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Esta semana contamos con la presencia de Jacinto J. Marabel, asesor jurídico, profesor, escritor e historiador pacense que ha tenido la deferencia de dedicarnos su tiempo para responder a nuestras preguntas en el blog. Con él tratamos de varias cuestiones relativas al período 1808-12 en Extremadura en general y en Badajoz en particular, como la ocupación francesa, los asedios sufridos, el comportamiento de la guerrilla, los militares de ambos bandos y como no, a esa batalla de La Albuera que ha tratado también en su último libro, publicado este mismo año 2022. Solo nos resta dejaros con su lectura, que os recomendamos para hacernos todos una idea más objetiva de lo que representó aquel periodo de nuestra Historia en tierras extremeñas.
ENTREVISTA
● (El Rincón de Byron): La Guerra de la Independencia es un tema que has tratado en varias ocasiones en tu bibliografía. ¿A grandes rasgos, qué es lo que te mueve a revisitar este periodo histórico de nuestra Historia? ¿Crees que la Guerra de la Independencia como se ha contado hasta ahora aún necesita de nuevas reinterpretaciones con la perspectiva de los años? ¿Los historiadores extranjeros, franceses y británicos principalmente, crees que han variado su visión del conflicto, o aún se arrastran algunas posturas historicistas del pasado?
(Jacinto J. Marabel): «A mi juicio la llamada Guerra de la Independencia fue una segunda Guerra de Sucesión. Al igual que cien años antes, lo que en realidad estaba en juego era un cambio de dinastía en España, en este caso Bonapartes por Borbones. Por otro lado, siempre ha sido así: la llegada de un rey extranjero, Carlos V, provocó una guerra civil en Castilla; no digamos ya con el breve reinado de Amadeo de Saboya, cuya abdicación implicó un cambio de régimen y el advenimiento de la República. Ocurre que esta ocasión, la sucesión dinástica implicaba una serie de reformas de calado, administrativas e ideológicas fundamentalmente, heredadas de la Revolución francesa, que contaban con la oposición frontal del estamento nobiliario y religioso, al considerar mermados sus privilegios. Desde este punto de vista fue una Guerra Civil, solapada a una guerra de ocupación, puesto que la principal fuerza militar que podía oponer el rey José era la francesa, pero nunca una Guerra de Independencia. Las instituciones no perdieron su soberanía. El único poder legítimamente constituido era el que había sido instaurado por el Estatuto de Bayona, nuestra primera Carta Magna, puesto que, con las cautelas o pretextos que se quiera, fue avalado por una asamblea de representantes nacionales. Esta legalidad comenzaría a ser cuestionada a finales de 1810, cuando las Cortes de Cádiz comenzaron a debatir una nueva Constitución. Y dos años más tarde, con dos regímenes constitucionales vigentes en España, este último acabó imponiéndose favorecido por la evolución de las campañas militares y el declive de Napoleón en Europa. Los Borbones regresaron al poder y entonces comenzó a acuñarse el término “independencia”, que enmascaraba un conflicto que el conde de Toreno, no olvidemos, siempre denominó con propiedad “Revolución”, para referirse al mismo. Reconozco que puede ser una interpretación un tanto arriesgada, pero creo que es la que resulta más acorde con la perspectiva histórica que tenemos hoy en día. Es también una visión radicalmente opuesta a la de los historiadores foráneos, cuya visión del conflicto ha estado tradicionalmente unida a las operaciones militares: como parte de la liberación de Portugal, en el caso de los británicos, o como una más de las campaña desarrolladas en el ámbito europeo, por parte de los franceses».
● (El Rincón de Byron): ¿Qué faceta cultivas con más satisfacción, la de columnista habitual en un diario de tu Comunidad o escribir artículos o libros que siempre exigen un esfuerzo de preparación y tiempo mayores? ¿Nos podrías hacer partícipes de tus proyectos futuros, o si ya estás trabajando en estos momentos en alguna publicación que verá la luz próximamente?
