Con Wellington por España (XXVI). Bailes, pasatiempos y confraternización en la Península.

Durante la Guerra de Independencia, hubo épocas de relativa inactividad en los ejércitos mayormente en los periodos invernales, donde los soldados y oficiales trataban de distraerse cada uno con las posibilidades de su estatus. Nick Lipscombe nos narra las peculiaridades de los bailes de oficiales y las actividades en el tiempo libre que se procuraban los integrantes del ejército británico en la Península, que no diferían en algunos aspectos de los que se procuraban los soldados y oficiales del ejército francés.

Por ejemplo, en España había una gran afición a la caza con lebreles, los galgos: durante las campañas en suelo español, todos los oficiales que eran cazadores tenían cada uno un par de lebreles que servían, durante la etapa, para cazar lo que fuera suficiente para la cena. Wellington (y sus oficiales, siempre que podían), organizaba una partida de caza con su jauría de sabuesos y los oficiales franceses no se quedaban atrás en cuanto a deleitarse con dicha actividad. Elzéar Blaze, oficial en las filas francesas, relata lo curioso que era ver a su regimiento a la vuelta de España: más de cien lebreles los acompañaban en su marcha por Francia, y durante el camino, los oficiales cazaban como estaban habituados en la Península, haciendo algún que otro desmán con sus compatriotas.

Por último, un fenómeno no menos habitual incluso en los tiempos modernos, el de los episodios de confraternización con el enemigo. A medida que se desarrollaba el largo conflicto la complicidad entre los soldados de los dos ejércitos también avanzaba. Como señala Gregory Fremont-Barnes en su obra \»The Napoleonic Wars: The Peninsular War 1807–1814. Essential Histories\»:

\»De hecho, la confraternización era un lugar común, a pesar de las estrictas órdenes de Wellington en sentido contrario. Siempre que fueran observados con anticipación, los grupos de búsqueda de alimentos generalmente se dejaban en paz y los centinelas en los puestos de avanzada intercambiaban mercancías, fumaban juntos y charlaban. Las treguas informales entre piquetes permitieron a cada lado intercambiar un pequeño número de prisioneros gravemente heridos.\»

Una escena de la película musical \»La espía de Castilla\» (The Firefly, 1937) con Allan Jones  y Jeanette MacDonald. La visión romántica y edulcorada del Hollywood de la época. (a)

BAILES, PASATIEMPOS Y CONFRATERNIZACIÓN.

Hubo un soldado en la guerra civil de Estados Unidos que declaró que \»La guerra es un 99% de aburrimiento y un 1% de puro terror\» y creo que lo resume bastante bien, entonces y ahora, en realidad meses pasados en campaña en muchos de estos países, no pasa absolutamente nada y luego, de repente, sucede cuando menos te lo esperas. El marqués de Londonderry1 describió la vida en la campaña de la siguiente manera y dijo :

Ningún conjunto de personas podría esforzarse más diligentemente para unir la alegría con las dificultades y la relajación con el servicio severo; en nuestras culturas vivimos alegremente y bien.

Es el típico escenario de vive duro, juega duro y trabaja duramente.

El espíritu de camaradería y hospitalidad en todas partes se impuso y en medio de nuestra guerra, los bailes, el teatro de aficionados y las fiestas agradables eran cosas de una ocurrencia continua.

Uno de los pasatiempos eran los dramas de aficionados y en los acantonamientos invernales, el teatro de aficionados (private theatricals, como se llamaban) eran cada vez más adoptados por el ejército. Esta actividad realmente alcanzó popularidad en el tiempo pasado detrás de las fortificaciones de las Líneas de Torres Vedras y por supuesto fue la celebrada División Ligera la que abrió el camino, después de escuchar que el ejército de Masséna había establecido un teatro en su base principal en Santarem y determinados a no ser aventajados, convirtieron una vieja fábrica de aceite en un teatro. Johnny Leach (capitán del 95º regimiento, los famosos Rifles) recuerda que el espectáculo inicial que montaron no fue lo que se dijera el mayor de los éxitos. Él mismo lo recuerda:

Las mantas en los grandes capotes de los soldados hacían escenas de capital vista y no demasiado vino y grok se abrían paso tras ellos; sin duda la pieza debería haber salido con gran éclat pero, como hay que decir la verdad, todos ellos olvidaron sus papeles y fue un cara o cruz si nuestro intento de carreras de caballos o la interpretación fueron de lo más perfectamente absurdos.

