La expedición a Dinamarca del Marqués de La Romana (1807-1808) (III). Fuga en Langeland y llegada a España

Tiempo de lectura: 38 minutos

Tropas españolas, según Knötel.

Siguiendo con nuestra serie sobre la expedición a Dinamarca del Marqués de La Romana, hoy os traemos la tercera y última parte, dedicada a la fuga del contingente del Marqués de La Romana gracias a la ayuda del contraalmirante Keats y los barcos de la Royal Navy. Los mandos franceses habían ordenado que los acantonamientos españoles en Dinamarca tendieran a disgregarse emplazando a las tropas españolas en pequeños destacamentos para guarnecer las costas de los ataques ingleses. Pero al mismo tiempo esas mismas tropas españolas que estaban diseminadas en Jutlandia y la isla de Fionia, por contra, vieron que se les facilitaba en gran medida el posible contacto con los barcos ingleses. Los ingleses tampoco desaprovecharon la oportunidad de influir en el estado de ánimo de las tropas españolas diseminando octavillas y panfletos por las playas danesas.

Este epilogo de la expedición viene marcado por varios episodios, inconexos entre sí, pero que conforman el gran lienzo de la huida: los contactos entre La Romana y Keats gracias a un capellán irlandés, los planes secretos de fuga, los rápidos movimientos de las tropas para acudir a las zonas señaladas de embarque, el motín de los regimientos de Asturias y Guadalajara en Zelandia, la fuga truncada de la caballería del regimiento de Algarve y el triste fin del capitán al mando, las marchas forzadas del regimiento de Zamora que recorrió cerca de 116 kilómetros en 21 horas para poder acudir al punto señalado, la lucha en el puerto Nyborg entre marinos ingleses y dos barcos daneses que bloqueaban el puerto y el embarque final de un total de casi 9.000 soldados españoles

Las circunstancias románticasVII de lo que podría llamarse «el escape de los españoles» han capturado singularmente la imaginación de los daneses durante los años que siguieron, con diferente bibliografía publicada; incluso hoy en día, se ha conservado en Dinamarca, la memoria muy viva en este dramático episodio. Con todo, para los daneses la huida de los españolas significó para ellos por una parte «una traición» ya que eran aliados que abandonaban su defensa, aunque económicamente también significó un alivio por el tremendo gasto para las arcas danesas de mantener el contingente de Bernadotte: menos soldados significan menos bocas. Para los franceses se frustraron las esperanzas de mantener una buena defensa de la zona con opciones de atentar contra Suecia, ya que con la huida de las tropas de La Romana, el valor operativo de su contingente quedó reducido drásticamente.

«El juramento de las tropas del Marqués de La Romana» (1870) – Óleo sobre lienzo, por Manuel Castellano.

LA FUGA DEL CONTINGENTE DE LA ROMANA

En España por contra, iba a sobrevenir lo inesperado y los acontecimientos de aquellos días con las intrigas de la familia real y la caída de Godoy podrían hacer mella en la moral del Cuerpo de la Romana y malograr los intereses franceses, aunque debido a las largas distancias y al aislamiento entre las unidades, la deserción en masa se antojaba imposible.I

El general de La Romana, creyó oportuno, para evitar mejor las sospechas, aumentar aparentemente la fidelidad con su testimonio: el 14 de junio firmó una carta en Nyborg redactada en los términos más brillantes. Sabía cómo engañar al príncipe de Ponte-Corvo sobre sus verdaderos sentimientos, y obtener su confianza y la de los daneses, a tal punto que varias compañías españolas formaban parte de la guardia personal del Mariscal y habían sido responsables de la defensa de Fionia. La carta pareció surtir efecto: por un decreto de 22 de junio de 1808, en Bayona, La Romana y el mariscal de campo Kindelán eran nombrados miembros de la Legión de Honor, en calidad de extranjeros.