(Jacinto J. Marabel): «Ambas son gratamente satisfactorias. Es cierto que escribir en un diario implica siempre mayor celeridad además de un apego constante a la actualidad que resulta contraproducente en el caso de la investigación histórica o jurídica en las que habitualmente me muevo, pero el camino es similar en una u otra área y el resultado igual de satisfactorio. Trato de compensar, eso sí, la faceta académica y profesional, la organización de las clases en la Facultad de Derecho, los artículos jurídicos comprometidos o las conferencias, con mi pasión por la Historia Militar. Y en este sentido siempre tengo varios proyectos abiertos a la vez. El más inmediato es un estudio sobre el regreso de los excombatientes extremeños cautivos de Abd el-Krim tras el desastre de Annual, que saldrá a la luz en los próximos días.»
● (El Rincón de Byron): En tu experiencia y estudio, las leyes, ordenanzas o fueros locales en Extremadura en general y Badajoz en particular, ¿eran respetados o incorporados por los ocupantes franceses o toda la legalidad quedaba supeditada al capricho o la voluntad de los gobernadores militares o civiles impuestos por las tropas francesas? ¿Crees que la administración local con la ocupación francesa tuvo algún rasgo positivo en las vidas y quehacer diario de las gentes del lugar?
(Jacinto J. Marabel): «Esta es una cuestión interesante, porque administrativamente el país quedó dividido en dos a partir de 1808. En la periferia, las Juntas se erigieron en soberanas dentro de su respectivo territorio, sin aceptar la legalidad del régimen josefino, el ordenamiento jurídico que se fundamentaba en el mencionado Estatuto de Bayona, e iniciaron una caótica producción normativa que en muchos casos resultaba contradictoria entre sí, además de extremadamente difícil de aplicar en un país en guerra. La labor de las Cortes de Cádiz irá dirigida fundamentalmente a homogeneizar este marco normativo, pero en el caso de Extremadura, los territorios que quedaron bajo la demarcación josefina, el Comisario Regio Francisco Therán, conocido intendente ilustrado de Sanlúcar de Barrameda, tuvo una profusa actividad normativa. Muchos de sus decretos se conservan en el Archivo Histórico Nacional y son accesibles digitalmente a través del portal PARES. También se conservan numerosos bandos y edictos en los que el gobernador francés de Badajoz, el general Armand Philippon, aplica la Ley y rige en definitiva la vida de los vecinos. La ciudad pasó dos años en estado de sitio, el primero bajo la jurisdicción del mariscal de campo Rafael Menacho y el segundo del general Philippon, bajo gravámenes y requisas diarias, por lo que no creo que en estas condiciones quepa valorar si una legislación fue más positiva que otra para sus habitantes.»

● (El Rincón de Byron): En el año 2012 la Revista de Estudios Extremeños publicó tu trabajo sobre la causa que se instauró contra el gobernador de Badajoz durante el 1er asedio francés, José Imaz Altolaguirre, que se desarrolló durante dos años, por haber rendido la ciudad. ¿Crees que su opción era la más coherente, optar por la rendición, o parece que la única salida honrosa que tenían las guarniciones y sus comandantes era la de perecer defendiendo la ciudad? ¿No podría resultar paradójico que se destinaran recursos a que se instruyeran largas causas militares como la que nos ocupa, en pleno conflicto, y con un ejército como el español que presentaba significativas carencias en su funcionamiento?
