El Museo Naval de Madrid (s. XVIII-XIX) (II)

Tiempo de lectura: 16 minutos

Hoy os traemos la segunda de las tres partes que dedicamos nuestra visita al Museo Naval de Madrid, a unos escasos 500 metros del Museo Nacional del Prado. Nos centramos básicamente en las salas que tratan de la Marina española desde mediados del siglo XVIII a principios del XIX, que podríamos considerar como la cara y la cruz de la suerte de la flota de guerra de España en aquella turbulenta época. En esta entrada veremos el la singladura de la Armada durante la guerra de la Independencia, algunos de los ilustres marinos que participaron junto con algunos objetos históricos de dicho periodo expuestos en las vitrinas del museo. También un apartado dedicado a la batalla de Trafalgar, que selló el destino de la flota franco española con la victoria de la Royal Navy a costa de la muerte de su ilustre vicealmirante Horacio Nelson.

EXPOSICIÓN SIGLOS XVIII – XIX (Cont.)

Modelo de arsenal de la fragata Santa Rosalía (1767-1802)
Arsenal de Cartagena. c. 1767. Madera, metal y fibras textiles

Las fragatas eran buques de tres palos, más ligeros que los navíos de línea. Disponían como máximo de dos cubiertas y normalmente sólo una estaba artillada, con un número total de piezas que no solían exceder de treinta. Este tipo de navíos se dedicaron principalmente a proteger el tráfico mercante y, por su rapidez de movimientos, también servían de apoyo a los navíos de línea.

LOS ARSENALES

Para sostener la política expansiva en el Mediterráneo, el Atlántico y el Pacífico, los monarcas del siglo XVIII invirtieron considerables recursos en la construcción de los nuevos arsenales. El arsenal militar del Ferrol, con capacidad para acoger 70 navíos, fue el más grande de Europa en su época y cumplió también una función defensiva, tanto propia como de la ciudadela. El arsenal de la Carraca fue concebido como un conjunto industrial y urbanístico del que aún se conservan importantes muestras, como el penal, la iglesia, y algunos diques y muelles. Por último, el arsenal de Cartagena fue en su tiempo el más importante complejo industrial del Mediterráneo.

LA BANDERA DE ESPAÑA

Las marinas borbónicas usaban como bandera nacional el escudo del soberano sobre fondo blanco, lo que hacía difícil la identificación en la mar. Presentadas doce propuestas a Carlos III, una Real Orden de 1785 ordenaba: “… que en adelante usen mis buques de guerra la Bandera dividida a lo largo en tres listas, de las cuales la alta y la baja sean encarnadas y del ancho cada una de la cuarta parte del total, y la de en medio, amarilla…” En 1843, Isabel II decretó que las unidades del Ejército y la Infantería de Marina usasen en sus banderas los colores y disposición ordenados por Carlos III. Posteriormente su uso se generalizó para todos los organismos de la nación.

Propuestas presentadas para el diseño de la bandera.

Gabriel Císcar y Císcar, teniente general de la Real Armada. José Roldán y Martínez
c. 1850. Óleo sobre lienzo.
Cosme Damián Churruca y Elorza, brigadier de la Real Armada. Anónimo español Siglo XIX. Óleo sobre lienzo

Tras ser destinado como profesor de navegación y matemáticas superiores, Gabriel Císcar y Císcar fue nombrado director de la Real compañía de Guardias Marinas de Cartagena en 1788. En 1798 viajó a París como representante de España en el congreso que debía fijar el sistema métrico decimal. Císcar intervino en la subcomisión encargada de fijar la medida definitiva del metro. A su regreso, trajo consigo el modelo de patrón nº 3 del metro.

Cosme Damián Churruca y Elorza fue destinado a la expedición de reconocimiento del estrecho de Magallanes en 1788 y se encargó de los estudios astronómicos y geográficos. Tras un breve paso por el Observatorio de Cádiz, participó entre 1792 y 1795, al mando de una división de dos bergantines en la comisión del Atlas de la América Septentrional, que tenía como misión el levantamiento de cartografía náutica de las ismas y canales de las Antillas.

Destacado marino, militar y científico, fue comandante del navío “San Juan Nepomuceno”. En 1805 se incorporó en el Ferrol a la escuadra franco-española, recién llegada de las Antillas bajo las órdenes de Federico Gravina. Murió en la batalla de Trafalgar. Después de su muerte, su navío fue apresado y llevado a Gibraltar, donde los ingleses colocaron una placa en la cámara del comandante en su honor.

Dionisio de Alcalá Galiano, brigadier de la Real Armada. Anónimo. Siglo XIX. Óleo sobre lienzo
Alejandro Malaspina y Melilupi, brigadier de la Real Armada. Anónimo. Siglo XIX. Óleo sobre lienzo

1. Sable de honor de Francisco Javier de Uriarte y Borja, regalado por Napoleón Bonaparte
Nicolás Boutet. c. 1800. Acero, Bronce y oro.
2. Faja y entorchados de cuello y bocamanga que pertenecieron a Francisco Javier de Uriarte y Borja
1ª mitad siglo XIX. Seda e hilo metálico
3. Cinturón con fiador de sable. Borja. 1ª mitad siglo XIX. Tela, cuero y metal.