Aprovechando su dominio de la isla de Fionia y con ello todas las facilidades que ello le daba, el general La Romana mantuvo algunos contactos con el Almirante Keats, comandante de la flota inglesa, y con don Rafael Lobo, oficial de la Armada Española enviado con él por la delegación de Asturias. Las tropas españolas estaban recibiendo las noticias por los periódicos franceses y casi no se creían que sus compatriotas pudieran aceptar dócilmente el nuevo estado de las cosas. Un despacho de Urquijo, Ministro de Relaciones Exteriores del rey José I, dirigida a La Romana requería el juramento de lealtad al nuevo rey. Los regimientos que estaban acantonados en Jutlandia, bajo el mando del mariscal de campo de KindelánII, prestaron el juramento sin una dificultad aparente; era el mismo que para las tropas de Fionia, mandadas por La Romana. Pero por el contrario La Romana, a través de un capellán  católico llamado James Robertson, continuó su correspondencia con el comandante de la flota inglesa, ansioso por no despertar cualquier sospecha.

Un oficial español, Fabregues, había sido enviado con despachos a Copenhague. En el camino de vuelta, se dirigió a la costa oeste de Zelanda, y se buscó allí unos pescadores para poder llegar lo antes posible a Langeland. Cuando estaba a pocos metros de la costa tomó un arma y exigió con amenazas el ser llevado al barco británico más cercano. Un sirviente español que estaba con él, relató la escena. Ambos llegaron a bordo del buque británico Edgar que había tomado parte en la batalla de Copenhague. A bordo de la nave, se reunió con un oficial de la Armada Española, don Rafael Lobo que había estado en Londres y había sido enviado con despachos de Inglaterra a la flota inglesa. Estas cartas dieron información sobre las condiciones en España en esos momentos. Una carta de Sir Richard Keats a La Romana fue enviada a Nyborg. El contraalmirante inglés sugirió Hindsholm como punto de embarque de las tropas españolas, pero esta propuesta fue rechazada por La Romana que prefirió Langeland como punto de embarque.10

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UN CAPELLÁN ESPÍA

Mientras tanto, aunque George Canning había confiado a uno de sus favoritos para hacer el contacto inicial, el ministro de guerra británico Lord Castlereagh recomendó -a la sugerencia de sir Arthur Wellesley- que la misión fuera confiada al padre James Robertson. Se creía que Robertson, un sacerdote católico irlandés, sería más capaz de ganar la confianza de los españoles en lugar de un oficial protestante británico. Llegando a la isla de Heligoland el 6 de junio, Robertson fue transportado a la costa alemana por un comerciante afecto, aunque tuvo varios encuentros con patrullas costeras francesas y agentes de aduanas antes de que pudiera hacer contacto con el primero de varios comerciantes amigos, que lo llevaría a su destino, la ciudad de Nyborg y al cuartel general del comandante del contingente español, el Marqués de La Romana. Pasando como un comerciante con regalos de chocolate y cigarros, Robertson fue capaz de conseguir una audiencia con La Romana. Al principio, al saber que Robertson era un agente británico recibió ciertas sospechas del general español, que creía que era un agente francés enviado para probar su lealtad. Sin embargo, el hecho de que el sacerdote recordara a un amigo mutuo y su descripción exacta bastó para satisfacer al general español, aunque estaba profundamente preocupado por la posibilidad de que se filtrara la reunión y pidió garantías de que Robertson no había revelado el propósito de su misión.

