Francesc Murillo Galimany, un cronista para la batalla de Valls.

Francesc Murillo Galimany

Esta semana os ofrecemos una entrada que es una novedad y al tiempo, un privilegio. Una novedad porque os traemos una entrevista con Francesc Murillo Galimany, autor del libro \»La batalla del Pont de Goi (Valls, 25 de febrer del 1809)\», publicado en el año 2008 por el Institut d\’Estudis Vallencs, del cual también ocupa una de sus vicepresidencias. Y añadimos lo de privilegio, porque Francesc Murillo nos ha acompañado (y a menudo corregido) durante estas últimas tres semanas que hemos compartido con vosotros recorriendo el campo de la batalla de Valls, desde su tratamiento como uno de los escenarios estratégicos en la campaña de Cataluña de finales de 1808 y principios de 1809, hasta el instante en que tras una serie de maniobras y persecuciones, las primeras baterías del ejército de Reding abrieron fuego sobre las tropas francesas desde lo alto del Serradalt, dando lugar a la batalla campal y a su posterior desenlace.

Otras veces hemos intentado tratar este formato de entrevista en el pasado pero por diferentes motivos no nos ha sido posible, por lo que ahora el motivo de satisfacción para nosotros es doble. Considero que Francesc Murillo Galimany es un claro exponente de la generación de historiadores de los últimos tiempos, en los que una exhaustiva, diríamos cuasi científica, búsqueda en archivos, bibliotecas y fuentes escritas, así como un tratamiento formal más que encomiable, hacen en su conjunto que sus trabajos nos den una nueva y diferente visión de los acontecimientos y personajes que desempeñaron un papel en la historia de la Guerra de Independencia, o la llamada Guerra del Francés, en Cataluña.
Algunos propugnan que muchos de los recientes trabajos sobre la época napoleónica (extranjeros también) no dejan de ser una re-interpretación de los historiadores \»clásicos\» del siglo XIX. Yo pienso que es un análisis a todas luces simplista. Los autores pasados sin duda son una fuente más de consulta y muchos de ellos tuvieron la suerte de vivir en épocas no muy tardías respecto los hechos que narraban, pero muchos se enfrascaron en escribir verdaderos panfletos propagandísticos para uno u otro bando, otros incurrieron en errores de bulto, la mayoría carecían de una metodología de trabajo para contrastar las diferentes fuentes y sobretodo del acceso a fondos escritos extranjeros y hasta nacionales, que en algunos casos, como en el del escritor inglés Andrew Roberts con la última correspondencia salida a la luz pública de Napoleón, le han permitido darle una vuelta de tuerca más al perfil del corso, a pesar de los centenares de libros ya escritos sobre el personaje.
Os dejamos ya con nuestra entrevista, en la que hemos intentado abordar con F. Murillo Galimany diferentes temáticas, desde el proceso de escribir un libro de estas características a su visión como historiador de diferentes aspectos de la época, como la presencia de la guerrilla en Cataluña, el papel de los afrancesados catalanes, diferentes episodios bélicos en la lucha contra los ejércitos franceses y los personajes de dicha época, así como sus futuros trabajos en perspectiva.   

ENTREVISTA

El Rincón de Byron: ¿Qué es lo que te movió a escribir un libro sobre la batalla del Pont de Goi y cómo fue, a grandes rasgos, el proceso de escribir un libro sobre una batalla acaecida hace 208 años? ¿Qué fuentes principales y secundarias te sirvieron de ayuda?  ¿Las instituciones y organismos son sensibles a este tipo de iniciativas, o hay que darse de bruces en muchas puertas para encontrar apoyos oficiales?

Portada del libro

Francesc Murillo Galimany:Me apasiona la historia desde que tengo uso de razón y siempre he tenido bien claro que me dedicaría a ella. Y en especial me interesa la historia militar, siendo el período de las guerras napoleónicas uno de los que más me atrae. Siento una fascinación especial por la batalla del Pont de Goi (que es el nombre con el que se conoce en Valls y el Camp de Tarragona, la acción bélica que recibe el nombre oficial de batalla de Valls), desde que a los cuatro años visité por primera vez el Pont de Goi en una excursión familiar, y mi abuelo me contó lo que había sucedido allí en 1809. Aquel día despertó mi interés y curiosidad por aquella batalla, que fue aumentando con el paso del tiempo, al tomar consciencia de que aquella era una de las batallas más importantes de la Guerra de la Independencia en Cataluña. Por ello no dudé en presentarme a la bolsa de estudios que convocó el 2006 la Fundació Ciutat de Valls, para la realización de un trabajo de investigación riguroso sobre la batalla de Valls, que se tenía que publicar con motivo de la celebración de su bicentenario. Gané la bolsa y me puso manos a la obra, con la ventaja de que conocía bien el campo de batalla y la bibliografía publicada hasta entonces, recogida a lo largo de los años.