El siguiente invierno la División Ligera tenía que actuar en conjunto otra vez pero decidieron que era realmente solo era un pasatiempo de oficiales para perseguir y el capitán Cook, del 43º regimiento, otro de los batallones en esa división ligera, rememora que:

… se emitirán boletos para el foso y palcos. Nos movimos en grupos bacanales hacia “el teatro”. Estaba abarrotado en exceso ya que no nos habíamos olvidado de reservar algunos asientos para “los soldados”. Tan pronto como se alzó el telón, la maravilla de las “muchachas” no conoció límites y llegó a ser tan locuaz en admiración por el escenario y los vestidos y disputando entre ellas cual era \»el Príncipe\», y cuales de los diversos personajes eran interpretados por oficiales, por lo que pasó un tiempo considerable antes de que se tranquilizaran lo suficiente  para permitir comenzar, que sin embargo fue con un gran éclat. 

Los españoles que fueron invitados a presenciar estos teatros para venir y mostrar su apoyo eran realmente grandes partidarios de los mismos; por otra lado las damas, las damas españolas, estaban completamente azoradas por que los hombres debieran interpretar también los papeles asignados a las mujeres pero resultó que volvieron sus lindas narices en la necesidad de la gracia y la elegancia en el escenario; los pasos masculinos en enaguas desde las tablas debieron de ser una abominación absoluta a los ojos de estas pícaras bellezas cuyo paso más grande no habría sido más de siete o diez centímetros.\»

Una representación en un teatro de Nueva York en el siglo XVIII (New York Public Library). Es de suponer que las representaciones de aficionados en los ejércitos francés e inglés durante la Guerra de Independencia aún tendrían un aspecto más precario. (b)

Bien, también hubo una serie de fiestas y muchos bailes que tuvieron lugar en el tiempo de inactividad mientras estaban en estos acantonamientos de invierno y el donante más conocido de bailes durante la Guerra de la Independencia fue el propio Wellington. Pero sin duda, el más célebre de todos fue el que dio la duquesa de Richmond el 15 de junio de 1815 en una gran estancia en Bruselas2 utilizada como unas cocheras o como un almacén, lo curioso es que todavía realmente sabemos exactamente donde tuvo lugar, el más famoso baile en la historia. De los doscientos veinte asistentes que concurrieron a la casa de los Richmond esa noche, seis murieron en la batalla de Waterloo, uno perdió un brazo, otro una pierna (Thackwell, Paget) y cuatro más recibieron heridas graves.
De hecho, según Sir Hussey Vivian, Wellington esperaba tan poco el rápido avance de los franceses que tenía la intención de dar otro baile el 21 de junio para conmemorar el segundo aniversario de la batalla de Vitoria. Pero hay que considerar que muchos bailes tampoco eran asuntos muy glamurosos como apreciarán. El alférez John Cowell Stepney, de los Coldstream Guards, recuerda que:

“Tuvimos valses, boleros y fandangos, ojos oscuros, favorables miradas, sonrisas bonitas, té blanco, encantadoras figuras y movimientos elegantes y que en realidad comenzamos a sentirnos un poco humanizados. Pero el movimiento rápido y, sin duda por los estándares de la época, vagamente erótico de las bailarinas españolas evocó sentimientos encontrados entre la oficialidad británica. Algunos pensaban que el fandango era ciertamente divertido, agradable y admirable, mientras que otros lo consideraban apenas decente incluso inmodesto y obsceno. Un escocés, dijo: la danza tuvo un gran efecto sobre nosotros pero las españolas sin moverse se reían con un suspiro profundo y rápido y las miradas amorosas de nuestros hombres.\»

Ahora bien, el bolerofue inventado en 1770 por un murciano llamado Bolero, y Robert Ker Porter, con recelos similares también los remarcó en Plasencia. Ker Porter fue una aventurero, una especie de periodista que estuvo en la campaña de la retirada de Moore, gran artista también y muchos de estos bocetos que hizo de la retirada son bastante excelentes, pero dijo que:

“La danzarina tiene una gran destreza en mantener el tiempo no sólo con sus castañuelas, sino también con los movimientos silenciosos de su trasero, que, en elasticidad , superaba con creces la rapidez de sus pies. Repugnante como era a nuestros ojos [No estamos seguro hacia dónde miraban los ojos de los hombres] a los honestos locales les gustaba mucho y una frecuente repetición de la diversión tuvo lugar durante la noche.