(Jacinto J. Marabel): «Efectivamente, puede resultar sorprendente. Esto se debe sin duda a que existe una visión romántica del Arte de la Guerra, según la cual la guarnición de una fortificación en la que se había practicado brecha debía rendirse al ejército sitiador. Cuando esto sucedía, los defensores tenían la opción de entregar las armas o arriesgarse a sostener un asalto a sangre y fuego, en el que, en caso de triunfar, el enemigo tenía carta blanca para robar, violar o asesinar a la población civil a su antojo. La decisión del brigadier Imaz entraba dentro de la lógica en la que primaba proteger a los habitantes, porque los soldados siempre podían escapar de las cuerdas de presos, regresar a sus unidades y continuar la lucha contra los franceses. Con este método, las plazas solían ser reconquistadas en poco tiempo, por lo que era habitual rendirlas para ahorrar hombres y sufrimiento, aunque también era frecuente que los responsables de la capitulación fueran juzgados luego en un Consejo de Guerra, que por norma no quedaba en nada. Así que, en efecto, puede parecer paradójico que en el contexto de una guerra se destinaran recursos a este tipo de causas, pero en una ciudad asediada como Cádiz la influencia de los diarios era muchas veces superior a la propia lógica militar.»
● (El Rincón de Byron): Durante mayo y diciembre de 1808 se dieron algunos disturbios en Badajoz que degeneraron en revueltas populares, el asesinato de personalidades como Noriega y que se reprodujeron en otras poblaciones con más o menos virulencia, como Usagre y Olivenza. En otras ciudades españolas se dieron episodios parecidos, que también llegaron a provocar el asesinato de algunas autoridades y el saqueo de sus propiedades. ¿Dónde crees que acababa la presunta espontaneidad del populacho y comenzaba un verdadero movimiento político para cambiar el rumbo de las instituciones? ¿La caída en desgracia de Godoy y de sus partidarios también tuvo su eco significativo en Extremadura?
(Jacinto J. Marabel): «Está claro que las revoluciones se inician siempre desde arriba, el pueblo es un mero instrumento al servicio de los intereses de las élites. La caída en desgracia de Godoy arrastró el régimen clientelar que lo sustentaba. Los partidarios de la facción rival comenzaron a perseguir a quienes habían sido favorecidos por el mismo o se mostraban tibios con las decisiones que a tomar a partir de entonces. Las represiones políticas de mayo de 1808 están en el origen del conflicto civil que asoló al país durante seis años. En la cadena de linchamientos que se sucedieron en Badajoz, Cádiz y Cartagena, las juntas se autoproclamaron soberanas, asumiendo el poder político y militar, cuando éste se mostró contrario a los intereses de las élites locales. En el caso de Badajoz este poder fue ejercido por el brigadier de artillería Juan Galluzo y Paéz, que poco más tarde y dada su escasa experiencia en dirigir grandes masas de hombres, sería sustituido por el imberbe conde de Belveder. La decisión condujo a la derrota de Gamonal, por lo que poco a poco, la influencia de las juntas fue decayendo en beneficio de aquellos otros generales que, como el carismático Pedro Caro y Sureda, contaban con el apoyo de amplios sectores del Ejército. Por otro lado, los disturbios de diciembre de 1808 en Badajoz no tuvieron nada que ver con los de mayo, sino que fueron producto más bien del clima de pánico originado por las oleadas de refugiados que acabaron asentándose en la ciudad, procedentes de Madrid. La entrada de Napoleón en la capital provocó el éxodo masivo de las familias adineradas, que trataron de escapar a Portugal, por entonces libre de franceses, a través de Badajoz. El aluvión de gentes difundiendo noticias sobre el avance imparable del Emperador hacia el sur de España, coadyuvó al linchamiento de todo aquel sospecho de afrancesado, que contó una vez más con el beneplácito de las autoridades.»
● (El Rincón de Byron): El colaboracionismo con las tropas ocupantes no fue un fenómeno extraño en España durante la contienda, fuera por convencimiento intelectual o el mero interés material. ¿El colaboracionismo o la resistencia ante el invasor serían similares al que se pudo producir en el resto de España, o piensas que en Extremadura tuvieron algún rasgo distintivo?