A pesar de la ventaja de conocer bien el terreno, el hecho histórico y la bibliografía, el proceso de elaboración del libro fue largo y complejo, de hecho lo terminé in extremis para la presentación, que tuvo lugar en febrero de 2009, durante los actos de celebración del Bicentenario. Mi objetivo era escribir una historia de la batalla que no se limitara el análisis y descripción del propio hecho de armas en cuestión, si no que tratara todos los aspectos que están relacionados con él, y sin los cuales no podemos tener una visión completa de la batalla y de lo que representó. Así también traté ampliamente los antecedentes desde los inicios de la Guerra de la Independencia, tanto por lo que respecta a Cataluña como al resto de España, sin limitarme a las campañas militares y a los planes de campaña y objetivos de los comandantes de los dos ejércitos que combatían en Cataluña, sino que en la medida posible también intenté mostrar la incidencia de la guerra en la población civil, en especial de Valls y del Camp de Tarragona. También reconstruí el organigrama de los dos ejércitos que combatieron en Valls, y los analicé y describí, tanto en lo referente a los generales al mando, como a los diferentes cuerpos de las distintas armas que allí combatieron, así como las tácticas utilizadas.  Además de tratar con profundidad las operaciones, movimientos de tropa y acciones parciales que conducirán a la batalla de Valls, y las diferentes fases de la propia batalla, también dediqué una parte del estudio a analizar la pérdida sufrida por los dos ejércitos y las consecuencias inmediatas de la batalla, con el dominio francés (aunque por poco tiempo) de la mayor parte del Camp de Tarragona y la expansión de la epidemia de tifus de 1809 en este territorio.

En mi metodología de trabajo tengo por norma acudir siempre que sea posible a las fuentes originales del hecho histórico que estudio, para así poder detectar errores y malas interpretaciones que en ocasiones recoge y perpetúa la bibliografía posterior. Por lo tanto, la investigación me llevó a consultar y extraer abundante información de diversos fondos documentales, tanto de los archivos locales de Valls y Tarragona, como de los archivos españoles y franceses que recogen documentación militar de aquellos años, que me pudiera aportar información de primera mano sobre la batalla, sus protagonistas, antecedentes y consecuencias, como es el caso de estados de fuerza, correspondencia entre mandos, órdenes, expedientes personales,… En este sentido, consulte diversos fondos conservados en el Archivo de la Corona de Aragón, el Archivo Histórico Nacional, la Real Academia de la Historia, el Archivo General Militar de Madrid, el Archivo General Militar de Segovia, Les Archives Nationales y Le Service Històrique de la Défense. Junto a estos fondos documentales, otras fuentes principales consistieron en la bibliografía generada por protagonistas de la batalla o contemporánea a esta, como es el caso de las obras de Gouvion Saint-Cyr o de Vacani, y la prensa contemporánea, como por ejemplo el Diario de Tarragona o el Diario de Mallorca. Las fuentes secundarias han consistido principalmente en la bibliografía publicada con posterioridad a la primera mitad del siglo XIX, ya sean obras generales que traten esta campaña, biografías de sus generales, o estudios sobre la organización y estructura de los cuerpos y ejércitos que combatieron en Valls. Otra fuente primaria que he trabajado con profundidad, ha sido el propio terreno, el campo de batalla, que ha sufrido pocas transformaciones importantes desde 1809, y en la medida posible, los restos materiales que se conservan de la batalla.

Referente a la sensibilidad institucional hacia este tipo de iniciativas, al tratarse de una bolsa de estudios, ligada a una publicación y a la celebración de un bicentenario, las instituciones y organismos locales dieron todo su apoyo a esta iniciativa. En Valls tenemos la suerte de contar con una institución, el Institut d’Estudis Vallencs, que da apoyo a las iniciativas serias y rigurosas que tengan por objetivo investigar y divulgar cualquier aspecto de la historia de la ciudad y de la comarca, y como siempre, su apoyo fue de gran ayuda. Del personal de las bibliotecas y archivos, nunca he tenido ninguna queja, ya que siempre ofrecen su ayuda y facilidades, y más en investigaciones como esta, que requieren el esfuerzo de viajar a Paris, Madrid y Segovia y pasar semanas encerrado en sus archivos.\»

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\»… En este sentido, consulte diversos fondos conservados en el Archivo de la Corona de Aragón, el Archivo Histórico Nacional, la Real Academia de la Historia, el Archivo General Militar de Madrid, el Archivo General Militar de Segovia, les Archives Nacionales y le Service Històrique de la Défense.\»

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(R.B): Las nuevas generaciones de habitantes de Valls o sus alrededores, y en general los habitantes del Camp de Tarragona o la Conca de Barberà,  ¿crees que son conocedores de lo que pasó en la Batalla del Pont de Goi?
 
La localidad de Valls (en rojo) en un mapa de Cataluña.

(F.M.G.): La batalla de Valls o del Pont de Goi fue considerada, hasta la primera mitad del siglo XX, uno de los principales hecho histórico que habían sucedido en Valls. Ya que esta batalla había dado a conocer Valls más allá de nuestra fronteras, situándola en la historia europea y mundial, mucho antes de que la dieran a conocer los \»castellers\» y la \»calçotada\». Los vallenses y los vecinos de los pueblos del Camp de Tarragona más cercanos la tienen integrada en su memoria histórica colectiva, perpetuada de padres a hijos, y para un vallense que visita Paris es una tradición acercarse al Arco del Triunfo, para ver esculpido el nombre de su ciudad. Si bien el recuerdo de la batalla se ha mantenido vivo, con el paso de los años, el recuerdo se fue alterando, hasta el punto que se creó una imagen casi legendaria de la batalla, que reducía el escenario al Pont de Goi y sus alrededores, y convertía en principales protagonistas a los somatenes de Valls y de las poblaciones cercanas. Si bien la celebración por todo lo alto del centenario en 1909 ya empezó a cambiar esta imagen distorsionada de la batalla, fueron sobretodo los actos realizados durante el bicentenario, entre los que se incluyó la publicación de mi libro, conferencias y visitas guiadas al campo de batalla, lo que dio ha conocer a muchos vallenses y vecinos de Tarragona y de las poblaciones cercanas lo que sucedió realmente a pocos kilómetros de Valls el 25 de febrero de 1809. Actualmente la mayoría de los habitantes de Valls son conscientes de que en el Pont de Goi tuvo lugar una batalla durante la Guerra de la Independencia, y gracias al bicentenario y las visitas y artículos publicados posteriormente, la gran mayoría de los que muestran interés por la historia conocen lo que realmente sucedió allí. A nivel del resto del Camp de Tarragona y de la Conca de Barberà, la batalla no es tan conocida entre las nuevas generaciones, pero no son pocos los que están bien informados.   