En una reunión posterior con La Romana se le informó de la detención del rey español y que Napoleón había entregado el trono español a su hermano José. Aunque expresó su opinión de que él y la mayoría de sus oficiales y hombres ya se habían cansado de su servicio para los franceses y estaban dispuestos a ser repatriados a España, pero que debido a la efectividad del bloqueo británico, su contingente se había dispersado entre las diversas islas así como la parte continental danesa y que dudaba de que fuera posible evacuar a toda su fuerza. Habiendo confirmado la voluntad de los españoles para ser evacuados, Robertson tuvo que contactar con uno de los buques de guerra británicos que patrullaban justo a la orilla. Esto resultó más difícil de lo que parecía y en otro momento, Robertson había sido capturado por una patrulla danesa. Eventualmente, pudo llamar la atención de la Marina y el 28 de julio Robertson estaba a bordo del Victoria e informó que no sólo los españoles esperaban ser rescatados, sino que los franceses sospechaban la situación y habían enviado tropas para vigilar el comportamiento de sus aliados españoles.I

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Contraalmirante Richard Goodwin Keats (c. 1817)

Los españoles en Zelandia tan pronto como supieron la atroz agresión que su tierra natal estaba sufriendo, que al instante formaron un círculo alrededor de sus banderas, y juraron de rodillas ser fieles a su país. Hombres poseídos de tales sentimientos, e inspirados por esa determinación de actuar, eran dignos de toda la ayuda que Inglaterra, con sus inmensos medios navales, podía permitirse. Afortunadamente sucedió, donde tanto dependía del celo y el ardor en la causa, que el oficial comandante británico en la proximidad de las tropas españolas era el Contraalmirante Keats. Además de su propio barco, el Superb, el contraalmirante tenía bajo sus órdenes el Brunswick y el Edgar de la misma fuerza, los capitanes Thomas Graves y James Macnamara, y cinco o seis navíos más pequeños en la zona del Gran Belt.

Pero Bernadotte recibió el primer aviso del complot por dos oficiales del regimiento de Algarve y un oficial de los cazadores catalanes. La denuncia de este último advirtió que toda la infantería y artillería, acantonadas en Fionia, habían recibido la orden de permanecer en la fortaleza de Nyborg, y dos regimientos de caballería en la isla de Faning. Bernadotte partió para Rendsbourg con el general Gérard, y llegado a su destino se enteró de la insurrección de los regimientos de Guadalajara y Asturias, destacados en Zelanda, bajo las órdenes de Fririón. Llegado a Kolding, Bernadotte pasó el pequeño Belt con las tropas francesas, continuó su marcha hasta Middelfart, precedido de un destacamento de caballería, que llega a tiempo de impedir el embarque del regimiento de caballería de Algarve.V

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EL CAPITÁN ANTONIO COSTA

Monumento a Antonio Costa. Iglesia de
Knud en Fredericia. Foto: Gert Larsen.

El regimiento español de caballería Algarve tenía sus cuarteles en Horsens y Aarhus, y a partir de aquí se juntó con dos escuadrones del regimiento de la Princesa, y el capitán Antonio CostaIV al mando de todo el contingente intentó la noche del 10 de agosto pasar por Snoghoj y tratar de pasar a Fionia y llegar a Nyborg. A su llegada al lugar de paso en Snoghøj al día siguiente por la mañana, lo encontraron ocupado por las tropas danesas y francesas, lo que impedía a los españoles poder escapar. Todos los barcos que se habían procurado se retiraron a excepción de unos pocos botes pequeños que lograron para huir de Middelfart y en el que fueron rápidamente capturados. Costa buscó un camino a lo largo de la playa hacia Lyngs Odde, pero no había barcos para poder embarcar y pronto se vieron rodeados por las tropas danesas y francesasV.

Cuando Antonio Costa se dio cuenta de que la situación era desesperada y la batalla estaba perdida, él avanzó de frente y hacia el coronel francés y le pidió clemencia para sus soldados, porque sólo habían actuado de acuerdo a sus órdenes. A continuación, tomó su espada y la presentó al coronel francés Biaunié como señal de rendición, pero este respondió: «Mantenga sus armas, ya que estamos siendo amigos y aliados». Bernadotte llegado al lugar le instó a que se rindiera sin condiciones o sus hombres serían diezmados. Antonio Costa, tomó su reloj y su billetera y se la dio a su ayudante personal, se volvió a sus soldados y con las palabras: «La culpa es mía. Saludar a España de Antonio Costa» y sacó su pistola y se disparó un tiro en la sien. Los franceses lo enterraron en el lugar donde cayó, pero tan mal que el cadáver estaba apenas cubierto por el suelo. El oficial danés Carl Bardenfleth consiguió desenterrar el cuerpo y llevarlo a Fredericia, donde fue enterrado por los soldados daneses en la plaza junto a la antigua entrada de la Iglesia Católica sobre el hastial oeste. El hecho de haberse suicidado fue probablemente la razón por la que no tuvo servicio religioso católico durante el funeral.


