El ejército español en Hamburgo en 1807-1808, por Th. Holtzmann

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De resultas de la Cuarta Guerra de Coalición y la doble derrota prusiana en Jena y Auerstedt, el 14 de octubre de 1806, la captura de la ciudad de Lübeck y la capitulación del mariscal Blücher1 cerca de Ratkau, las tropas francesas llegaron finalmente al territorio de Hamburgo2 y para evitar males mayores para la ciudad, la contribución pedida por los franceses se arregló finalmente con una cantidad que costaría a las arcas del erario público 368.000 francos de la época.

Sorpresivamente para sus habitantes, las primeras tropas francesas que entraron en la ciudad de Hamburgo3 fueron 2.000 hombres de infantería italiana y 600 soldados de caballería holandeses que fueron alojados no sin dificultades en la ciudad. Pero con el tiempo las tropas se diseminaron por las poblaciones vecinas y posteriormente entraron las primeras tropas francesas del general de división Boudet (el 19º regimiento de infantería y el 23º regimiento de chasseurs à cheval).

Pero la sorpresa de los hamburgueses continuaría con la llegada en junio de un contingente de soldados bajitos, corpulentos, con aire despreocupado y bonachón, de miradas tranquilas y a menudo curiosas. El relato de dicha entrada y su estancia posterior en la ciudad nos lo relata Th. Holtzmann en su libro «Das spanische Militär in Hamburg 1807-1808«.

LOS ESPAÑOLES DEL CONTINGENTE DE LA ROMANA EN HAMBURGO

Pedro Caro y Sureda, III marqués de la Romana, por Eduardo Carrió (b)

El 12 de junio de 1807, las tropas españolas llegaron por vez primera a la ciudad de Hanover y el 23 de julio el nuevo gobernador del emperador para las regiones hanseáticas, el Príncipe de Ponte-Corvo (el mariscal francés Bernadotte, futuro rey de Suecia), hizo su entrada en Hamburgo. El príncipe estaba acompañado en aquellos momentos por el marqués de la Romana4, general en jefe de las Reales Tropas Españolas, y semanas más tarde, el 4 de agosto, llegaron los primeros soldados españoles, que consistían en unos 200 soldados catalanes con un capitán y dos tenientes, que fueron alojados en la zona del mercado de caballos.

Aparecieron sin embargo los primeros roces en dicho lugar de algunos soldados con los ciudadanos y aunque el intendente local trató el tema con esperada discreción, el marqués de la Romana también tuvo que usar sus dotes de persuasión para calmar los ánimos, disculpándose ante los agredidos y castigando a los culpables, granjeándose así las primeras muestras de respeto entre los habitantes. También ordenó que, en situaciones similares, el intendente enviara siempre una guardia compuesta por ocho hombres y dos suboficiales del regimiento de Barcelona y un intérprete de español (Philipp Bonhiver, hijo de un capitán español de la Real Guardia de Alabarderos) para atemperar los ánimos de los soldados. Al mismo tiempo, se prohibió a los soldados españoles que portaran cuchillos.

El 8 de agosto de 1807 tuvo lugar un gran espectáculo para los habitantes de la villa hanseática, la entrada del cuerpo de ejército español del marqués de la Romana, formado por los regimientos de línea Cataluña y Barcelona, así como los regimientos de granaderos de La Princesa5, Guadalajara, Zamora y Asturias. Le seguía un regimiento de cazadores a pie, los regimientos de cazadores a caballo de Almansa y Villaviciosa, los regimientos de dragones del Infante, del Rey y Algarve, varios batallones de artillería del Extremadura, uno de mineros-zapadores, y el cuerpo de pioneros junto con muchos vehículos del ejército y carros de proveedores, y toda una procesión de conductores de mulas. Incluso mujeres y niños en gran número acompañaban a los soldados.

Un plano de la ciudad de Hamburgo en 1800, con algunos de los edificios y lugares que se comentan en el texto. El paseo del Jungfernstieg que se menciona es la estrecha franja que discurre entre el Alster Sea y el Kleine Alster (b)

Los soldados españoles pronto se convirtieron en invitados muy populares en Hamburgo, eran muchachos jóvenes y vivaces, y en general corpulentos, firmes, reservados, poco exigentes, satisfechos con poco pero también más generosos, de naturaleza muy sumisa, pero también bastante supersticiosa y sensual. Siempre alegres y de buen humor, especialmente cuando la gente trataba de entender su idioma. Primeramente los soldados tuvieron recelos al ser la ciudad de Hamburgo una ciudad protestante, pero pronto los recelos religiosos se olvidaron y se volvieron amistosos y confiados congraciándose con las locales familias a través de su amor por los niños.

A menudo recorrían las calles a lomos de sus mulas, sentados de lado a la manera de las mujeres, o más tarde, cuando llegaba el invierno, recostados sobre el hielo, que les ofrecía una diversión muy extraña, se alegraban sólo al sonreír con los niños que los aclamaban. Pronto se convirtieron en los más íntimos de los compañeros de casa en sus aposentos, los trabajadores más duros en la cocina y la bodega, y los mimados de la clase sirvienta femenina; apenas habían pasado dos meses cuando no se encontraba una casa en la que los criados, especialmente las criadas, no supieran hacerse entender con los soldados españoles, lo que antes había sido mucho más difícil con los italianos y los franceses.

Los trajes de los soldados españoles, especialmente en los domingos y las fiestas católicas, eran coloridos y ricamente adornados con galones dorados; los oficiales bajo un gran sombrero triangular de mariscal, con medias de seda blanca y zapatos de charol con hebillas, una espada de salón muy larga y delicada al costado, montaban sus pequeños caballos andaluces para dar un paseo y estaban visiblemente complacidos en el paseo marítimo de Jungfernstieg6 cuando la gente se admiraba y maravillaba con su colorido uniforme; tampoco era raro que un oficial a caballo apareciera con un paraguas rojo cuando hacía mal tiempo. Los soldados comunes vestidos de manera más sencilla, a menudo caricaturesca, la parte inferior del cuerpo en ropa de civil y la parte superior en ropa militar, sentados en la mula, encantados, cómodos con el cigarro en la boca, en el paseo a la vista del espectador.

Eran muy amantes de la música en especial de los ritmos jenízaros (NT: ¿árabes?), y entonaban alegremente sus cánticos nacionales aunque también con otros cánticos tendían a la melancolia al verse lejos de su patria y en tales ocasiones había una expresión exterior de orgullo en sus movimientos.

Sus excesos en Hamburgo fueron menores que los de las otras tropas, y tales excesos se debieron principalmente a su carácter celoso. Apasionados por los juegos de cartas, ni siquiera las entradas de las iglesias se libraron de ellos. Un domingo por la tarde, durante el servicio, unos soldados del Regimiento de Barcelona a las puertas de la Iglesia Jacobi, frente a la casa del pastor, se dispusieron a jugar a las cartas. Cuando intentaron arrestarlos, se precipitaron por la iglesia y causaron tal alboroto que el pastor tuvo que dejar de predicar. También en este caso habló posteriormente el marqués de la Romana que expresó personalmente su pesar y emitió una orden del día:

«En lo sucesivo, todos los soldados españoles cuando pasen por una iglesia, presentarán armas o, en su defecto, se quitarán el tocado, sea gorra o gorro de uniforme».

La fachada renacentista del Kaisershof, alrededor de 1790 (c)

El general en jefe de todas las tropas españolas, marqués de la Romana, tenía una fisonomía de lo más significativa, mostrándose como un español genuino y orgulloso con su presencia. Su conversación sorprendió a la gente de Hamburgo con su conocimiento de la literatura alemana ya que años atrás había estudiado en Leipzig; era cuidadoso en sus discursos y sobre todo evitaba cualquier contacto con la política. Mostró claramente cómo le disgustaba ser una carga para los demás; era extremadamente amable y cortés con sus anfitriones. Sorprendió a la mujer de la casa donde se aposentaba cuando se mudó a su residencia permanente en el Hotel Kaiserhof en el Ness, con una preciosa joya que él mismo había ayudado a seleccionar de un joyero para una dama a la que admiraba mucho.

El 15 de agosto de 1807 se celebró por primera vez en Hamburgo el cumpleaños de Napoleón y se ofreció a los habitantes de Hamburgo un magnífico espectáculo militar de los soldados extranjeros, con el Príncipe de Ponte–Corvo en el campo del Espíritu Santo pasando una gran revista de todas las tropas francesas y españolas acuarteladas aquí y en las inmediaciones al mando del Marqués de la Romana. Con música y tambores, todos los regimientos con banderas ondeantes, los oficiales con uniformes tachonados de oro sobre caballos bellamente enjaezados, los soldados con los trajes más limpios y coloridos, de todas partes de la ciudad y sus alrededores, marcharon hacia la revista en el campo desde la madrugada. Por la noche se celebró el cumpleaños del Emperador de Francia a expensas de la ciudad en el Salón Apolo con un gran baile paré7, una gran iluminación y una cena con 400 cubiertos, presidida por el Príncipe de Ponte-Corvo y el Marqués de la Romana. El salón estaba adornado con pinturas circulares que representaban las regiones más exquisitas del Principado de Ponte-Corvo en Italia, y estaba iluminado con miles de velas de cera.