(R.B): ¿Qué enseñanzas o consejos podrían darse a los jóvenes historiadores e investigadores que al igual que Francesc Murillo, quieran dedicar su tiempo y energías a escribir e investigar sobre una batalla o un episodio de la Guerra de Independencia, por ejemplo? ¿Qué errores crees que tendrían que tratar de evitar? 

(F.M.G.):Les recomiendo que siempre intenten consultar las fuentes primarias, contemporáneas a los hechos o a lo menos escritas posteriormente por sus protagonistas, especialmente los fondos que se conservan en los archivos militares. Evidentemente también es necesario consultar toda la bibliografía escrita sobre el hecho histórico que quieran investigar. Siempre hay que analizar la documentación y la información con ojo crítico, y intentarla trabajar des de un punto de vista objetivo, en la medida posible. También es necesario intentar entender y saber ajustarnos a la mentalidad de la época que estudiamos, ya que si no lo tenemos en cuenta no estaremos en condiciones de realizar una buena interpretación de los hechos que estamos investigando. Un error habitual es dar por sentado la veracidad absoluta de la información que dan obras generales o que tratan en mayor o menor medida esta batalla, publicadas a partir de mediados del siglo XIX hasta la actualidad, ya que en ocasiones se han producido errores de interpretación, que han ido recogiendo sucesivamente obras posteriores. Así, la columna de tropas procedente de Tarragona que, tenia que ayudar en la operación de retirada del ejército de Reding, se convirtió con el paso de los años en una supuesta columna de refuerzo; la supuesta traición del gobernador Smith, que no habría dejado salir la mencionada columna; una carga conjunta del 24º de dragones y los Dragones Napoleón, que habría frenado el avance español durante los combates del mediodía, que en realidad no sucedió; una supuesta carga de caballería con Reding a la cabeza al final de la batalla, que no tuvo lugar; la muerte de Reding a causa de las heridas recibidas, cuando en realidad sanó de ellas, pero fue víctima de la epidemia del tifus; o bien que según Gómez de Arteche el fuego de la artillería francesa no alcanzaba las posiciones del Serradalt (donde han aparecido proyectiles disparados por las piezas de artillería francesas), entre muchos otros ejemplos. Por eso es necesario acudir a la documentación y bibliografía original, analizándola con ojo crítico, para separar la información real de la que en realidad es propaganda de guerra o justificaciones interesadas de algunos protagonistas. Este trabajo crítico de las fuentes también nos será útil para detectar los posibles errores de interpretación recogidos en la bibliografía posterior.\»   
(R.B.): En tu opinión, ¿qué diferencia a los historiadores franceses (e ingleses, si es el caso) de los españoles del siglo XIX que consultaste o que tuviste acceso, cuando tratan de los aspectos de la batalla y si es extensible al tratamiento de la Guerra de Independencia en general? 

(F.M.G.): En este caso solo utilicé autores españoles, franceses y italianos. La mayoría, especialmente en las obras generales, junto a la interesante información que aportan, en muchos casos sueltan ciertas dosis de propaganda de guerra y, sobretodo en las obras francesas y italianas, una superioridad sobre el contrario. Así lo encontramos especialmente en obras italianas, como las de Lisoni, Vacani o Zanoli, donde en ocasiones parece que con las tropas italianas fuera suficiente para ganar la guerra y derrotar a cualquier ejército español que se les hiciera frente, aunque les superara ampliamente en número. Incluso en algunas de estas obras, da la impresión general que las tropas francesas jugaron un papel secundario en las campañas dónde combatían tropas italianas. En las obras francesas también nos encontramos con una actitud similar de superioridad respecto a los mandos y tropas españoles, y evidentemente a los \»brigands\», a los combatientes irregulares (los somatenes, a los que algunos autores también añaden los miqueletes), considerados unos bandidos y asesinos, a los que no se les da cuartel. En estas obras, el soldado francés y el italiano siempre es superior en todos los aspectos al soldado regular y al combatiente irregular español, al que casi siempre derrotan con facilidad, aunque sean muy inferiores en número. Pero cuando tratan la batalla de Valls, algunos autores, especialmente los que fueron protagonistas, como Gouvion Saint-Cyr, Vacani, Jolyet o Lisoni, destacan el valor de Reding y de sus hombres durante la acción, así como el buen papel que jugó la artillería español durante la acción, y los movimientos y el fuego efectuado por la infantería, especialmente en la fase final de la batalla. Aunque este sea un reconocimiento cierto al buen comportamiento del ejército de Reding (que también detectamos en otros documentos contemporáneos, en los que oficiales italianos y franceses destacan el buen papel de las tropas españolas en Valls, así como en las fuentes españolas), también es bastante habitual que en las obras escritas por los vencedores, se reconozca y remarque considerablemente el empeño y valor demostrado por sus contrarios, para así acrecentar la gloria de la victoria. Además, en el caso de Valls, se añade el hecho, que destacan algunas fuentes, de que se trata de la victoria sobre Reding, el vencedor de la batalla de Bailen, y la derrota de un ejército en el que se contaban numerosos veteranos de la que fue la primera derrota de un ejército napoleónico en un campo de batalla.

