Película. Guerra y Paz (1967), de Sergei Bondarchuk (y II)

Siguiendo nuestra visionado de la película \»Guerra y Paz\», de Sergei Bondarchuk, llegamos a uno de los momentos cumbres de la película, que también es descrito con gran profusión de detalles en la novela: la titánica batalla de Borodino (o Borodinó), que enfrentó el 7 de septiembre de 1812 a unos 250.000 soldados de ambos bandos, rusos y franceses y sus aliados. Las pérdidas (entre 70.000 – 80.000 soldados, muertos, heridos o desaparecidos) en un día fueron tan cuantiosas que sólo algunas batallas de la 1ª Guerra Mundial superaron el número de víctimas en tan escaso margen de tiempo.  
Como ya comentamos en la primera parte, los medios empleados para recrear la batalla por Bondarchuk también fueron colosales. Los asesores militares que actuaban como consultores le dieron el visto bueno para reunir a miles y miles de soldados reales para usarlos como extras en sus ambiciosas escenas de la batalla. Los aspectos técnicos también se sobrepasaron, con tomas aéreas con cables que se extendían por centenares de metros, examinando la amplitud de la disposición de los ejércitos, asumiendo el director y los espectadores una vista casi divina de los acontecimientos sobre el campo de batalla. Sobre el terreno, cámaras y dispositivos especiales en los más inverosímiles encuadres que permitieron seguir toda la profusión de disparos entrando y saliendo, de cañonazos, de apuñalamientos de bayonetas, muertes de caballos y cadenas de detonaciones para capturar toda la violencia que se desarrollaba, desenfrenada y brutal. 
La batalla no deja de ser también una conmoción para los protagonistas de la novela y sus familias, que se ven obligadas a dejar Moscú apresuradamente. Tras el fatal incendio de la mítica ciudad, en el que Pierre Bezukhov se ve involucrado a su pesar y es hecho prisionero, Andrei Bolkonski, herido en la batalla, es acogido por azares del destino en la familia Rostov y cuidado por Natasha. La retirada de los franceses de Moscú y el invierno hacen su aparición, llevando al tramo final de la película. Toda una sucesión de vidas que el destino a desmadejado cruelmente y que lentamente se vuelven a enhebrar, trayendo la paz, el sosiego y, en ocasiones, la dicha y la alegría a sus personajes.  
Para los amantes de la adaptación cinematográfica de Bondarchuk, una buena noticia: la firma Janus Films emprendió el inmenso trabajo de volver a revitalizar el metraje de la película y, en este año 2019, finalmente se ha expuesto para el gran público con una exhibición en la Film Society of Lincoln Center de Nueva York, para extender su visionado a otras ciudades y posteriormente previsto el lanzamiento de la versión en video digital.
Bolkonski recorre el campo de batalla pasando entre las filas de soldados formados (a). 

EL ARGUMENTO (Cont.)