Pero se desplegaron más tropas en la zona y a principios de setiembre, el contingente de 40.000 hombres, compuesto por franceses, españoles, italianos y holandeses, se concentró bajo el mando del Príncipe de Ponte-Corvo entre los ríos Trave, Elba y Weser. Hamburgo se convirtió en una gran plaza de armas donde se pasaba revista en las plazas públicas y en las calles se escuchaban constantemente tambores y silbatos. El 3 de septiembre se colocó en las esquinas de las calles un aviso relativo a la alimentación de los oficiales, suboficiales y soldados extranjeros, publicado por orden del Príncipe de Ponte-Corvo en alemán, francés y español:

Orden del dia
del 8 vo cuerpo del gran exercito en el
Quartel general de Hamburgo.

Los Sargentos, Cabos y Soldados rasos non podran exigir de los Patrones, para su alimentacion diaria, sino:

1 – Media libra de carne buena

2 – Libra y media de pan

3 – Versas8 o legumbres, o sino arroz

4 – Una limeta9 de cerveza

5 – una copita de aguardiente

Si los arriba citados militares quisieran obligar al Patron a darlés mas, seran castigados.

El presente mandato continuara nuevamente a executarse.

Hamburgo, a 3 de Setiembre de 1807.

Par orden de S. A. S. el S.
Principe de Ponte-Corvo,
el General, Xefe del Estado mayor-general
Gerard.


La relación entre la población y los españoles en particular se hizo muy amistosa gracias a su buena y respetable conducta y cuando el 11 de noviembre el marqués de la Romana, con motivo de la celebración del cumpleaños del rey de España, se proclamó un día de celebración para todos los soldados españoles, toda la población celebró este día con ellos, y las banderas españolas amarillas y rojas ondeaban a menudo junto a las de la ciudad. Por la noche el marqués ofreció un espléndido baile en el Salón Apolo, en presencia del Príncipe de Ponte-Corvo. El salón, espléndidamente iluminado, con emblemas militares y enteramente adornado con cristales de espejo (a un costo de 90.000 francos), también contenía una decoración de todas las banderas de los Estados de la Confederación del Rin; debajo de éstos había una mesa de 500 cubiertos, en la que intervinieron el príncipe y el marqués, junto con su generalidad en uniforme de gala, así como todas las autoridades de la ciudad. Esto también contribuyó al hecho de que los españoles disfrutaran de mayor popularidad aquí, y también en otros aspectos se ganaron la atención de la gente de Hamburgo.

Un Oficial del regimiento Guadalajara, y otro de caballería en uniforme de gala.

Su modestia continuada, su carácter serio y su comportamiento honroso hasta caballeresco con las mujeres y las niñas, así como la forma en que éstas permanecían indiferentes a sus costumbres y sus creencias y pululaban llenas de sentidos sentimientos por Dios y su patria, sus casi patriarcales hábitos, así como su sencillez y franqueza les ganaron en todas partes una simpatía que todavía fue recordada calurosamente por todos los hamburgueses durante mucho tiempo. Las clases trabajadoras asistían con toda seriedad a sus grandes misas, que celebraban de manera solemne en las plazas públicas y luego, durante las estaciones más duras, en espaciosos edificios, por ejemplo, en el granero de Schuback en Cremon y en el campo, en la casa del jefe de la comunidad de Tatenberg.

El baile era la diversión favorita de los soldados: los salones, grandes o pequeños, eran tan frecuentados por ellos que a menudo llegaban demasiado tarde a sus cuarteles, perturbaban la paz de los residentes y, finalmente, incluso cometían violaciones. Por lo tanto, el Senado de la ciudad emitió una notificación, como antes, en alemán, francés y español, contra la admisión de suboficiales y soldados rasos de la tropa aquí acuartelados en las pistas de baile y tabernas en la ciudad y su área a partir de las 19 horas.


Botones de uniformes españoles cerca de Hamburgo

Arqueólogos voluntarios de Mecklemburgo-Pomerania Occidental se dedican a la búsqueda de restos arqueológicos, como los que encontraron Ricky y Danny Vogt cerca de Boizenburg (Elbe) y la cercana Bahlen.

Una pieza de Boizenburg lleva la inscripción CAVALL.A ALGARBE. Sin embargo, el regimiento no estaba estacionado en Boizenburg y sus alrededores. Primero estuvo en Vierlanden (15 de septiembre de 1807), luego en Stade (15 de diciembre de 1807) y Harburg (1 de marzo de 1808). Por lo tanto, se puede suponer que el botón actual probablemente llegó a Boizenburg durante una marcha o una ocasión similar con una estadía breve.

Las otras tres piezas están etiquetadas como REYNA (= Reina) Fueron recuperadas cerca de Boizenburg y el cercano Bahlen. Sin embargo, la inscripción por sí sola no es suficiente para asignar de forma fiable los tres botones a una unidad. 

En el ejército de España alrededor de 1800, varios regimientos llevaban el nombre de «de la Reina», uno en la infantería y tres en la caballería. En general, es problemático ya que en 1807/08 ninguno de los cuatro regimientos de la ‘Reina’ estaba con el Cuerpo de la Romana en el norte de Alemania. 

Sin embargo, esta aparente contradicción podría resolverse con relativa facilidad. Las tropas que se dirigieron al norte en 1807 fueron reforzadas con dotaciones nominales gracias a las donaciones de otras unidades. Es revelador en este punto que el regimiento de caballería de línea «del Rey», recibió caballos del regimiento de caballería de línea «de la Reina» cuando marchaba vía Burgos, a los que los presentes botones pueden tener relación. 

No se pudo determinar si, además de los corceles, también los jinetes cambiaron de unidad. Es posible, pero igualmente probable que los uniformes viejos o excedentes o partes de los mismos fueran entregados, quizás también por la infantería. Quizás los botones del uniforme se perdieron durante los descansos de la marcha, pero quizás también durante las caminatas fuera de servicio. [2]

*Fig. 1: Boizenburg, distrito de Ludwigslust-Parchim. Botón de uniforme del Regimiento de Caballería del Algarve. Aleación de cobre con lámina de plata repujada aplicada, 17 mm aprox., 1,78 g. Foto: LAKD MV, Arqueología Estatal, S. Suhr. / Fig. 2: Boizenburg, distrito de Ludwigslust-Parchim. Botón de uniforme de un regimiento denominado ‘de la Reina’. Las marcas del fabricante son visibles en la parte posterior. Aleación de cobre, aproximadamente 15 mm, 2,36 g. Foto: LAKD MV, Arqueología Estatal, S. Suhr.


Por las noches, el acuartelamiento y el toque de silencio parecían despertar más atractivo por las tardes en el pueblo que en los soldados. Generalmente tenía lugar una hora después de que se cerrara la puerta, después del anochecer, el tambor mayor tenía consigo todos los tambores de uno o más regimientos, de 30 a 40 o incluso más tambores, alineados en el gran Neumarkt, desde donde los acompañaba con un tamborileo constante ejerciendo todos los movimientos hábiles y posibles con su gran bastón ricamente adornado, marchando al paso hasta sus alojamientos. Los otros tambores tocaban juntos o individualmente en sus cuarteles que a menudo se encontraban en partes distantes de la ciudad.

Los españoles tenían un cuerpo de música con tambores, y esta música vespertina militar diaria era acompañada por las calles por la gente que entraba y salía, a menudo hasta 200 personas de ambos sexos de todas las clases de la población, para el particular deleite de la lozana juventud de la época, que participaba en innumerables ocasiones. Por el lado militar, se emitió la orden de que, en un momento determinado después de este recital de tambores, el baile en todos los salones y posadas tenía que parar. Para asegurarse de que esta orden se cumpliera, las patrullas debían recorrer los salones de baile. Sin embargo, lo poco que se podía confiar en las patrullas para llevarse a sus propios camaradas de la pista de baile solo se puede ver en la continuación de tantos incidentes de ese tipo, de los que todavía se habló a menudo en años posteriores10.

Varias escenas divertidas tuvieron lugar cuando llegó la primera nevada en noviembre; los soldados españoles catalanes y andaluces nunca habían visto caer la nieve11.