La obra de Adolfo Blanch.

En el caso de los autores españoles, también nos encontramos, con la propaganda de guerra, y en algunos casos, con la mencionada superioridad sobre los combatientes contrarios. Esta superioridad, que aparece sobretodo en publicaciones contemporáneas, como los artículos publicados en el Diario de Mallorca, es habitual y lógica durante el conflicto, ya que responde a la propaganda de guerra para aumentar la moral. Pero la volveremos a encontrar en algunas obras a partir de mediados del siglo XIX,  como es el caso de Adolfo Blanch, en la que en casi todas las acciones de la Guerra de la Independencia en Cataluña, y la batalla de Valls no podía ser una excepción, las pérdidas napoleónicas acostumbran a ser muy superiores a las españolas. También hay que destacar, en parte en este mismo sentido, que muchos autores españoles aumentan las cifras de los refuerzos que recibió Souham al mediodía, hasta el punto de asegurar que Gouvion Saint-Cyr reúne un ejército que duplica en número al español, hecho que ayudaría a entender la derrota frente al ataque general que este lanzará. Un buen número de autores españoles de la segunda mitad del XIX y del XX, también intentaran justificar la derrota española en el hecho de que no llegara a tiempo la columna de refuerzo de Tarragona, aunque como sabemos, esta columna ni era un refuerzo ni tenía ninguna misión destinada a ayudar a alcanzar la victoria sobre los napoleónicos, sino que solo tenía una mera función de apoyo en el repliegue hacia Tarragona. La búsqueda de la justificación de la derrota, también llevara a algunos autores a considerar a Reding como único culpable, por el hecho de buscar la oportunidad de atacar a las tropas que le cerraban el paso hacia Tarragona, considerándolo incluso algunos como un general fanfarrón. De todas maneras, la mayoría de autores españoles recoge el buen comportamiento de mandos y soldados durante la batalla, culpando de la derrota a la superioridad en efectivos del ejército napoleónico a partir del mediodía, y a la buena planificación del ataque final llevado a cabo por Gouvion Saint-Cyr.

(R.B.): La batalla me recuerda a otros encuentros de las armas españolas contra los ejércitos del Emperador francés, en los que pese a hallarse en un terreno más elevado y a priori más ventajoso, perdían la iniciativa por el flanqueo y empuje de la caballería francesa y se daba el consiguiente hundimiento inmediato de la línea española? ¿Hay alguna explicación de porqué se incurría en esta situación repetidamente? Estás de acuerdo con la lectura que las tropas españolas sólo daban buen rendimiento cuando estaban parapetadas tras fortificaciones o ciudades, como propugnaban o propugnan algunos historiadores británicos? 

El ataque final a la línea española en la batalla de Valls.

(F.M.G.): \»De hecho, el peso de estos ataques que hunden las líneas de infantería española, recae habitualmente en la infantería francesa o de sus aliados, que con sus compactas columnas precedidas por una masa de voltigeurs desplegada delante, impacta y revienta unas líneas de infantería española que han sufrido el fuego de la artillería y que son incapaces de rechazar el asalto de las columnas napoleónicas. Si bien, en ocasiones, la caballería también participa en un ataque frontal, normalmente efectúa operaciones de flanqueo, que favorecen el hundimiento de las posiciones españolas, y sobretodo carga contra la línea española cuando esta empieza a desintegrarse, y se emplea a fondo en la persecución de los fugitivos. En Valls tuvo lugar esta combinación de asalto general mediante grandes columnas de infantería precedidas de un elevado número de voltigeurs, que no solo atacaron frontalmente el centro español, sino que lo empezaron a flanquear por su izquierda, junto a la carga de tres regimientos de caballería contra dos puntos de la línea en el momento que esta ya estaba empezando a flaquear. En este caso, como en muchos otros, sirvió de poco el terreno ventajoso que ocupaban las tropas españolas, frente a un enemigo mucho más maniobrero. Para entender este tipo de derrotas hay que tener en cuenta, además de la mayor capacidad de maniobra de las fuerzas napoleónicas, el hecho de que muchos cuerpos que formaba los ejércitos españoles de 1808 y 1809 eran de nueva formación, creados por las Junta Provinciales, y en muchos casos no pasaban de ser campesinos armados, casi sin instrucción, y con una proporción de mandos de origen militar muy bajo. Estos regimientos tendían a flaquear e incluso, en algunos casos, a desintegrarse, frente a un ataque resolutivo de las tropas napoleónicas. Por lo que respecta a los regimientos procedentes del ejército previo al inicio de la guerra, estos se completaron con reclutas que en muchos casos no recibían la instrucción suficiente antes de entrar en combate, mientras que cada batalla fue reduciendo lentamente el número de oficiales, sargentos y cabos veteranos, hecho que provocó una pérdida en la calidad de la oficialidad y de la tropa. También hay que tener en cuenta que en muchos casos las exigencias de resultados por parte de las Juntas Provinciales o la Junta Suprema Central, obligaron a los generales al mando de los diferentes ejércitos españoles, a presentar batalla siendo conscientes que sus tropas, mal equipadas, poco instruidas y en ocasiones mal mandadas, no estaban preparadas para salir victoriosas de aquel lance.

