En 1808, el guerrillero Diego López Membrilla atacó en La Mancha un contingente francés de la retaguardia del ejército del general Dupont que se desplazaban hacia Andalucía y le produjo una limitada cantidad de bajas. Fue una de las primeras manifestaciones de actividad guerrillera en la Península. [1]
Pronto surgió la necesidad de regular legalmente estas partidas o grupos guerrilleros con un marco normativo que por una parte compatibilizara sus actividades con la sociedad civil de la que se nutría y que no fueran tampoco un lastre para el esfuerzo de guerra patriota con fuerzas regulares contra el invasor. Con la amable autorización del autor os presentamos el texto traducido del original en inglés, en esta primera de las dos partes que le dedicaremos.
Como es sabido, guerrilla es una palabra que nos llega del castellano. En este idioma, es muy antiguo, aunque obviamente se deriva como un diminutivo de \»guerra\». Lo encontramos registrado por primera vez en el famoso Tesoro de la Lengua Castellana, o Española de Sebastián de Covarrubias Orozco, publicado en Madrid en 1611. Encontrado bajo el epígrafe de guerra, se define como \»una riña entre particulares que… hace que se dividan en bandas rivales y, en consecuencia, incurran en un severo castigo a manos del gobernante del estado\»2. Nótese, entonces, que la guerrilla es en esta etapa un conflicto privado y, al ser una ruptura del orden público, algo que preocupa a los gobernantes, que así lo castigan. Algo más de un siglo después, en la primera edición del diccionario de la Real Academia, encontramos algún cambio, aunque menor: \»Conflicto armado pequeño, o diferencia de opinión de poca importancia\»3. También hay otra definición de guerrilla relacionada con un juego de cartas cuidadosamente descrito, pero esto no tiene ninguna conexión militar más que el hecho de que, a juzgar por juegos similares jugados en otros países, probablemente fue jugado primero por soldados.4
Lo mismo podemos leer en las ediciones del diccionario publicado en 1780, 1783 y 1791. Pero mientras tanto, en 1780 apareció la primera traducción al español de un tratado sobre el arte de la guerra que fue, en su tiempo, un verdadero \»éxito de ventas\» europeo. Titulado La Petite Guerre, ou Traité du Service des Troupes Légères en Campagne, había sido escrito por un francés, Augustin Thomas de Grandmaison, y publicado originalmente en 1756. En este trabajo uno podía encontrar explicados los orígenes, la teoría y la práctica del desarrollo una forma particular de hacer la guerra que, como sugiere el título, el autor definió como pequeña guerra, en otras palabras, guerra \»pequeña\», \»mezquina\» o \»pequeña\». Como es bien sabido, petite guerre fue la respuesta adoptada por los teóricos militares, – y muy especialmente por los teóricos franceses5– a los problemas causados a los ejércitos regulares por las fuerzas irregulares encontradas en una variedad de campañas desde la Guerra de los Treinta Años en adelante. En lo que respecta a Francia, fue particularmente importante aquí la Guerra de Sucesión de Austria de 1741-48, en la que las tropas francesas sufrieron grandes pérdidas a manos de los irregulares croatas de María Teresa, pero debe tenerse en cuenta que la mayoría de los ejércitos se enfrentaron a tales problemas aunque no se limitaron a Europa, como atestiguan los problemas que enfrentaron los británicos en América del Norte en la Guerra de los Siete Años (1756-63) y la Guerra de la Independencia de Estados Unidos (1775-1783). El tratado de Grandmaison no fue ni el mejor ni, menos aún, el único sobre el tema, pero sin embargo resultó un éxito increíble6. Como se señaló anteriormente, la primera traducción al español se publicó en 1780, mientras que su título era La Guerrilla, ó Tratado del Servicio de las Tropas Ligeras en Campaña7. La consecuencia lógica de esto fue establecer una equivalencia entre guerrilla y pequeña guerrilla, mientras que la expresión partidas de guerrilla se usó para designar los pequeños destacamentos y la caballería empleados en ataques sorpresa, recolección de inteligencia o reconocimiento avanzado. Además, mientras tanto, el término podría aplicarse a las tropas desplegadas en orden de escaramuza en el campo de batalla, describiéndose tales hombres como desplegados en guerrilla.8
Volviendo a nuestra época, nos encontramos con que los términos guerrilla y partida fueron empleados durante toda la Guerra de la Independencia. Los encontramos, por ejemplo, en el boletín del general Castaños tras la batalla de Bailén9, en una biografía del Empecinado publicada en 181410, y en memorias escritas en ese momento pero no publicadas hasta mucho después11. En el curso de la lucha, sin embargo, su significado cambió. Al inicio de las hostilidades, la palabra guerrilla se refería específicamente a los soldados regulares, y este significado continuó en uso durante algún tiempo. Pero al mismo tiempo se empezó a utilizar en conexión con otro significado, este es el de la lucha armada de civiles, organizada en bandas irregulares, contra un enemigo invasor y/o contra un gobierno injusto o, como en España, ilegítimo12. Esta es, por supuesto, la comprensión moderna del término guerra de guerrillas y es en este sentido que ha entrado en idiomas distintos del castellano.