Cuando por fin se detuvo el hielo del Alster, el observador vio una imagen muy divertida de nuestros muchachos enseñando a los españoles a deslizarse y patinar. Así transcurrió el invierno de forma tolerable para las tropas españolas, celebrando con la gente de Hamburgo la celebración de la Navidad y el comienzo del nuevo año de manera popular.

Después de que estallara la guerra entre Suecia y Dinamarca a finales de febrero de 1808, en la que Inglaterra se puso del lado de Suecia, el primer destacamento del ejército francés combinado recibió órdenes de apoyar a Dinamarca contra Suecia, desde Hamburgo vía Altona y Blankenese hasta Holstein – bajo el mando del Príncipe de Ponte-Corvo – y el 5 de marzo casi todos los regimientos españoles abandonaron Hamburgo para operar en el norte. La despedida de los españoles fue conmovedora para la población femenina de las clases serviles y para la querida juventud de Hamburgo. Las criadas de Hamburgo derramaron muchas lágrimas por los alegres e inocentes jóvenes españoles, y todo Hamburgo rezumaba simpatía, preocupado por su destino futuro.

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1El propio Blücher llegó más tarde a Hamburgo como prisionero y permaneció allí hasta que fue canjeado por el general francés Víctor el 18 de marzo de 1807.

2El coronel Almeille apareció con una tropa de cazadores a caballo transportando prisioneros y heridos el 16 de noviembre en Hamm (a dos días a pie de Hamburgo), se instaló allí en la casa del jardín de un senador, vendió parte del botín que había tomado en Lübeck y amenazó con ocupar la ciudad de Hamburgo.

3La ciudad de Hamburgo era miembro de la medieval Liga Hanseática, una ciudad estado libre del Sacro Imperio Romano, siendo brevemente anexionada por Napoleón entre 1810 y 1814, como capital del departamento de las Bouches-de-l’Elbe. Durante la campaña de 1813 el mariscal Davout fue encargado de organizar la defensa de Hamburgo desde mes de mayo contra fuerzas aliadas combinadas rusas, alemanas y suecas, tarea a la que el talentoso mariscal se aplicó contra viento y marea, de una manera férrea y negándose a rendirse incluso después de la abdicación de Napoleón, sospechando que era una treta enemiga. Finalmente solo rindió la ciudad cuando llegaron noticias del nuevo gobierno provisional el 27 de mayo de 1814.

4Pedro Caro y Sureda, marqués de la Romana, nacido en 1761 en Sevilla, muerto en 1811 en Santarém.

5El Regimiento de granaderos de La Princesa era uno de los más destacados cuerpos de la tropa, que el nuevo rey español José, hermano de Napoleón, consideraba especialmente sospechoso por su fervor patriótico. Por lo tanto, Napoleón había ordenado enviarlo hacia el norte, lo envió en marchas forzadas directamente a través de Francia y a través del Rin hasta el norte de Alemania, y así, después de prolongadas dificultades, la ciudad de Hamburgo se convirtió en la primera guarnición permanente de este regimiento desde que dejó España.

6Un paseo grandioso y elegante a orillas de los lagos Alster, Jungfernstieg cuenta en la actualidad con tiendas y lugares de interés turístico.

7Vendría a ser un como un baile de etiqueta, con vestimenta muy arreglada.

8¿Verduras?

9Botella de vientre ancho y corto, y cuello bastante largo. (R.A.E.)

10Una tarde apareció una patrulla de soldados españoles en un salón de baile en el casco antiguo y encontró a varios de los compañeros de armas de su propio regimiento bailando alegremente; por persuasión, los primeros deciden participar en el baile. Una hora más tarde llegó una segunda patrulla, que no lo hizo mejor, y si hubiera llegado todo el regimiento, el baile no se habría detenido durante la noche, si no fuera por los celos propios de los españoles con respecto al sexo femenino, por una reyerta general en que habían incurrido, por lo que se descubrió el delito de ambas patrullas y terminó con la aparición de algunos oficiales con soldados de otro regimiento y arrestando a los peores pendencieros y a los jefes de patrulla, y enviando a los demás soldados a sus cuarteles bajo aviso.

11Marianne Prell describe con encanto una escena así en sus «Memorias de la época francesa»: Los españoles estaban haciendo ejercicio en el prado frente a la puerta de piedra cuando empezó a nevar. Era evidente el asombro de los soldados españoles; cogieron los copos de nieve en sus manos y se sorprendieron al verlos derretirse instantáneamente. Luego persiguieron los copos, pero su mejor diversión fue después, cuando todo el prado estaba por la mañana lleno de nieve, para luego bombardearse unos a otros con bolas de nieve como los muchachos de Hamburgo. Nunca habían experimentado tanta diversión en la nieve en la cálida España.


Fuentes:

1 – «Das spanische Militär in Hamburg 1807-1808» – Th. Holtzmann, Verlag von Jürgensen&Becker, Hamburg, 1907

2 – https://www.kulturwerte-mv.de/Landesarchaeologie/Fund-des-Monats/Bisherige-Beitr%C3%A4ge/2017-03-Spanische-Uniformkn%C3%B6pfe-%E2%80%93-Napoleonischen-Kriege/?fbclid=IwAR11KUsz1G1DYZw4a693KFYaHFqu1FQlz9gy-MpelU_FU-x8coiNX2PYUzA

Imágenes:

a – «Das spanische Militär in Hamburg 1807-1808» – Th. Holtzmann, Verlag von Jürgensen&Becker, Hamburg, 1907

b – De Vicente López Portaña – [2], Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=45769725

c – https://mapas.owje.com/13609_un-plano-de-la-ciudad-de-hamburgo-1800.html

d – https://www.kulturwerte-mv.de/Landesarchaeologie/Fund-des-Monats/Bisherige-Beitr%C3%A4ge/2017-03-Spanische-Uniformkn%C3%B6pfe-%E2%80%93-Napoleonischen-Kriege/?fbclid=IwAR11KUsz1G1DYZw4a693KFYaHFqu1FQlz9gy-MpelU_FU-x8coiNX2PYUzA

La expedición a Dinamarca del Marqués de La Romana (1807-1808) (III). Fuga en Langeland y llegada a España

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Tropas españolas, según Knötel.

Siguiendo con nuestra serie sobre la expedición a Dinamarca del Marqués de La Romana, hoy os traemos la tercera y última parte, dedicada a la fuga del contingente del Marqués de La Romana gracias a la ayuda del contraalmirante Keats y los barcos de la Royal Navy. Los mandos franceses habían ordenado que los acantonamientos españoles en Dinamarca tendieran a disgregarse emplazando a las tropas españolas en pequeños destacamentos para guarnecer las costas de los ataques ingleses. Pero al mismo tiempo esas mismas tropas españolas que estaban diseminadas en Jutlandia y la isla de Fionia, por contra, vieron que se les facilitaba en gran medida el posible contacto con los barcos ingleses. Los ingleses tampoco desaprovecharon la oportunidad de influir en el estado de ánimo de las tropas españolas diseminando octavillas y panfletos por las playas danesas.

Este epilogo de la expedición viene marcado por varios episodios, inconexos entre sí, pero que conforman el gran lienzo de la huida: los contactos entre La Romana y Keats gracias a un capellán irlandés, los planes secretos de fuga, los rápidos movimientos de las tropas para acudir a las zonas señaladas de embarque, el motín de los regimientos de Asturias y Guadalajara en Zelandia, la fuga truncada de la caballería del regimiento de Algarve y el triste fin del capitán al mando, las marchas forzadas del regimiento de Zamora que recorrió cerca de 116 kilómetros en 21 horas para poder acudir al punto señalado, la lucha en el puerto Nyborg entre marinos ingleses y dos barcos daneses que bloqueaban el puerto y el embarque final de un total de casi 9.000 soldados españoles

Las circunstancias románticasVII de lo que podría llamarse «el escape de los españoles» han capturado singularmente la imaginación de los daneses durante los años que siguieron, con diferente bibliografía publicada; incluso hoy en día, se ha conservado en Dinamarca, la memoria muy viva en este dramático episodio. Con todo, para los daneses la huida de los españolas significó para ellos por una parte «una traición» ya que eran aliados que abandonaban su defensa, aunque económicamente también significó un alivio por el tremendo gasto para las arcas danesas de mantener el contingente de Bernadotte: menos soldados significan menos bocas. Para los franceses se frustraron las esperanzas de mantener una buena defensa de la zona con opciones de atentar contra Suecia, ya que con la huida de las tropas de La Romana, el valor operativo de su contingente quedó reducido drásticamente.

«El juramento de las tropas del Marqués de La Romana» (1870) – Óleo sobre lienzo, por Manuel Castellano.