Estuche con pareja de pistolas de honor de José de Rojas, capitán de navío de la Real Armada
Nicolás Boutet. c. 1802. Metal y madera

TRAFALGAR

Como resultado de los errores del almirante Villeneuve, la escuadra franco-española quedó bloqueada en Cádiz en 1805. Presionado por Napoleón, y contra la opinión de Gravina, Villeneuve salió a la mar y se enfrentó a la escuadra inglesa que superaba a la combinada en adiestramiento de las dotaciones y en la eficacia de la artillería. Cumpliendo lo prescrito en las Ordenanzas de 1802: “nunca se rendirá a fuerzas superiores sin cubrirse de gloria en su gallarda resistencia”, entregaron sus vidas marinos como Gravina, Churruca, Alcalá Galiano y Alsedo, entre otros muchos. Pero si la batalla es una manera de tomar el pulso a la nación, justo es decir que la arruinada España de principios del siglo XIX no cumplió sus objetivos.

Vista general del combate de Trafalgar. Rafael Monleón y Torres. 1870. Óleo sobre lienzo
Combate de Trafalgar. Vista de la acción entre el navío español “Santa Ana” y el británico “Royal Sovereign”
Ángel Cortellini Sanchez. 1903. Óleo sobre lienzo
Busto de Cosme Damián Churruca y de Elorza. L. Savadell
1ª mitad siglo XIX. Terracota.
Izquierda: Bandera del 6º regimiento de infantería de línea, Málaga, del Ejército de José I Bonaparte. 1810. Seda y tafetán. Derecha: La versión coloreada basada en un diseño de D. Cueto.

Esta bandera perteneció al 6º regimiento de infantería creado por Real Decreto durante el reinado de José I Bonaparte, el 6 de marzo de 1810, con el nombre de Regimiento Fijo de Málaga. En 1812 se ordenó destruir todas las banderas e insignias relacionadas con el rey José I, lo que la convierte posiblemente en la única de su tipo que se conserva en España.

LA ARMADA EN LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA

El 2 de mayo de 1808 se sublevó en Madrid el pueblo español contra José I Bonaparte. Comenzaba así la Guerra de Independencia, que duraría 6 años. Garantizado el dominio del mar por la marina inglesa, ahora aliada de España, la Infantería de Marina se integró en el ejército para combatir en Tierra. También la gran mayoría de los oficiales del Cuerpo General – en ocasiones encuadrados en la maestranza de los arsenales – pasaron a combatir en el ejército. Así, mientras todos los recursos de la nación se destinaban a satisfacer las necesidades de las operaciones terrestres, la Armada se deshacía sin remedio, perdiéndose la herramienta que tanto había costado construir y que tan necesaria era para mantener los territorios de ultramar.

1. Águila naval modelo 1804 para estandarte de la Marina Imperial francesa que perteneció al navío “L’Atlas”. Pierre-Philippe Thomire. Siglo XIX. Bronce y oro.

La experiencia y el adiestramiento en el combate naval de los corsarios vigueses llevaría a que, el 9 de junio de 1808, éstos capturaran al buque de guerra francés Atlas, de 74 cañones, que llevaba en la bahía de Vigo desde el 28 de julio de 1805 (Villeneuve no contó con él y no estuvo presente en Trafalgar), y que estuvo sirviendo como buque-hospital hasta 1806. La águila que estaba a bordo es la que se exhibe en las vitrinas del museo.

2. Peto y espalda de coracero de caballería francesa. Zurdebell (Atrib.). 1800-1830. Acero y cuero
3. Sable de batallón de marinos de la Guardia Imperial Francesa. 1804-1814. Acero, latón y cuero
3. Sable de batallón de marinos de la Guardia Imperial Francesa
1804-1814. Acero, latón y cuero
4. Placa de chacó modelo 1806, perteneciente a un soldado francés del regimiento 101 de infantería de línea

5. José Napoleón – Medalla conmemorativa de su viaje desde Nápoles a Bayona para ser proclamado rey de España. F. Daniel. 1808. Bronce

6. Napoleón, emperador – Medalla conmemorativa de su traslado a Plymouth a bordo del “HMS Bellerophon”. Mudie y Brenet. 1815 . Plata

7. Medalla de distinción de la rendición de la escuadra francesa. 1808. Plata y esmaltes

3. Duque de Wellington – Medalla conmemorativa de su llegada a la Península
Mudie y Brenet. 1808. Plata
1. Medalla de distinción batalla de Bailén. 1808. Tela, metal y esmalte
2. Diadema Real de Marina. Insignia para oficiales. Anónimo español. 1816-1866. Oro, plata y esmalte
4. Sable de tropa de Infantería de Marina. 1820-1840. Acero y latón

Cayetano Valdés y Flores, capitán general de la Real Armada y gobernador militar de Cádiz durante la guerra de la Independencia.
José Roldán y Martínez
1847. Óleo sobre lienzo
Ignacio María de Álava y Saénz de Navarrete, capitán general de la Real Armada. Anónimo español
1ª mitad del siglo XIX. Óleo sobre lienzo
Fernando VII, rey de España
Vicente López y Portaña (Atrib.)
c. 1823. Óleo sobre lienzo

Superior derecha: Retrato del rey Fernando VII vestido con uniforme de capitán general común para el Ejército y la Armada, atribuido a Vicente López, primer pintor de cámara desde 1815. Fernando VII subió al trono en 1808 y estuvo exiliado en Valençay hasta el final de la guerra de Independencia. Durante su reinado la Armada sufrió un paulatino abandono que impidió contrarrestar el rápido proceso de emancipación de las provincias americanas.

