Wellington y sus artilleros, por Nick Lipscombe (y III).

Tercera y última entrega de la más que interesante conferencia de Nick Lipscombe en el National Army Museum, en 2015. En esta entrada Lipscombe nos explica en detalle las cuatro acusaciones vertidas por Wellington sobre sus artilleros sobre su comportamiento la famosa jornada del 18 de junio de 1815 y sus conclusiones finales sobre las relaciones entre Wellington y sus artilleros:

CONFERENCIA: \»Wellington y sus artilleros\» (cont.)

De hecho, la tormentosa relación de Wellington con sus artilleros probablemente habría desaparecido de la memoria si no hubiera sido por la carta de Waterloo, a la cual aludí en un principio, escrita seis meses después de la batalla de Waterloo. Ésta no pasa a ser de dominio público hasta 1872, cuando el segundo Duque la publica como parte de las cartas suplementarias y despachos.
Vuelve a abrir viejas heridas y reaviva el debate entre Wellington y los artilleros. La carta, escrita en respuesta a la consulta de [Lord] Mulgrave, hizo cuatro acusaciones. Pero, ¿qué es lo que lo impulsó a escribir la carta en primera instancia? 

Después de la batalla de Vitoria en junio de 1813, el Maestre General de la Artillería, Lord Mulgrave, escribió -o hizo una petición para ser más precisos- al Príncipe Regente para solicitar una pensión para los oficiales de artillería en la batalla de Vitoria por su comportamiento en la batalla y como reconocimiento de sus logros, y el Príncipe Regente estuvo acuerdo en ello. La notificación se trasladó a los cuarteles, Wellington la recibió y se indignó con una rabia extrema porque no sabía nada al respecto. Sentía, y creo que con razón, que esto no hacía nada para la cohesión del contingente. Y entonces, después de Waterloo, los entonces oficiales le escriben al Maestre General de la Artillería, todavía Mulgrave, y le dicen:
\»Oye, ¿qué tal una pequeña pensión para nosotros después de la batalla de Waterloo?\»
Mulgrave no estaba muy seguro de cómo proceder, porque en Vitoria, todas las baterías estaban comprometidas en la batalla mientras que en Waterloo, se trasladaron un número hacia el oeste y no tomaron parte en la batalla principal.
Así que escribe a Wellington para esclarecer la situación en la materia y Wellington está decidido a terminar con la idea de una vez por todas. Y eso es exactamente lo que hace en la carta de Waterloo. Pero, ¿qué pasa con la propia carta? Sabemos que se vertieron cuatro acusaciones:
La primera acusación es que si él, en otras palabras Wellington, no hubiera tenido una reserva al inicio de la batalla, no hubiera habido nada que dejar. Esta es una acusación muy curiosa porque Wood y este oficial, Augustus Frazer, quien estaba al mando de la Real Artillería a caballo y que en realidad estaba siendo utilizado por Wellington como su principal asesor de artillería -en gran medida a expensas de Wood- de hecho, había mantenido una serie de baterías en la reserva antes de la batalla.

Pero era tal el ritmo de la batalla en las primeras etapas, desde las 11:00 h a las 14:00 horas, que todas esas baterías ya se habían utilizado. Pero es justo decir que hubo 29 baterías aliadas con Wellington en la principal posición defensiva en ese día, y, de hecho, nueve de ellas estaban en la reserva al inicio de la batalla, que es un tercio del total. Y que, tanto entonces como ahora, es la norma para una reserva. Así que como acusación, no hay caso para responder.
La segunda acusación de que las baterías habían llevado a cabo fuego de contra-batería, es cierta. Y para ello tenemos en cuenta el presumido comentario de Cavalie Mercer que llevó a cabo este fuego sabiendo que lo hacía contraviniendo las órdenes del Duque.