Sin embargo, ¿cómo es todo esto relevante para el artículo actual? En resumen, el vínculo se encuentra en este mismo cambio de significado. Así, casi siempre de forma espontánea y encabezada por líderes locales, durante la Guerra de la Independencia la nueva forma de partida estuvo frecuentemente en conflicto con las autoridades, tanto civiles como militares. En primer lugar, debemos considerar lo que sucedió cuando estalló la insurrección contra los franceses en mayo de 1808. ¿Cómo reaccionaron las autoridades ante este hecho? La actitud general fue tratar de calmar al pueblo recomendando calma, paz, prudencia y obediente sumisión. Citemos aquí, por ejemplo, al General Don Gregorio García de la Cuesta, Capitán General de Castilla la Vieja y León, quien el 29 de mayo de 1808 escribió a las autoridades leonesas explicando que, como tanto Carlos IV como Fernando VII habían renunciado a la corona, los españoles se habían visto liberados de toda fidelidad hacia ellos, y esa obediencia se debía ahora al gobierno provisional – la Junta de Gobierno – que por el momento gobernaba España en nombre de Napoleón, al tiempo que subrayaba la necesidad de la calma y la inutilidad de la resistencia13. Podemos discutir las razones e incluso entender por qué se tomaron tales decisiones, pero no hay duda de que tal ceguera rompió los lazos de confianza que necesariamente deben unir gobernantes y gobernados. Y, huelga decirlo, la expectativa de pasividad en la que se basaba fue barrida por el éxito del levantamiento. Así, el 6 de junio de 1808 nos encontramos con la Junta de Sevilla publicando un documento titulado Prevenciones, en el que se sugería evitar acciones generales a favor de una estrategia en la que el enemigo sería atacado por pequeñas bandas que nunca los dejarían descansar, pero siempre pendientes de sus flancos y retaguardia, agotándolos, interceptando sus convoyes, destruyendo sus provisiones y cortando sus comunicaciones14.
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\»El Empecinado\» (c) |
Aunque también contiene pasajes que parecen sugerir que también se debe confiar mucho en los guardias locales organizados que podrían saltar a la defensa del puente, la muralla de la ciudad o el paso de montaña a la primera señal de los franceses, este documento puede verse como una inequívoca invitación a participar en una guerra irregular. Dicho de otra manera, la Junta estaba fomentando específicamente la perpetuación de la furia popular que en muchos lugares había administrado una dura justicia – a veces de manera bárbara – a todos los responsables, con justicia o no, de la supuesta apuesta del país por el francés15. Dentro de él, mientras tanto, hay una suposición por parte de la Junta, una reencarnación revolucionaria de una institución antigua y tradicional, de la casi inutilidad del ejército, un levantamiento popular que se considera la única vía – aunque desesperada – de contrarrestar las tropas del gran emperador. Sin embargo, tras la inesperada victoria de Bailén el 19 de julio de 1808, las autoridades supremas españolas cambiaron algo de opinión, como lo demuestra el tono exageradamente optimista del Manifiesto a la Nación Española. Una proclama diseñada para legitimar los designios del nuevo gobierno español – la Junta Suprema Central de Gobierno del Reino – esta es una de las obras más célebres del escritor Manuel Quintana, y casi puede ser considerada como el equivalente español de la \»declaración de independencia\» de los Estados Unidosé16. Dejando a un lado su aspecto político – estaba expresado en términos fuertemente liberales – el Manifiesto hablaba no solo de \»luchar con éxito contra el enemigo\», sino de llevar a los franceses más allá de los Pirineos y obligarlos a liberar al rey y la familia real, y reconocer la libertad y la independencia de España17. Y en cuanto a cómo se iba a hacer todo esto, la proclama solo hablaba de ejércitos y tropas regulares, y específicamente establece que es solo de ellos de quien el pueblo debe esperar su seguridad. Ni una palabra se dedicó a las primeras hazañas de los guerrilleros, aunque circulaban historias que, en algunos casos – en particular, el Empecinado – que habían comenzado a atacar a los franceses, incluso antes del levantamiento del Dos de Mayo. Y más extraño es esto, dado que en otros episodios ya habían mostrado la importancia de la participación popular en la lucha: liderados por figuras como El Empecinado, las primeras guerrillas surgieron en el verano de 1808, aunque también hay que recordar el éxito de los somatenes catalanes en El Bruch, y la heroica defensa de pueblos y ciudades como Valdepeñas, Gerona, Zaragoza y Gerona, sin olvidar los hechos del Dos de Mayo en Madrid.
La irrelevancia del enfoque de Quintana se reveló muy rápidamente. Por tanto, la situación general había empezado a deteriorarse incluso antes de que la proclama estuviera ampliamente disponible, mientras que seguía empeorando muy rápidamente en noviembre y diciembre. La lista de batallas contra los franceses es una secuela de derrotas: Zornoza (31 de octubre), Gamonal (10 de noviembre), Espinosa de los Monteros (10-11 de noviembre), Tudela (23 de noviembre), Somosierra (30 de noviembre) y todas esto culminó con la capitulación de Madrid ante Napoleón el 4 de diciembre. Tampoco esto fue el final de la historia: un mes después de la caída de Madrid , los británicos se vieron obligados a volver a embarcar en La Coruña; los españoles liderados por el general Vives obligaron a levantar el bloqueo de Barcelona; y los franceses procedieron una vez más a sitiar Zaragoza. Pero mientras la nobleza, la burocracia y una parte de la intelectualidad eligieron el bando francés, por razones diferentes y a veces honorables, hubo un número creciente de guerrilleros que atacaron a los franceses, al principio con dagas, cuchillos, algunos trabucos antiguos, piezas de caza y luego con mosquetes y bayonetas arrebatados al enemigo, cuyos muertos también fueron despojados de sus uniformes y zapatos. Estos hombres generalmente se agrupaban en bandas conocidas como partidas. Una formación totalmente irregular, una partida normalmente debe su origen a la decisión de luchar contra los franceses de un hombre que, por una variedad de razones: prestigio personal, valor reconocido, servicio militar anterior dado de baja honorablemente, o más simplemente por lo que hoy etiquetamos como carisma , fue capaz de reunir a un grupo de personas que estaban listas para seguirlo. Por supuesto, algunas bandas no tuvieron éxito y pronto se derrumbaron o fueron superadas, pero donde se logró el éxito fue una historia diferente. Así, la victoria aumentó el entusiasmo de los primeros miembros de la banda, trajo nuevos reclutas y aumentó la fama de la partida, y muy pronto el líder sería conocido no por su propio nombre, sino por un apodo, si no tenía ya uno.