Pablo Morillo, conde de Cartagena, teniente general del Real Ejército y sargento del Real Cuerpo de Infantería de Marina.
Anónimo. Siglo XIX. Óleo sobre lienzo
Juan José Ruiz de Apodaca y Eliza, primer conde de Venadito, capitán general de la Real Armada.
Antonio María Esquivel. 1834. Óleo sobre lienzo

La carrera militar de Pablo Morillo, se inició en el Real Cuerpo de Infantería de Marina como suboficial. Estuvo en las batallas del cabo de San Vicente y de Trafalgar. Durante la guerra de la Independencia pasó al Ejército, distinguiéndose en diferentes batallas como las de Bailén, Ponte Sampaio, Tamames o Vitoria. Por sus méritos llegó a ser teniente general. Posteriormente participó contra las insurrecciones americanas.

El papel de Juan José Ruiz de Apodaca y Eliza tras la invasión francesa de la Península en mayo de 1808 fue decisivo. Estando al mando de la Escuadra del Océano, atacó a la escuadra francesa del almirante Rosily que aún permanecía en Cádiz desde la batalla de Trafalgar, consiguiendo que se rindiera. El retrato es obra de Antonio María Esquivel, uno de los retratistas más destacados del siglo XIX español.

Cañón de bronce de a 4 libras. 1791. Bronce

Cañón fabricado en Sevilla, con bronce de Lima, tal y como indican sus inscripciones. Perteneció a la fragata “Santa María Magdalena”, construida en Ferrol en 1773, que naufragó en Vivero por temporal el 2 de noviembre de 1810. Formaba parte de la escuadra hispano-inglesa que, al mando de Joaquín Zarauz, tenía como misión defender la costa cantábrica contra los ataques de los franceses durante la guerra de la Independencia.


Fuentes:

1 – Paneles informativos del Museo Naval, Paseo del Prado, 3. 28014 Madrid

Imágenes:

a – Fotografías del autor

El Museo Naval de Madrid (s. XVIII-XIX) (I)

Tiempo de lectura: 16 minutos

Hoy os traemos la primera de las tres partes que dedicamos a la visita al Museo Naval de Madrid por parte de nuestro infatigable Byron, a unos escasos 500 metros del Museo Nacional del Prado. Nos centramos básicamente en las salas que tratan de la Marina española desde mediados del siglo XVIII a principios del XIX, que podríamos considerar la cara y la cruz de la flota de guerra de España en aquella época. Tras una etapa muy floreciente tal como nos narra Carlos Martínez-Valverde: «La Armada de 1808 era una sombra, una caricatura de la de los tiempos de esplendor de la Marina de la Ilustración, de la potencia que tuvo 15 años antes, en 1793, cuando bajo el gobierno del baylío don Antonio Valdés Bazán [Antonio Valdés y Fernández Bazán, Secretario de Estado del despacho universal de Marina y de Indias], alcanzó su apogeo con 79 navíos, 54 fragatas y 156 buques menores en sus listas. […] En 1805, a la vista del cabo Trafalgar, se inmoló la Armada por exigencias de la política de Napoleón, contraria a los intereses españoles. […] Con las arcas del Estado exhaustas y la reducción del comercio marítimo por las prolongadas guerras en la mar, los barcos se pudren en los Arsenales por falta de carena, incluso algunos se desguazan para dar trabajo a la Maestranza de Arsenales, que tanto esfuerzo, tiempo y dinero había costado formar y que al final, al no tener ocupación acabó por desvanecerse». 1

«Antonio Barceló, con su jabeque correo, rechaza a dos galeotas argelinas (1738)». (1902),
Ángel Cortellini Sánchez, óleo sobre lienzo

EXPOSICIÓN SIGLOS XVIII – XIX

LA EDAD DE ORO DE LA CONSTRUCCIÓN NAVAL EN ESPAÑA

S. XVIII

Con la Ordenanza de Arsenales de 1723 y la creación de los Departamentos Marítimos de Ferrol, Cádiz y Cartagena en 1726, se inició un proceso de reestructuración de la construcción naval militar que culminaría con la creación de un arsenal en cada una de sus cabeceras, con la doble misión de ser astillero y carenero para mantenimiento. Mientras los nuevos arsenales se ponían en funcionamiento, los buques se seguirían construyendo en Guarnizo, la Habana y Cavite.

A lo largo del siglo se implantaron distintos sistemas constructivos, ideados por marinos y científicos, que irán incorporando los avances de la técnica. Entre ellos destacaron Antonio de Gaztañeta, Jorge Juan y Santacilia, Francisco Gautier y José Romero y Fernández de Landa. A sus diseños pertenecían, respectivamente, navíos tan emblemáticos como el “Glorioso”, el “Santísima Trinidad”, el “San Juan Nepomuceno” y el “Montañés”.

LOS ARSENALES

Para sostener la política expansiva en el Mediterráneo, el Atlántico y el Pacífico, los monarcas del siglo XVIII invirtieron considerables recursos en la construcción de los nuevos arsenales. El arsenal militar del Ferrol, con capacidad para acoger 70 navíos, fue el más grande de Europa en su época y cumplió también una función defensiva, tanto propia como de la ciudadela. El arsenal de la Carraca fue concebido como un conjunto industrial y urbanístico del que aún se conservan importantes muestras, como el penal, la iglesia, y algunos diques y muelles. Por último, el arsenal de Cartagena fue en su tiempo el más importante complejo industrial del Mediterráneo.