LA FUGA DEL CONTINGENTE DE LA ROMANA

En España por contra, iba a sobrevenir lo inesperado y los acontecimientos de aquellos días con las intrigas de la familia real y la caída de Godoy podrían hacer mella en la moral del Cuerpo de la Romana y malograr los intereses franceses, aunque debido a las largas distancias y al aislamiento entre las unidades, la deserción en masa se antojaba imposible.I

El general de La Romana, creyó oportuno, para evitar mejor las sospechas, aumentar aparentemente la fidelidad con su testimonio: el 14 de junio firmó una carta en Nyborg redactada en los términos más brillantes. Sabía cómo engañar al príncipe de Ponte-Corvo sobre sus verdaderos sentimientos, y obtener su confianza y la de los daneses, a tal punto que varias compañías españolas formaban parte de la guardia personal del Mariscal y habían sido responsables de la defensa de Fionia. La carta pareció surtir efecto: por un decreto de 22 de junio de 1808, en Bayona, La Romana y el mariscal de campo Kindelán eran nombrados miembros de la Legión de Honor, en calidad de extranjeros.

Aprovechando su dominio de la isla de Fionia y con ello todas las facilidades que ello le daba, el general La Romana mantuvo algunos contactos con el Almirante Keats, comandante de la flota inglesa, y con don Rafael Lobo, oficial de la Armada Española enviado con él por la delegación de Asturias. Las tropas españolas estaban recibiendo las noticias por los periódicos franceses y casi no se creían que sus compatriotas pudieran aceptar dócilmente el nuevo estado de las cosas. Un despacho de Urquijo, Ministro de Relaciones Exteriores del rey José I, dirigida a La Romana requería el juramento de lealtad al nuevo rey. Los regimientos que estaban acantonados en Jutlandia, bajo el mando del mariscal de campo de KindelánII, prestaron el juramento sin una dificultad aparente; era el mismo que para las tropas de Fionia, mandadas por La Romana. Pero por el contrario La Romana, a través de un capellán  católico llamado James Robertson, continuó su correspondencia con el comandante de la flota inglesa, ansioso por no despertar cualquier sospecha.

Un oficial español, Fabregues, había sido enviado con despachos a Copenhague. En el camino de vuelta, se dirigió a la costa oeste de Zelanda, y se buscó allí unos pescadores para poder llegar lo antes posible a Langeland. Cuando estaba a pocos metros de la costa tomó un arma y exigió con amenazas el ser llevado al barco británico más cercano. Un sirviente español que estaba con él, relató la escena. Ambos llegaron a bordo del buque británico Edgar que había tomado parte en la batalla de Copenhague. A bordo de la nave, se reunió con un oficial de la Armada Española, don Rafael Lobo que había estado en Londres y había sido enviado con despachos de Inglaterra a la flota inglesa. Estas cartas dieron información sobre las condiciones en España en esos momentos. Una carta de Sir Richard Keats a La Romana fue enviada a Nyborg. El contraalmirante inglés sugirió Hindsholm como punto de embarque de las tropas españolas, pero esta propuesta fue rechazada por La Romana que prefirió Langeland como punto de embarque.10

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UN CAPELLÁN ESPÍA

Mientras tanto, aunque George Canning había confiado a uno de sus favoritos para hacer el contacto inicial, el ministro de guerra británico Lord Castlereagh recomendó -a la sugerencia de sir Arthur Wellesley- que la misión fuera confiada al padre James Robertson. Se creía que Robertson, un sacerdote católico irlandés, sería más capaz de ganar la confianza de los españoles en lugar de un oficial protestante británico. Llegando a la isla de Heligoland el 6 de junio, Robertson fue transportado a la costa alemana por un comerciante afecto, aunque tuvo varios encuentros con patrullas costeras francesas y agentes de aduanas antes de que pudiera hacer contacto con el primero de varios comerciantes amigos, que lo llevaría a su destino, la ciudad de Nyborg y al cuartel general del comandante del contingente español, el Marqués de La Romana. Pasando como un comerciante con regalos de chocolate y cigarros, Robertson fue capaz de conseguir una audiencia con La Romana. Al principio, al saber que Robertson era un agente británico recibió ciertas sospechas del general español, que creía que era un agente francés enviado para probar su lealtad. Sin embargo, el hecho de que el sacerdote recordara a un amigo mutuo y su descripción exacta bastó para satisfacer al general español, aunque estaba profundamente preocupado por la posibilidad de que se filtrara la reunión y pidió garantías de que Robertson no había revelado el propósito de su misión.

En una reunión posterior con La Romana se le informó de la detención del rey español y que Napoleón había entregado el trono español a su hermano José. Aunque expresó su opinión de que él y la mayoría de sus oficiales y hombres ya se habían cansado de su servicio para los franceses y estaban dispuestos a ser repatriados a España, pero que debido a la efectividad del bloqueo británico, su contingente se había dispersado entre las diversas islas así como la parte continental danesa y que dudaba de que fuera posible evacuar a toda su fuerza. Habiendo confirmado la voluntad de los españoles para ser evacuados, Robertson tuvo que contactar con uno de los buques de guerra británicos que patrullaban justo a la orilla. Esto resultó más difícil de lo que parecía y en otro momento, Robertson había sido capturado por una patrulla danesa. Eventualmente, pudo llamar la atención de la Marina y el 28 de julio Robertson estaba a bordo del Victoria e informó que no sólo los españoles esperaban ser rescatados, sino que los franceses sospechaban la situación y habían enviado tropas para vigilar el comportamiento de sus aliados españoles.I

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Contraalmirante Richard Goodwin Keats (c. 1817)

Los españoles en Zelandia tan pronto como supieron la atroz agresión que su tierra natal estaba sufriendo, que al instante formaron un círculo alrededor de sus banderas, y juraron de rodillas ser fieles a su país. Hombres poseídos de tales sentimientos, e inspirados por esa determinación de actuar, eran dignos de toda la ayuda que Inglaterra, con sus inmensos medios navales, podía permitirse. Afortunadamente sucedió, donde tanto dependía del celo y el ardor en la causa, que el oficial comandante británico en la proximidad de las tropas españolas era el Contraalmirante Keats. Además de su propio barco, el Superb, el contraalmirante tenía bajo sus órdenes el Brunswick y el Edgar de la misma fuerza, los capitanes Thomas Graves y James Macnamara, y cinco o seis navíos más pequeños en la zona del Gran Belt.

Pero Bernadotte recibió el primer aviso del complot por dos oficiales del regimiento de Algarve y un oficial de los cazadores catalanes. La denuncia de este último advirtió que toda la infantería y artillería, acantonadas en Fionia, habían recibido la orden de permanecer en la fortaleza de Nyborg, y dos regimientos de caballería en la isla de Faning. Bernadotte partió para Rendsbourg con el general Gérard, y llegado a su destino se enteró de la insurrección de los regimientos de Guadalajara y Asturias, destacados en Zelanda, bajo las órdenes de Fririón. Llegado a Kolding, Bernadotte pasó el pequeño Belt con las tropas francesas, continuó su marcha hasta Middelfart, precedido de un destacamento de caballería, que llega a tiempo de impedir el embarque del regimiento de caballería de Algarve.V

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EL CAPITÁN ANTONIO COSTA

Monumento a Antonio Costa. Iglesia de
Knud en Fredericia. Foto: Gert Larsen.

El regimiento español de caballería Algarve tenía sus cuarteles en Horsens y Aarhus, y a partir de aquí se juntó con dos escuadrones del regimiento de la Princesa, y el capitán Antonio CostaIV al mando de todo el contingente intentó la noche del 10 de agosto pasar por Snoghoj y tratar de pasar a Fionia y llegar a Nyborg. A su llegada al lugar de paso en Snoghøj al día siguiente por la mañana, lo encontraron ocupado por las tropas danesas y francesas, lo que impedía a los españoles poder escapar. Todos los barcos que se habían procurado se retiraron a excepción de unos pocos botes pequeños que lograron para huir de Middelfart y en el que fueron rápidamente capturados. Costa buscó un camino a lo largo de la playa hacia Lyngs Odde, pero no había barcos para poder embarcar y pronto se vieron rodeados por las tropas danesas y francesasV.

Cuando Antonio Costa se dio cuenta de que la situación era desesperada y la batalla estaba perdida, él avanzó de frente y hacia el coronel francés y le pidió clemencia para sus soldados, porque sólo habían actuado de acuerdo a sus órdenes. A continuación, tomó su espada y la presentó al coronel francés Biaunié como señal de rendición, pero este respondió: «Mantenga sus armas, ya que estamos siendo amigos y aliados». Bernadotte llegado al lugar le instó a que se rindiera sin condiciones o sus hombres serían diezmados. Antonio Costa, tomó su reloj y su billetera y se la dio a su ayudante personal, se volvió a sus soldados y con las palabras: «La culpa es mía. Saludar a España de Antonio Costa» y sacó su pistola y se disparó un tiro en la sien. Los franceses lo enterraron en el lugar donde cayó, pero tan mal que el cadáver estaba apenas cubierto por el suelo. El oficial danés Carl Bardenfleth consiguió desenterrar el cuerpo y llevarlo a Fredericia, donde fue enterrado por los soldados daneses en la plaza junto a la antigua entrada de la Iglesia Católica sobre el hastial oeste. El hecho de haberse suicidado fue probablemente la razón por la que no tuvo servicio religioso católico durante el funeral.