Sin embargo, a medida que proliferaban las bandas, la Junta Central comenzó a escuchar quejas y protestas sobre su independencia. Estos fueron el trabajo de una variedad de juntas provinciales y comandantes militares regionales. ¿Qué hace la Junta ante este clamor creciente? A pesar de encontrarse en una situación militar desesperada, promulga un reglamento u ordenanza. Emitido en Sevilla el 28 de diciembre de 1808, este texto reviste la máxima importancia desde el punto de vista histórico, político, militar y jurídico18. Tiene un breve pero importante prólogo, 34 artículos o reglas y una declaración final. Comencemos con el prólogo, especialmente porque merece una cita completa:
\»En España abundan súbditos dotados de una valentía extraordinaria, que explotando las grandes ventajas que les proporciona su conocimiento del país, y el odio implacable de toda la nación contra el tirano que quiere someterlo por los medios más inicuos, son capaces de sembrar el terror y consternación dentro de sus ejércitos. Para facilitarles la consecución de un objetivo tan noble, bríndales los medios para enriquecerse honorablemente con el botín del enemigo y permíteles inmortalizar sus nombres con hechos heroicos que merecen una fama eterna, Su Real Majestad [es decir, la Junta Central] se ha dignado crear un nuevo tipo de fuerza armada, que se llamará partidas o cuadrillas.\» 19
Los artículos del estatuto dictan (o más bien, como veremos, tratan de dictar) las reglas que organizan la banda, sus empleos, la disciplina, paga, en una palabra la estructura burocrática de las partidas, dejando sólo dos artículos, veintidós y veintitres, por detallar el aspecto militar que es el objetivo primordial de su nacimiento. También merece cierta atención el artículo veintinueve, que dice lo siguiente:
\»Muchos súbditos de distinguida valentía e impávida que, por falta de un medio para hacer uso digno de sus dotes militares … se dedicaron al contrabando, serán indultados y serán empleados en otro tipo de partida llamada cuadrilla … con el fin de para hacerlos útiles al Estado y darles la gloriosa carrera que les ofrecen las circunstancias del día.\» 20
Y el artículo treinta y treinta y uno detalla las recompensas para los contrabandistas que, ofreciéndose como voluntarios para servir en una cuadrilla, lleguen armados y con un caballo, al tiempo que establecen que, si aún tenían mercadería de contrabando, ésta debe ser comprada \»a un precio garantizándoles [a los contrabandistas] una ganancia moderada”21. También interesante, y por eso digno de citar en su totalidad, es la declaración final, que revela abiertamente el deseo de conectar las partidas con el aparato militar regular del estado que veremos más adelante. Por lo tanto:
\»Todo el que desee alistarse… según las reglas anteriores, debe presentarse inmediatamente a su junta provincial local… o al Capitán General, y luego dirigirse al comandante de cualquier ejército de campaña que se encuentre estacionado en el área para poder ser juramentado, asignado a una unidad y dio sus órdenes de marcha. Comprobada la existencia de cada partida y cuadrilla, el Intendente dictará orden para que se les conceda la retribución correspondiente de acuerdo con una revisión mensual instituida por el Comisario, o en su defecto, el Magistrado local.\» 22
La importancia histórica de este documento es bastante clara. El primer texto que intenta legitimar una forma de combate totalmente irregular por su propia naturaleza, librada por civiles armados con todo tipo y descripción de armas, incluidos implementos agrícolas, que, después de ser utilizados para matar a los franceses que pasaban, son devueltos a sus pacíficos campos, es también la confesión de un gobierno que no puede confiar en su ejército, y trata de usar palabras elogiosas para ganarse el apoyo de \»sujetos de distinguida valentía e intrepidez\’\’, e incluso contrabandistas, cuyos crímenes se explican por la ficción de que son hombres de un talento militar natural que no pudo encontrar una salida para sus habilidades bajo el antiguo régimen. Igual de obvia, mientras tanto, es su importancia política, militar y jurídica, siendo que la independencia de la guerrilla se estaba viciando en el mismo momento en que se legitimaba ostensiblemente como fenómeno. Sin embargo, desde el punto de vista práctico, fue letra muerta desde el principio, la mayoría de los historiadores estuvieron de acuerdo en que el cumplimiento del reglamento era casi inexistente. No está claro si fue este fracaso lo que empujó a la Junta a aceptar un proyecto, elaborado por Vicente Alcalá Galiano, que tomó la forma de otro reglamento, pero en todo caso, el 17 de abril de 1809 apareció debidamente la Instrucción para el Corso. Terrestre contra los Ejércitos Franceses23.
Aquí nuevamente una simple lectura del texto nos ofrece algunos puntos muy interesantes para nuestra consideración. En primer lugar, sin embargo, se necesita una breve explicación del nombre que se le da a la guerrilla en este documento. Esto se aclara muy bien en la carta que le escribió el autor de la propuesta a Martín de Garay, quien fuera secretario de la Junta Central. Hermano de un oficial naval que murió luchando heroicamente en la batalla de Trafalgar, parece haber estado pensando principalmente en términos de guerra psicológica e incluso de engaño. Por lo tanto:
\»A menos que me equivoque mucho, este plan debería hacer que incluso el emperador se detuviera, y al mismo tiempo sembrar el miedo y el terror entre sus soldados… Siempre inclinado a dar mucha importancia a la novela, se puede confiar en que la nación francesa no mirará tranquilamente ante la situación, y las tropas inmediatamente imaginarán el campo lleno de corsarios listos para robarlos y asesinarlos en el momento en que bajen la guardia.\» 24
En cuanto al término en sí, representa, por supuesto, \»piratería terrestre\», siendo el modelo en el que se basó el de corso naval. Para una definición, vayamos al Shorter Oxford English Dictionary. En esto leemos que un corsario es \»una embarcación armada propiedad y oficializada por personas privadas, y que tiene una comisión del gobierno, llamada \’cartas de marca\’, que autoriza a los propietarios a usarla contra una nación hostil, y especialmente en la captura del transporte marítimo comercial\»25. Aunque todavía era un pirata a todos los efectos, el poseedor de las \»cartas de marca\», como se conocía a tales documentos, se convirtió en una especie de combatiente autorizado y legal.