Modelo del navío “San Vicente Ferrer” (1768-1797), c. 1768. Madera
Modelo de casco de lancha cañonera blindada según diseño de Antonio Barceló.
Siglo XVIII. Madera y plomo.
Pareja de obuses españoles de a 4 libras
circa 1780. Bronce
Pareja de obuses españoles de a 4 libras
circa 1780. Bronce

EL REAL COLEGIO DE CIRUGÍA DE LA ARMADA

El Real Colegio de Cirugía de la Armada, fundado en Cádiz por Pedro Virgili en 1748, fue la primera institución en España en la que se otorgaba el título de médico-cirujano. Los titulados embarcaban con un estuche de instrumentos pagado por la Hacienda Real, haciéndose cargo de no estropear ni extraviar ninguno de ellos. Los cirujanos eran oficiales mayores, seguidos por los sangradores como oficiales de mar.

Estuche de cirugía. Pablo Hartmann. Siglo XIX. Acero, madera y terciopelo
1. Sierra de arco para cirugía s. XVIII. Acero y ébano
2. Trépano de trinquete s. XIX. Hierro
3. Lanceta para sangrar. Kolb. s XVIII-XIX. Acero y latón.
5. Torniquete. s. XVIII. Metal, fibras textiles y cuero
6. Legre. s. XIX. Acero y ébano
7. Trocar. Luer (París). s. XIX. Hierro, plata y hueso
8. Trocar. Luer (París) s. XIX. Hierro, plata y hueso
9. Estuche de bolsillo de cirujano

Mu. Charrière Collin, París, s. XIX

Superior: Daga de oficial para uniforme de gala. Siglo XVIII-XIX. Acero, latón y nácar.

Inferior: Daga o «cutó» de paseo de Guardia Marina. Siglo XVIII-XIX. Acero, latón y hueso

LOS DEPARTAMENTOS MARÍTIMOS

Cuando Patiño ocupó la Secretaría del Despacho de Marina e Indias, en 1726, instituyó los Departamentos Marítimos de Cádiz – que incluyó la Dirección General de la Armada – Ferrol y Cartagena. Sus Capitanes Generales tenían autoridad sobre todo lo marítimo en su área de jurisdicción. Cada departamento debía contar con un astillero en su cabecera y, a partir de 1732, contaría también con su propia escuadra. Años después, el Marqués de la Ensenada mejoró la estructura con la construcción de los tres grandes arsenales peninsulares y el de la Habana.

José Patiño de Rosales, intendente general de la Real Armada
Rafael Tegeo Díaz. 1828. Óleo sobre lienzo
Quirico Aristizábal y Sequeira, capitán de navío
Anónimo. c. 1810. Óleo sobre lienzo

Desde 1717, José Patiño estuvo al frente de la Secretaría de Marina. Una vez establecido el Departamento Marítimo de Cádiz, completó el traslado de la Casa de la Contratación a dicha ciudad, y creó una academia para la formación de los oficiales de marina. Ese mismo año publicó las Ordenanzas de la Armada que aunaban en una sola flota las galeras del Mediterráneo, los navíos del océano y los galeones de Indias.

CUERPOS DE BATALLONES, DEL MINISTERIO Y DE INGENIEROS.

Entre otras medidas imprescindibles para la recuperación de la Armada, Patiño necesitaba homogeneizar las aptitudes de los mandos embarcados, cualquiera que fuera su procedencia. Ese objetivo tenía el Cuerpo de Oficiales de Guerra de la Real Armada, cuyos miembros podían servir indistintamente en buques, en las unidades del Cuerpo de Batallones de Marina, creado en 1717 para la guarnición de los buques e instalaciones, o en las Brigadas de Artillería que se crearían poco después. Con los veedores, comisarios y pagadores de la época anterior, Patiño formó el Cuerpo del Ministerio, que tenía responsabilidades sobre los astilleros y los asuntos económicos. La estructura se completó en 1770, con la creación del Cuerpo de Ingenieros de Marina, a instancias de Francisco Gautier.

LA REAL COMPAÑÍA DE GUARDIAS MARINAS

Fundada en 1717, la Real Compañía de Guardias Marinas se creó para formar a los oficiales de la Real Armada, combinando la exigente formación académica de la marina francesa – que incluía estudios de Matemáticas, Náutica, Artillería y Maniobra – con la práctica de mar que caracterizaba a la marina inglesa. La dureza del programa, de duración variable dependiendo del rendimiento de cada alumno, y la acertada selección de los mandos pusieron a la Real compañía a la cabeza del desarrollo científico español del siglo XVIII. La Real compañía tomó de la prestigiosa Guardia de Corps el uniforme y armamento, además del privilegio de combatir en vanguardia.

«Mi bandera». Augusto Ferrer Dalmau (2014)
Óleo sobre lienzo

El Cuerpo de Batallones de Marina inicialmente estaba formado por cuatro batallones, que fueron aumentando a lo largo del siglo hasta llegar a doce para cubrir las necesidades de una Armada que crecía deprisa. De entre los muchos héroes del cuerpo en el siglo XVIII destaca el granadero Martín Álvarez que, en 1797, durante el combate de Cabo San Vicente, defendió hasta caer sin sentido la bandera de combate del navío “San Nicolás de Bari”.

Fernando Casado Torres de Irala, comandante general del Cuerpo de Ingenieros

Eusebio Zarza, 1858. Óleo sobre lienzo

Destacó como director de la Real Fábrica de Artillería de La Cavada, en Cantabria. La reorganización de esta institución le supuso un gran prestigio dentro de la Armada. Junto a Gaspar Melchor de Jovellanos proyectó la canalización del río Nalón en Asturias, con el objetivo de transportar carbón desde las Reales Minas de Langreo y poder abastecer un horno de coque con el que obtener hierro para cañones y fundición.