Grabado de pareja bailando el bolero, siglo XVIII (c)

Johnny Kinkaid, otro oficial de la División Ligera estacionado en Arcangues, en 1813 en el sur de Francia y recordaba que :

“Dada la casualidad de que comenzaba la Cuaresma, las jóvenes, al principio, dudaban de la conveniencia de unirse a nosotros en cualquiera de las celebraciones; pero, después de una breve consulta, lo arreglaron con sus conciencias y se unieron alegremente al vals. Mademoiselle era realmente una chica extraordinariamente agradable y la compañera de armas (en un vals) más animada que he conocido.\» [3]

Había pocas dudas de que los soldados y oficiales británicos encontraban a las chicas españolas mucho más agradables a la mirada que las chicas portuguesas y había un acuerdo general en que incluso las chicas campesinas de España mostraban un gran aplomo y confianza como los que tenemos de esta clase que vienen de Inglaterra e Irlanda. 
Ahora, pasemos a la caza, el tiro y la pesca antes de tocar la confraternización [con los franceses]. Bien, durante los períodos de inactividad, los deportes de campo eran parte del regocijo de los hombres, y eran positivamente incentivados por los los oficiales y George B. L\’Estrange escribió a principios de 1814 :

\»Sir Rowland Hill pasó cabalgando con su jauría de perros pisándole los talones. Con su manera invariablemente amable y casi tímida, dijo: \»Voy a poner a mis perros en este pequeño bosque; tal vez pueden tirar una becada, y pueda conseguir un tiro\».

Bien, después de 1811, la caza se realizaba con una pequeña jauría de perros locales, pero aquel año llegaron dos buenas jaurías desde Inglaterra y la caza del zorro se estableció en estas mismas áreas que nos estamos moviendo, hasta Ciudad Rodrigo hacia las montañas y la sierra que que se nos acerca. Una de estas jaurías era propiedad de un capitán en el 15º de dragones ligeros que era también un edecán y que los prestó en la sede de Wellington en Freineda, donde iremos a ver sus cuarteles mañana4. Wellington dejó esta jauría cuando se dirigió hacia el sur para coordinar las primeras etapas en Badajoz. Y si recuerdan, hablamos de llevar a cabo las cosas para actuar como un engaño, esta era una de ellas: no quería que los franceses supieran que se había ido al sur para asesorar a Beresford sobre cómo llevar a cabo el asedio [de Badajoz], así que lo que hizo fue dejar en su sitio la manada de sabuesos, dejó su abrigo de gamuza azul, se buscó a un hombre de similar estatura y habilidad para montar y salió tres veces en esa semana hacia Badajoz para mantener el engaño, pero su doble todavía estaba en el norte y los franceses no sospecharon nada en absoluto.
\»Duke of Wellington and Hodge\» por Henry Alken (d)
Ahora, hacia el final de la guerra, la cacerías de Wellington se llevaron a cabo en cada oportunidad y eran muy bien acogidas. Cleigh, si recuerdan quién era ese tipo del 18º, se convirtió en capellán en 1842 y dijo que :

“Los sabuesos de Lord Wellington no tenían limitaciones y él mismo salía al campo con regularidad dos veces por semana como si hubiera sido un habitante de Leicestershire o de cualquier otro condado deportivo de Inglaterra. Cuando los perros estaban fuera, ya no era  el comandante de los ejércitos, el general en jefe de tres naciones y el representante de tres soberanos, sino el alegre caballero de campo que cabalgaba y reía en voz alta cuando se sentía él mismo, como veían muchos testigos, la totalidad de sus compañeros de deporte.\»

También hubieron tristes resultados, cuando un campamento fue establecido fuera de un pequeño pueblo llamado Coria, en Cáceres, que no se encuentra muy lejos, hacia el este, y después de estar dos horas cazando, el exhausto animal saltó por un precipicio de unos cincuenta metros, siguiéndolo la mitad de los sabuesos, y los jinetes tuvieron suerte de escapar a la muerte. En algunas ocasiones, el sabueso persiguió a los lobos con resultados dispares para el cazador y, de hecho, para el cazado. Otro incidente en el norte durante el invierno de 1811 fue de considerable júbilo cuando se descubrió, después de varios kilómetros de persecución, que en realidad los perros perseguían un carro cargado de pescado salado, llamado bacalao.