Ahora bien, tenemos una situación completamente diferente. La llamada a las armas seguía siendo universal, pero el guerrillero individual ya no era un agente del Estado. Por el contrario, ahora era un empresario que podía beneficiar al estado con sus acciones, pero que en realidad actuaba por su propia cuenta. Y, dado que ahora los combatientes tenían la intención específica de sembrar el terror entre el enemigo, se deducía que no debería haber restricción en sus acciones: no se podía hacer referencia, en resumen, ni a las leyes de la guerra ni a los principios de la humanidad común. Mucho de esto se desprende del artículo uno del nuevo decreto. Por lo tanto:
\»Todo habitante de las provincias ocupadas por las tropas francesas que pueda armarse, está autorizado a hacerlo … para atacar y saquear a los soldados franceses, cuando en condiciones favorables, ya sea que se encuentren solos o en grupos, apoderándose de los víveres y suministros destinados a su mantenimiento y, en definitiva, infligirles todo el mal y daño posible, en el entendido de que este servicio será considerado como prestado a la Nación, y recompensado en proporción a su extensión y resultados.\» 26
Es fácil ver, desde el principio, que un espíritu muy diferente informa todo el texto, desde la larga introducción, un llamamiento patriótico apasionado y conmovedor, lleno de odio contra los franceses, hasta los dieciocho artículos cortos, con pocas reglas burocráticas. y muchas promesas para los patriotas combatientes. En cuanto al autor, a diferencia de su antecesor, se presenta no como un funcionario preocupado por la burocracia y la cuestión del orden público, sino como un español cuyo interés central es el de infligir al enemigo \»todo el mal y el daño posible\». Esto se enfatiza aún más por la claridad de las instrucciones generales contenidas en la introducción: la lucha será más larga y más costosa si los patriotas no logran dificultar \»a las tropas francesas la adquisición de víveres y otros medios necesarios para sobrevivir en el país\»; todas las comunicaciones deben cortarse o destruirse; se deben vigilar de cerca los movimientos, objetivos y combinaciones del enemigo; y las tropas de este último deben mantenerse en un estado de \»tensión y alarma continuas\». En cuanto a los españoles, mientras tanto, deben demostrar en todo momento \»firmeza y constancia\», pero: ¿a quién va dirigido el llamamiento? En resumen, a la gente, en cuyo sentido una afirmación es especialmente interesante:
\»¿Como Napoleón ha logrado con las artes más viles e infames destruir y desorganizar la fuerza militar de España, tomar sus principales fortalezas y tomar prisionero a su rey, no está muy claro que ahora sea necesario que la población civil se una para luchar contra los enemigos?\». 27
Uno de los resultados más importantes y destacables de la Instrucción fue el nacimiento del \»Corso Terrestre de Navarra\», liderado por Martín Javier Mina y Larrea, más conocido por sus apodos de \»El Mozo\» o \»El Estudiante\». A este respecto, se puede decir que el documento ha tenido resultados fundamentales – el movimiento de resistencia que Mina fundó finalmente se convirtió en el más impresionante de toda España – y bien puede ser por este desarrollo que la nueva medida será principalmente recordada.28
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El cura Merino (d) |
Si bien todavía estamos en el tema de la Junta Central, tal vez conviene dedicar algunas palabras a un tercer conjunto de reglas que emitió con respecto a la guerrilla. Llegamos aquí a la cuestión de las \»cruzadas\». En principio, estas consistían en bandas guerrilleras compuestas enteramente por sacerdotes, monjes y frailes, y la idea de tales fuerzas, que surgió repetidamente en el curso de 1809, puede considerarse como un intento al mismo tiempo de inyectar nueva energía a la guerrilla y controlar sus excesos29. Cualquiera que haya sido el pensamiento exacto detrás de la idea, la Junta Central evidentemente consideró que valía la pena seguir adelante, ya que el 30 de diciembre de 1809 emitió un conjunto de reglas \»para la creación de las cruzadas\»30. En teoría, estas bandas deberían estar formadas sólo por eclesiásticos, regulares o laicos, hasta el número de cincuenta por partida. Sin embargo, no hay prueba alguna de que alguna de estas bandas haya sido creada. Sabemos que muchos clérigos, tanto regulares como seculares, sí participaron individualmente en las bandas guerrilleras, y que algunos de ellos lograron convertirse en líderes famosos, el más conocido de los cuales probablemente sea Jerónimo Mérino31. Pero como un intento de influir en el desarrollo y el comportamiento de las guerrillas, el plan no llegó a ninguna parte y, por lo tanto, puede descartarse.