(Jacinto J. Marabel): «Por lo que he comentado antes, yo no hablaría de colaboracionismo. Hubo una administración vinculada al régimen del Estatuto de Bayona, junto a un sistema paralelo, constituido por la Regencia y las juntas provinciales en una primera fase, cuya legitimación podría ser igualmente cuestionada, que finalmente convergen en la Constitución de Cádiz y en el triunfo de un régimen sobre otro, de una dinastía sobre otra. El caso de Extremadura fue similar al de Andalucía, pues hasta 1810 se mantuvo libre de la influencia josefina, pero a partir de entonces la provincia fue dividida en prefecturas y la capital pasó a Mérida, mientras la plaza de Badajoz se mantenía aislada y en estado de sitio. Curiosamente, en febrero de 1810, con el Quinto Cuerpo del mariscal Mortier cercando la plaza y tres cuartos de Extremadura en poder de los franceses, Badajoz eligió los diputados que habrían de representarla en las Cortes Constituyentes. Es un caso único de una ciudad en estado de sitio celebrando pacíficamente elecciones legislativas, con la particularidad añadida de que un ordenamiento jurídico, consolidado y opuesto, continuaba vigente apenas unos metros más allá del glacis de la muralla.»
● (El Rincón de Byron): Una pregunta habitual para nuestros entrevistados pero que nos parece ilustrativa para comprender parte de nuestra Guerra de Independencia. El papel de los generales españoles de los ejércitos de la época, salvo honrosas excepciones, no dejó de ser bastante discreto, cuando no claramente deficiente. ¿Crees que la historia ha sido justa con ellos? ¿Podrían haber hecho más de lo que hicieron con el material humano y bélico de que disponían? ¿El papel de las Juntas en general, podríamos considerarlo un elemento más negativo que positivo en el comportamiento y rendimiento de los generales españoles?
(Jacinto J. Marabel): «Creo que esta pregunta podría hacerse respecto de los generales de todos los ejércitos contendientes. Sin duda el papel más controvertido fue el de los generales británicos, empezando por su propio comandante. Sus intervenciones están plagadas de errores y negligencias que costaron miles de vidas, muchas más, en términos porcentuales, que las achacadas a los españoles. La propaganda se encargó de minimizarlas, extremando las de nuestros compatriotas. Por continuar con el ejemplo de Extremadura, cabe recordar que en el otoño posterior a la retirada de Talavera, Wellington sesteó con sus tropas en las inmediaciones del Guadiana, dejando que una epidemia de fiebre amarilla las diezmara; meses más tarde, la ejecución de los dos primeros sitios a la ciudad de Badajoz fue un completo desastre, con cientos de muertos y heridos, a los que hubo que sumar las miles de bajas originadas por los torpes despliegues ordenados en la batalla de La Albuera; por último, el asalto de 1812 acabó con una división completa desangrada en los fosos de La Trinidad, producto de la brutal y obcecada decisión de enviar oleadas y oleadas de hombres a morir, en el vano intento de tomar las brechas, cuando estaba claro que la ciudad era imposible de ser conquistada por aquel punto. Badajoz cayó gracias a una compañía de mercenarios alemanes, que encontraron una tronera abandonada por la que acceder a la alcazaba para sorprender al puñado de defensores por la espalda. La historia ha sido injusta con nuestros generales, que desgastaron y derrotaron a los ejércitos franceses, con una loable precariedad de medios y sin mando único que centralizara las campañas, en unos términos que no admiten comparación con los británicos. En cuanto a la intervención de las juntas, en buena medida las derrotas de los ejércitos españoles durante la primera fase del conflicto (1808-1810), estuvieron originadas por la patrimonialización que ejercieron sobre ellos. En este sentido, la intervención de la Junta de Asturias por el marqués de La Romana fue el punto de inflexión que recondujo la dirección de las operaciones militares por el estamento militar. No es casualidad que poco más tarde surgiera el Cuerpo de Estado Mayor y que las campañas comenzaran a tomar definitivamente un rumbo razonable.»

● (El Rincón de Byron): El papel de la guerrilla que se pudo dar en Extremadura durante la Guerra de la Independencia, ¿crees que tenía las mismas características o difería de las que se pudieron dar en el resto de España? ¿Sus acciones repercutieron positiva o negativamente en la población? Y desde un punto de vista militar, ¿sus acciones fueron significativas en el desarrollo del conflicto armado?
