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Elzéar Blaze (a) |
Hijo de Henry Sebastian Blaze, Elzéar Blaze nació en Cavaillon (Francia) en 1788. Se enroló voluntariamente en los vélites de la Guardia Imperial en 1806 y ese mismo año ingresó como cadete en la escuela militar de Fontainebleau donde se graduó como teniente.
Participó en las batallas napoleónicas desde 1807 y en las campañas de Prusia, Austria (donde fue herido en la batalla de Wagram el 8 de junio de 1809), España, Rusia, Sajonia y en el bloqueo de Hamburgo en 1814 con las tropas de Davout, cuando se produjo la abdicación de Napoleón (abril de 1814). De regreso en Francia, siguió en el ejército durante la Restauración donde se retiró con el empleo de capitán.
Blaze nos deja sus recuerdos de experiencias militares de un oficial de la Grande Armée. La Vida militar bajo el Primer Imperio, publicado por primera vez en 1837 por Hachette que ha sido reeditada muchas veces desde entonces y traducida. También escribió un drama en tres actos, escrita en colaboración con Jacques-Arsène François Polycarpe Ancelot representado en el Teatro Beaumarchais en 1842. Sus memorias son una amena y por momentos divertida narración de la vida en los bivaque s, barracones, alojamientos. la tareas de forrajeo, la cocina, los amores y las escapadas, el campo y la guarnición. Algunas de sus anécdotas le serán particularmente familiares a todo aquel que haya leído o haya experimentado por si mismo el ambiente de la milicia. Blaze habla muy poco sobre su experiencias en la batalla, pero nos proporciona abundante información sobre la vida cotidiana del soldado francés y sobre los civiles con los que entró en contacto.
Es significativo que, si bien Blaze es generalmente positivo sobre sus experiencias en los estados de habla alemana, tiene pocas palabras buenas que decir sobre España, donde sirvió durante tres años y sobre el propio pueblo español, a quien caracteriza como atrasado, descuidado, orgulloso, supersticioso e ignorante. Admite que la guerra de guerrillas era un negocio costoso para los franceses que podían mantenerse en los pueblos y ciudades, pero cuyo dominio terminaba a unos cientos de metros más allá de las zonas urbanas.
LA ESCUELA MILITAR DE FONTAINEBLEAU
\»Éramos soldados; un momento después nos convertimos en oficiales: una sola palabra había producido esta feliz metamorfosis. El hombre es siempre un niño, en todas las edades necesita un juguete; A menudo se estima según el uniforme que usa; quizás tenga razón, puesto que la multitud juzga según los vestidos. Sea como sea, con nuestras charreteras de segundo teniente, nos considerábamos algo\».
EL BIVAC Y LOS MERODEADORES
\»Vivíamos de lo que los soldados encontraban, y la vida habría sido imposible de otra manera: nuestras marchas rápidas impedían que nuestros almacenes, cuando teníamos almacenes, pudieran seguirnos\».
LAS MARCHAS
\»En 1806, Napoleón había adoptado los uniformes blancos para la infantería; todos los reclutas venidos de Francia estaban vestidos como payasos; lo que hizo una combinación muy fea cuando se encontraron mezclados con otros soldados vestidos de azul. Era una idea muy extraña dar ropas blancas a las tropas destinadas a pasar sus vidas en el vivac. Deberíais haber visto lo sucio que estaban estos jóvenes; En consecuencia, la primera vez que el emperador los vió, se se dio la contra-orden, se retiraron las ropas blancas. Esto no impidió que los promotores de la Restauración volvieran a intentar el experimento en 1815.\»
– o –
\»Para alcanzar el campo de batalla de Austerlitz, el tercer Cuerpo de ejército marchó cuarenta leguas en treinta y seis horas [unos 222 kilómetros], es decir la vigésima parte de los soldados llegó, el resto llegó de hora en hora; Los oficiales que quedaron en el camino recogieron a los rezagados, y después de unos momentos de descanso, los dirigieron hacia sus regimientos. Esta rápida marcha fue muy dolorosa para los soldados; no se quejaban, porque sentían su necesidad, porque tenía una gran influencia en el resultado del día. Por el contrario, nuestra carrera en Braunau* se convirtió para ellos en un sujeto de continuas quejas y de exclamaciones. Era el tema de la comparación cada vez que temían marchar inútilmente, o marcher pour les capucins: \»Es como cuando fuimos a Braunau\», dijeron. Esta marcha de treinta y seis horas sobre Austerlitz, sin un momento de descanso, fue de gran importancia. Un oficial tomado prisionero fue interrogado por Alejandro:
– \»¿A qué cuerpo de ejército pertenece usted?\»
– \»El tercero.\»
– \»¿El mariscal Davout?\»
– \»Si señor.\»
– \»Eso no es cierto, ese cuerpo está en Viena.\»
– \»Estaba allí ayer, hoy está aquí.\»
El emperador Alejandro se asombró con esta noticia.\»
LAS CANTINERAS
\»En las ciudades no nos molestábamos con las cantineras, se las dejaba en los barracones para vivir con los soldados; si las encontrábamos en las calles, no nos dignábamos mirarlas. Pero en el campamento, era completamente diferente; entonces uno tenía una cierta consideración por ellas, la más mundana se hacía casi bonita; así como un cazador hambriento devora con deleite el pedazo de pan seco que por casualidad encuentra en el fondo de su bolsa de juego.\»
LOS ALOJAMIENTOS
\»No eramos amados en Alemania; lejos de eso. El paso de los regimientos fue una enorme carga para el país. Nuestro ejército era odiado por completo, pero los individuos eran aceptados. […] En España, los individuos no eran mejor considerados que el conjunto. Durante un levantamiento general, un español habría asesinado a un francés durmiendo bajo su techo; un alemán lo habría salvado.\»
– o –
\»Todavía puede encontrarse en la lengua española una palabra tan usada frecuentemente: es carajo. Si estas dos palabras se suprimieran de las conversaciones españolas, sólo quedaría el humo de los cigarros. En lugar de decir carajo, las mujeres hacen uso de un diminutivo: carai, que es carajo, lo que en nuestro francés es je m\’en fiche, es una cierta expresión que la Academia aún no ha sancionado.\»
MAESTROS DE ESGRIMA Y DUELISTAS
\»En todos los regimientos hay un hombre al que los soldados respetan al menos tanto como su coronel, y este hombre es el maestro de esgrima. Tiene varios tenientes que, bajo el nombre de asistentes, ejercen una parte de esa autoridad moral que el gran maestro les delega. A mi llegada al regimiento, pedí a M. Malta. . .que me diera lecciones de su arte que yo conocía muy imperfectamente, y él me enseñó la regla de cómo uno debe proceder para matar a su hombre sin ser nunca muerto. Como el maestro del señor Jourdain tan bien ha dicho: \»Todo el secreto de la esgrima consiste en dos cosas: dar y no recibir. Ahora, para no recibir, vuelva la espada de su adversario de la línea de su cuerpo, lo cual sólo depende de un pequeño movimiento de la muñeca, ya sea hacia dentro o hacia fuera\».
UN DIA DE BATALLA
\»La gente, después de haber leído historia, piensa generalmente que una batalla es como una revista en el Campo de Marte, y que cien mil hombres colocados enfrente de cien mil hombres se divierten disparándose uno al otro con facilidad al acompañamiento del cañón produciendo el efecto del contrabajo en una orquesta. Voy a explicar cómo se libra una batalla.
Nuestro ejército está en marcha precedido por su avanzada, compuesta de tropas ligeras. Los húsares van como demonios; trotan, galopan, el enemigo huye delante de ellos; pero pronto se detienen; nuestros húsares paran también. Una aldea defendida por unos pocos cientos de hombres está frente a nosotros, se ordena atacarla con tiradores. En el momento en que nuestros hombres entran en los jardines, aparece un batallón del enemigo que los hace perder terreno. Enviamos un regimiento para apoyarlos, los otros mandan dos; ordenamos adelante diez, el enemigo nos muestra veinte; Cada bando hace avanzar la artillería, gruñe el cañón, pronto todos participan en la alegoría, los combates continúan, se matan unos a otros; uno grita por su pierna, otro por su nariz, otros lloran por nada, y hay comida para los cuervos y para los redactores de informes oficiales.
La ciencia de un general en jefe equivale a esto: tener en un día determinado, en un punto dado, tantos hombres como sea posible. Napoleón lo dijo, y Napoleón era el juez. Un general debe saber qué punto del mapa será más seriamente disputado. Es allí donde se librará la batalla, es por eso que debe traer todas sus tropas por veinte caminos diferentes. Una orden mal dada, mal entendida, a menudo causa el fracaso de las mejores combinaciones estratégicas, a saber: el cuerpo de Grouchy que no llegó a Waterloo. El Primer Cónsul, antes de salir de París, había marcado con una aguja en el mapa la llanura de Marengo para la escena de un nuevo triunfo; el resultado justificó su previsión.