Cuando se construyó la primera escuela católica en 1848 la iglesia tuvo una nueva entrada, cuando se construyó la escuela junto con la iglesia. Por lo tanto, la escuela vino a descansar en la parte superior de la tumba. Por lo tanto, se trasladó a un rincón del jardín del vicario detrás de la iglesia, donde había estado previamente el cementerio que ahora iba a ser demolido. En el centenario del incidente en 1908, el lugar se renovó por dos ciudadanos de Fredericia que fueron llevados a la tumba abandonada para ser restaurada. También había hubo una colecta entre entre los oficiales del regimiento español, y se construyó la base para erigir una tumba con la inscripción: «Recuerdos a España de Antonio Costa + 11 de agosto de 1808».5

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De acuerdo con un plan concertado entre el contraalmirante y el Marqués de la Romana, este último  envió órdenes secretas para que todos sus regimientos se concentraran alrededor del puerto de Nyborg con la excusa de convencerles para que prestaran el juramento a José I y el 9 de agosto, con cerca de 6.000 hombres, tomó posesión de la fortaleza y la ciudad de Nyborg, en la isla de Fionia. Inmediatamente después Keats dirigió una carta al gobernador danés, prometiendo abstenerse de cualquier acto hostil u ofensivo, por lo que pedía un tratamiento similar de las tropas danesas y francesas, pero declarando que, si cualquier oposición se presentaba al embarque de las tropas españolas, tomaría medidas que conducirían eventualmente a la destrucción de la ciudad de Nyborg.

La guarnición danesa cedió prudentemente a las circunstancias; pero un bergantín danés de guerra, el Fama, de 18 cañones, y un guardacostas de 12 cañones, el Salorman, anclaron atravesando el puerto cerca la ciudad, y rechazaron todas las ofertas de no agresión. La reducción de esos barcos era absolutamente necesaria, y el general español no estando dispuesto a actuar hostilmente contra Dinamarca, pasó la iniciativa a los ingleses: los buques y barcos de menor tamaño fueron puestos bajo el mando del capitán Macnamara, que atacó y capturó tanto el bergantín como el guardacostas, con la pérdida para los británicos de un teniente (Robert Harvey, del Superb) y dos marineros heridos, y los daneses de siete muertos y 13 heridos. Debe mencionarse que las tropas españolas, irritadas por la oposición que sus nuevos aliados experimentaron en darles ayuda, ignoraron las medidas del general, y dispararon desde el fuerte varios disparos contra los buques daneses antes de que éste respondiera.

«Embarque del marqués de la Romana, 1809», por Juan Rodríguez Jiménez.

La expedición adquirió en ese momento la mayor urgencia, y ninguno de los buques de la línea, por circunstancias meteorológicas, pudo acercarse; el contraalmirante cambió su bandera a la bombardera Hound, del capitán Nicholas Lockyer, en el puerto. Cincuenta y siete balandras o doggers, encontradas en el puerto fueron tomadas por los marineros de la escuadra, bajo la dirección del capitán Macnamara; y en el transcurso de la misma noche y de la siguiente, el día 10, una gran parte de la artillería, equipaje, y la impedimenta de los españoles fueron embarcados, y se trasladaron al punto de Slypsharn, a cuatro millas de Nyborg, donde el ejército debía embarcarse.