Cuando se construyó la primera escuela católica en 1848 la iglesia tuvo una nueva entrada, cuando se construyó la escuela junto con la iglesia. Por lo tanto, la escuela vino a descansar en la parte superior de la tumba. Por lo tanto, se trasladó a un rincón del jardín del vicario detrás de la iglesia, donde había estado previamente el cementerio que ahora iba a ser demolido. En el centenario del incidente en 1908, el lugar se renovó por dos ciudadanos de Fredericia que fueron llevados a la tumba abandonada para ser restaurada. También había hubo una colecta entre entre los oficiales del regimiento español, y se construyó la base para erigir una tumba con la inscripción: «Recuerdos a España de Antonio Costa + 11 de agosto de 1808».5

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De acuerdo con un plan concertado entre el contraalmirante y el Marqués de la Romana, este último  envió órdenes secretas para que todos sus regimientos se concentraran alrededor del puerto de Nyborg con la excusa de convencerles para que prestaran el juramento a José I y el 9 de agosto, con cerca de 6.000 hombres, tomó posesión de la fortaleza y la ciudad de Nyborg, en la isla de Fionia. Inmediatamente después Keats dirigió una carta al gobernador danés, prometiendo abstenerse de cualquier acto hostil u ofensivo, por lo que pedía un tratamiento similar de las tropas danesas y francesas, pero declarando que, si cualquier oposición se presentaba al embarque de las tropas españolas, tomaría medidas que conducirían eventualmente a la destrucción de la ciudad de Nyborg.

La guarnición danesa cedió prudentemente a las circunstancias; pero un bergantín danés de guerra, el Fama, de 18 cañones, y un guardacostas de 12 cañones, el Salorman, anclaron atravesando el puerto cerca la ciudad, y rechazaron todas las ofertas de no agresión. La reducción de esos barcos era absolutamente necesaria, y el general español no estando dispuesto a actuar hostilmente contra Dinamarca, pasó la iniciativa a los ingleses: los buques y barcos de menor tamaño fueron puestos bajo el mando del capitán Macnamara, que atacó y capturó tanto el bergantín como el guardacostas, con la pérdida para los británicos de un teniente (Robert Harvey, del Superb) y dos marineros heridos, y los daneses de siete muertos y 13 heridos. Debe mencionarse que las tropas españolas, irritadas por la oposición que sus nuevos aliados experimentaron en darles ayuda, ignoraron las medidas del general, y dispararon desde el fuerte varios disparos contra los buques daneses antes de que éste respondiera.

«Embarque del marqués de la Romana, 1809», por Juan Rodríguez Jiménez.

La expedición adquirió en ese momento la mayor urgencia, y ninguno de los buques de la línea, por circunstancias meteorológicas, pudo acercarse; el contraalmirante cambió su bandera a la bombardera Hound, del capitán Nicholas Lockyer, en el puerto. Cincuenta y siete balandras o doggers, encontradas en el puerto fueron tomadas por los marineros de la escuadra, bajo la dirección del capitán Macnamara; y en el transcurso de la misma noche y de la siguiente, el día 10, una gran parte de la artillería, equipaje, y la impedimenta de los españoles fueron embarcados, y se trasladaron al punto de Slypsharn, a cuatro millas de Nyborg, donde el ejército debía embarcarse.

Los capitanes Jackson y Lockyer se comprometieron a ejecutar este servicio y las tropas, habiendo embarcado sin incidente, en la mañana del día 11, estaban pronto bajo la protección de la escuadra británica en el fondeadero de la isla de Sproe. En el transcurso del mismo día más de 1.000 españoles se unieron a los barcos británicos por mar en Jutlandia; y otros 1.000 arribaron a Langeland, para reforzar la fortaleza de los españoles presentes en esa isla. 

Uno de los regimientos españoles en Jutlandia estaba situado muy remota y críticamente para admitir que sólo una parte pudiera intentar su huida; y los dos regimientos en la isla de Zelandia fueron desarmados, después de haber disparado al general francés Fririón y matado a uno de sus ayudas de campoVI. En Copenhague los eventos en Roskilde alarmaron enormemente, por temor a un ataque a la capital. Federico VI ordenó que las tropas danesas en Frederiksborg y Køge se reunieran para la defensa de la capital. Esta orden, sin embargo, pronto fue retirada, cuando los españoles dieron muestras que no tenían esa intención.

EL DESTINO DE LOS QUE NO EMBARCARON

«The London Gazette», de 24  de agosto de 1808
relatando la fuga de las tropas españolas.

Los daneses estaban furiosos y se quejaron al propio Napoleón el 11 de agosto. Éste contestó con una nota notablemente apologética a «mi hermano, el rey de Dinamarca», expresando su pesar por la imprudencia de poner a tropas sospechosas en un puesto tan importante y prometiéndole reemplazarlas. El mariscal Bernadotte, al mando de todos los ejércitos del norte de Alemania, escribió un emotivo llamamiento -soldado a soldado- echando la culpa al Marqués de la Romana a quien acusaba de «traición desconocida incluso entre los tártaros» y ofreciéndose a enviar a quien quisiera volver con sus familias, donde podían «convencerse del jubileo de toda España para el hermano del Gran Napoleón», pero ya era demasiado tarde.14

¿Qué pasó con todos aquellos soldados que no pudieron embarcarse?

Lógicamente las perspectivas no podían ser buenas para los que habían intentado huir. Los oficiales de los regimientos de Asturias y Guadalajara fueron encarcelados y las tropas conducidas al arsenal de Copenhague. Los oficiales, encerrados en la sentina de un bergantín con la advertencia que al menor amago de rebelión o intento de los ingleses de liberarlos, la escolta tenía orden de hundir el buque. Posteriormente fueron entregados a los franceses en Jutlandia y conducidos con destino a Francia como presos comunes, en un largo viaje, de cárcel en cárcel y de humillación en humillación. En el otoño de 1808 alcanzaron los españoles, bajo una fuerte vigilancia de policía, su destino, donde muchos fueron utilizados para trabajar en el canal en San Quintín, y donde la mayoría de ellos, estaban sentados en los fuertes en el Norte hasta el año 1814.

En la primavera de 1809, un oficio desde París del general Kindelán les invita a formar parte de un regimiento de españoles que se está formando en Aviñón, el «José Napoleón», con el núcleo de los soldados del Guadalajara y Asturias para tomar parte en la guerra de España, aunque finalmente las ordenes se retrasarían, fueron enviados a Holanda y finalmente formarían parte de la campaña de invasión de Rusia en el año 1812. 

Prisioneros de guerra españoles en Francia (01/01/1809) (4)

EL RETORNO A ESPAÑA

Los españoles se embarcaron en Nyborg, y los que escaparon de Jutlandia, fueron desembarcados en Langeland; el 19 de agosto, llegado el vicealmirante Sir James Saumarez, en Carlscrona que por una carta de Sir Richard Keats había sido informado de la llegada de Fabregues a la escuadra inglesa y de los planes españoles, con una parte de la flota de inglesa desde el Mar Báltico a la costa de Langeland, y Romana se desplazó para rendir una visita a Saumarez a bordo del famoso barco de Nelson HMS Victory, quien recibió a La Romana con la bandera de España en la parte superior del palo mayor y con una salva de cortesía de veintiún cañonazos.

Después de que los cañones de las baterías daneses que existían en la isla, había sido inutilizados, el 21 de agosto todos los españoles, que ascendían a cerca de 9.000 hombres, además de 230 mujeres y niños, por Steen Gade Beach. Sólo unos pocos cientos de caballos españoles quedaron sobrevivientes en Langeland, donde más tarde fueron transferidos a las tropas francesas en Svendborg. En la noche del 21 de agosto se levantó el ancla y mientras Sir James Saumarez con algunos buques de guerra ingleses volvió inmediatamente al mar Báltico para luchar contra los rusos, en los dos días siguientes se navegó con una mar en calma, que llevó lentamente a españoles e ingleses por el Gran Belt hacia el norte, con el convoy de Sir Richard Keats constituido por tres naves de guerra de línea, cuatro fragatas y siete bergantines.