La ciencia de un general consiste también en conocer la fuerza del enemigo en tal punto, su debilidad en tal otro. Para tener éxito en esto, el servicio de los espías es indispensable. Se deben tener buenos y deben estar bien pagados. Napoleón les dio oro a puñados, pero fue una buena inversión. Hemos tenido generales destituidos porque regatearon sobre el tema de los fondos secretos.\»
– o –
\»En la batalla de Eylau, un recluta trae a su capitán una bandera rusa que había encontrado en la nieve en medio de veinte cuerpos.
– \»Imbécil, ¿lo tomas por una bandera? Es un banderín de compañía sin ninguna importancia; todos los días encuentro cosas así, y no me agacho para recogerlas.\»
Un cuarto de hora después, el capitán se dirigía al mariscal.
– \»Aquí hay una bandera\», decía, \»que he tomado de los rusos, cuatro hombres la defendían, todos están muertos …\». El capitán fue ascendido a jefe de batallón al día siguiente.
EL CAMPAMENTO
\»Un campamento es una ciudad de madera y paja, a veces de lona cuidadosamente construida sobre líneas, con sus calles grandes y pequeñas, largas y cortas; el conjunto se mantiene excesivamente limpio. Un campamento es un gran cosa, pero yo sostengo que una estancia en una ciudad es infinitamente preferible.\»
– o –
\»La Reina de Prusia era muy hermosa, yo la vi; Se decía que había sido muy amable, no sé nada de eso; pero es cierto que obtuvo muchas concesiones de Napoleón. Esta bella reina que comía un día con los tres soberanos, llenó una copa de champán y dijo con esa gracia infinita que ella poseía en un grado supremo, una gracia que en este momento llegó en ayuda de los políticos: \»A la salud de Napoleón el Grande, que ha tomado nuestros estados y nos los devuelve\» . El Emperador se levantó, devolvió el cumplido con cortesía, y respondió a la reina: \»No bebáis todo, Madame.\»
LA GUARNICIÓN
\»Cuando nos quedamos mucho tiempo en una guarnición, teníamos dos maneras de pasar jovialmente el tiempo. Si existía una logia de masones, nos presentamos en masa, o bien organizamos una entre los nuestros. Todo el mundo sabe que al buscar la piedra filosofal, a los hermanos les gusta regocijarse entre fiestas. En muchos regimientos, los oficiales formaron una logia de la cual el coronel era el maestro. Después de la masonería venía el teatro\»
VISITAS DEL CUERPO
\»Hablando de cenas, no debo olvidar una palabra con respecto a las dadas por el mariscal Davout. Ese valiente mariscal, entre altas cualidades militares, tenía una terrible falta que le hacía granjearse muchos enemigos entre los gastrónomos del Ejército. Cuando nos invitó a cenar, fue una perfidia de su parte, no que sus comidas fueran sin ceremonia, pero si que eran desesperadamente breves. Nos sentamos a la mesa, diez minutos después tuvimos que levantarnos, porque el anfitrión dio el ejemplo. La primera vez que tuve el honor de sentarme en la mesa, me sorprendió; apenas había roto mi pan y comencé a comer de los primeros sabores para preparar el camino, cuando se dio la señal de retiro.
– \»¿A dónde vamos?\» -pregunté a mis vecinos.
– \»Hemos terminado\»
– \»¿De cenar?\»
– \»Sí.\»
– \»Pero si no he empezado.\»
– \»Tanto peor para ti.\»
– \»Es un truco abominable, una injuria voluntaria.\»
– \»De acuerdo, pero el mariscal imita al Emperador.\»
– \»Uno no siempre debe seguir los ejemplos de los grandes\»
Pero en la segunda invitación, las cosas fueron diferentes; maniobraba rápidamente, mis ataques eran vivos; todo lo que estaba a mi alcance fue arrastrado como por la tormenta. Había terminado mucho antes que los demás, y les dije a los mismos vecinos que la comida me había parecido demasiado larga.\»
– o –
\»Cuando viajamos por España, el oficial que mandaba la vanguardia mandó llamar al alcalde en cada pueblo por el que pasó y le ordenó que hiciera sonar las campanas a la llegada del general en jefe. Había aprendido su discurso en español de memoria, pero no sabía más que eso. A veces el alcalde respondía: – \»Puès, senor, que no aï campanas\» (Señor, no hay campanas). El oficial, que no entendía la objeción sin respuesta, continuaba su camino repitiendo: -\»Toca, toca las campanas\».