Un análisis detenido de la Instrucción, especialmente si se hace en combinación con el Reglamento, nos ofrecería muchas ideas interesantes con respecto a varios otros puntos importantes relacionados con el estado de la España Patriota, buenos ejemplos de tales temas son lo que tienen que decir con respecto a a la deserción, el problema cada vez mayor de cómo se debe abastecer a la guerrilla, y la situación de la población rural y urbana, pero estas no son preguntas pertenecientes al tema del presente trabajo. Volviendo a este último tema – los intentos que se hicieron para regular las bandas guerrilleras – los dos reglamentos de 1808-9 fueron seguidos por una serie de decretos y códigos de conducta locales. De estos, sin embargo, basta con una breve mención de un solo ejemplo. A tal efecto, veremos un conjunto de normas publicadas por el entonces Capitán General de Cataluña, el General Luis Lacy, el 9 de septiembre de 1811. Titulado Reglamento para las Partidas Patrióticas, consta de quince artículos y es muy similar al Reglamento de 180832. Así, su contenido es casi todo militar y sin nada de especial relevancia, salvo un indicio de cooperación entre las partidas y los somatenes – la guardia local catalana33 – en el artículo 15, y el contenido significativo del artículo 14, que establece:
\»Uno de los principales objetivos de las partidas será la persecución y captura de desertores, ladrones y malhechores, que deberán ser llevados al comandante de la división más cercana.\»34
Si aceptamos que el Reglamento para los Cuerpos Francos o Partidas de Guerrilla del 28 de julio de 1814 estaba claramente relacionado únicamente con la desmovilización de las guerrillas, la última disposición legislativa importante sobre las guerrillas es el Reglamento para las Partidas de Guerrilla del 11 de julio de 181235. Cuando se emitió el documento anterior, la situación en España había cambiado enormemente. Aunque 1812 fue en toda España el \»año del hambre\», desde el punto de vista militar aumentaban las esperanzas de victoria, gracias por un lado a la noticia de los éxitos de Wellington, y por otro a la retirada de treinta mil tropas francesas para luchar en Rusia. Por lo tanto, lo que tenemos en julio de 1812 no es un grito desesperado por la participación popular en el esfuerzo bélico, aunque es notable que el texto enfatiza la importancia de la propaganda y, especialmente, la tarea de mantener informada a la población con respecto a las últimas disposiciones de la ley, las autoridades y las últimas noticias de guerra36. Más bien, lo que vemos es una legislación bien considerada que buscaba repetir y mejorar las normas de 1808 y, en particular, enfatizar y desarrollar sus aspectos militares. Si bien no hay innovaciones tácticas o estratégicas, la necesidad de recopilar información, cortar las comunicaciones del enemigo y participar en otras tareas similares simplemente se reitera, hay recetas nuevas y más exigentes sobre cómo lidiar con el problema del botín cuando se trata de bienes pertenecientes a los españoles. Los \»buenos españoles\», por supuesto, no debían ser molestados en absoluto, mientras que se les garantizaba la devolución de cualquier mercancía que se les quitara. Los \»malos españoles\» eran un asunto diferente, pero incluso ellos ahora consiguieron un mejor trato:
\»Cuando capturen a españoles malos… todo el dinero, joyas, ropa y bienes que se encuentren con ellos serán totalmente de ellos, pero deberán poder presentar prueba detallada de su culpabilidad.\» 37
Pero, ¿quién debería decidir qué españoles eran \»buenos\» y cuáles españoles eran \»malos\»? Queda muy claro en el texto que la decisión final recaía en los líderes de las bandas, y que, con o sin prueba, habían adquirido, por tanto, enormes libertades. Más positivamente, sin embargo, se dedicó mucho esfuerzo a regularizar la relación entre partida y pueblo y, en particular, a evitar exacciones y otros tipos de abusos. Así, se estableció un complicado sistema mediante el cual se podía expedir a las bandas guerrilleras certificados de buena conducta \»que servirán de recomendación a los comandantes, siempre que los jueces de los mismos pueblos no hayan presentado en otro momento denuncias por separado contra ellos.\» 38
Este fue, por tanto, el corpus legislativo que, al menos teóricamente, regía a la guerrilla y regía su personalidad jurídica (hay otras cuatro disposiciones que de una u otra forma abordan el tema, de las cuales tres fueron emitidas en 1809 por la Junta Central y la cuarta en 1811 por la Regencia, pero no cambian el sentido de este trabajo39). Pero, ¿qué sucedió realmente? ¿Cuáles fueron las relaciones entre las partidas y las autoridades civiles y militares? Es este territorio difícil y escasamente trazado el que ahora debemos explorar. Sin embargo, la tarea no es fácil, y uno de los problemas es que las autoridades civiles a menudo estaban divididas entre ellas y, más aún, en desacuerdo con sus contrapartes militares. Antes de continuar, de hecho, debemos analizar estos problemas. Empecemos por el poder civil. La desaparición de una autoridad central fuerte en los primeros días de la insurrección llevó, como es bien sabido, a la creación de gobiernos locales que bajo el nombre de \»juntas\» asumieron el poder civil en sus respectivas regiones. Esto produjo una reacción, y cuando se formó la Junta Central en septiembre de 1808, fue vista en algunos sectores como una solución a la atomización del poder político. Sin embargo, la realidad era muy diferente, ya que la Junta Central generalmente carecía de medios efectivos para hacer cumplir su autoridad incluso en aquellas áreas que no estaban ocupadas por los franceses. Incluso si la teoría era que todas las Juntas distritales y provinciales debían someterse al nuevo gobierno central, esto finalmente dependía de la buena voluntad de las autoridades locales. Pero no solo el poder central era débil. Por lo tanto, la desintegración de la autoridad se había multiplicado hasta tal punto que las Juntas provinciales tenían dificultades para controlar sus provincias y las juntas de distrito tenían dificultades para controlar sus distritos. Especialmente en el caso de comunidades ricas en privilegios históricos o tradiciones de autogobierno, lo que importaba era, por tanto, el pueblo, y a menudo sólo en este nivel se consideraban las cuestiones de defensa40.