Los capitanes Jackson y Lockyer se comprometieron a ejecutar este servicio y las tropas, habiendo embarcado sin incidente, en la mañana del día 11, estaban pronto bajo la protección de la escuadra británica en el fondeadero de la isla de Sproe. En el transcurso del mismo día más de 1.000 españoles se unieron a los barcos británicos por mar en Jutlandia; y otros 1.000 arribaron a Langeland, para reforzar la fortaleza de los españoles presentes en esa isla. 

Uno de los regimientos españoles en Jutlandia estaba situado muy remota y críticamente para admitir que sólo una parte pudiera intentar su huida; y los dos regimientos en la isla de Zelandia fueron desarmados, después de haber disparado al general francés Fririón y matado a uno de sus ayudas de campoVI. En Copenhague los eventos en Roskilde alarmaron enormemente, por temor a un ataque a la capital. Federico VI ordenó que las tropas danesas en Frederiksborg y Køge se reunieran para la defensa de la capital. Esta orden, sin embargo, pronto fue retirada, cuando los españoles dieron muestras que no tenían esa intención.

EL DESTINO DE LOS QUE NO EMBARCARON

«The London Gazette», de 24  de agosto de 1808
relatando la fuga de las tropas españolas.

Los daneses estaban furiosos y se quejaron al propio Napoleón el 11 de agosto. Éste contestó con una nota notablemente apologética a «mi hermano, el rey de Dinamarca», expresando su pesar por la imprudencia de poner a tropas sospechosas en un puesto tan importante y prometiéndole reemplazarlas. El mariscal Bernadotte, al mando de todos los ejércitos del norte de Alemania, escribió un emotivo llamamiento -soldado a soldado- echando la culpa al Marqués de la Romana a quien acusaba de «traición desconocida incluso entre los tártaros» y ofreciéndose a enviar a quien quisiera volver con sus familias, donde podían «convencerse del jubileo de toda España para el hermano del Gran Napoleón», pero ya era demasiado tarde.14

¿Qué pasó con todos aquellos soldados que no pudieron embarcarse?

Lógicamente las perspectivas no podían ser buenas para los que habían intentado huir. Los oficiales de los regimientos de Asturias y Guadalajara fueron encarcelados y las tropas conducidas al arsenal de Copenhague. Los oficiales, encerrados en la sentina de un bergantín con la advertencia que al menor amago de rebelión o intento de los ingleses de liberarlos, la escolta tenía orden de hundir el buque. Posteriormente fueron entregados a los franceses en Jutlandia y conducidos con destino a Francia como presos comunes, en un largo viaje, de cárcel en cárcel y de humillación en humillación. En el otoño de 1808 alcanzaron los españoles, bajo una fuerte vigilancia de policía, su destino, donde muchos fueron utilizados para trabajar en el canal en San Quintín, y donde la mayoría de ellos, estaban sentados en los fuertes en el Norte hasta el año 1814.

En la primavera de 1809, un oficio desde París del general Kindelán les invita a formar parte de un regimiento de españoles que se está formando en Aviñón, el «José Napoleón», con el núcleo de los soldados del Guadalajara y Asturias para tomar parte en la guerra de España, aunque finalmente las ordenes se retrasarían, fueron enviados a Holanda y finalmente formarían parte de la campaña de invasión de Rusia en el año 1812. 

Prisioneros de guerra españoles en Francia (01/01/1809) (4)

EL RETORNO A ESPAÑA

Los españoles se embarcaron en Nyborg, y los que escaparon de Jutlandia, fueron desembarcados en Langeland; el 19 de agosto, llegado el vicealmirante Sir James Saumarez, en Carlscrona que por una carta de Sir Richard Keats había sido informado de la llegada de Fabregues a la escuadra inglesa y de los planes españoles, con una parte de la flota de inglesa desde el Mar Báltico a la costa de Langeland, y Romana se desplazó para rendir una visita a Saumarez a bordo del famoso barco de Nelson HMS Victory, quien recibió a La Romana con la bandera de España en la parte superior del palo mayor y con una salva de cortesía de veintiún cañonazos.