(Jacinto J. Marabel): «Salvo el período que fue de febrero a junio de 1809, Extremadura se mantuvo libre de franceses hasta 1810. En enero de este último año, el duque de Alburquerque se llevó el Ejército de Extremadura a Cádiz y quedó la región quedó totalmente desprotegida. Se salvó España a costa de Extremadura y comenzaron a organizarse partidas para frenar las primeras incursiones francesas. Algunos de estos primeros guerrilleros, como José Valladares, Pedro Velasco, Fernando Vera, Juan Antonio Orovio, Juan López Padilla, Francisco Cortes o el dominico Fray Celedonio Durán, que habían militado antes en el Batallón de Estudiantes, en los Leones Enfurecidos o en el Cuerpo de Cruzada Sacro-Militar, creados en el furor de los primeros meses de guerra, acabaron acogidos al Corso Terrestre. Y, como en el resto de España, el movimiento tuvo sus luces y sombras. Entre las primeras destacaron las mujeres, como Catalina Martín López de Bustamante, sobrina de Toribio Bustamante, jefe guerrillero conocido como el Caracol, que logró sorprender a un destacamento de dragones a pocos kilómetros de Badajoz, dando muerte al general Charles-Victor Woirgard, y fue recompensada con el título de alférez de caballería. También lo sería otra mujer agregada a la partida del Caracol, Francisca de la Puerta, por su participación en el combate de Fuente de Cantos. Y en las Villuercas fue famosa la partida del Lagarto, liderada por Feliciano Cuesta y sus hermanos, que emboscaron la columna del general Fréderic Vagnair de Marisy, dándole muerte y haciéndose con el tren de equipajes. Entre las sombras, Isidoro Mir Ascaso, que desobedeció al general Mendizábal agregándose cientos de hombres del 5º Ejército y, tras resultar completamente derrotado en Castañar de Ibor, acabó siendo arrestado y procesado en Cádiz.»
● (El Rincón de Byron): Napoleón se comenta que pronuncio la frase que “un ejército marchaba sobre su estómago”. Pero a ese estómago había que alimentarlo de alguna manera. La política de requisas tanto de parte francesa como de parte patriota durante la guerra en un mismo territorio en un mismo momento, ¿crees que fue uno de los factores clave del empobrecimiento manifiesto de gran parte del territorio español, del de Extremadura en particular, o habría al mismo tiempo otros factores a considerar?
(Jacinto J. Marabel): «Los orígenes del empobrecimiento de Extremadura se remontan a la Guerra de Restauración portuguesa. La región, que se había mantenido por encima de la media nacional gracias a los recursos invertidos por las familias de los grandes conquistadores, entre otros, los Orellanas, Pizarros o De Sotos, fue esquilmada económica y demográficamente. Cuarenta años más tarde, la Guerra de Sucesión acabó con las pocas industrias que sobrevivieron, por lo que no cabe culpar de todos los males a los ejércitos contendientes del período napoleónico. La situación era tal que, en abril de 1809, el mariscal Victor, cuyo cuartel general emplazó en Mérida a la espera de converger en Badajoz con el Cuerpo de Soult, que a su vez debía progresar desde Portugal, escribió al rey José quejándose por la falta de suministros y forrajes para la tropa. Un mes más tarde, la situación será tan insostenible que decidió abandonar todo el terreno conquistado y repasar de nuevo el Tajo, para poder salvarlas. Creo que, en efecto, hay otros factores a considerar más allá de la consideración de Extremadura como teatro de operaciones de varios ejércitos durante este período.»