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Pasando ahora al tema de las relaciones cívico-militares, encontramos que estas eran aún más problemáticas. En este sentido, es especialmente conocida la encarnizada disputa entre el Marqués de La Romana y la Junta de Asturias. Sin embargo, no es el único caso y, al respecto, vale la pena señalar que la guerrilla fue, de hecho, uno de los principales huesos de la discordia en lo que respecta a los enfrentamientos entre oficiales del ejército y las juntas. Por lo tanto, sobre todo si habían ayudado a armarlos y reclutarlos, muchas juntas se inclinaban a considerar a las bandas guerrilleras que operaban en las cercanías como ejércitos privados de facto y, por lo tanto, no estaban muy dispuestas a que recibieran órdenes del general al mando del distrito o incluso actuar por iniciativa propia. Mientras tanto, tal interferencia continuó incluso cuando las partidas habían sido militarizadas (es decir, organizadas en unidades regulares y concedidas el estatus de tropas de línea). Además de esto, estaba el tema de la formación de nuevas partidas. Hacia 1810, muchos oficiales del ejército sospechaban profundamente del valor de la guerrilla \»clásica\» y se oponían activamente a la formación de nuevas partidas. Sin embargo, para las autoridades civiles, la cuestión se veía de manera muy diferente. Por un lado hubo menos conciencia de los problemas militares planteados por los irregulares, mientras que por otro la creación de nuevas partidas fortaleció las manos de las juntas locales y provinciales en materia de mecenazgo y al mismo tiempo reforzó su poder e influencia. Y aquí, por supuesto, se sientan las bases para una división muy profunda con oficiales del ejército que acusan a las juntas de egoísmo y egoísmo, y juntas que acusan a los oficiales del ejército de falta de fe y visión41.
Sin embargo, si bien es posible que vean con buenos ojos a la guerrilla, esto no significa que las autoridades civiles estén ciegas a los problemas que plantean. Por el contrario, también existía un temor más o menos claro a que las partidas pudieran convertirse en nidos de bandidos y asaltantes y, en una palabra, una amenaza para las autoridades civiles, el mantenimiento de la paz y el orden social. Tal temor es absolutamente evidente en el debate parlamentario celebrado sobre el tema en las Cortes los días 9 y 10 de agosto de 1811, aunque la discusión concluyó con el rechazo unánime al nuevo reglamento guerrillero propuesto por el Ministro de Guerra. Aquí se ve la ambivalencia que caracterizó la visión de las guerrillas sostenida por los líderes de la sociedad civil en la España patriota: más centralizadas y militarizadas, las nuevas reglas ofrecen justicia para abordar la cuestión de la ley y el orden, y sin embargo, también desafiaron las nociones liberales de la espontaneidad popular y la nación en armas42. De ahí, por supuesto, la oposición en las Cortes. Pero el problema no desaparecía, y así vemos de vez en cuando las juntas provinciales tratando de abordar el tema, un buen ejemplo al respecto es la ordenanza para el control de la guerrilla dictada por la Junta de Asturias en 181043.
Curiosamente, el intento de controlar a la guerrilla no fue todo unidireccional. A medida que avanzaba la guerra, algunos de los líderes de las bandas guerrilleras más estables se dieron cuenta de las ventajas de llegar a un acuerdo con la sociedad civil y, en consecuencia, se propusieron tratar de desarrollar un marco normativo para las bandas guerrilleras, que ambos adoptaron por sus propias fuerzas y trató de imponerse a los demás. Actuando de esta manera lograron un doble propósito: por un lado obtuvieron los beneficios prácticos – sobre todo ayuda y apoyo de la comunidad local – resultantes de actuar en un marco de legalidad; y por otro, encontraron una justificación moral para obligar a otras partidas que se negaban a cumplir con las reglas a someterse a su autoridad, aumentando así su propio poder (en caso de negación, podían perseguir bandas \»rebeldes\», destruirlas y agregar cualquier superviviente a las filas de sus propios hombres). Así, en marzo de 1811, ocho cabecillas de Castilla la Vieja, uno de ellos el ya célebre D. Gerónimo Merino, se reunieron en Novares y publicaron un pregón cuyo preámbulo anunciaba que estaban \»íntimamente convencidos de la necesidad de establecer… un sistema de gobierno\» eso pondría fin a la forma en que, aunque sin darse cuenta, hasta ahora habían estado \»perjudicando a sus conciudadanos, ofendiendo la justicia y desacreditando la causa más justa e importante que defienden\»44.
SEGUIRÁ EN LA 2ª PARTE…
Me gustaría agradecerle a mi buen amigo el Dr. Charles Esdaile por editar este documento y darle una forma en inglés algo legible [en el original].
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1Cfr. V. Scotti Douglas, \»Spagna 1808: la genesi della guerriglia moderna (1): guerra irregolare, petite guerre , guerrilla\», Spagna Contemporanea , No. 18 (otoño de 2000), págs. 9-31.
2S. de Covarrubias Orozco, Tesoro de la Lengua Castellana , o Española, ed. F. Maldonado (Madrid, 1995), pág. 613. Lit. \»Cuando entre particulares hay pendencia y enemistad formada, que acuden unos a una parte y otros a otra; pero incluso castigan los príncipes de las repúblicas severamente.\»
3Real Academía Española, Diccionario de la lengua Castellana en que se explica el verdadero sentido de las voces, su naturaleza y calidad, con las frases ò modos de hablar, los proverbios ò refranes y otras cosas convenientes al uso de la lengua (Madrid, 1726-39), IV, pág. 93. Lit. \»Encuentro ligéro de armas, ò contrariedad de dictámenes de poca entidad.\»
4Ibíd . El juego se jugó de acuerdo con una versión del conocido \’Beat Jack out of Doors\’, y es posible que haya algunos ecos subconscientes de las realidades de la experiencia de guerra de la población civil en el período de \’horse and musket\’ aquí: el juego es una especie de \’mendigar a tu vecino\’ en el que dos jugadores compiten por todas las cartas de la baraja y la inferencia es que los soldados – \»jotas\» en el lenguaje común – descuartizados en la población tenían que ser \’golpeados fuera de la puerta\’ antes de que se las comieran fuera de casa y fuera de casa. Entonces, curiosamente, incluso podemos ver vínculos con la resistencia popular a los militares. Debo esta idea a mi amigo y colega, el Dr. Charles Esdaile, de la Universidad de Liverpool.