Además, los soldados parecían disfrutar de casi todo tipo de tipo de deportes al aire libre deporte. Posiblemente se jugara una antigua forma de tenis con palas de madera, sin duda disfrutaban del fútbol y constan dos casos registrados donde se jugaba al cricket. El cirujano Boutflower lo registró en Guarda (Portugal), en 1810:

 

\»… desde el terreno donde jugamos podíamos ver claramente el fuego de la guarnición en Almeida desde el espíritu de los oficiales, soldados en general y para el juego, uno difícilmente supondría que había un enemigo a un centenar de leguas de nosotros\».

 

Las cenas también eran una parte clave de la vida en el acantonamiento. El consejo de Wellington a los oficiales recién llegados al frente era como sigue: \»como usted es un extraño le daré alguna información útil:\» y de hecho, Wellington siempre estaba dispuesto a entrevistar a la -palabra malsonante- \»carne\», todos los nuevos oficiales que entraban en el teatro de operaciones: 


“… como usted es un extraño le daré alguna información útil: Cole (Larry Cole) da las mejores cenas en el ejército; Hill las siguientes mejores; las mías no son gran cosa; las de Beresford y Picton, sin embargo, son realmente malas.


No todo el mundo estaba de acuerdo con la evaluación de Wellington de la mesa de Beresford, pero ciertamente no hubo ningún desacuerdo con la de Picton . Y de vez en cuando, los oficiales superiores se reúnen para celebrar victorias recientes o pasadas. Quizás la reunión más grande fue el 16 de mayo de 1813 en Freineda, y es genial, así que veremos mañanacuando Wellington ofreció una cena en honor a la victoria de Beresford en Albuera, dos años antes, y lo hizo deliberadamente para poder agasajar a Beresford e intentar que dejara atrás todo ese asunto.
De hecho, 1813 parece ser el año de las celebraciones, tratando como con eventos similares organizados en Badajoz, Fuentes de Oñoro, Salamanca, Bussaco, Vimeiro así como una cena el día 13 como siempre para celebrar el cumpleaños del Príncipe Regente. Creo que probablemente fueron más celebrados por el hecho de que el Príncipe Regente había decidido que una escena tomada no invocara su estela liberalista en ideas y tratara de socavar al partido conservador, pero de alguna manera había arrojado su impulso detrás de los conservadores y el esfuerzo de guerra. Ahora, a lo largo de la guerra también se hicieron intentos de conseguir algo de comida extra y tradicional en Navidad y esto parece ser que fue más o menos exitoso.
Vamos por fin con la confraternización con los franceses, en primer lugar. Los británicos se refirían a los franceses como Johnny Crapoux o frog-eaters, sin embargo, la medida de cortesía y caballerosidad existía entre estos dos ejércitos, este es el honor al que me refería. En muchas ocasiones la bandera blanca (flag of truce) fue utilizada por por uno o ambos lados con el fin de buscar a los heridos o agua de una fuente común. Cuando los dos ejércitos se enfrentaron entre sí a partir de períodos de tiempo de calma por ejemplo a lo largo del invierno de 1811 ante Lisboa o de 1813 a 1814 en el sur de Francia, el nivel de confraternización se incrementó.
Confraternización entre oficiales franceses
y británicos, por L. Sergent (e)

 

En 1813, el teniente Cleigh otra vez consideraba que la confraternización había ido demasiado lejos. Dejo escrito: 

“Yo mismo fui llamado por uno de los centinelas y me di la vuelta. Vi al individuo con quien había estado conversando sentado en medio de un grupo de oficiales franceses y observando el avance de una anciana que se acercaba hacia nuestras líneas. Sostenía una gran botella en una mano, que levantó para atraer mi atención y siguió avanzando hacia adelante, jurando en voz alta durante un rato. Una señal se había establecido para regresar, un metro frente a los centinelas, cuando me entregó un par de botellas de brandy como regalo de los oficiales franceses que las habían procurado para decir que si podía facilitarles el \»té medicinal\» como intercambio estarían muy agradecidos.

Mi corneta se dió buena prisa y pronto regresó con alrededor de un cuarto de libra de té negro, la mitad de la provisión que quedaba en mi cantimplora. Mientras tanto, los oficiales franceses continuaron sentados juntos y todos se levantaron mientras esperaban mi entrega con el portador; la anciana no fue remisa en tomar el obsequio que le entregué al pequeño grupo. Hay algo sumamente agradable en llevar a cabo las hostilidades de esta manera aunque quizás el asunto había ido demasiado lejos.