1. Esmeril o trabuco de borda español. Ariuziaga. 1826. Acero, Latón y Madera
2. Esmeril o trabuco de borda inglés. c. 1780. Acero, bronce y madera
3. Esmeril o trabuco de borda inglés. c. 1780. Acero, bronce y madera
4. Esmeril o trabuco de borda. s. XVIII-XIX. Acero, bronce y madera

Fragmento del mastelero mayor del palo del navío “Reina Luisa” (1791-1809), después “Fernando VII” (1809-1815).

Museo Naval. 1846. Madera

EL NAVÍO DE LÍNEA

El navío de línea fue el buque más representativo del siglo XVIII. Era una evolución del galeón del XVI y XVII, que se iría perfeccionando progresivamente a lo largo de todo el siglo. Su nombre se debía a la formación que el creciente número de piezas de artillería, situadas en los costados de los buques, imponía a las escuadras. Llegado el momento del combate, todos los navíos se situaban en línea de fila para poder disparar simultáneamente con el mayor número de cañones.

Modelo del navío “Real Carlos” (1766) proyecto original del “Santísima Trinidad” (1769-1805)
c. 1766. Madera, marfil y fibras textiles.

Ideado por Mateo Mullan como un navío de tres cubiertas, representa el sistema de construcción de Jorge Juan, que permitió aumentar el porte de los navíos e incrementar así su capacidad artillera. El modelo del “Real Carlos” sirvió como referencia en el diseño del “Santísima Trinidad” construido en La Habana. El proyecto original se modificó para pasar a ser un buque de cuatro puentes, convirtiéndose en un navío único en el mundo.

Modelo de carronada. Siglo XIX. Madera y bronce
Maqueta del peñón de Gibraltar. Siglo XVIII. Madera y escayola
Modelo de fragata “La Flora”, de 58 cañones, rebajado para transporte de pertrecho.
Pedro Serrano. c. 1760. Madera y fibras textiles.
Modelo de navío de 60 cañones. c. 1750-1770. Madera

FRANCISCO GAUTIER

Al cesar el Marqués de la Ensenada, se solicitó al arquitecto francés Gautier que se hiciese cargo de las construcciones navales españolas con el objetivo de mejorar las características de los buques. El sistema que desarrolló – del que salieron buques más largos, de mayor velamen y más veloces – fue adoptado en 1767 por todos los astilleros militares españoles. Bajo su dirección se construyeron navíos como el “San Juan Nepomuceno” y el “San Francisco de Asís” y fragatas como la “Santa Catalina” y la “Santa Gertrudis”. En 1770 se creó en España el Cuerpo de Ingenieros de Marina, siendo la organización de dicho cuerpo encomendada a Gautier, que fue el primer ingeniero general con la categoría militar de brigadier de los Reales Ejércitos.

Modelo de arsenal del navío “Velasco” (a) “San Luis” (1764-1797) de 74 cañones
c. 1764. Madera y Metal
Modelo del navío «Santa Ana» (1784-1817). Arsenal de Cartagena.
c. 1824. Madera, hierro y fibras textiles


Fuentes:

1 – «La Marina en la Guerra de la Independencia» – Carlos Martínez-Valverde (cpt.), Editora Nacional, Madrid, 1974

2 – Paneles informativos del Museo Naval, Paseo del Prado, 3. 28014 Madrid

Imágenes:

a – Foto de portada del autor: Ático original de la Puerta del Mar, llamada de San Fernando, del arsenal de La Carraca. c. 1750. Madera

Conjunto escultórico que toma su nombre del muelle al que daba acceso. Representa, bajo cornisa, el escudo de Castilla y León con el escudo borbónico, rodeado por el Toisón de Oro, rematado por la corona real y flanqueado por dos ángeles. En su parte inferior muestra una inscripción que traducida significa: “Tú, español, acuérdate de gobernar los mares con autoridad”. Fue trasladado al Museo para evitar su deterioro.

b – Fotografías del autor.

Las Reales Atarazanas de Barcelona en 1808-1814

Tiempo de lectura: 22 minutos

Dedicamos nuestra entrada de esta semana a uno de los edificios más singulares en España como es el de las Reales Atarazanas de Barcelona, y su turbulenta historia durante la ocupación francesa durante los años 1808-1814. El edificio es destacable por varios motivos, entre ellos, el ser un testimonio palpable de la potencia económica y política de la corona de Aragón en el Mediterráneo de los siglos XIII a XV, un ejemplo de la arquitectura del gótico civil catalán y uno de los pocos ejemplos casi intactos de atarazanas medievales que subsisten actualmente en las costas del Mediterráneo.

Como edificio militar de la ciudad no se sustrajo a la ocupación francesa desde el primer momento, y el por entonces cuartel militar y maestranza de artillería sería ocupado, como el resto de la ciudad, hasta prácticamente el final de la guerra. Sus usos serían ampliados por las necesidades de los ocupantes franceses durante la contienda, pasando a ser también prisión -tanto de los soldados españoles capturados como de los barceloneses detenidos- y más tarde hospital militar, reconvirtiendo el espacio que estaba destinado a las cuadras.

Raymundo Ferrer, vicario de la Iglesia parroquial de S. Justo y S. Pastor, anotó con paciencia franciscana todos los acontecimientos que casi diariamente se dieron durante el periodo de ocupación imperial, por lo que sus anotaciones han sido la fuente primaria que nos ha permitido conocer este trágico periodo del pasado del edificio y de la ciudad de Barcelona

Litografía de José Coromina (1814) del panorama la franja costera de la ciudad de Barcelona, con el edificio de las Atarazanas, destacado en rojo, y tapado parcialmente en primer plano por la torre del Fuerte de la Linterna.