5Dejando de lado a Grandmaison, una breve lista de tratados franceses sobre petite guerre incluye a J. de Jeney, Le partisan ou l\’art de faire la petite guerre (Den Haag, 1749); J. d e la Croix, Traité de la petite guerre pour les compagnies franches, dans lequel on voit leur utilité, la différence de leur service d\’avec celui des autres corps, la manière la plus avantageuse de les conduire, de les équiper, de les commander et de les discipliner, et les ruses de guerre qui leur sont propres (París, 1752); y JL Lecointe, La science des postes militaires, ou traité de fortifications de campagne (París, 1759).
6Después de la primera edición francesa en 1756, el libro fue traducido al alemán en 1758 y al español en 1780, mientras que apareció en ambos idiomas en una variedad de ediciones diferentes.
7Publicado en Valencia, el libro fue traducido por el capitán Víctor Caballero, quien le añadió muchas observaciones personales sobre el uso de tropas ligeras en la guerra: cf. M. García Hurtado, Traduciendo la guerra: influencias extranjeras y recepción de las obras militares francesas en la España del siglo XVIII ( La Coruña , 1999), págs. 103-104. Para una discusión general sobre la asimilación del pensamiento militar francés en España, cf. V. Scotti-Douglas, \»La guerra “alla francese” nel XVIII secolo e la sua fortuna in Spagna\», Spagna Contemporanea , No. 17 (primavera de 2000), págs. 161-163.
8Se puede encontrar más información sobre la historia y la evolución del término \»partidista\» en el artículo citado en nota al pie.1.
9Cfr. J. Gómez de Arteche, \»Guerra de la Independencia: historia militar de España de 1808 a 1814 ( Madrid, 1866-1903)\», II, págs. 692-696.
10Anon. Apuntes de la vida y hechos militares del Brigadier Don Juan Martín Díez El Empecinado por un admirador de ellos (Madrid, 1814), p. 6.
11Como en N. Rivas Santiago (ed.), El alcalde de Otívar, héroe en la Guerra de la Independencia (Madrid, 1940), págs. 28, 30. Partida de guerrilla en el sentido de destacamento de infantería ligera puede ser encontrado en F. Casamayor, Diario de los sitios de Zaragoza, ed. H. Lafoz Rabaza (Zaragoza, 2000), pág. 49, 65.
12El primer uso conocido del término en inglés viene en una carta escrita por el entonces Sir Arthur Wellesley en el verano de 1809.
13G. García de la Cuesta a la Junta de León, 29 de mayo de 1808, Archivo Histórico Nacional, Sección de Estado (en adelante AHN, Estado) 68-D, No. 167.
14Proclamación de la Junta de Sevilla, 6 de junio de 1808, Instituto de Historia y Cultura Militar (Madrid), Colección Documental del Fraile (en adelante IHCM. CDF. DCCCLXIV, p. 50.
15Cfr., Por ejemplo, la dramática descripción de la ira popular que da José María Blanco y Crespo -más conocido como Blanco White- en sus Cartas desde España (Londres, 1822, p. 431): \»Deseamos, señor , matar a alguien”, dijo el portavoz de los insurgentes. “Alguien ha muerto en Trujillo; uno o dos más en Badajoz, otro en Mérida, y no estaremos detrás de nuestros vecinos. Señor, mataremos a un traidor\».
16Proclamación de la Junta Central, 26 de octubre de 1808, cit. A. Dérozier, Manuel Josef Quintana et la naissance du libéralisme en Espagne ( París, 1970), II, págs. 165-174.
17Ibíd. , pag. 167.
18Para una versión reciente del texto de este documento, cf. F. Díaz Plaja, La historia de España en sus documentos: el siglo XIX (Madrid, 1954), pp.73-6.
19Lit. \»La España abunda en sugetos dotados de un valor extraordinario, que aprovechandose de las grandes ventajas que les proporciona el conocimiento del país, y el odio implacable de toda la nacion contra el tirano que intenta subyugarla por los medios mas iniquos, son capaces de introducir el terror y la consternacion en sus ejércitos. Para facilitarles el modo de conseguir tan noble objeto, y proporcionarles los medios de enriquecerse honrosamente con el botin del enemigo, é inmortalizar sus nombres con hechos heroicos dignos de eterna fama, se ha dignado SM crear una milicia de nueva especie, con las denominaciones de partidas, y quadrillas.\»
20Lit. \»Atendiendo á que muchos sugerencias de distinguido valor é intrepidez, por falta de un objeto en que desplegar dignamente los talentos militares… se han dedicado al contrabando… á fin de proporcionarles la carrera gloriosa y utilisima al Estado que les presentan las circunstancias actuales, se les indultará para emplearlos en otra especie de partidas que se denominarán cuadrillas.\» El término cuadrilla se empleó muy probablemente debido a su asociación con la antigua organización de la Santa Hermandad, aunque también se había empleado como término militar para una subdivisión de una unidad mayor desde el siglo XV.
21Lit. \»se le tomarán y pagarán á un precio en que encuentre moderada ganancia\».
22Lit. \»Todos los que bajo las expresadas reglas deseen alistarse y formar estas cuadrillas, se presentarán desde luego a la junta provincial de su respéctivo distrito, ó al Capitán General de la provincia: y aún al general en jefe del ejército de campaña que se halle en ella, para su admisión, destino, y servicio. Y verificada la formación de cada partida y cuadrilla, se les mandará por los intendentes respéctivos abonar los sueldos que quedan señalados, precedida la correspondiente revista de Comisario, y en defecto, de la Justicia mensualmente, con arreglo a ordenanza.\»
23Para el texto de la Instrrucción y diversos documentos asociados a ella, cf. AHN Estado, 51-A, Nos. 3-6.