Hacia el final de la guerra, en efecto, tan bueno era el nivel de confraternización que prevaleció entre los puestos de avanzada de los dos ejércitos que Lord Wellington encontró necesario prohibir todo tipo de comunicación cualquiera que fuera y sé que el lector se preguntará esto cuando explique el motivo. Un oficial, no sabría decir en qué parte de la linea, se encontraba realizando sus rondas una noche cuando descubrió que todos los sargentos de los puestos de guardia habían desaparecido. Estaba, por supuesto, alarmado y sorprendido a la vez del hecho, pero su alarma se transformó en absoluto asombro cuando, estirándose para observar si había algún movimiento en las líneas enemigas, entró en una cabaña de la que provenía un ruido de fiesta y contempló al grupo sentado de la manera más social con un grupo similar de franceses.”

El general Lamarque remarcó la buena voluntad entre los dos ejércitos en sus memorias, citó el ejemplo de uno de sus capitanes con el nombre de Gilet que perdió a su hijo después de la batalla de Vitoria y que, probablemente, tiempo después dijo que el chico, de unos cinco o seis años, creo:

“El chico finalmente se reunió con su padre tres meses después, de los brazos de un montañés (un Highlander) que se ocupó de él durante todo aquel tiempo. 

El sargento John Joseph Donaldson, del 94º regimiento, lo resumió a la perfección :

 

“Cuán diferentes eran nuestros sentimientos a este respecto de muchos de nuestros compatriotas en casa, cuya idea del carácter francés se extraía de los periódicos y panfletos serviles o incluso de fuentes tan bajas como las caricaturas impresas en las imprentas. Pero yo mismo debo confesar, al igual que muchos otros, que me asombré cuando entré en contacto con los soldados franceses y los encontré, en lugar de las arañas de picnic que no se alimentaban más que de ranas y té de ternera, unos tipos robustos y apuestos que entendían los principios del buen aspecto y el buen vivir tan bien como cualquier inglés entre nosotros, y lo que sea que se dijera en el país, eran soldados notablemente valientes.

Finalmente, solo quiero cubrir un aspecto sobre la nación anfitriona y que ya hemos tocado anteriormente, pero Gran Bretaña y España, por supuesto, se unirán en 1808 y es justo decir que durante todo el siglo XVIII habían sido enemigos tradicionales y ahora eran aliados. Desde la perspectiva francesa, la Guerra de Independencia que, de hecho, eran tres guerras simultáneas, esta guerra entre dos contendientes, Francia y Gran Bretaña, y la Guerra de Independencia contra un ejército francés de ocupación y quizás lo más revelador, como señalé ayer, esta especie de conexión que llevó a la Guerra Civil, manifestándose realmente en la nación durante casi ciento sesenta años después.

 

Durante la entrada de Wellington en Madrid en agosto de 1812 tras esta victoria en Salamanca, y un soldado raso disfrutó del espectáculopero no del todo la experiencia, y dijo:

 

“No hay nada más desagradable que ser besado en los labios por un hombre durante la marcha y que huela a ajo.”

 

En las filas del 95º, en el ejército de Wellington, cierto tirador cockney6 llamado Josias Hetherington, y cuya principal habilidad era la ventriloquíaÉl y Ned Costello sospechaban que su casera les robaba las raciones, así que consiguieron ocultarse en el armario de la cocina, mientras que la carne se cocinaba y aquí es donde Costello cuenta cómo Josh aterró a la vieja dama:

 

“En unos minutos llegó la Patrona o la dama de la casa, y mirando un poco a su alrededor, se abalanzó sobre nuestros pequeños utensilios, y estaba procediendo para robar la carne, murmurando algo para ella misma en el mismo momento. Pero apenas puso una mano sobre ella, cuando una voz como si viniera de la olla le dijo claramente que \»Sperum poco\» (espera un poco). La anciana cacheó, miró dubitativa, se santiguó, y con el coraje que tuvo, atacó de nuevo las ollas. Pero las mismas palabras, ahora rápidas y elegantes como un disparo de rifle, la enviaron tambaleándose y chillando hacia la esquina de la cocina. \»¡Oh Santa María! ¡Oh Jesús, oh la Deos! Pedro aye el demonio ei in panello, (el diablo está en el pote) Santa Maria ora — ora — ora — ora pro nobis!\» y la buena alma estalló a la portuguesa.

