, está claro.
Cuento esto porque los comandantes militares europeos del siglo XV, del siglo XVI, comienzan a reflexionar como se puede tener el uso más eficiente posible de estas dos armas combinadas. Los piqueros por supuesto tienen que estar todos juntos en masa porque allí estará su fuerza. Una enorme masa de hombres, de los que se desprenden como erizos, una gran cantidad de picas. ¿Y a los arcabuceros? Los colocaremos por fuera de la masa, obviamente, y pero hemos de organizarlos un poco. Al principio se piensa en colocar a los arcabuceros como las dos mangas de un vestido. Mandamos fuera una manga de arcabuceros, que estén fuera de la masa, todos alineados, con la posibilidad de disparar… si las cosas van mal vuelven a la masa de las picas. Pero enseguida los militares europeos acuerdan que para optimizar el uso de las armas de fuego, esta extraordinaria invención occidental que está dando la supremacía a los occidentales en el mundo, para optimizarlos es necesario que los arcabuceros trabajen todos a la vez. Nunca más cada uno por su cuenta que carga y dispara cuando quiera. El oficial que debe decir, valorar, cual es el momento justo, porque cien, dos cientos, quinientos arcabuceros que disparan todos juntos en un solo instante tienen un fuego enormemente eficaz respecto al que si lo hicieran desordenados . Y entonces se comienza a razonar y es increíble cuantas consecuencias tiene esta intuición inicial sobre la creatividad de los militares, porque se comienza a decir: “Muy bien. Entonces se despliegan en fila. ¿Cuántas filas? Si los colocamos en diez filas, pero entonces los del fondo no podrán disparar, tendrán que ser menos…\» Cuatro, se dice al final, cuatro es el ideal, pero luego se dice, no mejor se dice tres solamente, los ingleses en un momento dado dicen sólo dos, y se razona y se rompen la cabeza para decidir cuál será el modo mejor para alinearlos. Pero sobretodo deben enseñarles a disparar todos a la vez.
Y entonces se comienza a reflexionar tanto en el Renacimiento que poco a poco pasa a la época del Iluminismo, de la época de la razón, de la época del Enciclopedismo, de la época que se piensa que el mundo es en el fondo una máquina, un engranaje, todo se puede explicar de este modo. Y entonces vemos al militar, al intelectual culto, que dice: “Bien, para recargar un arcabuz, cuantos movimientos se necesitan?\». Hay manuales que describen 60 movimientos diversos, que debe llevar a cabo el arcabucero para recargar, disparar y estar presto para volver a recargar. Y en este punto el paso inmediato: “Enseñemos a estos arcabuceros a hacer todos estos movimientos a la vez”. Cada uno debe, para mejorar, hacer una secuencia precisa de movimientos. Y de golpe, una compañía de arcabuceros, se convertirá en un engranaje. Y un ejército hecho de tantas compañías se convertirá en un maravilloso mecanismo que funciona como una maquina a las órdenes de su comandante. Como se ve, es una ilusión. Es una ilusión que no tiene en cuenta varios factores: el factor humano, el miedo, el caos… pero es una ilusión profundamente arraigada en la cultura europea del siglo XVI en adelante. La ilusión que los hombres pueden ser tratados como máquinas. Todos sabemos que eran todos miserables mercenarios, pobres, analfabetos, en consecuencia, está claro que su comandante debe tener el empuje para que sean un engranaje a punto. Y no solamente disparando, si no también lo deben hacer todos juntos y además moverse. A marchar todos juntos. A los soldados les enseñaremos en primer lugar a colocarse en fila, y luego a marchar al paso, uno, dos, uno, dos. No se lo inventaron los romanos aunque en los tebeos de Asterix lo hagan. En realidad es una invención europea de esta época, que refleja este sueño de los generales de tener estos ejércitos que pueden ser dirigidos como mecanismos.
Entonces se inventa el concepto del adiestramiento. Al soldado se le debe enseñar a realizar toda una serie de movimientos aunque no deba saber que los está haciendo: cuando oiga la voz del comandante, ha de hacer el movimiento. Y el resultado en este punto será la perfección: durante todo el siglo XVII se busca esta perfección de los ejércitos personalizados, donde los hombres se muevan como máquinas. Y aún en la época de Napoleón, gran parte de esto permanece. En realidad como sabemos aún hoy es una idea que permanece que los soldados han de marchar uno, dos, uno, dos, porque esto crea la disciplina, la organización que es una cosa que aún hoy de algún modo los ejércitos llevan dentro, Pero en aquella época era el mejor modo de hacerlos combatir, no dejar nada a la improvisación. Dejar que el genio del comandante pueda utilizar al ejército como un instrumento sin voluntad, a su disposición. Y entonces, las masas que manda Napoleón al ataque contra la línea de Wellington, en el punto más débil, que él milagrosamente ha adivinado, allí, detrás de la cresta, son una masas que avanzan de este modo.

Avanzan de este modo que han sido adiestrados estos soldados, a avanzar así, a obedecer ciegamente a las órdenes de sus oficiales. Los oficiales también han de estar adiestrados, deben conocer todas las órdenes, las órdenes justas. ¿Qué órdenes debo dar si mis soldados que están todos en fila deben formar de repente en cuadro para defenderse de la caballería y tener la capacidad de disponer los mosquetes para que disparen a todas partes? . Debo conocer las órdenes precisas… si fallo los soldados comenzaran a hacer movimientos sin sentido y será el caos. Tambien aquí, el esfuerzo, la ilusión, de poder transformar la guerra en una actividad enteramente racional. Estamos verdaderamente al final del Iluminismo europeo, en el vértice del Iluminismo europeo.
Seguirá en la 2ª parte.
Revisión trad.: Antonio Moya Batalla
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