Swords around a Throne, de John R. Elting

«Este autorizado, completo y apasionante libro describe y analiza el arma más poderosa de Napoleón, la Grande Armée, que en su apogeo contaba con más de un millón de soldados. Elting examina todas las facetas de esta increíblemente compleja maquinaria humana: su organización, sistema de mando, la logística, las armas, las tácticas, la disciplina, la el entrenamiento, los hospitales móviles, todos los que seguían a los campamento, y más. Desde la formación del ejército a través de la agitación de la Francia revolucionaria hasta sus rápidas conquistas de vastos territorios en toda Europa a su muerte legendaria en Waterloo, este libro utiliza extractos de las cartas de los soldados, testimonios, y numerosos detalles de primera mano para situar al lector en las botas de los reclutas y los generales de Napoleón. En las manos maestras de Elting la experiencia es inolvidable.«

EL LIBRO:

La reseña de Barnes y Noble sintetiza claramente las bondades de este gran libro que junto a «Las Campañas de Napoleón«,  de D. Chandler constituyen en mi opinión un binomio imprescindible y el vademecum definitivo para todos aquellos amantes de la temática militar de la época. Desde los entresijos del Cuartel General Imperial y su Estado Mayor hasta las penalidades que sufrían los soldados, vivandieres y cantinieres, merodeadores y todos aquellos que seguían la estela de la Grand Armée de Napoleón.

Que yo conozca no existe de momento traducción al castellano/español para sus 784 páginas, y su lectura necesita de cierto nivel de inglés y conocimiento de la temática, pero os dejo con una traducción del prólogo, exquisito entrante para el resto de la obra:

 
PROLOGO
«He enseñado al Emperador, Monsieur General Pino, el informe que me envió. Es esencial que escriba sus informes más claramente, en especial mostrando claramente la fecha; lo que ha escrito no está claro; uno no puede decir si es el 11º, el 21º o el 22º. Además de la fecha, siempre es necesario reseñar la hora a la cual usted escribe, y el lugar.»
-Berthier-

El 12 de octubre de 1806, la caballería francesa irrumpió bruscamente a traves de la villa sajona de Zeitz, 25 millas al sur de Leipzig. Chasseurs à cheval, de verde obscuro, garbosos húsares de marrón- azul, de blanco-azul, y de verde-rojo-amarillo, eran los escuadrones de vanguardia de la pantalla de caballería que encubría el rápido avance hacia el norte de la Grande Armée del Emperador Napoleón.

Detrás de la brigada de vanguardia, con su deslumbrante uniforme blanco con galones y cordones de oro, cabalgaba el Mariscal Joachim Murat, el comandante de caballería del ejército. Probablemente se paró con impaciencia en el mercado cuadrado de Zietz mientras su personal de Estado Mayor interrogaba al administrador de correos local, al sacerdote y al alcalde en cuanto al paradero de los ejércitos prusiano y sajón que eran los objetos de la búsqueda de los soldados de caballería. En algún sitio en Zeitz, en algún momento, un civil discreto se destacó del resto de ciudadanos, se identificó como un espía francés, e informó que el principal ejército enemigo se encontraba al oeste y sur de los alrededores de Erfurt.

Un oficial de Estado Mayor cogió pluma, papel y el tintero portátil de las bolsas de su montura, se acomodó en una silla y mesa en la terraza de una cervecería cercana, y rápidamente convirtió el informe del espía en varias copias de un mensaje al Emperador. Murat dio una copia a un edecán («aide-de-camp»), quien lo introdujo con cuidado y abrochó al portadocumentos que colgaba del cinto de su espada, luego puso a su impaciente caballo de galope hacia el sur. Una segunda copia fue enviada al general de brigada, con la cara desfigurada por las cicatrices, de los guías de Murat. Un caballo fue encontrado para el espía, y el espía y el general de brigada espolearon sus monturas y salieron juntos siguiendo la estela del ayudante.

Diez minutos más tarde otro edecán galopó lejos con órdenes siguiendo un camino diferente del tomado por sus camaradas. Una copia final entró en la carpeta de registros del Estado Mayor, con el nombre de cada mensajero y la fecha y la hora de su salida. Los caminos hacia el sur estaban atestados con la infantería del Mariscal Jean Bernadotte del I Cuerpo de Ejército, apresurándose hacia adelante a través de una turbia nube de polvo y el asfixiante olor a sudor, cebollas y tabaco francés. A lo largo de la carretera principal esperaban una serie de pequeños destacamentos de caballería, que servían como estafetas («estafettes»); cuando los caballos de los mensajeros se cansaban, ellos los substituían por las monturas de los soldados de caballería de aquellos puestos -los uniformes distintivos de color pardo claro, amaranto y blanco de los edecanes y guías de Murat eran autoridad suficiente para tal intercambio.