James Saumarez
Relación de tropas rescatadas según el «Bell’s
Weekly Messenger» de 28 de agosto de 1808

Hubieron aún muchos retrasos en dejar estas tierras hostiles por el sol de España. El barón Christopher Toll, gobernador general de Escania y ministro plenipotenciario sueco, se negó el 27 de agosto a permitirles anclar en el puerto de Gotemburgo, ya que eran tropas extranjeras, y los mercaderes de Gotemburgo pedían tarifas exorbitantes para transportarlos a otra parte, por lo que se enviaron transportes expresamente desde Gran Bretaña para recogerlos de Suecia. En una nota con un tono feliz, Keats escribió a Pole, secretario del Almirantazgo, pidiendo que los oficiales de los barcos fueran recompensados ​​por la hospitalidad que habían extendido a los oficiales españoles y la recomendación de Pole fue que sus Señorías hicieran una «libre distribución».

Después de que las tropas fueran embarcadas en los barcos ingleses el 5 de septiembre, La  Romana dejó el mando de las tropas al Conde de San Román, y se fue a parlamentar con el Ministerio Inglés, a Londres el 7 de septiembre, donde fue recibido con el mayor entusiasmo y en unión con el embajador británico, Sir John Hookham, regresó a España. Las tropas españolas tras haber pasado por Skagerrak, por el Canal Inglés y por el Golfo de Vizcaya, iban a ser desembarcadas en Santander y La Coruña pero desembarcaron sólo en esta última el día 9 de octubre para seguir su lucha, esta vez en su tierra contra las tropas invasoras de Napoleón.

– – – – – – o – – – – – –

(I) – «il est nécessaire de dérober le plus longtemps possible à ces troupes la connaissance des événements. » (Carta de Napoleón del 29 de marzo). El mismo día, ordenó al Director General de Correos de retardar todas las cartas provenientes de España que le fueran destinadas. En otra carta del 13 de abril, « Les troupes espagnoles méritent quelque surveillance; il est nécessaire de les isoler, de manière que, dans aucun cas, elles ne puissent rien faire… ».

(II) – «Kindelan (Jean), d’origine irlandaise, né le 7 décembre 1709, à Pontevedra, province de Galice (Espagne). Nommé, par le roi d’Espagne Charles III, sous-lieutenant à la suite du régiment d’Irlande-Infanterie, le 1er février 1766, était élève au collège de Sorèze, en France. Sous-lieutenant en pied, le 24 octobre 1707; Lieutenant adjudant-major,le 21 décembre 1772; Rang de capitaine, le 16 février 1774; Capitaine titulaire, le 22 octobre 1775; Major,le 9 juillet 1790; Lieutenant-colonel, le 28 août 1793; Colonel du régiment d’Ultonia-Infanterie, le II juillet 1794; Brigadier, le 10 décembre 1795 ; Maréchal de camp, le 5 octobre 1802; Inspecteur général de toute l’infanterie de ligne étrangère, lf Il février IRu Commandant en 20 les troupes auxiliaires espagnoles envoyées en Allemagne en 1807, par ordre du roi Charles IV. Autorisé le 3 décembre 1808, après la défection du marquis de La Romana, à se rendre à Bordeaux pour y attendre les ordres de S. M. C. Chargé d’organiser et de commander provisoirement le régiment espagnol Joseph-Napoléon, par décret du 2 mai 1809; Nommé lieutenant-général par décret de S. M. C. du 14 novembre 1809; Admis au service de France, comme général de division, par décret du 12 mai 1812; (Inspecteur général des troupes espagnoles en France.) Naturalisé Français par ordonnance du 13 mai 1816; Retraité, le 7 décembre 1816; Décédé à Paris, le 13 novembre 1822.» 4

(III) – Por el celo y la habilidad que tuvo en llevar a un feliz término tan delicado y arduo servicio encomendado, el Contraalmirante Keats, inmediatamente después de su llegada a Inglaterra, fue nombrado Caballero de la Orden de Bath.2

(IV) – Antonio Costa (aunque parece que su apellido era Coste) nació en St. Laurent de Cerdanya, cerca de Perpiñán, en Francia en 1767. Era de una vieja familia noble española. La zona donde vivía había sido española hasta el año 1639. Durante la Revolución Francesa en 1789, la familia huyó a España y Antonio se presentó voluntariamente para ayudar a conquistar la zona de nuevo para España, intento que resultó infructuoso. Obtuvo la ciudadanía española en 1794. Puesto que la paz con Francia se firmó en 1796, ésta podía requerir a España los franceses revolucionarios que se habían refugiado en ella fueran entregados, pero Costa logró evitar la deportación y en su lugar huyó a Argentina. En 1804 se le dio permiso para regresar a España y sobrevivió a dos naufragios en el viaje de vuelta. Tenía la intención de no regresar y en su lugar se convirtió en capitán del regimiento de caballería Algarve. En 1805, el regimiento estaba estacionado en Etruria y más tarde se incluyó en el ejército español del general La Romana que se reunió en 1807 en el norte de Alemania. En 1808 estaba con el ejército español, enviado a Jutlandia para ayudar a Dinamarca contra los ingleses.

(V) – Ce mouvement fut si rapide que la cavalerie espagnole fut encore trouvée attendant des bateaux pour passer le Belt. Biaunié, officier d’une grande intrépidité, somma le commandant du régiment d’Algarve de faire mettre pied à terre à ses troupes et d’attendre les ordres du prince de Ponte-Corvo. L’Espagnol, voulant essayer d’une sorte de capitulation, demanda la vie sauve et le retour en Espagne. Le maréchal, qui arrivait en ce moment, fit répondre que s’il ne se rendait pas sans conditions, il allait faire fusiller tous les officiers et décimer les soldats. Alors le colonel espagnol, voyant que tout moyen de passage lui était interdit, s’avança vers le major Ameil et lui dit: «Je suis le seul coupable, car mes soldats n’ont fait que m’obéir, c’est moi qui les ai entraînés.» A ces mots, prenant un pistolet à l’arçon de sa selle, il ajouta tris distinctement en se tournant vers les cavaliers: « Je vous ai trompés, je m’en punis.» Et cet officier se brùla la cervelle. On sut presque aussitôt que c’était un émigré languedocien au service d’Espagne; il se nommait Acosta.» (Tou-CHARD-LAFOSSE: Histoire de Charles XIV, Jean Bernadotte, roi de Suède et de Norvège, Paris, 1838, t. II.)

(VI) – En Zelanda la mayoría de tropas fueron alojadas en Roskilde y Bidstrupgårds Hovmark. Desde el anuncio de la toma de juramento por su jefe, el francés Fririon, provocó la revuelta de los dos regimientos, irrumpiendo en el patio del palacio y disparando contra las ventanas donde el general Fririon junto con el personal francés, y algunos oficiales daneses estaban alojados. El oficial danés Frederik d’Origny, que hablaba español, volvió en sí y trató de hablar a los soldados enfurecidos, mientras que oficiales franceses de Tvende se precipitaban en el patio del palacio para defender a su jefe, pero uno de ellos, Marabail, fue traspasado por los bayonetazos de soldados furiosos, y uno de los españoles le dió el tiro de gracia. El otro oficial fue rescatado por el capitán d’Origny, más tarde, Napoleón le condecoró por este acto de valor.

(VII) – Ces événements ont inspiré à Prosper Mérimée une charmante pièce du théâtre de Clara Gazul, dont la fantaisie n’exclut pas certains détails historiques d’une scrupuleuse exactitude: Les Espagnols en Danemark,- en un prologue et trois journées.


Fuentes:

1) – «The Royal Navy in the Baltic from 1807-1812» – David J. (David John) Raymond, Electronic Theses, Treatises and Dissertations, Florida State University Libraries, 2010
2) – «The naval history of Great Britain from the declaration of war by France in 1793 to the accession of George IV» – William James, Vol. V, Richard Bentley, New Burlington Street, 1837
3) – «Soldados españoles en Rusia (1806-1813). El Regimiento Guadalaxara» – Ignacio Fernández de Bobadilla Bufalá, FUNDAMU, Barcelona, 2004
4) – «Les Espagnols à la Grande-Armée. Le corps de la Romana (1807-1808)» – Commandant P. Boppe, Impr. Berger-Levraulty et Cie, Nancy, 1898
5) – http://www.fredericiashistorie.dk/html/fredericia/steder/htm/Antonio_Costas_grav.htm
6) – http://www.perezreverte.com/articulo/patentes-corso/441/una-tumba-en-dinamarca/
7) – https://da.wikisource.org/wiki/Spanierne_i_Danmark
8) – http://www.anettesverden.com/langeland/page2/files/page2_1.jpg
9) – http://www.fredericiahistorie.dk/side/spansk-officersgrav
10) – http://www.stenboye.dk/spanioler/Spaniol00.htm
11) – «The European Magazine, and London Review» – Vol. 54, July to December, James Asperne, 1808
12) – «Admiral Sir James Saumarez – Sweden’s Friendliest Enemy», 1808-1812″ – Tim Voelcker, 2013
13) – «The Parliamentary Debates from the year 1803 to the present time». Vol. VI, London 1806
14) – «Admiral Saumarez Versus Napoleon: The Baltic, 1807-1812» – Tim Voelcker, Wolfbridge, Suffolk, UK/ Rochester, NY: Boydell Press, 2008.
15) – http://www.belt.es/noticiasmdb/HOME2_noticias.asp?id=5974

Imágenes:

a) – Fotografía del autor – Museo del Ejército (Toledo)
b) – By John Jackson – National Maritime Museum, Greenwich, London, Public Domain, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=10826182
c) – De Juan Rodríguez Jiménez – [2], Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=29103791
d) – De Edwin Williams – http://www.nmmprints.com/lowres/108/main/8/391878.jpg, Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=31132001
e) – «Les Espagnols à la Grande-Armée. Le corps de la Romana (1807-1808)» – Commandant P. Boppe, Impr. Berger-Levraulty et Cie, Nancy, 1898

La expedición a Dinamarca del Marqués de La Romana (1807-1808) (I). Antecedentes y preparativos

Tiempo de lectura: 20 minutos.