Josh y yo, apenas conteniendo nuestra alegría salimos instantáneamente de la casa y nos unimos a la multitud que sus gritos estaba reuniendo alrededor de la puerta. La vieja Patrona se recuperó y luego, en un abrir y cerrar de ojos, se fue con el sacerdote y el alcalde, pero todo fue en vano, el billete [alojamiento] no podía cambiarse, ya que toda la población por igual temía al diablo, y mantuvimos una posesión tranquila hasta a la mañana siguiente, y podría haberse llevado la casa por lo que a la vieja patrona le importaba, porque dejó su domicilio y nunca regresó, hasta que estuvimos fuera del lugar.

Es una pequeña y bonita historia.

– – – – – – o – – – – – –

1Pasó a la historia como Lord Castlereagh, fue un estadista irlandés y británico, que llegó a ser ministro de exteriores británico a partir del año 1812.

 

2Tratamos este famoso episodio en nuestra entrada de Unas cocheras para una fiesta, o el Baile de la Duquesa de Richmond (15 de junio 1815)

3Como señala Elvira Carrión Martín: \»El nacimiento, progreso y establecimiento del Bolero en la sociedad del siglo XVIII supuso un cambio radical para el baile en el país, marcó una nueva identidad, y de este emergería un nuevo estilo de baile, particular de España pero que fue expandido y puesto también de moda en otros países, estilo considerado actualmente como la Escuela Clásica de la Danza de España y llamado, a partir del siglo XX, Escuela Bolera. [2]
4Era durante la ruta que hicimos con Nick Lipscombe en 2018 por tierras españolas y portuguesas, el día antes de acudir a Freineda (Portugal), a escasa distancia de la frontera con España.
5Ídem.
6Un verdadero cockney era alguien nacido al alcance del oído de las campanas que sonaban desde la iglesia de St. Mary Le Bow en el centro de la ciudad de Londres. En 1850, cualquiera que viviera seis millas al este, cinco millas al norte, tres millas al sur y cuatro millas al oeste de las llamadas Bows Bells era considerado un cockney. [5]
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Nick Lipscombe MSc, FRHistS, es un historiador especializado en las Guerras Napoleónicas y, en particular, en la Guerra Peninsular. Ha escrito numerosos libros y artículos sobre asuntos relacionados con las guerras napoleónicas. Su primer libro, \»An Atlas and Concise Military History of the Peninsular War\» (\»Un Atlas y concisa historia militar de la guerra peninsular\») se publicó en 2010 y fue seleccionado como el Libro del Año por el Daily Telegraph (Historia). Está reconocido como una autoridad mundial en las batallas y campos de batalla de la Península Ibérica y el sur de Francia. Su última obra es \»The English Civil War: An Atlas and Concise History of the Wars of the Three Kingdoms 1639–51\», esta vez versando sobre los campos de batalla de la Guerra civil Inglesa.
Nick nació en 1958 en Angers (Francia) y sirvió durante treinta y cuatro años en el ejército británico, donde vivió un considerable servicio operacional. Fue condecorado con la estrella de bronce de Estados Unidos en 2006 (http://nick-lipscombe.net/).
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Fuentes:

1) – \»Wellington in Spain. A Classic Peninsular War Tour\». 12 a 19/09/2018 – Nick Lipscombe©, para \»The Cultural Experience\».
2) – \»La danza en España en la segunda mitad del siglo XVIII: El Bolero\» – Elvira Carrión Martín, Tesis Doctoral, Facultad de Letras, Universidad de Murcia, 2017
3) – \»Adventures in the Rifle Brigade in the Peninsula, France and the Netherlands, from 1809 to 1815\» – Capitán J. Kinkaid, London: T. & W. Boone, Strand, 1830
4) – \»Recollections of Sir George B. L\’Estrange, late of the 31st regiment, and afterwards in the Scots Fusilier Guards. Peninsular War\» – Sir George Burdett L\’Estrange, Sampson Low, Marston, Low, & Searle, London, 18(1)4
5) – http://alinefromlinda.blogspot.com/2016/04/what-is-true-cockney.html
6) – \»The adventures of a soldier; or Memoirs of Edward Costello, K.S.F.\» – Edward Costello, Henry Colburn, Publisher, London, 1841
7) – https://www.bloomsburycollections.com/book/the-napoleonic-wars-the-peninsular-war-1807-1814-essential-histories/introduction

Imágenes:

a) – https://www.collectors.com/entertainment-item/allan-jones-jeanette-macdonald-vintage-orig-photo-the-firef/2606875869595318885

e) – \»Napoleon\’s victoires from the personal memoirs of Capt. C. Parquin of the Imperial Guard. 1803-1814\» – Denis Charles Parquin, The Werner Co. Publishers, Chicago, 1893

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