Los dos ejércitos se preparan para la batalla. En el lado ruso, una procesión de sacerdotes ortodoxos pasea con imágenes de santos ante las que los soldados se arrodillan o simplemente saludan, en función de su rango, para infundir valor a los combatientes. Pierre, que yacía dormido, se despertó solo en la cabaña vacía, y su lacayo le informó que todos se habían marchado ya. Se vistió rápidamente y se encontró de repente con la visión del campo de batalla.
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La niebla se fundía y se alargaba, transparente, bajo un cielo claro, que teñía de una manera mágica todo lo que se veía a través de sus rayos. A la niebla se unía el humo de los disparos. En aquella niebla y humareda brillaban por todas partes los relámpagos de la luz matutina, tan pronto sobre el agua, como sobr e el rocío, como sobre las bayonetas de las tropas que se concentraban en las márgenes del río y en Borodino. A través de aquella niebla se veía la iglesia blanca y a los dos lados los tejados del pueblo; más lejos, una masa compacta de soldados; en otro sitio, más cajones verdes y más cañones, y todo aquello se removía o parecía que se moviera, porque la niebla y el humo se extendían por encima de todo aquel espacio. De igual manera junto a Borodino que abajo, en los torrentes llenos de niebla, que más arriba y a la izquierda, como sobre toda la línea de los bosques, por encima de los campos, bajo el collado o encima de los picos, aparecían sin descanso masas de humo – venidas de no se sabe dónde o de los cañones -, tan pronto aisladas como amontonadas, a veces raras y otras frecuentes; y estas nubes, hinchándose, ensanchándose, daban vueltas y llenaban todo el espacio. Aquellas humaredas, aquellos cañonazos, aquel estrépito, aunque pueda parecer extraño, constituían la principal belleza del espectáculo.
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Pierre hubiera querido encontrarse donde estaban las humaredas y las brillantes bayonetas, el movimiento y el estrépito. Miró a Kutuzov y a su séquito para contrastar su impresión con la de los demás. Todos, igual que él y con el mismo sentimiento, según le parecía, miraban hacia el campo de batalla. En todos los rostros aparecía aquel ardor latente del sentimiento que Pedro había observado el día anterior y que había comprendido perfectamente después de su conversación con el príncipe Andrei. Pierre le pidió a Kutuzov poder ser de ayuda y este le ordenó a un general que le acompañara. 

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– ¡Ve, hijo mío, y que Cristo te acompañe! – dijo Kutuzov, sin apartar los ojos del campo de batalla, a un general que tenía cerca. 

Después de recibir la orden, el general pasó por delante de Pedro y descendió por el glacis de la fortificación. 

– Cerca del torrente – respondió el general fría y severamente a un oficial del Estado Mayor que le preguntó adónde se dirigía. «Y yo», pensó Pedro. Y siguió al general.
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Napoleón, en medio de su estado mayor contempla la batalla. De repente se le acerca un oficial que le informa: \»Nuestros hombres se ven impotentes para acercarse, Alteza\». Napoleón pregunta de inmediato: \»¿Y los rusos?\». El oficial le contesta: \»Resisten, Alteza.\» Napoleón, casi sin pensarlo, le responde: \»No lo harán mucho más. Sigan acosando todos los flancos.\» En el otro lado del campo de batalla, Pierre, que se encuentra dentro de un reducto de artillería (el famoso reducto Raievski), contempla a los artilleros:

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Pierre observaba que después de cada bala, después de cada baja, la animación era más viva. Como una nube tempestuosa que se acerca, los rayos de un fuego escondido, que crecían y se inflamaban frecuentemente, se mostraban cada vez en los rostros de todos aquellos hombres. Pierre ya no miraba al campo de batalla ni le interesaba nada de lo que allí sucedía. Estaba completamente absorto en la contemplación de aquellos fuegos que cada vez brillaban más y que a él -se daba perfecta cuenta de ello- también inflamábanle el alma.
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Kutuzov se encontraba en Gorki, en el centro de la posición del ejército ruso. El ataque de Napoleón contra el flanco izquierdo había sido rechazado muchas veces. El centro de los franceses no había pasado de Borodino, y en el flanco izquierdo la caballería de Uvarov había hecho retroceder al enemigo. A las tres cesaron los ataques de los franceses. Por las caras de los que llegaban del campo de batalla y por las de los que le rodeaban, Kutuzov comprendía que la tensión había llegado al máximo.

Los muertos podían contarse a miles. La hierba y la tierra estaban empapadas en sangre. Toda la noche y al día siguiente llegaron informes de las terribles pérdidas. En el bando ruso casi se había perdido la mitad del ejército y una nueva batalla se hacía materialmente imposible.