Los soldados españoles fumaban
por lo general cigarros en vez
de utilizar las habituales pipas
 de arcilla como sus homólogos
europeos.

El envío de contingente militares a otros países en misión de paz o directamente de ocupación es unfenómeno no deseado pero frecuente hoy en día. Nuestros soldados estaban repartidos a finales de enero de 2015 en 14 operaciones militares repartidas por distintas partes del mundo, principalmente Oriente Próximo y África, con un despliegue de 2.100 militares y guardias civiles en 12 países.

Por contra, hace unos 210 años y por motivos bien diferentes, una expedición de tropas españolas partió desde España e Italia rumbo a Dinamarca, al mando del Marqués de La Romana, siendo su cometido principal el de apoyar como aliados a las tropas francesas, aunque en realidad fuera el ser una fuerza de ocupación en el país nórdico.

Lo singular de su expedición no fueron sus indecisos inicios o su desarrollo por los caminos de Centroeuropa, sino su repentino y forzado final, con la huida de la mayoría de su contingente en barcos ingleses con tintes de guión hollywoodiense, lo que le llevó a ser una de las epopeyas más singulares en que se vieron envueltas tropas españolas en la época napoleónica.  

El tema ya ha sido abordado extensamente en varias publicaciones españolas y extranjeras (a destacar la excelente «Un eco de Clarines», de Albi, Stampa y Silvela), por lo que nuestro objetivo no es tanto explicar una «nueva» expedición, sino tratar de sintetizarla con un enfoque actual y sobre todo tratar de contrastar con fuentes del país nórdico las historias y vivencias de sus verdaderos protagonistas, los soldados de a pie que tomaron parte y que provocó que escritores daneses como Steen Blicher y el narrador Hans Christian Andersen dejaran sus impresiones idealizadas de esa reunión particular entre el Sur y el Norte y que tanto impactó en Próspero Merimée (el afamado autor de «Carmen») como para dedicarle una comedia titulada «Les espagnols en Danemarck».

Hoy os traemos la primera parte, que dedicamos a sus antecedentes y planificación, en la segunda entrada trataremos propiamente el asedio de Stralsund y la ocupación en Dinamarca y el contacto con sus habitantes para finalizar con su precipitada huida en los barcos de la Royal Navy.

ANTECEDENTES

Manuel Godoy (a)

La Francia Imperial ya en 1805 había pedido a Godoy el envío de caballería e infantería española para que guarnecieran la línea del Rin. El valido se negó en ese momento a satisfacer las pretensiones militares francesas, aunque se cooperaría económicamente.

El Emperador Napoleón sabía que antes del resultado de la batalla de Jena, España había hecho considerables esfuerzos por aumentar su armamento; cansada ​​del yugo de una alianza a todas luces gravosa con Francia y por temor a que las colonias de ultramar se levantaran a la llamada de Inglaterra, la corte de Madrid (viendo en esos momentos a Francia lidiar con Prusia), pensó que había llegado el momento de separarse del águila imperial francesa.

Sin embargo, mantuvo sus planes en secreto y le dio al embajador francés como explicaciones para esta actividad militar sus proyectos contra Portugal y contra Gibraltar; en realidad, el Príncipe de la Paz se reunió en secreto con los ministros de Prusia y Rusia. El 6 de octubre de 1806, una proclama llamaba a las armas a toda la nación y parecía declarar la guerra a Francia, a pesar de no nombrarla explícitamente en ningún momento. El desenlace de Jena (14 de octubre de 1806) interfirió en estos proyectos, y el emperador supo la verdad por los despachos del ministro prusiano en Madrid, que fue capaz de leer él mismo en Berlín. Pese a hallarse en campaña frente a Rusia, cuyas tropas estaban avanzando en Polonia, no mostraba abiertamente su descontento con la corte de Madrid y parecía convencido de su lealtad; pero sin duda era consciente que, a partir de ese momento, se convertía en poco menos que peligroso dejar en su retaguardia un gobierno presto por si mismo o a instancias de otros a oír las sugerencias interesadas de un enemigo tan peligroso como Inglaterra.

Maria Luisa de Borbón (b)

Por otra parte, Napoleón no estaba contento con la actitud de la reina de EtruriaI, que buscaba apoyos en Roma y abría sus puertos sin disimulo a las mercancías de los barcos ingleses; ya María Luisa había pedido a su padre Carlos IV que la apoyara en la situación política que sus estados parecían requerir, y un pequeño ejército compuesto por varios regimientos de infantería y caballeríaII fue enviado bajo el mando del general Gonzalo O’Farrill y Herrera, atravesando la frontera francesa a mediados de noviembre de 1805 y llegando a finales de febrero y principios de marzo a Italia. Dichas unidades, de hecho, reemplazaban a las unidades francesas que hasta ese momento protegían dicho reino.

El Tratado de San IldefonsoIII rubricado el 18 de agosto de 1796, dio al Emperador francés una rápida solución a estas dificultades. Le permitió confiscar en su provecho el armamento que la corte de Madrid había reunido contra él, despojar a España de sus mejores tropas y al mismo tiempo dejar a Etruria, un enclave incómodo en el reino de Italia, sin las tropas españolas que la reina había hecho entrar en lugar de las francesas. En efecto, Napoleón  no podía dudar, y no dudó.  Rápidamente la petición fue enviada por despacho urgente al gobierno español el mes de marzo de 1807. La respuesta del gobierno español fue afirmativa, aunque provocó no pocas tensiones entre el valido Godoy y el rey Carlos IV. El primero era partidario de entrar en guerra contra Francia como respuesta a la petición, pero el rey finalmente se plegó a aceptar la petición.

Finalmente, a pesar de algunos subterfugios que utilizó para retrasar la marcha de las tropas demandadas, el Príncipe de la Paz envió un cuerpo expedicionario de unos 14.000 soldados a Alemania, al mando de D. Pedro Caro y Sureda, IIIer Marqués de La RomanaIV; se sumó al bloqueo continental contra Inglaterra, con el que Napoleón pretendía ahogar económicamente a un país cuya economía se basaba en el comercio; y no tuvo ningún escrúpulo en poner a la venta, previa autorización papal, una séptima parte del patrimonio de la Iglesia española para contribuir al esfuerzo militar francés.

EL COMIENZO DE LA EXPEDICIÓN

EL COMIENZO DE LA EXPEDICIÓN

Pedro Caro y Sureda (c)

Desde Posen, el 15 de diciembre, Napoleón escribió a Talleyrand, para llevar a cabo las operaciones de traslado del contingente con el que parecía su objetivo inicial, las costas de Hanover, para vigilar prevenir un posible desembarco inglés: 

«L’occupation de Hambourg et des ports du Nord est l’opération qui influera le plus sur la paix maritime, et obligera le plus les Anglais à renoncer à leur système et à nous restituer nos colonies. Je renouvelle au roi l’engagement de lui faire rendre les siennes. Je demande le secours de 4.000 hommes de cavalerie et de 10,000 hommes d’infanterie, avec 25 pièces de canon attelées, pour former un corps d’observation du côté du Hanovre et s’opposer à l’armée anglaise qui voudrait débarquer et forcer le blocus. Les 6,000 Espagnols qui sont en Italie pourraient faire partie de ce corps; ils se mettraient en marche par le Tyrol. L’autre partie traverserait la France. Du moment qu’ils seraient arrivés sur le territoire italien ou français, je me chargerais de leur entretien; le roi d’Espagne n’aura que la solde à payer.«(1)

Napoleón daba una importante prioridadV al paso de las tropas españolas por Francia. Ordenó a su embajador en Madrid que hiciera todo lo posible para acelerar la partida de las tropas y el Virrey de Italia recibió análogas instrucciones para las etapas de las tropas de Etruria.