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\»… no es cierto que las tropas españolas fueran incapaces de dar un buen rendimiento en el campo de batalla. Son conocidos los casos de las victorias españolas en las batallas campales de Bailen, Alcañíz, Tamames y San Marcial, a las que se añaden las obtenidas en un buen número de combates menores, …\»

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En Valls combaten mayoritariamente tropas regulares y incluso muchos de los regimientos de nueva formación, como es el caso de los creados en Granada, como el 2º de Saboya, eran unidades fogueadas en las campañas de 1808 y tenían en sus filas un elevado número de tropas veteranas procedentes de regimientos del antiguo ejército regular. En general eran tropas fiables, en las que Reding tenía confianza, y que el día antes de la batalla el coronel británico Charles Doyle definió como quizá el mejor ejército (español) que quedaba en España. En el caso de esta batalla, la causa principal del hundimiento del ejército, fue el plan de ataque general llevado a cabo por Gouvion Saint-Cyr, junto a la mayor veteranía y capacidad de maniobra del conjunto de sus fuerzas.

Si bien es evidente que las tropas españolas eran mucho más efectivas cuando defendían una plaza, bien parapetadas tras sus fortificaciones y realizando salidas parciales para ralentizar los trabajos de asedio napoleónicos, ya que para esta función se podían destinar tropas poco preparadas para combatir a campo abierto, no es cierto que las tropas españolas fueran incapaces de dar un buen rendimiento en el campo de batalla. Son conocidos los casos de las victorias españolas en las batallas campales de Bailen, Alcañíz, Tamames y San Marcial, a las que se añaden las obtenidas en un buen número de combates menores (como los de Sant Cugat en 1808, Castelló d’Ampurias en 1809, la batalla de Figuerola y en la de Cardona en 1811 y la de Vilaseca en 1812, entre muchos otros), pero también el buen papel que jugaron las tropas españolas que combatieron junto a sus aliados británicos en las batallas de Talavera, la Albuera y Vitoria. Aunque, por las razones antes expuestas, el porcentaje de victorias napoleónicas entre las batallas campales que libraron exclusivamente contra las tropas españolas, es muy superior al de las victorias españolas, en las acciones menores el porcentaje está más equilibrado. De hecho, muchos cuerpos rendirán un buen papel incluso en las derrotas, ya sea en momentos puntuales del combate, logrando frenar o incluso derrotar parcialmente a sus contrarios, o bien cubriendo la retirada del resto del ejército tras la derrota.\»    

(R.B.): El papel de la caballería española en la batalla no pasó de ser bastante secundario, quizás por el planteamiento defensivo de Reding o por la naturaleza del terreno en que se encontraba. ¿Crees que se podía haber hecho un uso más activo de la misma sobretodo en sus fases iniciales? 

Bancales en el paisaje actual del campo.

(F.M.G.): La naturaleza del terreno del campo de batalla de Valls, cortado no solo por un río, sino por diversos barrancos con largos tramos de paredes abruptas, y en algunas zonas por las paredes de los bancales, no favorecía el despliegue de grandes cuerpos de caballería, aunque esto no impedía que pudieran cargar o maniobrar destacamentos reducidos o incluso un regimiento completo en formación de columna. La distribución que hizo Reding de su caballería destinando un regimiento a cada división, tampoco favoreció que pudiera concentrar su caballería en alguno de los frentes de ataque durante los combates de la mañana. De hecho, aunque tomaron parte en los combates de la mañana, lanzando cargas parciales o cubriendo a la infantería, la caballería española jugó un papel secundario en aquellas acciones, y dudo mucho que hubieran tenido posibilidades de tener un papel más destacado, teniendo en cuenta el terreno, su calidad y la de su  oponente en las fases iniciales de la batalla, el curtido y fiable 24º de dragones franceses, que protegía a la infantería francesa. Para entender el uso que Reding dio a la caballería hay que tener en cuenta que, como fue habitual en esta guerra, los cuerpos de caballería española presentes en Valls, no estaban al completo de sus efectivos y eran de una calidad menor que la caballería francesa que tenían enfrente. Aunque el regimiento de Húsares Españoles era un cuerpo veterano que ya había demostrado su eficacia en las acciones de Sant Cugat y en la batalla de Cardedeu, y en aquellas alturas de la guerra aún estaba bien montado y equipado, tan solo reunía en Valls 250 sables, una fuerza muy reducida. Los otros dos cuerpos eran de nueva creación, y si bien los Húsares de Granada contaban con dos escuadrones formados exclusivamente con oficiales y tropa veterana, o al menos fogueada, procedente de otros cuerpos de caballería, el tercer escuadrón solo contaba con reclutas en sus filas. Mientras que los Cazadores de Cataluña también eran una amalgama de oficiales y soldados de diferentes cuerpos de caballería (sobretodo del regimiento de Borbón), reforzados por un destacamento del regimiento de caballería de Alcántara, que mayoritariamente montaban caballos procedentes de requisas, de calidad inferior a las monturas de sus contrincantes. Los tres regimientos de caballería española que combatieron en Valls sumaban un total de unos 900 sables, frente a los cerca de 600 del 24º de dragones durante los combates de la mañana, que aumentaron hasta poco más de 1500, cuando los dragones y cazadores italianos llegaron al campo de batalla.