● (El Rincón de Byron): En 2017 salió publicado tu libro Damnatio Memoriae, que trataba sobre los españoles, alemanes y portugueses que se vieron envueltos en el asedio a Badajoz en 1812. ¿Qué aspectos quisiste poner de manifiesto que no se hubieran tratado anteriormente? Aunque podamos entrar en el tópico, ¿pudo haberse minimizado el impacto de todos los hechos que acaecieron una vez rendida la guarnición francesa, o la situación resultó incontrolable en un ejército como el británico que – paradójicamente- estaba regido en su marcha diaria por la disciplina del látigo?
(Jacinto J. Marabel): «En aquel libro quería poner de manifiesto el principal mal que aqueja el estudio de período en Extremadura: la necesidad de cuestionarse la propaganda británica. En doscientos años, la única obra de referencia era un libro publicado por Román Gómez Villafranca en 1912, en el que se recogía toda la documental relacionada con el conflicto conocida hasta entonces. Es el sistema de fuentes más importante publicado hasta la fecha y muy pocos investigadores la citan. Lo habitual es copiar o traducir a los autores británicos, que además de ignorar completamente las fuentes españolas, suelen construir el relato sobre referencias accesorias y muy secundarias, dando por ciertos hechos que no se han molestado en examinar. Por esta razón, hace tres años, reuní una serie de aficionados, en torno a los cuales promoví y registré una asociación, la Asociación Histórico-Militar Alfonso IX, con el propósito de servir al estudio objetivo y riguroso de este y otros episodios históricos. El libro Damnatio Memoriae reunía los principios que plasmé en sus estatutos, para evitar, precisamente, caer en el error de todo lo publicado hasta entonces sobre los asedios de Badajoz, plagados de lugares comunes, con decenas de interrogantes que nadie se había planteado resolver. Una de esas cuestiones era la participación de las tropas alemanas, portuguesas y españolas en el Sitio de Badajoz de 1812. En aquel libro descubrí que los hechos no eran como nos los habían contado, sino que, expuestos los múltiples puntos de vista, debíamos escoger la versión más objetiva posible de los mismos. Y desde entonces, he tratado de trasladar esta misma teoría al resto de libros que he ido publicado.»
● (El Rincón de Byron): La figura de Rafael Menacho y Tutlló, militar de origen gaditano, destacado protagonista en la Guerra de la Convención donde fue herido varias veces, fue nombrado mariscal de campo en 1810 y gobernador militar de Badajoz, y en tal calidad defendió la ciudad en el asedio francés de 1811. ¿Qué aspectos podrías destacar en general del asedio por parte de los franceses y en particular de la figura de Menacho durante el asedio?
(Jacinto J. Marabel): «Con Menacho ocurrió algo parecido. Su figura estaba rodeada de elementos míticos que entorpecían un estudio objetivo del personaje. La historiografía local tomaba los lugares comunes de Adolfo de Castro en su Historia de Cádiz, repletos de licencias literarias, así que acudí de nuevo a las fuentes primarias, impartí una serie de conferencias, escribí artículos en revistas especializadas, impulsé una estatua y apoyé la repatriación del ajuar funerario, hasta que finalmente tuve que escribir una biografía novelada para que la vida del héroe del Sitio de 1811 resultara más accesible al público generalista. La investigación me permitió derribar muchos mitos en torno a su figura: la cabeza no le había sido volada por una bala de cañón; no murió paseando sobre la muralla, como por lo demás nunca haría un general en sus cabales; nunca fue nombrado por las Cortes Benemérito de la Patria y nunca escribió una carta a su mujer en tono patriótico, entre otras cosas. Menacho fue un militar liberal, progresista en el sentido actual de izquierdas, reiteradamente ninguneado por el estamento castrense afín a los serviles, que contribuyó de su bolsillo a la aprobación de la Constitución de Cádiz. Lamentablemente, algunos prefieren seguir acudiendo a lugares comunes.»