Galoparon adentrándose en la noche más profunda hasta ser detenidos en las afueras de la ciudad de Gera por un control de una patrulla («vedettes») del 1er Regimiento de Húsares, sirviendo temporalmente como escolta de Napoleón, con sus descoloridos uniformes celestes casi invisibles en la penumbra. Dirigidos hacia un castillo cercano, fueron pasando por los centinelas de los granaderos de la Guardia Imperial, veteranos y altos, con feroces miradas coronadas por sus altos gorros de piel de oso. Y así llegaron a una tranquila habitación donde junto a un crepitante fuego su Emperador trabajaba en las órdenes para el día siguiente. A su lado se encontraba un oficial más viejo achaparrado en un uniforme igualmente simple, el Mariscal Louis-Alexandre Berthier, el jefe de Estado Mayor de Napoleón. Alrededor de ellos los tranquilos oficiales del escalafón más alto del Cuartel General Imperial salían y entraban.

Incluso mientras Napoleón interrogaba minuciosamente al espía y a los edecanes, sus mensajes entraron en el rutinario proceso del Estado Mayor. En la siguiente estancia, donde se encontraba un mapa de situación del Emperador extendido sobre una mesa de banquete y alumbrado por velas en cada esquina, el Jefe de Escuadron Louis Bacler d\’Albe, de los Ingenieros Topográficos, desplazaba alfileres con cabezas de varios colores para indicar las últimas posiciones reportadas del enemigo y la pantalla de caballería de Murat. Dieron a cada mensajero un recibo mostrando al tiempo y el lugar en el que habían hecho la entrega. Otros mensajeros llegaban a grandes zancadas, informando con un choque de espuelas y fundas de espadas: un jinete del VII Cuerpo del Mariscal Pierre Augereau, 20 millas al sudoeste; el otro del III Cuerpo del Mariscal Louis Davout, 20 millas al noroeste. Todos llevaban la misma frase – el enemigo se concentraba hacia el oeste alrededor de Erfurt y Weimar.

Finalmente, finalizado el interrogatorio, el Emperador se volvió hacia Berthier y empezó una rápida -y con áspero acento- sucesión de órdenes, que parecían demasiado rápidas para ser rescritas con la pluma. Impasible, Berthier hizo unas rápidas anotaciones en una libreta de cubiertas verdes. Acabado el dictado, se volvió hacia el Estado Mayor que esperaba. Estrujando la orden general de operaciones de Napoleón, Berthier elaboró órdenes específicas por cada una de las unidades principales implicadas.

Las versiones terminadas fueron presentadas al Emperador para cualquier corrección necesaria o adiciones y su aprobación. Acabado el proceso, se escribieron copias adicionales y edecanes y oficiales de Estado Mayor fueron convocados para entregarlos. Mientras tanto, Berthier siguió adelante con órdenes suplementarias para asegurar que los trenes de suministro y las unidades de apoyo fueran correctamente redirigidas para seguir la rueda de la Grande Armée hacia el oeste.

Una orden similar, que trataba del reabastecimiento de zapatos y abrigos, fue enviada a través del escalafón más bajo del Cuartel General Imperial, dos días de marcha ordinaria (aproximadamente 60 millas) hacia el lejano el sur, y luego al sudoeste a los cuarteles administrativos de la Grande Armée, donde el Intendente General Pierre Daru luchaba con una situación logística caótica. Daru ordenaba los productos que habían podido recogerse de vagones requisados y envió otra petición urgente al Ministerio de la Administración de la Guerra. Alcanzando la ciudad-fortaleza de Estrasburgo, su mensajero dio este mensaje al Director local del Servicio de Telégrafo, que lo envió a lo largo de la línea de torres semáforo de señales a París.

En el Ministerio, de algún modo, las cosas siempre iban más despacio de lo que deberían, pero tarde o temprano un aburrido Commissaire des guerres tomó nota del mensaje y convocó a un funcionario igualmente aburrido.»

 

CONCLUSIONES:

🙂 : Es una lectura indispensable en la biblioteca de cualquier aficionado o experto en la época napoleónica. Pocos libros alcanzan el grado de rigor y profundidad que Elting logra al tratar de prácticamente casi todos los aspectos del ejército francés de la época.

😦 : Que no esté traducido aún al castellano.
Nuestra clasificación:
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Fuente:

  1. – «Swords around a throne»- John R. Elting, Da Capo Press, U.S.A., 1997
  2. http://www.barnesandnoble.com/w/swords-around-a-throne-john-r-elting/1100624204?ean=9780029095010