Ni en aquella hora y en ese día, la conciencia de este hombre [Napoleón] se veía sumida en la duda y la confusión. Sobre él más que cualquier otro ser humano descansaba la responsabilidad por lo que había ocurrido. Pero jamás, ni antes ni después de aquel día hasta el fin de su vida, fue capaz de comprender la verdad de sus propios actos. No podía comprender que esos actos estaban en contra de la voluntad de Dios. Él no podía repudiar sus actos porque estos eran alabados por medio mundo, así que renunciaba a la verdad y a la bondad del género humano.\»
La batalla, finalizada en una horrible masacre para ambos ejércitos, termina finalmente en un callejón sin salida. Los rusos, sin embargo, han obtenido una victoria moral el defenderse del ejército supuestamente invencible de Napoleón.

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Los hombres de uno y otro ejército, fatigados, hambrientos, empezaron a dudar igualmente de si era preciso continuarmatándose los unos a los otros; en todos los rostros se observaba la vacilación, y cada uno se planteaba la pregunta: «¿Para qué? ¿Por qué he de matar o ser matado? ¡Matad si queréis, haced lo que queráis, yo ya estoy harto!» Hacia la tarde, este pensamiento maduraba por igual en el alma de cada uno.

Todos aquellos hombres podían, en cualquier momento, horrorizarse de lo que estaban haciendo, abandonarlo todo y huir. Pero, a pesar de que al final de la batalla los hombres sintieran ya todo el horror de sus actos, con todo y que se hubieransentido muy contentos deteniéndose, una fuerza incomprensible, misteriosa, continuaba reteniéndolos, y los artilleros, sudando a chorro, sucios de pólvora y de sangre, reducidos a una tercera parte, sin poderse tener en pie, ahogándose de fatiga, continuaban conduciendo cargas, cargando, apuntando, encendiendo la mecha y las balas, que, con la misma rapidez y la misma crueldad, continuaban volando de una parte a otra y destrozaban cuerpos humanos. Esta obra terrible, que se hacía no por voluntad de los hombres, sino por la voluntad de aquel que dirige a los hombres y al mundo, continuaba cumpliéndose.

Cualquiera que hubiese visto las últimas filas del ejército ruso hubiera dicho que los franceses no tenían que hacer más que un ligero esfuerzo para aniquilarlo. Cualquiera que viera la retaguardia francesa hubiese dicho que los rusos no tenían que hacer más que un pequeño esfuerzo para destruir a los franceses. Pero ni los franceses ni los rusos hicieron este esfuerzo y el fuego de la batalla se extinguió lentamente.

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Por razones estratégicas y a causa de sus graves pérdidas, el ejército ruso se retira al día siguiente. Kutuzov lo confirma en un consejo de guerra, en el que surge alguna voz discordante entre los oficiales que pone en duda el que se entregue Moscú sin luchar. Entre las víctimas de la batalla se encuentra Anatol Kuraguin y el príncipe Andrei. Anatol pierde una pierna y Andrei sufre una grave herida en el abdomen a causa de una granada. Ambos son declarados muertos, pero las familias no recibirán la notificación a causa del desorden imperante.

Cuando el gran ejército de Napoleón finalmente ocupa un Moscú abandonado y quemado, Pierre decide llevar a cabo una misión quijotesca: asesinar a Napoleón. Se convierte en un hombre anónimo dentro de todo el caos, dejando sus responsabilidades como noble y vistiendo como un campesino, rechazando a su vez sus deberes y estilo de vida anterior. Las únicas personas a quien ve mientras viste de tal manera son a Natasha y parte de su familia mientras parten de Moscú. Natasha lo reconoce y le sonríe, y él, a su vez se da cuenta del alcance de su amor por ella. 
Pierre salva la vida de un oficial francés que luchó en Borodinó, pero le toman como prisionero los franceses en retirada durante su intento de asesinato de Napoleón, después de salvar a una mujer de ser violada por soldados del ejército francés. 
Pierre se hace amigo de un compañero de prisión, Platón Karatáiev, un campesino con un comportamiento de santo, que es incapaz de realizar el mal. Pierre encuentra finalmente en Karatáiev lo que andaba buscando: una persona íntegramente honesta (a diferencia de los aristócratas de la sociedad de San Petersburgo), que carece totalmente de pretensiones. Pierre descubre el significado de la vida simplemente por vivir e interactuar con Karatáiev. Mientras tanto, Andréi, herido durante la invasión napoleónica, topa por casualidad con la familia Rostov, que cuidará de él mientras huyen de Moscú a Yaroslavl. Se reúne con Natasha y su hermana María antes del final de la guerra. Habiendo perdido toda voluntad por vivir, perdona en su último instante a Natasha antes de morir. 