Después de que los cañones de las baterías daneses que existían en la isla, había sido inutilizados, el 21 de agosto todos los españoles, que ascendían a cerca de 9.000 hombres, además de 230 mujeres y niños, por Steen Gade Beach. Sólo unos pocos cientos de caballos españoles quedaron sobrevivientes en Langeland, donde más tarde fueron transferidos a las tropas francesas en Svendborg. En la noche del 21 de agosto se levantó el ancla y mientras Sir James Saumarez con algunos buques de guerra ingleses volvió inmediatamente al mar Báltico para luchar contra los rusos, en los dos días siguientes se navegó con una mar en calma, que llevó lentamente a españoles e ingleses por el Gran Belt hacia el norte, con el convoy de Sir Richard Keats constituido por tres naves de guerra de línea, cuatro fragatas y siete bergantines.

James Saumarez
Relación de tropas rescatadas según el «Bell’s
Weekly Messenger» de 28 de agosto de 1808

Hubieron aún muchos retrasos en dejar estas tierras hostiles por el sol de España. El barón Christopher Toll, gobernador general de Escania y ministro plenipotenciario sueco, se negó el 27 de agosto a permitirles anclar en el puerto de Gotemburgo, ya que eran tropas extranjeras, y los mercaderes de Gotemburgo pedían tarifas exorbitantes para transportarlos a otra parte, por lo que se enviaron transportes expresamente desde Gran Bretaña para recogerlos de Suecia. En una nota con un tono feliz, Keats escribió a Pole, secretario del Almirantazgo, pidiendo que los oficiales de los barcos fueran recompensados ​​por la hospitalidad que habían extendido a los oficiales españoles y la recomendación de Pole fue que sus Señorías hicieran una «libre distribución».

Después de que las tropas fueran embarcadas en los barcos ingleses el 5 de septiembre, La  Romana dejó el mando de las tropas al Conde de San Román, y se fue a parlamentar con el Ministerio Inglés, a Londres el 7 de septiembre, donde fue recibido con el mayor entusiasmo y en unión con el embajador británico, Sir John Hookham, regresó a España. Las tropas españolas tras haber pasado por Skagerrak, por el Canal Inglés y por el Golfo de Vizcaya, iban a ser desembarcadas en Santander y La Coruña pero desembarcaron sólo en esta última el día 9 de octubre para seguir su lucha, esta vez en su tierra contra las tropas invasoras de Napoleón.

– – – – – – o – – – – – –

(I) – «il est nécessaire de dérober le plus longtemps possible à ces troupes la connaissance des événements. » (Carta de Napoleón del 29 de marzo). El mismo día, ordenó al Director General de Correos de retardar todas las cartas provenientes de España que le fueran destinadas. En otra carta del 13 de abril, « Les troupes espagnoles méritent quelque surveillance; il est nécessaire de les isoler, de manière que, dans aucun cas, elles ne puissent rien faire… ».

(II) – «Kindelan (Jean), d’origine irlandaise, né le 7 décembre 1709, à Pontevedra, province de Galice (Espagne). Nommé, par le roi d’Espagne Charles III, sous-lieutenant à la suite du régiment d’Irlande-Infanterie, le 1er février 1766, était élève au collège de Sorèze, en France. Sous-lieutenant en pied, le 24 octobre 1707; Lieutenant adjudant-major,le 21 décembre 1772; Rang de capitaine, le 16 février 1774; Capitaine titulaire, le 22 octobre 1775; Major,le 9 juillet 1790; Lieutenant-colonel, le 28 août 1793; Colonel du régiment d’Ultonia-Infanterie, le II juillet 1794; Brigadier, le 10 décembre 1795 ; Maréchal de camp, le 5 octobre 1802; Inspecteur général de toute l’infanterie de ligne étrangère, lf Il février IRu Commandant en 20 les troupes auxiliaires espagnoles envoyées en Allemagne en 1807, par ordre du roi Charles IV. Autorisé le 3 décembre 1808, après la défection du marquis de La Romana, à se rendre à Bordeaux pour y attendre les ordres de S. M. C. Chargé d’organiser et de commander provisoirement le régiment espagnol Joseph-Napoléon, par décret du 2 mai 1809; Nommé lieutenant-général par décret de S. M. C. du 14 novembre 1809; Admis au service de France, comme général de division, par décret du 12 mai 1812; (Inspecteur général des troupes espagnoles en France.) Naturalisé Français par ordonnance du 13 mai 1816; Retraité, le 7 décembre 1816; Décédé à Paris, le 13 novembre 1822.» 4