Hubo algunos comandantes de las baterías a los que que no se les había dado la orden debidamente ese día y que nos plantea una serie de preguntas acerca de la cadena de mando de artillería en Waterloo, de la que hay un número importante de incógnitas. También tenemos pruebas en cartas escritas a Siborne en la década de 1830 a partir de otras tres fuentes de otras tantas baterías -que eran: la tropa de Bull, la Compañía de Sandham y de la Compañía de Bolton- que ellos habían hecho lo mismo. Pero todos ellos tenían un buen atenuante. Estaban siendo enfilados, esto es siendo disparados, por las baterías francesas desde el otro lado y necesitaban silenciarlas. Y en el caso de Bull, eso es exactamente lo que él logró hacer con dos de sus obuses que disparó hacia el oeste y silenció una batería que le estaba enfilando. Pero con independencia de si tenían o no atenuantes, esta era la orden de Wellington. Y órdenes son órdenes, y por lo tanto es una crítica justa.
– Las acusaciones tres y cuatro están basadas en que Wellington acusa a los artilleros de no refugiarse dentro -y esa es la palabra clave- de los cuadros de la infantería durante los ataques de la caballería francesa. Esto fue aproximadamente de las 16:00 h a las 18:00 h de la tarde. Estas han sido categóricamente refutadas por los artilleros de los últimos 140 años… 140 años, porque por supuesto es cuando la apareció la carta, en 1872. Ahora bien, el problema de tomar refugio en los cuadros se vio complicado por el hecho de que varios de los comandantes de la baterías en realidad no recibieron la orden en absoluto. Y hay una verdadera confusión en cuanto a si o no la orden fue la de \»Dentro de los cuadros\». Frazer, cuando escribe a Siborne en la década de 1830, dice que fue \»dentro de los cuadros\», pero luego se pasó una gran parte del día con Wellington. Bloomfield, del estado mayor de artillería dice que fue \»fuera del alcance de la caballería francesa\», que es completamente diferente, y otros tenían la impresión de que era \»al abrigo de los cuadros\». Algunos artilleros, Mercer fue uno de ellos, se quedaron en sus cañones por toda una serie de complicados equívocos, pero actualmente correctas razones en el calor de la batalla. Pero en lo que se refiere a la acusación, es correcta.
Y voy a decir una cosa muy rápidamente, pero tenemos que averiguar si era o no una orden trascendental, porque aunque realmente no se puede ver aquí [la imagen], pero se puede ver aquí un cuadrado, y esto no es una particularmente buena representación del cuadro porque si usted tenía un batallón de 600 hombres en 10 compañías, en el momento en que han formado un cuadro no es un cuadro, porque cuatro no entran en diez, así que es más de un rectángulo. Y de hecho el centro de este cuadro es de unos diez metros por diez metros. Y si usted está tratando de conseguir que toda una batería de cañones, eso es suponiendo que sólo una de esas baterías esté tratando de entrar en el cuadro, que probablemente tiene 65 hombres – no el cañón, recuerden que él dijo dejar el cañón. Y si se trata de una batería de artillería a caballo, usted tiene 65 caballos también. Eso no se va a conseguir. Y la infantería, ¿va a abrir ese cuadro en el momento crítico mientras que miles jinetes de la caballería pesada francesa pesada tronando hacia ellos a través del valle?. Les comento a ustedes que es probable que no lo harían. Por lo tanto, creo que a pesar de la acusación es correcta, la orden era fundamentalmente defectuosa.

– La acusación de que los artilleros habían abandonado el campo ha sido siempre vehementemente rechazada por la Artillería Real y sin embargo mi investigación ha demostrado que al menos una batería de la Artillería Real ciertamente lo hizo. Y he descubierto esto a partir de relatos de la Legión Alemana del Rey (KGL) escritos en letra gótica al principio del siglo XX por Bernard Schwertfeger, que había utilizado los diarios de Jacob Kuhlmann. Kuhlmann estaba al mando de una de las baterías en apoyo directo a la 1ª División y [Charles] Sandham estaba al mando de la otra, y ambas baterías sin duda dejaron el campo. Wellington las habría visto retirarse y en el relato de Schwertfeger basado en la carta de Jacob, había otro número de baterías que estaban allí también. Por lo que podría ser cualquier cosa, tres o cuatro o tal vez más. Wellington es casi seguro que no vio esas baterías regresando. Por lo tanto, en vista de ello, la acusación es correcta.