Pero el 3 de abril las tropas aún no se habían concentrado. Finalmente las tropas españolas (8.679 hombres) entraron en Francia, por los Departamentos de los Bajos-Pirineos y los Pirineos Orientales y el 8 de junio pasaban por Burdeos. El contingente que pasó por lo Pirineos Orientales no estaba al completo la primavera de 1807, ya que el regimiento de caballería de Lusitania no llegó a Perpiñán hasta el 7 de septiembre.

La expedición entró en Francia por los Departamentos de los Bajos-Pirineos (1) y de los Pirineos Orientales (9). posteriormente seguirían su ruta por Burdeos (2), Lyon (3), Besançon (4), Maguncia (5), Hanover (6) y finalmente Hamburgo (7). Las tropas de Etruria saldrían de Livorno, Florencia y Pisa (10), en dirección hacia los Apeninos. Una vez en Hamburgo, parte del contingente tomaría parte en el asedio de Stralsund (8). Como en muchos ejércitos de la época a los soldados les siguieron sus familias: esposas, hijos, amantes, prostitutas etc. 

Después de haber entrado en Francia por dos puntos diferentes, las tropas españolas se dirigieron hacia Maguncia, atravesando Francia por Lyon y Besançon. La división de Etruria desde sus acuartelamientos en Livorno, Florencia y Pisa, salió en la segunda quincena de abril, pasó los Apeninos y marchó hacia Hanover por el Tirol, Baviera y Franconia, cruzando el rio Rin por un puente de barcazas de casi 800 m de largo. El 10 de julio llegaron a Hanover, en un lento recorrido en el que tardaron algo más de tres meses.

  Composición tropas procedentes de España:
Unidad
Coronel/Comandante
Dotación
Regimiento de la Princesa (LN)
San Roman
2.282 hombres
3º Bat. Regimiento Guadalajara (LN)
 
778 hombres
Regimiento de Asturias (LN)
Luis Dellevielleuze
2.332 hombres
2º Bat. Voluntarios de Barcelona (LG)
José Borrellas
1.240 hombres
Regimiento del Rey (CL)
Miguel Gambra
540 hombres
Regimiento del Infante (CL)
Francisco Mariano
540 hombres
Regimiento de Almansa (DR)
Antonio Caballero
540 hombres
Artillería a pie
Brig. A. Martínez
270 hombres
Artillería a caballo

»
89 hombres
Soldados del tren
«
68 hombres
  LN: Infantería de Línea; LG: Infantería Ligera; CL: Caballería de línea; DR: Dragones.
  Composición tropas procedentes de Etruria, desde Livorno, Pisa y Florencia:
Unidad
Coronel/Comandante
Dotación
Regimiento Zamora (LN)
Miguel Salcedo
2.256 hombres
1º y 2º Bat. Regimiento Guadalajara (LN)
Vicente Martorell
1.504 hombres
1º Bat. Voluntarios de Barcelona (LG)
J. Francisco Viver
1.200 hombres
Regimiento de Algarve (CL)
José de Yebra
540 hombres
Regimiento de Villaviciosa (DR)
Barón de Armendariz
540 hombres
Compañía de artillería
José López
100 hombres
LN: Infantería de Línea; LG: Infantería Ligera; CL: Caballería de línea; DR: Dragones.

En total, del orden de unos 8.679 hombres y 6.130 hombres, respectivamente. Se habían desplazado en total unos 14.809 hombres, a los que faltaba añadir una compañía de zapadores provenientes de España.

Algunos de los uniformes de soldados componentes de la expedición: Asturias, Zamora, Barcelona, Guadalajara, etc. (d)

– – – – – – o – – – – – –

IEl estado de Etruria nació del tratado de Luneville (1801), nombrándose rey al infante duque de Parma, casado con María Luisa, hija de Carlos IV. El reino estaba constituido por Parma y Toscana. A la muerte prematura del rey le sucedió su hijo, Carlos Luis, de corta edad, bajo la regencia de su madre. (2)

IILos regimientos de infantería de Zamora, dos batallones del Guadalajara y un batallón ligero del Cataluña, los regimientos Algarve y Villaviciosa de caballería más una compañía de artillería. En total 6.000 hombres y 1.200 caballos.(2)

IIITras la firma en 1795 de la Paz de Basilea, por la cual se puso fin a la guerra hispano-francesa del Rosellón (1793-1795), ambos países decidieron unir sus fuerzas contra Gran Bretaña, el enemigo común. Manuel Godoy, en nombre de Carlos IV de España, y el general Catherine-Dominique de Pérignon, enviado por el Directorio francés, sellaron el tratado el 18 de agosto de 1796 en el Palacio Real de La Granja de San Ildefonso. Los principales puntos acordados fueron los siguientes:

«Habría entre ambos países una alianza militar ofensiva y defensiva.

A requerimiento de cualquiera de las partes firmantes, la otra la socorrería en el plazo de tres meses con una flota de quince navíos de línea, seis fragatas y cuatro corbetas, todos ellos debidamente armados y avituallados. A esta armada se añadirían fuerzas de tierra de 18 000 soldados de infantería, 6000 de caballería y artillería en proporción.

El mantenimiento de estas fuerzas correría por cuenta del país al que pertenecieran.

En caso de guerra de común acuerdo, ambas potencias unirían todas sus fuerzas militares y actuarían según una política conjunta.»(3)

IVParece ser que en principio el candidato más adecuado era el General O’Farrill, que mandaba las tropas de Etruria; ahora bien se decidió enviar al Marqués por la tirantez que existía entre él y Godoy, debido a la amistad que tenía el primero con el embajador inglés en Madrid, John Hookran Frere, que al verse indispuesto con Godoy se vió obligado a regresar a su país. O’Farrill, de origen irlandés nacido en Cuba, sería nombrado posteriormente ministro de la Guerra con José I.

V«Deux lettres du 30 mars, l’une à l’archichancelier Cambacérès, l’autre au général Dejean, ministre de l’administration de la guerre, donnent de minutieuses instructions pour le passage des troupes espagnoles en France, recommandant de les traiter en tout comme les troupes françaises. «Faites-leur connaître, écrivait l’Empereur, qu’on leur délivrera une paire de souliers de mes magasins, à Mayence, et que, du moment de leur entrée en Hanovre, leur habillement, équipement, tout, excepté la solde, sera à mes frais; pressez le passage de ces troupes, vous sentez que cela est de grande importance.» (1)


Fuentes:

1. «Les Espagnols à la Grande-Armée. Le corps de la Romana (1807-1808)» – Commandant P. Boppe, Impr. Berger-Levraulty et Cie, Nancy, 1898
2. «Problemas jurídicos y peculiaridades administrativas de una empresa singular: la expedición militar del Marqués de la Romana a Dinamarca (1807-1808) – Miguel Francisco Costa Simón, Revista de Historia Militar, núm. 69, 1990
3. https://es.wikipedia.org/wiki/Tratado_de_San_Ildefonso_(1796)
4. http://www.mcnbiografias.com/app-bio/do/show?key=o-farrill-y-herrera-gonzalo
5. «El fin del Antiguo Régimen. El reinado de Carlos IV» – Enrique Giménez López, Revista Historia 16/Temas de hoy, núm. 20, España, 1996  
6. «Soldados españoles en Rusia (1806-1813). El Regimiento Guadalaxara» – Ignacio Fernández de Bobadilla Bufalá, FUNDAMU, Barcelona, 2004
7. http://www.infolibre.es/noticias/politica/2015/01/29/libano_afganistan_mali_donde_estan_desplegados_los_militares_ espanoles_27504_1012.html
8. http://www.elnortedecastilla.es/20080321/opinion/espanoles-dinamarca-20080321.html
9. «Un eco de clarines. La caballería española» – Julio Albi de la Cuesta, Leopoldo Stampa Piñeiro y Juan Silvela Milans del Bosch, Fundación Desarrollo Cooperativismo, 1992
10. «La expedición española a Dinamarca 1807-1808» – José María Bueno Carrera, Aldaba Ediciones, SA, 1990

Imágenes:

a. De Agustin Esteve y Marqués (1753-c.1820) – Desconocido, Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=8103536
b. De François-Xavier Fabre – http://buccinasco.cittaideale.cerca.com/3084/amianto-inquinamento-fare-il-piano-urbanistico-generale-del-territorio/#more-3084date: 2008-03-28, Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=24031646
c. De Vicente López Portaña – [2], Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=45769725
d. http://museum.odense.dk/imagegen.ashx?image=/media/630372/A.%20%C3%98rnstrup%201808.JPG&width=800&constrain=true