Tras ser testigo del saqueo de Moscú y del fusilamiento de civiles rusos por soldados franceses, Pierre se ve obligado a marchar con el gran ejército francés durante su desastrosa retirada de Moscú en el duro y frío invierno ruso. Tras meses de pruebas y tribulaciones -durante los cuales Karatáiev es herido por un disparo de un soldado francés- Pierre queda liberado por un grupo de asalto del imperio ruso tras una pequeña escaramuza con las tropas francesas. Durante esta contienda el joven Petya, el hijo pequeño de los Rostov, perecerá en un combate.

En una escena para la propaganda, el vencedor Kutuzov arenga a sus tropas y tiene palabras también para los desdichados prisioneros napoleónicos. Pierre, en medio de una Moscú en plena reconstrucción, va a visitar en su coche a la princesa María, que también comparte esos momentos con Natasha.

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– Se habla mucho de la crueldad del sufrimiento – comenzó Pedro-. Si me dijeran: «¿Quieres volver a ser lo que eras y no pasar lo que has pasado o prefieres vivir nuevamente lo que has vivido?», respondería: «¡Que vuelvan el cautiverio y la carne de caballo!» Cuando se nos arroja de nuestro camino habitual, creemos que lo hemos perdido todo; sin embargo, es entonces cuando se empieza a vivir una vida nueva, una vida provechosa. Mientras dure la existencia, durará la dicha. Todos tenemos mucho por delante, muchísimo, no me cabe duda – agregó dirigiéndose a Natacha.
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A medida que la novela llega a su final, la esposa de Pierre, Helene, muere de una sobredosis de una medicación abortiva (Tolstói no lo establece explícitamente, pues el eufemismo que utiliza es algo ambiguo). Pierre se reúne con Natasha, mientras que la Rusia victoriosa reconstruye Moscú. Natasha habla de la muerte de Andréi y Pierre de Karatáiev. Ambos son conscientes de un vínculo cada vez mayor entre ellos. Con la ayuda de la princesa María, Pierre encuentra el amor y, tras ser liberado por la muerte de su ex esposa, se casa con Natasha. 
REPARTO:

Sergey Bondarchuk    Pierre Bezukhov
Vyacheslav Tikhonov   Príncipe Andrei Bolkonsky
Lyudmila Saveleva    Natasha Rostova
Viktor Stanitsyn    Ilya Andreyevitch Rostov
Kira Golovko … Condesa Rostova
Sergei Yermilov .. Petya Rostov (como S. Yermilov)
Irina Gubanova  … Sonya
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Fuentes:

1) – https://brightlightsfilm.com/large-loose-baggy-monster-sergei-bondarchuks-war-peace1966-67/#.XYB8iySBxCA
2) – https://www.imdb.com/title/tt0063794/trivia?ref_=tt_trv_trv
3) – https://en.wikipedia.org/wiki/War_and_Peace
4) – \»Guerra y Paz\» – León Tolstoi, Ed. Petronio, S.A., Barcelona, 1972
5) – https://www.vox.com/culture/2019/2/15/18223285/war-and-peace-sergei-bondarchuk-adaptation-1966
6) – https://shannonselin.com/2018/09/battle-of-borodino/

Imágenes:

a) – https://www.filmlinc.org/films/war-and-peace/
b) -\»Guerra y Paz (Voina i Mir)\» – © 1965-1967 Mosfilm

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