(III) – Por el celo y la habilidad que tuvo en llevar a un feliz término tan delicado y arduo servicio encomendado, el Contraalmirante Keats, inmediatamente después de su llegada a Inglaterra, fue nombrado Caballero de la Orden de Bath.2

(IV) – Antonio Costa (aunque parece que su apellido era Coste) nació en St. Laurent de Cerdanya, cerca de Perpiñán, en Francia en 1767. Era de una vieja familia noble española. La zona donde vivía había sido española hasta el año 1639. Durante la Revolución Francesa en 1789, la familia huyó a España y Antonio se presentó voluntariamente para ayudar a conquistar la zona de nuevo para España, intento que resultó infructuoso. Obtuvo la ciudadanía española en 1794. Puesto que la paz con Francia se firmó en 1796, ésta podía requerir a España los franceses revolucionarios que se habían refugiado en ella fueran entregados, pero Costa logró evitar la deportación y en su lugar huyó a Argentina. En 1804 se le dio permiso para regresar a España y sobrevivió a dos naufragios en el viaje de vuelta. Tenía la intención de no regresar y en su lugar se convirtió en capitán del regimiento de caballería Algarve. En 1805, el regimiento estaba estacionado en Etruria y más tarde se incluyó en el ejército español del general La Romana que se reunió en 1807 en el norte de Alemania. En 1808 estaba con el ejército español, enviado a Jutlandia para ayudar a Dinamarca contra los ingleses.

(V) – Ce mouvement fut si rapide que la cavalerie espagnole fut encore trouvée attendant des bateaux pour passer le Belt. Biaunié, officier d’une grande intrépidité, somma le commandant du régiment d’Algarve de faire mettre pied à terre à ses troupes et d’attendre les ordres du prince de Ponte-Corvo. L’Espagnol, voulant essayer d’une sorte de capitulation, demanda la vie sauve et le retour en Espagne. Le maréchal, qui arrivait en ce moment, fit répondre que s’il ne se rendait pas sans conditions, il allait faire fusiller tous les officiers et décimer les soldats. Alors le colonel espagnol, voyant que tout moyen de passage lui était interdit, s’avança vers le major Ameil et lui dit: «Je suis le seul coupable, car mes soldats n’ont fait que m’obéir, c’est moi qui les ai entraînés.» A ces mots, prenant un pistolet à l’arçon de sa selle, il ajouta tris distinctement en se tournant vers les cavaliers: « Je vous ai trompés, je m’en punis.» Et cet officier se brùla la cervelle. On sut presque aussitôt que c’était un émigré languedocien au service d’Espagne; il se nommait Acosta.» (Tou-CHARD-LAFOSSE: Histoire de Charles XIV, Jean Bernadotte, roi de Suède et de Norvège, Paris, 1838, t. II.)