LAS REALES ATARAZANAS. LOS ORÍGENES.

En el siglo XIII, Barcelona era el principal puerto de la Corona de Aragón. La ciudad ya contaba con unas atarazanas gestionadas por el Consejo de Ciento de la ciudad (el «Consell de Cent»), ubicadas cerca del actual edificio de Correos, que se revelaron insuficientes en una época de clara expansión política y económica. A finales del siglo XIII, Pedro II El Grande (hijo de Jaime I El Conquistador) reservó unos terrenos al final de las Ramblas, fuera de los muros de la ciudad que fueran de jurisdicción real y con una finalidad más militar, proyecto que ya había vislumbrado su padre.

El edificio original se comenzó a construir entre 1282 y 1285. Estaba formado únicamente por un gran patio, de planta rectangular, cerrado por tres lados y abierto hacia el mar, con porches adosados a los muros por la parte interior y 4 torres defensivas en cada uno de los vértices de este gran rectángulo. Posteriormente, en el siglo XIV comenzaron las primeras reformas, con el cubrimiento de las naves de Poniente e incluyendo las Atarazanas dentro del trazado amurallado de la ciudad. Las reformas fueron constantes en los siglos sucesivos, sobre todo en el siglo XVI, Como resultado de la construcción del primer dique portuario, por su parte sur los edificios más próximos al mar (como Atarazanas), sufrían las embestidas del mar, quedándose sin cimientos y comenzando a hundirse, por lo que se inició una reconstrucción del edificio, más retrasado de la línea de mar, y con pilares más grandes para aumentar su altura(I)

El trazado original de las atarazanas del s. XII, en azul, superpuesto a la planta del edificio actual. En el interior de la nave más ancha y alta, en el siglo XVIII estaba ubicado un pozo para fundir el material de bronce para fabricar los cañones del ejército.

En el s. XVII, ya gestionado únicamente por la Generalitat, se construyeron dos grandes unidades arquitectónicas: las «Naves de la Generalitat”, que se construyeron mucho más alejadas respecto a las naves originales y por otro, las naves del lado de montaña, que actualmente reciben el nombre de Sala Marqués de Comillas. 

Durante los siglos XVIII y XIX las atarazanas siguieron teniendo un carácter militar, pero perdieron su función naval. El edificio fue parcialmente destinado al ejército, en concreto al arma de artillería, hasta que en el año 1745-46, durante el reinado de Carlos III, el edificio de las Atarazanas dejó definitivamente de tener su función original de construcción y mantenimiento de embarcaciones y pasó a ser gestionado por el ejército como cuartel de artillería y fundición. Se instalaron almacenes de municiones, planchas de plomo, artillería y carruajes. En 1767 se pusieron en marcha los hornos para fundir el bronce de los cañones y las máquinas de barrenar y tornear cañones.

Las características arquitectónicas del edificio y la proximidad de la caserna garantizaban una mayor seguridad y facilitaban su vigilancia. Al mismo tiempo el hecho que la maestranza instalada en 1802 también estuviera dentro de las instalaciones disminuía los costes de transporte y facilitaba la entrada y salida de materias primas y piezas fabricadas en la fundición por vía marítima o terrestre. El recinto entró a formar parte de un complejo militar mucho más amplio, que se extendía hacia las Ramblas de la ciudad. [2]

 

El ejército levantaría dos casernas en la década de 1930 y adaptó el edificio a sus necesidades. (b)

LAS REALES ATARAZANAS DURANTE LA OCUPACIÓN FRANCESA

El 11 de febrero llegó a la ciudad de Barcelona el nuevo Gobernador, el Conde de Ezpeleta, enviado por la Corte como sustituto del anterior, el Conde de Santa Clara. Las tropas italianas y francesas que habían entrado desde la frontera habían entrado en Gerona el día 10, y presumiblemente tres días después llegarían a la Ciudad Condal. El Ayuntamiento barcelonés era reacio a permitir la entrada de tropas extranjeras que de hecho superaban en número a las españolas que guarnecían la Plaza (por entonces la ciudad contaba con unos 200.000 habitantes), pero Ezpeleta solo llevaba la consigna de que las tropas que venían «fuesen recibidas y tratadas mejor que las Españolas«.

Finalmente, el 13 de febrero de 1808 entró por la Puerta Nueva de Barcelona la 1ª división francesa al mando del general Duhesme y su segundo al mando, el general Lechi, comandante de las tropas italianas. En total 5.427 hombres, 1.830 caballos y 25 carruajes. La comitiva, como es lógico, despertó gran expectación en la ciudad y un considerable gentío acudió a presenciar el paso de las tropas por las calles hasta la Plaza de Palacio donde hizo un alto toda la división franco-italiana. Posteriormente las tropas se acuartelaron en Estudios, Atarazanas, S. Agustín y Barceloneta, y la Plana Mayor, oficialidad y Velites en casas particulares, aunque estos últimos se reubicaron después también en las Atarazanas.

 

La Plaza de Palacio («Pla de Palau»). La litografía está fechada en 1842, aunque los edificios son prácticamente los mismos que se hallan presentes en la actualidad.

A pesar de que las noticias que se tenían eran que el contingente franco-italiano se dirigía a Cádiz, pronto dichas tropas se apresuraron en ocupar las puertas de la ciudad, la Ciudadela y el castillo de Montjuich, este último a pesar de la resistencia a dejarlas entrar de su Gobernador interino, Mariano Álvarez de Castro. La conducta del Capitán General, Conde de Ezpeleta, para con los ocupantes generó diversidad de opiniones, pero por una parte, las instrucciones que le llegaban de la Corte eran las de colaborar con las tropas francesas y procurarles lo que necesitasen, aunque por otra parte, el propio Ezpeleta no podía esperarse que la conducta de los franceses e italianos en la ciudad fuera la de unos conquistadores en vez de la de unos aliados.  