LAS REVISTAS
\»Una revista es a veces una visión muy divertida para el público, sentado o de pie, detrás de la barrera; pero para los actores, es otra cuestión. El primero puede retirarse cuando lo desee, éste debe permanecer hasta el final de la obra. Cuando el emperador ordenaba una revista para el mediodía, los generales pasaban la inspección a las once, los coroneles hacían que sus regimientos tomaran las armas a las diez. Antes, los jefes de batallones querían asegurarse de que todo estuviera bien, y comenzaban a las nueve; Y así sucesivamente en proporción decreciente, el cabo que tenía su escuadra a las cinco de la mañana. Todas estas sucesivas revistas de armas cansan al soldado francés más que un día de combate.\»
– o –
\»¡Con qué frecuencia se ha publicado que los soldados lucharon por el Emperador! Esto es a su vez una cantinela que muchas personas han dicho y repetido sin saber por qué. Los soldados lucharon por su propia cuenta, para defenderse, porque en Francia uno nunca vacila cuando uno ve peligro por un lado e infamia en el otro. Lucharon porque era imposible hacer lo contrario, porque tenían que luchar, porque al entrar en el ejército habían encontrado aquella moda establecida, y que todo tendía a preservar ese buen hábito.\»
– o –
\»Napoleón era sin duda un gran general; Sus campañas en Italia son casi maravillosas, porque en ese momento no tenía a su disposición los inmensos recursos de los que más tarde utilizó. Las batallas del Imperio han hecho mucho más ruido, pero nunca borrarán la gloria del primero. \»En todas partes la victoria fue el resultado\», dirán algunos. Muy bien, pero el mérito suele medirse por los obstáculos derribados, y la gloria de Bonaparte nunca será eclipsada por la de Napoleón; Pues los medios del emperador eran los más vastos para los generales que se hubieran dispuesto jamás. Cuando de un país como Francia se toma hasta el último hombre y el último écu, cuando uno no es responsable a nadie, no es sorprendente que con una cabeza bien equilibrada se tuvieran que esperar grandes hechos, lo contrario sería bastante sorprendente.\»
EL RETIRO
\»El oficial retirado es fácil de reconocer. En primer lugar su rostro no se asemeja al del notario o del médico; está quemado por el sol, severo; sus rasgos son muy prominentes; su discurso es breve y acentuado. Si el oficial vuelve a la vida privada todavía da órdenes, su tono es sin réplica; lleva a cabo las órdenes; ve que son cumplidas porque debe obedecer y ser obedecido; es una de las condiciones de su existencia. Él es bueno, pero sus hijos tiemblan ante su presencia: si habla, ellos deben estar en silencio. Él es viejo, pero su figura es recta; el camina con un palo; si es cojo, si no tiene más que una pierna, si la que le falta se sustituye por un pedazo de madera, no importa, todavía oirá el sonido simétrico y cadenciado del paso militar.\»
– – – – – – o – – – – – –
(*) \»Los edecanes, los estafetas, los ordenanzas a pie y a caballo se cruzaron en todas direcciones para dar prisa a los destacamentos que encontraban. Teníamos que estar en Passau muertos o vivos al caer el día. Oficiales y soldados, todo el mundo pensaba que la guerra había comenzado otra vez; ¡qué otro motivo podría darse para esta marcha apresurada en tiempos de paz! En proporción a una compañía, una fracción de una compañía llegó a Passau, oficiales designados por el general embarcaron en el Danubio, que traía consigo montañas de agua. La corriente era tan fuerte por el derretimiento de las nieves que llegamos a la orilla derecha sólo yendo varias leguas fuera de nuestro camino. Los caballos de la artillería cayeron en el agua, barcos hundidos, hombres que perecieron. Cuando habíamos cruzado el Danubio, continuamos nuestro camino sin un momento de descanso; marchamos durante cuarenta horas.
\»¿Pero por qué estamos corriendo de esta manera?\», dijeron los soldados;
\»¿Qué está pasando, que nada nos debe parar, ni la noche, ni los torrentes, ni los ríos?\»
Por fin supimos los motivos de esta marcha forzada, la más larga, la más dolorosa jamás hecha, incluso durante la guerra: teníamos que ir a Braunau para rendir honores militares a María Luisa, que venía a Francia a casarse con Napoleón. A juzgar por la manera en que nos apresuraban, parecía que la emperatriz nos esperaba. … Llegamos dos semanas antes de tiempo.\»
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Fuentes:
(1) – \»Recollections of an officer of Napoleon\’s Army\» – Captain Elzéar Blaze, Sturgis & Walton Co., 1911
(2) – https://fr.wikipedia.org/wiki/Elz%C3%A9ar_Blaze
(3) – http://www.napoleon-series.org/reviews/military/BlaseBellerophon.pdf
Imágenes:
(a) – http://moustache-empire.pagesperso-orange.fr/images/Portrait_elzear_blaze_site_moustache.jpg
(b) – \»La vie militaire sous le Premier Empire ou moeurs de garnison, du bivouac et de la caserne\» – E. Blaze, Évreux, Imprimerie de Ch. Hérissey
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