(R.B.): Tras haber estudiado detenidamente todas las etapas de la campaña que condujeron finalmente a la batalla campal, ¿cuál es tu explicación particular de la opción tomada por Reding de seguir el curso del Francolí para retirarse hacia Tarragona en vez de optar por un rodeo más alejado de los franceses como propugnaban parte de sus oficiales? 

Teodoro Reding von Biberegg

(F.M.G.):  Soy de la opinión que Reding buscaba una batalla campal para intentar expulsar a las tropas napoleónicas del Camp de Tarragona, lanzando un ataque contra la división Souham que ocupaba Valls, con la intención de derrotarla antes de que Gouvion Saint-Cyr pudiera reforzarla tras reunir la división Pino. De hecho la documentación que se conserva parece que así lo indica, ya que el 23 de febrero, Reding escribió desde Montblanc a la Junta Suprema del Principado y le comunicó que su intención era proteger la Conca de Barberà y el Camp de Tarragona atacando al enemigo siempre que tuviera ocasión:“He venido con el grueso de estas tropas aquí para cubrir el país y librar a los pueblos del Campo de Tarragona del saqueo con que aquellos les amenazan y no perderé ocasión de acometerles en cualquier punto que se me presenten”. Mientras que en la junta de generales celebrada en la mañana siguiente, Reding defendió su intención de atacar la división francesa establecida en Valls, aunque no pudo imponer su parecer a la mayoría de mandos que optaron por la retirada a Tarragona. Estas intenciones del general en jefe aún quedan más claras con la celebración de una segunda junta de generales aquella misma tarde, cuando el general Martí llega a Montblanc. Aunque no se conservan las actas de aquellas juntas, si disponemos de varios informes que recogen lo que sucedió en ellas, sobretodo en esta segunda, dónde finalmente se decidió que movimiento llevaría a cabo el ejército concentrado en Montblanc. Nuevamente Reding expuso y defendió la opción de atacar las tropas napoleónicas que se interponían entre ellos y Tarragona y amenazaban el conjunto del Camp de Tarragona, las cuales según sus informes ocupaban Valls con una fuerza de 5000 a 6000 hombres sin artillería. Una vez más no logró convencer al resto de generales y mandos presentes, a los que se añadió Martí que proponía enviar la artillería y bagajes a Lérida y  dirigir el resto del ejército a Tarragona por la sierra de Prades, para así conservarlo sin arriegarse a perderlo en una batalla campal de resultado incierto. Finalmente prevaleció la opción de la retirada, pero por el camino de Montblanc a Tarragona que pasa por el Pont de Goi, “sin presentar por nuestra parte la acción pero no reusándola si los enemigos la buscaban”, lo cual, tal como apuntó Martí era ir directamente al encuentro de las avanzadas de la división que ocupaba Valls. Así, aunque Reding dio la orden de retirada hacia Tarragona, lo hizo con el conocimiento de que seguramente la mañana del 25 de febrero libraría la batalla que buscaba. Hay que tener en cuenta que el general en jefe confiaba en el ejército que había reunido, en el que se contaban tres regimientos suizos, junto a otros cuerpos regulares veteranos y fiables, y seguramente creía que tenía posibilidades de obtener la victoria.\» 
 

(R.B.): El papel de la guerrilla que se dio en la Cataluña de entonces, ¿crees que tenía las mismas características o difería de las que se dieron en el resto de España? ¿Pudo haber sido de más ayuda en lo que se refiere a esta campaña de la Batalla de Valls en particular? 

(F.M.G.):  \»En aquellos primeros años de la Guerra de la Independencia, en Cataluña las acciones de guerrilla recayeron en los somatenes, un sistema de defensa autóctono de origen medieval, que consistía en convocar a toque de campana a los vecinos de un municipio, que se armaban y organizaban para hacer frente a un enemigo que lo amenazase. Aunque en las fases iniciales de la guerra, se hizo amplio uso de los somatenes destinándolos a reforzar posiciones como por ejemplo la línea del Llobregat, esto resultó un fracaso, ya que era un tipo de sistema de defensa creado para proteger la población de dónde procedían aunque fuera en los pasos de montaña más o menos cercanos a esta, o a lo sumo para mantener una posición más alejada durante unos días o semanas. Así, que al poco tiempo de ocupar aquellas posiciones del Llobregat, muchos miembros de los somatenes empezaron a regresar a sus casas, dejándolos en cuadro. De hecho su efectividad en emboscadas y otras acciones propias de la guerra de guerrillas, se hacía patente cuando actuaban cerca de sus poblaciones de origen, y por lo tanto defendían directamente sus familias y bienes. Así, a diferencia de las guerrillas más o menos estables  que se constituirán en otras regiones de España, que en algunos casos llegaran a ser verdaderos ejércitos guerrilleros (que avanzada la guerra serán militarizadas y transformadas en regimientos), la mayoría de los somatenes se convocaban para hacer frente a un peligro concreto y luego regresaban a sus casas. Por otra parte tenemos a los miqueletes, pero estos fueron el intento de la Junta del Principado de formar un ejército regular basado en cuarenta tercios de miqueletes de nueva creación y las pocas unidades regulares existentes en Cataluña en los primeros meses de la guerra. Aunque los miqueletes también practicaran en ocasiones la guerra de guerrillas, se trataba en este caso de unidades que podríamos considerar regulares (de hecho lo serian oficialmente a partir de 1810, cuando se convirtieron en las Legiones Catalanas). Por lo que respecta al papel que jugaron en la batalla de Valls, este fue testimonial, aunque durante la mañana fueron llegando somatenes de las poblaciones cercanas, hasta reunir cerca de un millar (entre los que se contaban unos 600 de Reus), participaron poco (y a distancia), en los combates, pero sufrieron el acoso de la caballería napoleónica, que provocó numerosos muertos, ya que no daban cuartel a los combatientes vestidos de civil. Aunque Reding hubiera logrado reunir el doble de somatenes, su papel también hubiera sido irrelevante en aquella batalla campal.\»   
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\»… En aquellos primeros años de la Guerra de la Independencia, en Cataluña las acciones de guerrilla recayeron en los somatenes, un sistema de defensa autóctono de origen medieval, que consistía en convocar a toque de campana a los vecinos de un municipio, que se armaban y organizaban para hacer frente a un enemigo que lo amenazase.\»