No pasó mucho tiempo para que comenzaran los primeros roces y disputas entre los barceloneses y las tropas ocupantes, que degeneraron en peleas y algunas muertes. Viendo el curso que tomaban  los acontecimientos, los militares españoles que pudieron salieron de la ciudad con mayor o menor fortuna: al 3er batallón de las Guardias Españolas se le fugaron sus gastadores, también hubieron fugados en las Guardias Valonas y en un arranque de bizarría, 25 jinetes de Borbón salieron por la Puerta Nueva con su comandante al frente y con el trompeta tocando marcha: en definitiva, un lento goteo de soldados y mandos (el afamado Álvarez de Castro entre ellos) que pronto llegó a las 600 ausencias. El general Lechi, convertido de facto en el jefe militar de la ciudad, publicó diferentes bandos para proteger a las tropas francesas, recortando las libertades de los ciudadanos y amenazando con represalias(II) a los que no cumplieran sus disposiciones. Las tropas españolas que quedaron por entonces y sus oficiales fueron confinados en diferentes edificios militares y conventos de la Ciudad. 

 

Grafiado de las Atarazanas y sus instalaciones a través del siglo XVIII y principios del XIX. Cabe puntualizar que algunas ilustraciones son bastante dispares, por lo que habría que cuestionar su fidelidad a la realidad de la época, pero podría ser un ejemplo de las trasformaciones que sufrió al perder su uso original de astillero: 1. Gaspard Bailleul, Paris, c. 1726; 2. Antonio Ponz Piquer, Madrid, 1788; 3. Moulinier, Lartigue, Vicq, Laborde, Didot, Paris, 1806; 4. Juan López, Madrid, 1807; 5. Felipe Bauzà, Cádiz, 1813; 6. Antonio Monfort, Barcelona, 1818.

Los mandos franceses e italianos por su parte no perdieron el tiempo: los cañones que se hallaban en las murallas fueron introducidos en los castillos y los 40.000 mosquetes que se hallaban almacenados en las Atarazanas pronto fueron distribuidos entre el castillo de Montjuich, la Ciudadela y las propias Atarazanas. El propio Lechi comunicó por carta al general Reille el 26 de julio de 1808 que ocupaban la Ciudadela unos 1.500 hombres, Montjuich unos 1.000 y Atarazanas unos 500, y que estimaba del todo insuficientes para defender la ciudad. En junio se habían dado los combates del Bruch y las montañas vecinas a Barcelona estaban ocupadas por somatenes y miqueletes españoles.

Paralelamente los barcos ingleses que patrullaban las costas sin oposición, realizaban incursiones nocturnas contras los fuertes de Atarazanas, la Linterna y San Carlos, que estos contestaban con un estruendoso cañoneo, aunque sin ninguna consecuencia, lo que provocaba las chanzas de los ciudadanos que llenaban los terrados y torres de las casas limítrofes viendo el espectáculo.  

 

LAS CASAS Y LOS MUROS SON LOS QUE ESTAN CAUTIVOS, NO LOS CORAZONES QUE A CADA MOMENTO EXHALAN SU LEALTAD = = = LEALTAD A TODA PRUEBA ACIA FERNANDO VII. Decreto de la Junta Central de 21 de julio de 1809. Vista de la Ciudad de Barcelona ocupada por los franceses y bloqueada por mar por el Almirante ingles Hollowey, y por tierra por los exércitos aliados español é inglés del mando de los Generales Dn. Francisco de Copons  y Navia y Lord Clinton. Esta hermosa ciudad invadida con la mayor felonía por los franceses el dia 13 de febrero de 1808 ha quedado libre por la constancia y heroismo de los españoles en 28 de Mayo de 1814. Contiene dicha ciudad 13000 casas, una catedral magnífica, 7 parroquias, 36 conventos, 6 colegios, 6 hospitales, una hermosa lonja, la aduana, casa de caridad, de comedores, las academias de buenas letras y de ciencias naturales, teatro anatómico, paseos deliciosos, fabricas de todas manufacturas y gran comercio maritimo, con 200 mil habitantes. (Jose Coromina lo grabó en Barcelona, año 1814)

Los franceses, no obstante, no se olvidaban nunca de los aspectos más formales: el 15 de agosto de 1808 se anunció a las tropas la fiesta de San Napoleón, que sería saludada con 100 cañonazos, 20 de ellos desde las Atarazanas. 

Pronto las instalaciones de las Atarazanas serían utilizadas como prisión (tanto de soldados capturados(III) como de civiles que no pagaban las contribuciones exigidas por los franceses) y sus cuadras de los caballos como hospital militar para los heridos en los combates e incursiones que se daban ininterrumpidamente contra los españoles, ya que el Hospital de San Pablo no era suficiente para el número de heridos que llegaban. Cabe comentar que pronto los franceses permitieron que puntualmente las contribuciones en metálico de los ciudadanos fueran hechas en sábanas, mantas, colchas y jergones, y entregadas al administrador del recién creado Hospital de Atarazanas.