● (El Rincón de Byron): La batalla de La Albuera, o la “sangrienta Albuera” para los británicos, no fue una batalla determinante en el transcurso de la contienda, pero sí que ha tenido un especial eco en la historia militar por el enconamiento y desarrollo de sus acciones. Exceptuando las repatriadas tropas de La Romana, ¿crees que las unidades españolas que participaron estaban posiblemente entre las mejores del ejército español de entonces? En tu opinión, ¿Dónde falló Beresford que hubiera acertado Wellington y donde equivocó su planteamiento un militar tan “maniobrero” como Soult?
(Jacinto J. Marabel): «Bueno, las “experimentadas” tropas de La Romana cayeron estrepitosamente en Santa Engracia tres meses antes. Las únicas unidades que se salvaron fueron las de Ballesteros, porque a principios de año habían sido adscritas al 4º Ejército. Participaron en La Albuera junto a una División del 5º Ejército, totalmente reconstruida, la Vanguardia de Lardizábal y la División de Zayas, y estas dos sí resultaron fundamentales en el transcurso de la batalla. Desplegadas en el centro y la izquierda de la defensa aliada, rechazaron sendos ataques de las columnas francesas, que sufrieron en apenas dos horas de combate frente a los españoles más de 3.000 bajas, el 40% del total de sus efectivos. El primer ataque fue rechazado casi en su totalidad por los dos batallones de Reales Guardias Españolas, la caballería del Conde de Penne evitó una masacre completa de la Brigada Colborne y el Regimiento de Irlanda, que registró 436 bajas al final de combate, esto es el 56% del total de efectivos, se sacrificó para cerrar huecos y recuperar los cañones perdidos por los británicos en la famosa carga de los polacos. Realmente, la participación de las brigadas británicas fue muy menor en el combate: las temerarias maniobras de Houghton y Colborne habría merecido un Consejo de Guerra, y pusieron en peligro el despliegue aliado. También lo habría merecido Beresford, a quien Wellington le retiró el mando tras la batalla. Lo cierto es que únicamente siguió sus indicaciones, porque la dirección de grandes masas de hombres le sobrepasaba. El mando debió corresponder a Castaños, pero este ya había avisado al británico que el lugar no era el más apropiado para presentar combate, porque dejaba una guarnición francesa a su espalda y el río Guadiana desbordado cerrándole una posible retirada a su derecha, así que rehusó inteligentemente la dirección del mismo. Se salvaron únicamente porque Soult pensaba, con razón, que en aquel lugar no podía esperarle un Ejército y que las tropas cubrían el repliegue de las divisiones que habían cercado Badajoz. En mayo de 1811, el mariscal Soult trató de repetir el movimiento envolvente que tan buenos resultados le había dado en febrero y ordenó que las dos brigadas de dragones continuasen hacia Mérida, para tomar luego la orilla derecha del Guadiana, mientras la infantería avanzaba por el sur. A la batalla de La Albuera concurrieron cuatro escuadrones de dragones, los únicos a los que les dio tiempo de regresar desde Almendralejo porque se encontraban a retaguardia de la columna. Según los órdenes de batalla, a Soult le faltaron 1.442 dragones, nueve escuadrones en total, que el día del combate se encontraban a las puertas de Mérida. Y esto pudo haber sido definitivo para decantarlo a su favor, aunque nunca lo sabremos.»
* Agradecer muy especialmente a Jacinto J. Marabel que nos haya atendido para la elaboración de esta entrada para «El Rincón de Byron».

Jacinto Jesús Marabel Matos, nacido en Badajoz, es asesor jurídico de la Abogacía General de la Junta de Extremadura y profesor de Derecho Administrativo en la Universidad. Aficionado a la Historia Militar, es fundador y secretario de la Asociación Histórica-Militar Alfonso IX. Ha publicado multitud de artículos y libros sobre la historia de Extremadura y Badajoz, entre otros, “El capitán Fariñas. Episodio del Sitio de Badajoz” (2012), Damnatio Memoriae” (2017), “Indomables. Historia del general Menacho y el cerco de Badajoz” (2019), “Badajoz, 1811” (2021) en la serie Guerreros y Batallas, y su último título, “Campaña de 1811 en Extremadura” (2022).
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