24V. Alcalá Galiano a M. de Garay, 10 de abril de 1809. Lit. \»O me engaña mucho mi juicio, o este pensamiento ha de hacer impresion en el animo del Emperador, y ha de producir miedo y aun terror a los soldados franceses, luego que llegue a su noticia. Esta nacion dá siempre mucho valor y aprecio a todo lo nuevo, no medira con serenidad y sosiego sobre las cosas, y se figurarà inmediatamente llenos los campos de España de corsarios que los robarán y asesinarán al menor descuido.\»
25Shorter Oxford English Dictionary (Oxford, 1956), II, p. 1587.
26\»Instrucción para el Corso Terrestre contra los Ejércitos Franceses\», AHN Estado, 51-A, No. 6. Lit. \»Todos los habitantes de las provincias ocupadas por las tropas francesas que se hallen en estado de armarse están autorizados para hacerlo, hasta con armas prohibidas, para asaltar y despojar, siempre que hallen coyuntura favorable en particular y en común, a los soldados franceses, apoderarse de los viveres y efectos que se destinan á su subsistencia, y en suma para hacerles todo el mal y daño que sea posible en el concepto de que se considerará este servicio como hecho a la nación, y será recompensado á proporción de su entidad y consecüencias.\»
27Ibíd. Iluminado. \»Habiendo conseguido Napoleon por las artes mas bajas y viles destruir y desorganizar la fuerza militar de España, apoderarse de sus principales fortalezas, y cautivar á su Rey, ¿no es bien claro que es preciso que sean paisanos los que se reunan ahora para combatir sus huestes?\»
28Javier Mina, 1789-1817, comenzó a hacer la guerra de guerrillas en Navarra en el verano de 1809 y rápidamente se convirtió en el líder guerrillero más famoso y temido de la región. Capturado fortuitamente en marzo de 1810 y llevado a Francia, recuperó su libertad en abril de 1814. En 1816 fue a México para ayudar a los insurgentes locales en su lucha por la libertad y la independencia, pero fue capturado y fusilado en noviembre del año siguiente. Para una biografía reciente, cf. M. Ortuño Martínez, Xavier Mina: guerrillero, liberal, insurgente (Pamplona, 2000).
29Para una discusión de estos esquemas, cf. P. Pascual, Curas y frailes guerrilleras en la Guerra de la Independencia (Zaragoza, 1999), págs. 71-81.
30«Reglamento según el que podrán erigirse las Cruzadas, si SM lo tuviese a bien», 30 de diciembre de 1809, A .HN Estado, leg. 41-A, No. 5 2 .
31La bibliografía sobre Cura Merino no es muy rica ni de seguro valor historiográfico. Las dos obras más recientes, sin embargo, son E. de Ontañón, El Cura Merino, su vida en folletín (Madrid, 1933), y JM Codón, Biografía y Crónica del Cura Merino (Burgos, 1986).
32El texto del Reglamento del General Lacy se encuentra en JM García-Rodríguez, Guerra de la Independencia: ensayo histórico-político de una epopeya española ( Barcelona, Caralt, 1945), II, pp. 292-293.
33Para el trasfondo de esta fuerza, cf. J. Fàbregas Roig, La Guerra Gran , 1793-1795: el protagonisme de Girona i la mobilització dels Miquelets (Lérida, 2000), y J. Fàbregas Roig, Catalunya i la Guerra Gran : l\’aportació dels corregiments meridionals (Tarragona, 2000) ). Sin embargo, el período 1808-14 todavía está pendiente de su monografía.
34García-Rodríguez , Guerra de la Independencia, II, pág. 293. Lit. \»Uno de los principales objetos de las partidas será la persecución y captura de desertores, ladrones y mal entretenidos, que deberán conducir al comandante de la división de tropas más cercanas.\»
35Reglamento para las partidas de guerrilla, 11 de julio de 1812, ICHM. Depósito de la Guerra , 1812/4; para el decreto de 1814, cf. Decretos del Rey Don Fernando VII (Madrid, 1818-46), I, págs. 96-9.
36Se pueden encontrar más comentarios sobre la guerra de propaganda en V. Scotti Douglas, \»Las “comisiones reservadas” de los confidentes de la Junta Central Suprema Gubernativa\», en J.A. Armillas (ed.), La Guerra de la Independencia : Estudios ( Zaragoza, 2001), I, págs. 165-190 .
37Lit. \»Cuando aprehendan a malos españoles, fuera de población, cuanto dinero, alhajas, ropas y efectos les encuentren será absolutamente suyo; pero deberá preceder una exacta justificación de ser malos.\»
38Lit. \»que servirán de recomendación a los comandantes, siempre que por separado no haya quejas fundadas de las mismas justicias que obren contra él\».
39Son, en orden cronológico, Reglamento para la reducción y reforma de las Juntas provinciales, 1 de enero de 1809; un decreto de 28 de febrero de 1809 que confirma una proclamación de la Junta Provincial de Valencia ; un manifiesto dirigido por la Junta Central al alto mando francés en defensa de la guerrilla; y un anteproyecto del decreto de julio de 1812.
40EgN Mahy al Ayuntamiento de Potes, 24 de septiembre de 1810, IHCM, Colección Duque de Bailén (en adelante IHCM. CDB), 15/11/1.
41Cfr., Por ejemplo, \’Exposición al Congreso Nacional del Estado Militar por Don Luis de Landáburu y Villanueva, Ayudante de Estado Mayor\’, 19 de julio de 1811, IHCM. 30/41/81.
42For an interesting discussion of this debate, cf. J.R. Aymes, ‘La guérrilla dans la lutte espagnole pour l’indépendance (1808-1814): amorce d’une théorie et avatars d’une pratique’, in Bulletin Hispanique, LXVIII, Nos. 3-4 (July-December 1976), pp. 337-338.
43Ordenanza que se ha de observar en el Principado de Asturias por todos los Comandantes de Partidas Sueltas, 29 May 1810, IHCM. CDB. 19/23/81.
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