Vista aérea del recinto de las Atarazanas en la época actual (e)

La situación de tensa calma siguió en la ciudad prácticamente durante toda la ocupación franco-italiana: por una parte las tropas españolas no eran lo suficientemente fuertes en tropas y armamento como para intentar un ataque a la ciudad y por otra parte los ocupantes y sus mandos administraban férreamente la ocupación de los enclaves estratégicos de la ciudad y la vida de sus habitantes(IV). En todos estos años, hubo algún intento de sobornar a las autoridades militares, Lechi entre ellos, sin ningún resultado; hubieron intentos fallidos de ocupar el castillo de Montjuich en el año 1811, e incluso de envenenar a la guarnición, que quedaron todos en simples intentonas. 

Cabe destacar que la ciudad no era tampoco insensible a los acontecimientos militares en Europa: en el año 1813, al igual que en muchas otras ciudades y villas de Europa, los soldados alemanes aliados hasta entonces de los franceses (unos 1.500-1.700 hombres en Barcelona), fueron desarmados y confinados, para evitar insurrecciones(V), lo que también deparó lógicamente un curioso espectáculo en la ciudad. 

Pero a medida que el curso de los acontecimientos variaba también en Cataluña, pronto se produjo el traslado definitivo de grandes cantidades de armamento de la ciudad hacia Francia, en concreto Perpignan (ya se había hecho parcialmente con anterioridad) o la extracción de la artillería de todos los calibres de las fortificaciones de la ciudad y depositada junto a la costa para ser inutilizada. Las unidades más experimentadas volvían a Francia, junto con los heridos franceses de los hospitales y llegaban conscriptos de Francia, inexpertos y bisoños, muestra evidente de la fragilidad militar francesa en Cataluña por aquel entonces.

En los primeros meses de 1814, los franceses retenían todavía Barcelona. El 1 de febrero el Ejército anglo-español cortó las comunicaciones entre Suchet y la guarnición francesa de Barcelona. Los generales Manso, Wittingham, Sarsfield, Clinton y Copons acordonaron la ciudad, bloqueada también por mar por algunos paquebotes ingleses. El Baron Habert, encargado de defender la plaza por Suchet, dirigió el mismo día una resuelta proclama a los habitantes amenazando con castigar severamente a los que intentaran confabularse con las tropas sitiadoras. Pero el 26 de abril, tras la caída de Napoleón, se publicaba por todas partes la orden de evacuación definitiva de las tropas francesas. Finalmente el 28 de mayo de 1814 el mismo Habert salió por la puerta de D. Carlos. 

 

Restos de la muralla medieval que delimitaba las instalaciones de las Atarazanas, en la actualidad.

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(I) – Las últimas obras de envergadura llevadas a cabo en el recinto el año 2010, en concreto el rebaje del subsuelo, permitieron datar la estructura original en el siglo XIII y conocer que el edificio actual se construyó a finales del siglo XVI. También se encontró una necrópolis romana, con 36 enterramientos. [4]

(II) – B A N D O.

«El General de Division Lechi, Comandante superior de las Armas de esta Ciudad y sus Fuertes, Manda: que no haya reunion de personas en las plazas,  paseos ni calles en los casos de alarma, ú otros, como ya se mandó anteriormente.

Manda así mismo, que lo dispuesto por Bando de 20 de Octubre último, de que nadie transite sin luz despues de las nueve de la noche, se observe rigurosamente.

Manda tambien que en los campanarios no permanezca persona alguna, y que las que sean halladas en ellos sean arcabuceadas inmediatamente.

Barcelona 11 de Noviembre de 1808.=Firmado=Lechi, Comandante superior.» [3]

(III) –  Los generales españoles Castelldosrius, Caldagués y varios oficiales prisioneros.

(IV) –  Bando del general Lechi de 8 de marzo de 1809:

BANDO para que al oír los Barceloneses tres cañonazos tirados de las Atarazanas, Monjuich y Ciudadela se encierren en sus casas.

«Se manda à los habitantes de esta Ciudad, que al dispararse tres cañonazos de Atarazanas, Monjuich y Ciudadela, en señal de alarma, se retiren y encierren en sus casas: los que no lo hubieses executado media hora después, se les acuchillará o disparará por la tropa y patrullas que les encuentren.

Barcelona, 8 de marzo de 1809. = Firmado=Lechi, General de División, Comandante Superior de esta Ciudad y sus fuertes. Por copia conforme= R. Casanova, Comisario General de Policia.» [3] 

(V) – «Leiase en el Diario la orden del dia del Exto. de Aragón, y Cataluña, firmada por Suchet en el Quartel General de Gerona á 21 de diciembre último. La dirige a los Cazadores de á Caballo de Nassau, á la caballería ligera Westfaliana, á la Infantería de…, todos tropa alemana al ancho de la Francia, intimandoles a quedar desarmados, y prisioneros.» [3]


Fuentes:

(1) – «Redescubriendo las Atarazanas» – Publicación Museu Marítim de Barcelona (2016)

(2) – «Les Drassanes Reials de Barcelona» – Antoni Sella, Museo Marítimo de Barcelona (2018)

(3) – «Barcelona Cautiva. 1808-1814» – Raymundo Ferrer, Barcelona, 1815, Ed. Antonio Moliner Prada (2010)

4) – https://beteve.cat/societat/drassanes-reials-necropolis-romana-xviii-edific/

5) – Paneles informativos de la exposición permanente del Museu Marítim de Barcelona

Imágenes

a) – «Redescubriendo las Atarazanas» – Publicación Museu Marítim de Barcelona (2016)

b) – http://www.barcelonarutas.com/drassanes/

c) – http://www.atlesdebarcelona.cat

d) – http://www.atlesdebarcelona.cat

e) – Paneles informativos de la exposición permanente del Museu Marítim de Barcelona.