Pero de hecho, había también un buen argumento atenuante. Y es que si Wellington hubiera tenido un asesor de artillería junto a él, en el que pudiera confiar,en la forma en que Uxbridge como comandante de la caballería pasó el día junto a él, entonces esto podría haber sido explicado. No lo fue.
Pocas dudas hay, por tanto, que los artilleros sirvieron bien a Wellington en Waterloo. Y mientras que los motivos por los que el comandante en jefe escribió la carta en 1815-1816 son bastante claros, sus razones para dejar la carta dentro de su correspondencia oficial se comprenden con menos facilidad, debido a que una gran cantidad de otras polémicas cartas fueron suprimidas. Hay pocas dudas de que la relación entre Wellington y sus artilleros fue rara vez, o nunca, armoniosa. Y Fortescue escribe una vez más que la disputa entre la artillería y Wellington, iniciada por su tratamiento sin ceremonias de sus oficiales de alto rango en la Península, seguido por la toma de sus caballos de las baterías y dándoselos al tren de pontones, amargando por su dureza a Norman Ramsay, y los hicieron irreconciliables por su despacho después de Waterloo, hace que sea difícil hablar de las relaciones entre los dos.

No puede haber ninguna duda de que no se perdió ningún afecto entre el general y sus artilleros y me resulta difícil creer que todos los fallos sólo fueran de un lado. De hecho, no fueron solo de un lado.

Wellington tenía que soportar esta cadena de mando separada para uno de sus componentes en la batalla. Esto causó problemas no sólo en términos de los hombres que recibió, sino también en términos de los equipos y la adquisición de estos equipos del tipo y en la cantidad correctos. También tuvo que aguantar a mediocres oficiales enviados para mandar la artillería, y él tuvo que sufrir bastante a menudo a estos oficiales que jugaran a dos bandas contra él. Y, por último, sintió justificadamente que sus órdenes eran a menudo ignoradas o revocadas como resultado de todo esto. No es fácil de soportar para un comandante en jefe en el campo de batalla, y francamente imposible para un hombre como Wellington.
Sin embargo, sería erróneo concluir que Wellington no logró personalmente una gran cantidad de avances para la la Artillería Real. Él contribuyó en gran medida a favorecer una integración de todas las armas entre los tres componentes en la batalla. Llevó a la introducción de los 18 libras, estos cañones de grueso calibre, en el ejército de campaña, las primeras baterías pesadas en el ejército británico. Apoyó el uso de los cañones franceses capturados para establecer las primeras baterías de montaña, que tuvieron un gran efecto en la campaña de los Pirineos. Jugó un papel decisivo en persuadir al Consejo de la Artillería para equipar a las baterías con mejores armas, como el más pesado cañón de 9 libras -y en Waterloo casi todas las baterías estaban equipadas con el mismo. Y luchó por el membrete de rango para los artilleros en las operaciones, y aún mejor, por reglas de promoción más flexibles.
Sería lamentable que la impresión final de esta relación a menudo tormentosa fuera la de que todos los oficiales artilleros estaban disgustados con su Comandante en Jefe y fuera a la vez universal y lo abarcara todo. Muchos de los oficiales artilleros eran muy conscientes de las deficiencias del Consejo de la Artillería y de sus propias oficiales de alto nivel.Y de nuevo Jenkinson, el capitán de batería de la Tropa A, de la Real Artillería Montada, escribió el siguiente relato sobre el General Howarth, aquel primer CRA: \»Ni una sola cosa nos dará nuestro brigader que posiblemente nos pueda ayudar. Él dice repetidamente: \»¿Por qué no vino usted aquí con mejores suministros?\», como si a Ross (el comandante de la Tropa A), se le hubiera confiado la disposición de todo cuando se le ordenaba para el servicio. Y cuando alguna petición se le plantea, como que pueda haber alguna dificultad en el suministro, amenaza con enviar a la tropa a Lisboa, o hacer de ella una brigada a pié, esperando con ello acallar cualquier futura petición. Aunque no hay un hombre que se queje con más amargura de lo que lo haría él si apareciera cualquier anomalía que no se le hubiera dado a conocer.\» \»En resumen\», termina Jenkinson, \»es una vieja\». Ahora bien, es una terminología muy fuerte de hace 200 años para un oficial subalterno poner el papel y la pluma en ello. Bastante revelador.
De los muchos cientos de testigos oculares de entre los artilleros que he leído para la confección de mis numerosos libros pero, en particular, por supuesto, \»Wellington\’s guns\», la gran mayoría estaban muy a favor del Duque de Wellington.
Muchísimas gracias.

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Fuentes:

https://www.youtube.com/watch?v=3HTUyYa4qHE

Imágenes:

https://www.youtube.com/watch?v=3HTUyYa4qHE / © Nick Lipscombe

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