(VI) – En Zelanda la mayoría de tropas fueron alojadas en Roskilde y Bidstrupgårds Hovmark. Desde el anuncio de la toma de juramento por su jefe, el francés Fririon, provocó la revuelta de los dos regimientos, irrumpiendo en el patio del palacio y disparando contra las ventanas donde el general Fririon junto con el personal francés, y algunos oficiales daneses estaban alojados. El oficial danés Frederik d’Origny, que hablaba español, volvió en sí y trató de hablar a los soldados enfurecidos, mientras que oficiales franceses de Tvende se precipitaban en el patio del palacio para defender a su jefe, pero uno de ellos, Marabail, fue traspasado por los bayonetazos de soldados furiosos, y uno de los españoles le dió el tiro de gracia. El otro oficial fue rescatado por el capitán d’Origny, más tarde, Napoleón le condecoró por este acto de valor.

(VII) – Ces événements ont inspiré à Prosper Mérimée une charmante pièce du théâtre de Clara Gazul, dont la fantaisie n’exclut pas certains détails historiques d’une scrupuleuse exactitude: Les Espagnols en Danemark,- en un prologue et trois journées.


Fuentes:

1) – «The Royal Navy in the Baltic from 1807-1812» – David J. (David John) Raymond, Electronic Theses, Treatises and Dissertations, Florida State University Libraries, 2010
2) – «The naval history of Great Britain from the declaration of war by France in 1793 to the accession of George IV» – William James, Vol. V, Richard Bentley, New Burlington Street, 1837
3) – «Soldados españoles en Rusia (1806-1813). El Regimiento Guadalaxara» – Ignacio Fernández de Bobadilla Bufalá, FUNDAMU, Barcelona, 2004
4) – «Les Espagnols à la Grande-Armée. Le corps de la Romana (1807-1808)» – Commandant P. Boppe, Impr. Berger-Levraulty et Cie, Nancy, 1898
5) – http://www.fredericiashistorie.dk/html/fredericia/steder/htm/Antonio_Costas_grav.htm
6) – http://www.perezreverte.com/articulo/patentes-corso/441/una-tumba-en-dinamarca/
7) – https://da.wikisource.org/wiki/Spanierne_i_Danmark
8) – http://www.anettesverden.com/langeland/page2/files/page2_1.jpg
9) – http://www.fredericiahistorie.dk/side/spansk-officersgrav
10) – http://www.stenboye.dk/spanioler/Spaniol00.htm
11) – «The European Magazine, and London Review» – Vol. 54, July to December, James Asperne, 1808
12) – «Admiral Sir James Saumarez – Sweden’s Friendliest Enemy», 1808-1812″ – Tim Voelcker, 2013
13) – «The Parliamentary Debates from the year 1803 to the present time». Vol. VI, London 1806
14) – «Admiral Saumarez Versus Napoleon: The Baltic, 1807-1812» – Tim Voelcker, Wolfbridge, Suffolk, UK/ Rochester, NY: Boydell Press, 2008.
15) – http://www.belt.es/noticiasmdb/HOME2_noticias.asp?id=5974

Imágenes:

a) – Fotografía del autor – Museo del Ejército (Toledo)
b) – By John Jackson – National Maritime Museum, Greenwich, London, Public Domain, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=10826182
c) – De Juan Rodríguez Jiménez – [2], Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=29103791
d) – De Edwin Williams – http://www.nmmprints.com/lowres/108/main/8/391878.jpg, Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=31132001
e) – «Les Espagnols à la Grande-Armée. Le corps de la Romana (1807-1808)» – Commandant P. Boppe, Impr. Berger-Levraulty et Cie, Nancy, 1898

Un comentario en “La expedición a Dinamarca del Marqués de La Romana (1807-1808) (III). Fuga en Langeland y llegada a España

  1. […] (****) – A la materialización de la fuga del contingente de la Romana contribuyeron en gran medida el gobierno y la flota ingleses, así como un espía católico irlandés a su servicio, el padre James Robertson, que se entrevistó con La Romana y ganándose su confianza garantizó el contacto entre la flota inglesa y el comandante español, para poder coordinar un plan de fuga. Para más información: La expedición a Dinamarca del Marqués de La Romana (1807-1808) (III). Fuga en Langeland y llegada …. […]

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