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(R.B.): El papel de los generales españoles de los ejércitos de la época salvo honrosas excepciones, no dejó de ser bastante discreto, cuando no claramente deficiente. Crees que la historia ha sido justa con ellos? ¿Podrían haber hecho más de lo que hicieron con el material humano y bélico de que disponían? ¿El papel de las Juntas en general, podríamos considerarlo un elemento más negativo que positivo en el comportamiento militar de los generales españoles? 

(F.M.G.): La historia no ha sido demasiado justa con muchos generales españoles, que se vieron obligados a presentar batalla dirigiendo ejércitos de peor calidad que los de sus oponentes, a pesar de sus esfuerzos por organizar y instruir un ejército formado en muchos casos por un elevado porcentaje de reclutas mal instruidos, mal equipados, con pocos oficiales incluso a nivel de compañía y batallón, con una caballería poco numerosa y con monturas de peor calidad que las napoleónicas, y una artillería generalmente bien servida, pero que habitualmente se perdía en cada derrota debido a la falta de un tren de ganado propio. Si a estos factores añadimos el hecho que faltaban oficiales especializados de estado mayor, a nivel de divisiones y de ejércitos (el Cuerpo de Estado Mayor, se fundó en 1810), hecho que se traducía en errores y deficiencias en las planificaciones y transmisiones de órdenes,  y que sobretodo no existiría un mando militar único y con él una estrategia unificada para los ejércitos españoles hasta finales de 1812, cuando este recaerá en el duque de Wellington, no es de extrañar el papel en general discreto y en un buen número de casos deficiente de gran parte de los generales españoles. También hay que tener en cuenta que a diferencia de los mandos napoleónicos, curtidos y veteranos de las campañas de la Revolución y del Imperio, que llevaban casi dos décadas participando constantemente en campañas, la mayoría de generales españoles tenían una experiencia de combate mucho más limitada, adquirida en la Guerra de la Convención o en las guerras contra Inglaterra (el sitio de Gibraltar, el de San Felipe de Menoría,…) y en la defensa de los presidios de África, como es el caso del sitio de Oran. Además, la falta de generales y brigadieres, para tomar el mando de divisiones y columnas de los nuevos ejércitos, así como para ocupar los empleos de los estados mayores de cada ejército, provocaron nombramientos y ascensos a jefes y oficiales que en muchos casos no estaban capacitados para mandar más allá de un regimiento. Un buen ejemplo lo tenemos en el coronel del regimiento de Húsares de Granada, que fue ascendiendo durante la guerra, demostrando ser un buen coronel, brigadier y mariscal de campo (el equivalente a general de división francés), pero que en 1811 fracasará estrepitosamente como comandante en jefe del ejército de Cataluña, al no estar capacitado para un mando de aquellas características. Finalmente, hay que tener en cuenta la presión y incidencia negativa de las Juntas Provinciales y de la Junta Suprema Central, y de los políticos locales e incluso del pueblo, que exigirán constantemente resultados a los generales al mando de los diferentes ejércitos españoles, obligándoles a presentar batalla siendo estos conscientes que sus tropas, mal equipadas, poco instruidas y en ocasiones mal mandadas, no estaban preparadas para salir victoriosas de aquel lance.
(R.B.): El fenómeno de los afrancesados o partidarios del gobierno de José I, crees que tuvo mayor importancia en las tierras de Tarragona, o en general en Cataluña por estar más próximos geográficamente con las ideas de la Revolución que en otras partes de España o no difirió en mayor medida? 
División administrativa en departamentos de Cataluña (1812)*

(F.M.G.): No creo que tuviera un peso superior al de otras regiones que estuvieran más o menos bajo el control de las tropas napoleónicas, como es el caso, por ejemplo, de Aragón y Andalucía. Tras la batalla de Valls, la ciudad de Reus, el principal centro industrial y comercial del Camp de Tarragona en aquel período, colaboró con el ejército de Gouvion Saint-Cyr, básicamente para librarse de sufrir la destrucción y pérdidas que provocaría un saqueo general de la ciudad por un ejército numeroso que vivís sobre el terreno. En general no se les puede considerar afrancesados (aunque los había) ni partidarios del gobierno de José I. El caso será diferente en Barcelona, donde la larga dominación francesa llevará a la existencia de partidarios y colaboradores de los ocupantes desde los primeros años de la guerra. A pesar de la proximidad con la frontera francesa, las ideas de la Revolución (pasadas por el filtro del Imperio) encontraron poco eco en las zonas rurales, aunque lentamente lograron una cierta presencia en las principales ciudades ocupadas. No fue hasta 1810 que se empezaron a organizar los primeros cuerpos de miqueletes o milicias pro francesas en la zona de Gerona y el Ampurdán, y aunque se mantendrán hasta el final de la guerra, estas unidades, junto a las que crearon en Lérida y Tarragona tras su caída, contaran con pocos efectivos y se moverán más próximos al bandidaje que a la función de cuerpo auxiliar en la lucha contra la guerra de guerrilla practicada por los somatenes y unidades irregulares y regulares españolas. En la zona de Tarragona, no será hasta la caída de la capital, tras el sitio que sufrió en 1811, que existirá un control napoleónico (en algunos períodos más teórico que real), del Camp de Tarragona. Será a partir de aquel momento, cuando se manifestaran los pocos afrancesados ideológicos, procedentes mayoritariamente de la clase media comercial y industrial, que había en las comarcas de Tarragona, que como en el resto de Cataluña en muchos casos ocuparan cargos en la administración bajo el control francés, especialmente a partir de 1812, cuando Napoleón incorpora Cataluña al Imperio. Como sucedió en todas partes, también aparecerán un buen número de colaboracionistas que se aprovecharon de la situación de dominio francés o que por el contrario lo fueron por obligación, al nombrarlos los mandos franceses para ocupar cargos en juntas y ayuntamientos.\» 

(R.B.): Tenemos entendido que tienes en proyecto un trabajo sobre el asedio de Tarragona del 1811. ¿Podrías darnos algunos apuntes de lo que será?¿Qué aspectos abordará tu trabajo que en tu opinión puedan darnos una lectura más esclarecedora de este episodio de la Guerra de Independencia? 

(F.M.G.): \»Si, desde 2009 estoy trabajando en la elaboración de un libro sobre el asedio de Tarragona de 1811, que ya se encuentra en su fase final y terminaré a finales de año. Una vez más se trata de una beca, en este caso del Ayuntamiento de Tarragona, un apoyo económico absolutamente necesario para cubrir parte de los gastos que genera una investigación de un hecho histórico de estas características, que obliga a realizar numerosos viajes y estancias semanales en Paris, Madrid y Segovia, para realizar el vaciado de la riquísima información de sus archivos militares. El sitio de Tarragona, que se alarga del 4 de mayo al 28 de junio de 1811, es el último gran asedio que tiene lugar en Cataluña, hecho que lo ha dejado un poco a la sombra de los conocidísimos sitios de Gerona, y en menor medida de Lérida y Tortosa, con la particularidad de que Tarragona fue la capital de la Cataluña resistente prácticamente desde los inicios de la guerra, la gran base de operaciones y cuartel general del ejército y la última gran plaza que controlaba el ejército español en este territorio. La conquista de Tarragona fue un objetivo de primer orden del mando imperial en Cataluña, desde las primeras fases de la guerra, y los diversos intentos para hacerse con ella fracasaran hasta 1811, por la imposibilidad del ejército francés en Cataluña de disponer de suficientes tropas y material de asedio, y sobretodo de garantizar el suministro de provisiones, para hacer frente a un asedio largo y complicado de una plaza que contaba con una defensas que iban mejorando con el paso de los meses, disfrutaba de comunicación abierta por mar y contaba con la presencia de una numerosa guarnición y a menudo con el grueso del ejército español de Cataluña. Su conquista solo será posible cuando, en marzo de 1811, se encargue esta misión al ejército francés de Aragón, bajo el mando del general Suchet, que llevará a cabo un asedio bien planificado y constante, en el que los suministros estarán garantizados, y que a pesar de la defensa tenaz de la guarnición conseguirá tomar, mediante un ingente trabajo de asedio y unos asaltos decididos, una tras otra las obras exteriores, la parte baja y finalmente la parte alta de la ciudad. Con su conquista Suchet obtendrá el bastón de mariscal y el camino libre a Valencia, mientras que el ejército español en Cataluña quedará reducido durante un tiempo a la mínima expresión. El estudio que elaboro presenta una estructura similar a la que seguí con la batalla de Valls, con la consulta de abundante información inédita que me permite reconstruir minuciosamente, los antecedentes, la planificación y objetivos de los comandantes en jefe de los dos ejércitos y la distribución de las fuerzas durante el asedio y sus diferentes fases. Una vez más, esta investigación me permite detectar y corregir errores y malas interpretaciones acumuladas con el paso de los años, que varían en algunos casos de manera notable, algunos hechos producidos durante el asedio.

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(*) De Treehill (discusión) – Map administrative divisions of the First French Empire 1812-fr.svg, CC BY-SA 4.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=47755637

Agradecer muy especialmente a Francesc Murillo Galimany que nos haya atendido una vez más para la confección de esta entrada que cierra esta apasionante trilogía sobre la batalla de Valls en \»El Rincón de Byron\» y sin cuyo concurso no hubiera alcanzado la profundidad y el rigor que sin duda alguna merece.  

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